Letra Clásica
Ana Merino: “Todas las vidas son hermosas si tienen significado por sí mismas”
La escritora, ganadora del Premio Nadal con una novela sobre la vida en el Medio Oeste norteamericano, reflexiona sobre la actual situación cultural y social de Estados Unidos
30 marzo, 2020 00:20Ana Merino, catedrática de universidad, vive en Iowa City (Estados Unidos) desde hace años, donde enseña Historia del cómic. Hasta ahora la conocíamos por sus poemas, pero se ha estrenado como narradora ganando el Premio Nadal con su primera novela El mapa de los afectos (Destino), donde cuenta la historia de una serie de personajes cuyas vidas se entrecruzan en una pequeña localidad del Medio Oeste norteamericano.
–No recuerdo quién dijo que el Nadal debía descubrir voces dormidas. Usted no era una voz dormida, pero había publicado sobre todo poesía. ¿Cómo es el paso a la narrativa?
–El idioma es la literatura, lo que sucede es que tiene distintas melodías. La poesía es una melodía, como también lo es el teatro o la novela, un género que he abordado en la madurez. Cuando me preguntan sobre el cambio de género digo: ¿Qué era Borges? ¿Narrador o poeta? ¿Qué era Cervantes sino un hombre que hizo teatro, pero que ha trascendido sobre todo gracias a una novela? Hay que ir más allá de estas distinciones. La literatura es un lenguaje muy amplio. Por lo que se refiere a mí, he llegado a la novela desde la madurez de las emociones y también desde la literaria, dándome cuenta de que las herramientas necesarias para contar el mundo que a mí me interesaba me las ofrecía la narrativa. La poesía me dio herramientas distintas para expresar otros mundos y emociones interiores, pero las vivencias que han macerado en esta novela requerían una narrativa. He llegado a la novela de forma natural.
–Su novela es rica en personajes. ¿Qué influencia ha tenido el lenguaje del cómic en la construcción de la novela?
–Mucho, pero no solo me ha influido el cómic. Mencionaría a un poeta que me encanta, Edgar Lee Master, autor de la antología Spoon River, donde el cementerio es ese lugar de vidas entrecruzadas. En la novela está presente el cómic alternativo, sobre todo los hermanos Gilbert y Jaime Hernández, dos autores maravillosos sobre los que he escrito mucho. Mientras Gilbert crea su pequeño universo en Palomar, un pueblo que está en algún lugar de América Latina, el universo de Hernández está en las afueras de Los Ángeles. Me gusta construir personajes con diálogos. En Pedro Páramo el protagonista de Rulfo llega a una ciudad habitada por fantasmas que se comunican. En La colmena de Cela o, incluso, en 13 Rue del Percebe nos encontramos con las vidas entrecruzadas de los personajes. Cada uno con un mundo que, conjuntamente, construyen un universo. Puede que esto venga de mi experiencia como docente: en el aula te encuentras a muchos alumnos con un nombre, una historia, una manera de pensar distinta. Quería que mi novela fuera como la sociedad: una melodía de las voces que nos acompañan. Quería que tuviera ritmo, que se leyera bien y que tuviera estilo. No busco solamente que el lector entre en la trama, quiero que, a lo largo de la lectura, saboree las palabras.
–Parte de las historias del libro las conocemos a través de Samuel, un niño.
–En la novela, están representadas todas las edades del ser humano: la infancia, la adolescencia, la madurez. Quería dotar de temporalidad a la trama, pero sobre todo mostrar de qué manera el paso del tiempo nos afecta y cómo cambiamos en la medida en que envejecemos. Samuel es un niño que, durante tres veranos, pasa los días subido a un árbol. Es el tiempo durante el cual pasa de la niñez a la adolescencia y es testigo de la relación amorosa de dos personajes. Más que hacer un homenaje a las novelas de formación, la figura de Samuel subido al árbol me permitía una mirada en picado, típica del cómic y que corresponde con la mirada del lector. Como en los cómics, pongo al lector a mirar con la misma minuciosidad y curiosidad que Samuel, quien no entiende exactamente todo lo que sucede ante sus ojos, pero trata de comprenderlo. En el fondo, lo que hace Samuel y lo que espero que haga el lector es buscar significados.
