Estantería llena de libros / Eli Francis - PIXABAY

Estantería llena de libros / Eli Francis - PIXABAY

Letra Clásica

El coronavirus disloca la industria del libro

La suspensión de Sant Jordi, el cierre indefinido de las librerías y el confinamiento de los lectores obligan a hacer ajustes y buscar alternativas a la venta tradicional

24 marzo, 2020 00:00

La crisis del coronavirus ha dislocado al sector del libro en Cataluña, donde se concentran buena parte de las editoriales españolas, que se enfrenta a una situación insólita: las librerías están cerradas, no pueden celebrarse actos públicos, la promoción editorial está detenida y las perspectivas de venta e ingresos, igual que sucede con otros sectores de la industria cultural, están completamente en el aire. La Cambra del Llibre, institución que asocia a los distintos agentes del mundo del libro en la región –editores, impresores, distribuidores y libreros–, anunciaba hace unos días que, dado el contexto de alarma sanitaria, era necesario posponer la celebración de Sant Jordi. Este 23 de abril no se celebrarán las paradas de rosas y libros. Tampoco habrá autores firmando. De momento, no hay una fecha alternativa para su celebración. Es demasiado pronto. 

La duración de la alarma sanitaria es una incógnita. El Ayuntamiento de Barcelona calcula que el confinamiento se prolongará un mes y medio pero la situación puede dilatarse hasta tres meses. La cancelación de Sant Jordi es un duro golpe a la industria del libro, que vive horas bajas desde que las librerías tuvieron que cerrar. ¿Se enfrenta la industria del libro a una nueva crisis? ¿Está en juego su supervivencia? Sant Jordi supuso el pasado 2019, en lo que se refiere a la venta de libros –excluyendo los títulos de texto–, un volumen de negocio de 22 millones de euros. Según el consultor editorial, Bernat Ruiz Domènech, editor de Apostroph, “las ventas de Sant Jordi fueron el 5% de las ventas anuales de libros en Cataluña”. Su magnitud, sin embargo, difiere en función de si se trata de títulos en catalán o en castellano. Sant Jordi es importante sobre todo para la producción editorial en catalán, que obtiene en un solo día el 10% de sus ventas anuales. 

La cancelación de esta celebración cultural supondrá pérdidas por valor de 13 millones de euros, a las que habría que añadir las derivadas del cierre de las librerías. Según la Federación de Cámaras del Libro, el impacto del COVID-19 en el comercio interior puede llegar a los 811 millones de pérdidas. En el ámbito de las exportaciones, sobre todo a Hispanoamérica, se calcula en 200 millones más Si las medidas de restricción de movimientos se alargan más allá de la Semana Santa, la crisis del coronavirus puede llegar a afectar “a un tercio de la facturación del año, equivalente a la actividad económica del cuatrimestre marzo-junio”, según la Cambra del Llibre. El escenario general es inquietante. Y difiere en función de si se trata de libreros, editores, o distribuidores, ya que cada uno de estos colectivos se enfrenta a problemas concretos. 

La revolución de las librerías / DANIEL ROSELL

La revolución de las librerías / DANIEL ROSELL

Los libreros, atrapados por un cierre indefinido

“Lo que realmente me preocupa no es Sant Jordi, sino todos estos días de cierre”, comenta Xavier Vidal, dueño de la librería No Llegiu, que acababa de abrir un nuevo local en el barrio de El Clot que se suma a su sede en Sant Andreu. Esta librería mantiene su servicio de venta por internet: “Los lectores pueden comprar, pero hasta que no volvamos a abrir no podrán recoger sus libros”. Los títulos no pueden enviarse por correo ordinario y Vidal se niega a recurrir a mensajeros. “Si nos recomiendan estar confinados en casa, ¿qué sentido tiene que circulen los mensajeros”.

