Una presentación del puerto de Boulogne en diorama (1821-1823), por Jean Henry Marlet

Una presentación del puerto de Boulogne en diorama (1821-1823), por Jean Henry Marlet

Letra Clásica

Viajes virtuales

Internet ofrece una ventana para visitar los grandes museos y pinacotecas del mundo, una excursión al universo de la alta cultura cuyos antecedentes datan del siglo XVII

29 abril, 2020 00:00

En tiempos de reclusión la red permite realizar visitas virtuales por los grandes museos del mundo. La colección del Hermitage ofrece un paseo entre piezas únicas y obras maestras, entrelazadas en un movimiento vivo e infinito como en La Danza de Matisse que cuelga de sus paredes. Google Arts & Culture invita al curioso a elegir el tipo de visita en el Metropolitan de Nueva York. Se puede visualizar algunos de los 27 reportajes sobre exposiciones online, consultar más de 200.000 piezas o pasear virtualmente y sin prisa. Las sorpresas asoman por doquier y zarandean a cualquiera. Si se prueba, por ejemplo, con los grabados de William Hogart la inmersión en la vida cotidiana del siglo XVIII está asegurada. 

La colaboración de importantes colecciones con otras aplicaciones de Google permite realizar tours 360º por la Gallerie degli Uffizi o el British Museum, entre otros. Más atractivo aún es el resultado del proyecto del museo británico con Google Cultural Institute: The Museum of the World. Se trata de un recorrido interactivo por una línea del tiempo, en la que se pueden seleccionar numerosos objetos de culturas de los cinco continentes y visualizarlos mientras se escucha el comentario de un experto.

Sin esta sofisticada tecnología, estas visitas virtuales ya existían siglos atrás. A mediados del siglo XVII, el coleccionismo de arte se exhibía también mediante abigarradas exposiciones en cuartos de maravillas donde las élites mostraban sus posesiones artísticas. David Teniers, el Joven, se apuntó a esa moda y recreó varias visitas del archiduque Leopoldo Guillermo a su colección en Bruselas. En una de esas escenas el artista flamenco dio un giro metapictórico: en el centro del gabinete el archiduque señala a sus invitados los cuadros que le ha pintado el propio Teniers.

El archiduque Leopoldo Guillermo en su galería de pinturas en Bruselas (David Teniers II) y los viajes virtuales

El archiduque Leopoldo Guillermo en su galería de pinturas (1650), de David Teniers / PALACIO DE SCHEISSHEIM.

En el siglo XVIII las galerías de imágenes se convirtieron en un género donde destacaron cotizados pintores. La Galería de cuadros de la Roma Moderna (1758) o Antigua (1759) fue y sigue siendo toda una expedición al pasado monumental de la capital italiana gracias al pincel de Giovanni Pannini. En la concurrida Tribuna de los Uffizi (1772) Johan Zoffany inmortalizó colecciones artísticas con sus satisfechos poseedores. Fueron décadas de un floreciente mercado paralelo de plagios y copias. Allí donde no llegaba el cliente o el turista cultural de la época, se desplazaban las obras de arte. O a la inversa, si el cliente no podía estar, el artista se ofrecía para representar la sala del museo que más le atraía.

Panini, Modern Rome

Roma Moderna (1758) de Giovanni Pannini

El poder adquisitivo siempre ha marcado la capacidad de posesión y de movilidad cultural. La curiosidad popular por conocer mundos desconocidos fue una demanda que surgió a partir de la divulgación de una oferta –en principio distinguida– para contemplar recreaciones virtuales de aquellos. Las primeras linternas mágicas se expusieron a mediados del siglo XVII, y se pasearon por las plazas de pueblos y ciudades del XVIII y del XIX con espectáculos tan celebrados como las fantasmagorías, hasta que el cinematógrafo las acabó arrinconando como un trasto viejo. El siglo XIX fue también la centuria de los populares dioramas, realidades virtuales de naturalezas, batallas o ciudades que alcanzaron su expresión más lograda con la apertura en 1869 del Museo de Historia Natural de Nueva York. 

Entre todos los dispositivos de viaje virtual, el que obtuvo el favor de todos los públicos fue el cosmorama. La popularidad del aparato dio nombre a las salas donde se reunían todo tipo de viajeros, turistas y familias del lugar para observar representaciones de paisajes, ciudades, etc., mediante una ilusión óptica de telas pintadas, alumbradas y dispuestas sin solución de continuidad. Los mejores y más famosos viajes virtuales con este aparato se pudieron ver en el París de comienzos del siglo XIX, y poco a poco desde la capital francesa se fueron popularizando por las principales capitales del mundo.

Años más tarde, desde el Buenos Aires de 1850 se podía viajar sin necesidad de cruzar el Atlántico visitando salas de nombres tan visuales como Gabinete Óptico, Gabinete Óptico Mecánico, Gran Panorama Óptico, Gran Teatro Nuevo de Oriente Óptico y Mecánico, Museo Diorámico, Poliorama o Salón Artístico del Poliorama. Una de las proyecciones más celebradas con linterna mágica fue un viaje virtual a Tierra Santa en 1856 que se anunciaba así: “Las vistas que pasarán delante de los ojos se harán disolver lindamente y casi imperceptiblemente trayendo a la memoria las ideas más gratas y agradables”.

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Pietro Longhi, El mundo nuevo (1756), Pinacoteca Querini Stampalia, Venecia

Sin embargo, a menudo se olvida que cien años antes de estos artilugios ópticos y mecánicos, existió otro instrumento más rudimentario que se paseó por ferias y fiestas de media Europa. El artefacto se llamaba Mundo Nuevo y permitía una visión en tres dimensiones de escenas de todo tipo, la mayoría de ellas relacionadas con América. Tal fue su popularidad que dio lugar a un género de pinturas conocidas con el nombre de esa caja mágica. Una de las representaciones más renombrada la realizó el pintor veneciano Pietro Longhi.

Con el confinamiento ha retornado con fuerza la virtualidad del entretenimiento, otro modo para reconducir la ansiedad del encierro o la emoción por viajar, sin necesidad de leer ni de moverse del lugar. Aunque es posible que, como sucede con el joven en el lienzo de Longhi –más interesado en una insinuante escena callejera que en las imágenes de la caja óptica–, el primer y más sugestivo viaje empiece cuando se salga a la calle y la virtualidad retorne a su propia dimensión.