–Samuel, como muchos niños, se forma leyendo cómics.
–Sí, a través de él quise hacerle un homenaje a los cómics de juventud, que son los de los superhéroes. Elegí aludir a Marvel porque introduce un elemento psicológico y conflictos a la hora de dar vida a los superhéroes. No se limita a construir tramas en torno al enfrentamiento entre el bien y el mal, como hacen los cómics de DC, sino que problematiza la psicología de los superhéroes. El cómic que lee Samuel, en el que aparece un grupo de superhéroes que se necesitan los unos a los otros, es una alusión a Los cuatro fantásticos, pero no es necesario que el lector se percate de esto. Cada lector encontrará significados distintos. Habrá quien interprete el árbol en el que está subido como una alusión al árbol de la vida.
–Yo lo leí como una alusión a El barón rampante de Italo Calvino
–Claro. Pero a la novela de Calvino podemos añadir el cuento clásico del niño que sube al árbol de las habichuelas y llega a otro mundo. La literatura te hace dialogar con otras literaturas y esto es algo que nos permite como lectores encontrar nuestros referentes.
–Uno de los temas principales del libro son las adicciones.
–Sí, trato de abordar el drama de las adicciones, observar de qué manera nos destruyen y nos afectan en nuestra vida. En su no saber cómo estar, Greg encuentra en las adicciones una forma de huida, y en el local nocturno en el que puede practicar sexo con diferentes chicas, un refugio. En este local Greg, que principalmente tiene un problema de adicción al sexo, se encuentra con Emily, que tiene un problema con las drogas, y con el dueño del bar, que ha conseguido salir del alcoholismo. Ahí también se encuentra con Markus, padre de familia, que termina cayendo en el alcoholismo, aunque al final se redime. Por un lado, Emily va adquiriendo conciencia de que su vida no le gusta nada, pero no sabe cómo enfrentarse a ella. Trata de verbalizar su sufrimiento hablando con la gente del local donde trabaja. Greg no empatiza con Emily y no es consciente tampoco del daño que hace a su alrededor.
–En ese pequeño pueblo del Medio Oeste encontramos habitantes felices con vidas sencillas, pero también habitantes que viven con frustración.
–Una novela de personajes nos permite encontrar todas las miradas. No hay solo una respuesta y tampoco una sola manera de enfrentarse a la vida. El personaje de Valeria, por ejemplo, se va del pueblo porque no se conforma con la vida que puede llegar a tener ahí; tiene la necesidad de saber más, de viajar. Samuel está feliz en el pueblo, que es su mundo. Crece y sigue ahí, cobijándose en el mundo de los superhéroes, y no tiene ningún problema por el hecho de trabajar en el supermercado, su primer y único empleo. Todas las vidas son hermosas si tienen significado por sí mismas, sin necesidad de compararla con las vidas de otros.
–Suele decirse que Estados Unidos no es ni Nueva York, ni San Francisco ni Los Ángeles, sino ese Medio Oeste que usted describe en la novela.
–Estados Unidos tiene muchas caras. Una de ellas es la de las ciudades cosmopolitas, que son los lugares que más interés despiertan en Europa porque se establece una identificación entre las grandes urbes norteamericanas y las grandes urbes europeas. Es evidente que este cosmopolitismo resulta atractivo, sobre todo para el turista, que en cinco o seis días de viaje puede visitar una ciudad, descubrir sus museos, sus tiendas… Sin embargo, cuando vives en Estados Unidos y terminas en esa América del Medio Oeste, donde se fundan universidades en medio de la nada, la experiencia es completamente distinta. Yo empecé mi carrera en Pittsburgh (Pensilvania) y luego fui a Columbus (Ohio). Cuando me convertí en profesora me fui a Carolina del Norte y a Nueva Inglaterra. Terminé en Iowa City, que está rodeada de pequeños pueblecitos como Solon, West Liberty o Hills, donde descubro esta atmósfera tan exótica e interesante que intento reflejar en la novela.
–Muchos jóvenes de este ambiente, como su personaje James, encuentran una salida en el ejército y a veces terminan siendo enviados a lugares de conflicto.