Marta Ramoneda, directora de La Central, explica su situación: “Al final del día, alguien del equipo lleva a domicilio las comandas de clientes muy concretos y que conocemos muy bien. Las comandas son mínimas, como mucho de 300 euros”. Esta cantidad es el único ingreso que actualmente recibe La Central. Ramoneda tampoco es partidaria de recurrir a mensajeros y critica a Amazon, que hace unos días anunciaba la contratación en Estados Unidos de 100.000 empleados nuevos debido al aumento de demanda, mientras que en España recurre a los repartidores autónomos, cuyo número quiere incrementar. “Las librerías hemos tenido que cerrar por responsabilidad y para no poner en riesgo la salud de los clientes, asumiendo todas las consecuencias”, explica Vidal. Para las librerías independientes, además, los e-books no son ninguna alternativa: “Es un monopolio en manos de unos pocos, principalmente de Amazon”. 

La primera consecuencia es la pérdida total de ingresos. Un quebranto empresarial con una relevancia superior a la cancelación de Sant Jordi, que para No Llegiu y La Central equivale al 20% de sus ganancias anuales. El cierre de puertas equivale a una facturación cero en una de las épocas del año con mayores ventas, como es la campaña de primavera. Cuando las librerías puedan volver a abrir sus puertas, lo previsible es que se enfrenten a un escenario de devoluciones masivas. Si bien no es el caso ni de La Central ni de No Llegiu, muchas librerías han comenzado a recibir ya las comandas de Sant Jordi: títulos que serán devueltos automáticamente, junto muchos otros “libros que ahora despiertan el interés de los lectores, o que están de actualidad, dentro de un mes ya no lo estarán. Tendremos que promocionar nuevos títulos y eso significa gestionar muchas devoluciones”, apunta Ramoneda.

Un puesto de libros en Sant Jordi

Un puesto de libros en Sant Jordi

La crisis afectará a los balances empresariales y también a los trabajadores: “No vamos a facturar, pero sí tenemos que pagar gastos fijos: alquiler, sueldos o las distribuidoras. Les Puntxes, por iniciativa propia, va a permitir fraccionar los pagos, pero no todas las empresas hacen lo mismo”, explica Vidal, que no descarta una regulación temporal de empleo. “Lo que más me preocupa son los trabajadores. Formamos un gran equipo y no puedo prescindir de ellos, pero tampoco puedo tenerlos sin cobrar”. En La Central, el ERTE ya es un hecho: “En Barcelona, de los ochenta que somos, trabajamos sólo cinco personas, que nos hemos reducido la jornada laboral. Todos los demás entrarán en un ERTE con el compromiso de que, una vez volvamos a abrir, todos vuelvan a trabajar”. 

No son las únicas librerías en esta situación: Laie y Altaïr también deberán reducir personal. Las dudas sobre la duración de la alerta sanitaria hacen imposible calcular las pérdidas. ¿Qué hacer ante esta situación? El Ayuntamiento de Barcelona ha prometido gastar un millón de euros en libros, pero –puntualiza Ruiz Domènech– “depende de cómo se haga la compra. Si se recurre a un mayorista, las librerías, que son el elemento más débil de la industria del libro, no verán ni un duro. La propuesta sería excelente si las librerías reciben parte de ese dinero a través de la compra de libros”.

En Italia, la editorial Eris Edizioni ha lanzado una campaña –Adopta una librería– para que las compras que se realicen a través de su web beneficien a la librería adoptada, que cada día es una diferente. En Francia, los grandes grupos editoriales se han ofrecido para ayudar a las librerías independientes. Dentro de España, en Cataluña, Llibreries obertes permite a los lectores elegir a qué librería se destinan los beneficios de la venta. 

Los editores recurren al ‘libro electrónico’

“Empezamos cambiando las fechas de las presentaciones, luego pasamos a hacerlas por streaming. Cuando cerraron las librerías nos dimos cuenta de que las cosas se ponían peor”, explica Ester Pujol, responsable de Enciclopèdia Catalana. “Todos los libros de Sant Jordi están impresos, encuadernados y guardados en los almacenes”. No han llegado a distribuirse. Todo se ha detenido. Pujol confía en que Sant Jordi pueda celebrarse más adelante, “eso sí, antes del verano; en octubre está la Feria del Libro de Madrid y la Feria de Frankfurt”, para atenuar las pérdidas de estos meses. La editora no se atreve a cifrar las pérdidas. “Depende de los años, depende de las apuestas que hagas. Quizás sea el 30% o el 40% de las ganancias de todo el año”, pero no siempre es así”. 