–Estados Unidos es un país muy joven. El código que ha aprendido es el de la militarización. En Norteamérica la idea de masculinidad está muy asociada al elemento militar. Por tanto, parte de las expectativas de los más jóvenes es de orden militar. Ten en cuenta que es una sociedad que, para construirse, necesita generar soldados. Esto es duro porque implica hablar de chicos jóvenes que, al no tener prosperidad económica, la única manera que tienen de poder estudiar es entrando en el Ejército. Ninguno espera ir a la guerra. Y esto es lo que pasó cuando enseñaba en Carolina del Norte: muchos estudiantes fueron enviados a Irak. Ese mundo bélico marca la vida de los hombres de una forma radical, convirtiéndolos en víctimas. En este sentido, el caso de James es el de otros jóvenes: su abuelo era militar, su padre era soldado y él también entra en el ejército porque ha sido educado con el lenguaje militar, asumiendo que hacerse adulto implica ser un soldado. James está enganchado a los videojuegos, sobre todo a Mortal Kombat, que refuerza su idea de que para ser un hombre tiene que ir a la guerra.
–¿No hay un elemento de clase? Los que declaran la guerra no envían a sus hijos a combatir, pero sí animan a los jóvenes con menos recursos para que se alisten.
–Sin duda. Y lo peor de todo es que los que declaran la guerra convencen a esos jóvenes de que es bueno alistarse en el ejército porque servirán a la patria. El Ejército se termina convirtiendo para muchos en una salida que permite cumplir las expectativas que toda la sociedad tiene puestas en ti.
–¿Hasta qué punto ciertos videojuegos alimentan el discurso militarista?
–Muchos jóvenes que consumen videojuegos pierden la noción de la realidad, no saben diferenciarla de la ficción. Esto se ve en la novela a través de James y de su hermano Adam, un personaje que sugiere algo de esperanza. De ahí que Adam invente un mundo alternativo, imaginando nuevos planetas a los que ir, mientras su hermano juega al Mortal Kombat. En las ferias que se celebran en sus pueblos siempre se homenajea a los jóvenes que han perecido en la guerra. Me estremece ver estos homenajes, las fotos de los jóvenes muertos en combate. Ellos no se estremecen: más que pena, sienten orgullo hacia esos chicos, a los que tratan como héroes. Es como si no se percatasen de que esos héroes han fallecido, de que la heroicidad tiene un coste terrible. James está fascinado con la idea de ser un héroe.
–Esta realidad que describe es distinta a la europea
–Claro, pero no olvidemos con qué dureza vivimos la guerra de Yugoslavia, que fue en el corazón de Europa. Se entiende que todos los jóvenes que huyen de Siria lo hacen, entre otras razones, porque no quieren ir a luchar. La guerra sigue estando muy presente, pero en Europa la escuchamos como si fuera una música de fondo porque los Estados no obligan a sus generaciones más jóvenes a alistarse
–El feminismo es un tema también presente en su novela.
–Me interesa, desde la literatura, apelar a distintos temas. En la novela está Aurora, una periodista a la que envían a trabajar como corresponsal a otro país porque desde el periódico asumen que, como no está casada ni tiene hijos, puede cambiar de lugar de residencia sin problemas y porque sus compañeros hombres temen que les puede hacer sombra. También está Diana P., una señora que lleva años trabajando en el periódico y es despedida porque el diario busca otras voces. A través de estos dos personajes, a los que también añadiría la madre de Diana, quería mostrar distintas formas de concebir el feminismo.
–Diana P. no encaja en el nuevo feminismo.
–Claro, Diana se da cuenta de que el feminismo que busca su periódico no es aquel con el cual ella se ha comprometido. Es entonces cuando su madre le intenta hacer ver que una cosa es el pensamiento en abstracto y otra la práctica. Una cosa es suscribir una determinada idea y otra ser consecuente. Tanto en Estados Unidos como en Francia, hay debates y confrontación entre las distintas corrientes feministas. Yo he trabajado mucho el cómic underground, hecho por mujeres en los sesenta. Se tiende a creer que el cómic de aquellos años era obra de hombres y tenía una carga misógina. En parte, es verdad, pero no olvidemos que también había mujeres haciendo cómics y planteando discursos rompedores. A veces cree que el feminismo está planteando discursos nuevos y se olvida que eso mismo ya se había dicho y hecho hacer cuarenta e, incluso, sesenta años.
–Algunos dicen que en Estados Unidos está reapareciendo el puritanismo. ¿Cómo se vive en las aulas universitarias?
–Hay mucho debate, pero también emociones entrecruzadas. La cuestión es cómo conseguimos armonizar posturas. En la universidad enseño Historia del cómic y trato mucho el underground, que puede resultar incómodo para algunos de los alumnos por sus contenidos racistas o misóginos. Sabiendo que me enfrento a jóvenes estudiantes, lo primero que hago es advertirles de lo que van a encontrar. Lo mismo me pasa cuando imparto cine español, sobre todo el de los primeros años de democracia. Les advierto del elemento erótico de muchas películas, explicando que son fruto del deseo de libertad de una generación de cineastas. Para mí es importante preparar a los alumnos ante lo que van a ver y, sobre todo, recordarles que la obra que tienen delante, ya sea un cómic o una película, no está hablando con ellos, no los está agrediendo porque pertenece a otra época y a otro contexto. Lo que yo quiero es que piensen de forma crítica el porqué de una determinada estética o de ciertos relatos. No nos podemos quedar en la ofensa. Soy defensora del pensamiento crítico, de la necesidad de comprender el contexto. No podemos esconder aquellas obras que consideremos ofensivas.
–Usted da clase en esa América que dio la victoria a Trump.
–Hay que recordar que los resultados fueron muy ajustados y mucha más población votó demócrata. Esa sociedad rural que dio la victoria a Trump es al misma que antes se la dio a Obama. Lo que pasa en la política estadounidense, desde mi experiencia, es que es un factor clave que el político sea cercano a la gente. Yo viví de cerca la inesperada victoria de Trump, que ni tan siquiera él se esperaba conseguir. Él tuvo un equipo muy bueno de millenials, muy habilidosos con las redes, que fueron construyendo un personaje que interpelaba a una sociedad concreta. En clase yo tenía estudiantes que votaban tanto a los demócratas como a los republicanos y lo exteriorizaban con gorras y pegatinas. Desde mi aula de Iowa me daba cuenta de que Hillary Clinton no conectaba con este mundo rural. Cada día veía un camión de propaganda de Trump. ¿Dónde estaba Hillary? Trump hizo un discurso muy populista y, a la vez, cercano.
–La crisis afectó mucho a las ciudades del Medio Oeste
–Es interesante esto: es cierto que ciudades que habían sido muy importantes en términos de producción industrial con la crisis quebraron, quedándose casi vacías. El caso más conocido es Detroit. En el caso de Iowa, existe la cultura y la economía rural de los sembrados y las granjas. Es una zona donde hay mucha población migrante latina, a la que menciono en la novela y que, principalmente, trabaja en el campo. La migración latina ha sido fundamental para la economía de Iowa, cuyo principal problema ahora es el de los acuíferos y la contaminación por sulfatos.
–Estados Unidos está criminalizando a la comunidad latina.
–En Estados Unidos hay muchísima gente que dedica su tiempo a ayudar a los inmigrantes. Lo que pasa es que se están tomando decisiones políticas irracionales que están haciendo daño a todos los migrantes. Es un absoluto disparate que haya niños encerrados en jaulas o que se piense que lo que hay que hacer es separar a las familias. No hay empatía hacia esa gente. Lo que deberían hacer los políticos es y preguntase por qué esta gente está tan desesperada como para viajar desde sus países a Estados Unidos. Lo mismo debería preguntarse Europa: su responsabilidad frente a la migración proveniente de África es la misma que la de Estados Unidos con la migración de América Central. No podemos dejar morir a todas estas personas migrantes.
–Parte de la población que suscribe los discursos de odio de Trump.
–El miedo genera rechazo. Lo vemos claramente estos días cuando se asocia una determinada enfermedad a un grupo de personas. Quiero hacer énfasis en la educación: ahí está la clave de todo. ¿Por qué encontramos asociaciones, comunidades o iglesias que se hacen cargo de los migrantes y, por el otro lado, existe una población rechaza la migración latina? Hay que hablar de la responsabilidad de los políticos que hacen discursos que fomentan el miedo y alientan la construcción de un muro en la frontera.