Firmas como Acantilado o Anagrama reconocen que Sant Jordi, en su caso, no es una fecha relevante en términos de ventas, salvo que tengan algún autor con especial potencial comercial, como sucedió en 2017 con David Trueba y su Tierra de campos o en 2018 con Sergi Pàmies y El arte de llevar gabardina.“Quienes más van a perder con la suspensión de Sant Jordi son las editoriales que apuestan por el instant book”, comenta Claudia Casanova, editora de los sellos Principal de los Libros y Ático de los Libros. En Penguin Random House se prevé que las pérdidas afecten a los libros de los personajes mediáticos o a autores considerados best-sellers, como Almudena Grandes, Javier Cercas o Pérez-Reverte. 

El interior de una de las librerías más baratas de Barcelona / PIXABAY

El interior de una de las librerías más baratas de Barcelona / PIXABAY

La incertidumbre obliga a las editoriales a cancelar parte de sus publicaciones. Pujol admite, entristecida, que ha tenido que detener la distribución de algunos títulos.  Casanova anuncia que retrasarán la comercialización de una biografía de Lenin, de cuyo nacimiento se celebra ahora el 150 aniversario. Silvia Sesé, responsable editorial de Anagrama, señala que ellos tienen libros que no han podido llegar a las librerías. Es el caso de No sóc aquí, la novela con la que Anna Ballbona ganó este año el Premio Herralde. Otros títulos sí han llegado, pero el cierre de los puntos de venta los hace pasar inadvertidos, como sucede con Poeta chileno, de Alejandro Zambra o Pequeñas mujeres rojas de Marta Sanz. 

¿Es el e-book una alternativa? A juicio de Ruiz Domènech, “editoriales como Roca, que tiene buena parte de su catálogo en digital afrontarán mejor la situación”. Casanova confiesa que no tiene datos concretos, pero sí ha detectado un incremento de la venta de e-books en su colección de novela romántica. Acantilado ha comenzado una campaña para promocionar los e-books de su catálogo. También está en ello Anagrama, que ofrece gratuitamente algunos títulos. La misma estrategia han seguido Errata Naturae, Roca, Penguin Random House o Planeta. 

Una mujer lee un libro con un e-book

La estrategia de regalar títulos ha provocado cierto debate en el sector, pero lo cierto es que la venta de e-books ha aumentado. Libranda, una de las grandes plataformas de distribución de libros electrónicos, lo cifra en en 50% tanto para los grandes grupos editoriales como en el caso de los sellos medianos y pequeños. Planeta lo percibe especialmente en la venta de sus novedades, mientras que Random House lo limita a su fondo editorial. En Nubico, otra plataforma de lectura digital, han registrado un incremento de suscriptores en los últimos cinco días que triplica las cifras habituales. También mencionan un incremento del 50% del tiempo que sus usuarios dedican a la lectura. Algunas editoriales tratan de sobrevivir a través de la venta directa, una decisión que despierta el recelo de las librerías, que consideran esta práctica una competencia desleal. Es el caso de Akal, que vende sus títulos vía web y los envía a sus clientes por mensajería y con descuentos. 

Las distribuidoras, el cuello de botella de la liquidez

“Lo peor que puede pasar es que cierre una distribuidora”, explica con preocupación Ruiz Domènech. “El cierre de una pequeña editorial o de una librería independiente puede dejar en el paro a un número limitado de personas, pero si cierra una distribuidora deja colgados a las editoriales y a las librerías”. En efecto: si esta situación se prolonga muchas distribuidoras pueden convertirse en un cuello de botella para la liquidez de sus clientes, ya que son las que recaudan y distribuyen la venta de títulos en librerías. A la pregunta de si existe este riesgo, Ruiz Domènech precisa: “Existe en la medida en que, cuando vuelvan a abrir las librerías, no sabemos si las distribuidoras podrán hacer frente a las devoluciones”. Como las editoriales y las librerías, las distribuidoras se encuentran paradas. En sus almacenes se acumulan los títulos que no han podido distribuirse. Cuando las librerías vuelvan a abrir, muchos de estos libros llegarán a sus estantes, pero otros serán devueltos. Es entonces cuando podrá dibujarse el mapa exacto del impacto económico del coronavirus en la industria del libro.