El pujolismo, una sátira triste y con espejo / DANIEL ROSELL

El pujolismo, una sátira triste y con espejo / DANIEL ROSELL

Letra Clásica

El pujolismo, sátira triste con espejo

Gonzalo Torné ficcionaliza en ‘El corazón de la fiesta’ el sustrato psicológico del ecosistema de vulgaridad y corrupción moral que explica la convulsa Cataluña actual

29 febrero, 2020 00:10

Money doesn't talk, it swears” (El dinero no habla, huele). La frase, escrita por Bob Dylan en su particular Summa Theologiae –la canción It's Alright, Ma (I'm Only Bleeding)–, muestra de forma tan sucinta como ejemplar las fuentes del río desbordado que impulsa la historia política reciente de Cataluña, equivalente a la del resto de España, salvo por las indudables variantes topográficas y ambientales. Por analogía, es además una crónica de los hechos que, hasta el estallido de la burbuja inmobiliaria, dan sentido a los últimos lustros de la plutocracia ibérica, tan generosa en personajes vulgares a los que las circunstancias, la absoluta falta de escrúpulos o la suerte encumbraron un tiempo en los altares de la fama. Muchos siguen (camuflados) detrás de la tramoya política. Otros cayeron desde la cumbre, despeñándose entre la indiferencia de sus herederos. A todos los unía una misma patología: el culto a la vanidad, cuya manifestación esencial es el dinero, pero que a veces acostumbra a disfrazarse bajo el espejismo del poder infinito. 

En Cataluña esta galería de monstruos (encantadores, por supuesto) está íntimamente ligada al ascenso, dominio y caída del pujolismo, esa pandemia sociológica sin la que no puede explicarse la polarización que define ahora la política catalana, condiciona la vida pública española y nos devuelve, como la marea, el reflejo de lo que verdaderamente somos como sociedad. De la era Pujol se ha escrito mucho y, en general, con un sospechoso espíritu evangélico (los grandes creyentes cobran por sus hexámetros), pero también con notables excepciones. En su mayoría se trata de libros periodísticos, ensayos políticos o testimonios. Entre esta bibliografía podemos citar Contra Cataluña (Arcadi Espada), La Gran Vergonya (Lluis Bassets), el libro que Pere Ríos publicó sobre Banca Catalana, Jordi Pujol. La gran família (Maiol Roger), Ara sí que toca (Francesc-Marc Àlvaro), Jordi Pujol: en nom de Catalunya (Fèlix Martínez y Jordi Oliveres) y hasta el volumen de entrevistas – Jordi Pujol. Del relat al silenci– que Roser Pros-Roca hizo a mayor gloria del Padrecito, cuyas peripecias inspiraron al periodista Toni Sala un dietario: El cas Pujol. Reflexions sobre el terreny

La impresión es cierta: durante más de tres décadas, que se dice pronto, el reloj de Cataluña –y también el de muchísimos catalanes– sólo marcaba el tiempo elegido por Pujol. Mucho más extraño, sin embargo, es el tratamiento en clave ficcional de la mayúscula estafa nacionalista encabezada por el Gran Timonel. Margarita Rivière escribió hace 20 años una fábula moral sobre el fenómeno –Clave K (Icària)– que fue rechazada por todos los editores y guardada en un cajón durante más de dos décadas hasta días antes de la muerte de su autora. 
 

La familia Pujol / EFE

La familia Pujol / EFE

La familia Pujol en una imagen de archivo / EFE.

A esta lista se suma ahora El corazón de la fiesta (Anagrama), la última novela de Gonzalo Torné (Barcelona, 1976), una inteligente comedia de situación que, a través de una prosa notabilísima, y a ratos adictiva, desgrana la verdadera historia –tan cierta como las mentiras– del clan de los Masclans, trasuntos de la célebre estirpe pujolista. El libro está planteado al modo de un discurso libre y abierto –en la retórica de Torné caben todos los registros, desde el lírico a la cháchara incontrolada– y arroja una estampa de la génesis de la Cataluña reciente –bilingüismo incluido– demoledora. Concebida a partir del contraste entre dos voces narrativas femeninas –los personajes de Clara Montsalvatges, heredera de una “indecencia inmobiliaria” y Violeta Mancebo, una charnega que emparenta con el hijo bastardo del “Rey de Cataluña”– la novela construye una genealogía sobre el dinero, alfa y omega de todas las veleidades humanas y razón de ser última de la pesadilla nacionalista. 

El corazón de la fiesta, igual que Hilos de sangre, donde Torné mostraba la obscena connivencia de la alta burguesía catalana con el franquismo, es una suerte de estampa realista –sin dejar de ser onírica– de la ensoñación catalana. El tono es indudablemente satírico, a ratos paródico, aunque –como nos enseñara don Nicanor (Parra)– la verdadera seriedad, el punto más alto del pensamiento, siempre discurre por los senderos de lo cómico. El gran mérito de Torné, además del estilístico, es que no es equidistante. No es poca cosa para una novela inequívocamente barcelonesa –el libro, a su manera, es también un canto a la Ciudad Condal– que plantea (y contesta) una pregunta: ¿Fue buena idea dejar la política en manos de los políticos? A la vista de las evidencias, parece evidente que no. Esta conclusión conduce a otra enseñanza: el problema catalán no es únicamente una construcción de sus élites. También se debe a la ceguera (interesada) y el silencio de toda una sociedad. 

Gonzalo Torné / LENA PRIETO

Gonzalo Torné / LENA PRIETO

El escritor Gonzalo Torné / LENA PRIETO

Lo interesante del relato de Torné es que aborda esta cuestión de forma lateral, indirecta, fingiendo presentarnos una frívola comedia de enredo en la que la peripecia se entrecruza con la mirada moral. Se trata de una novela de inmersión, ambiental, construida mediante un lenguaje omnisciente que confía en la digresión como recurso y prescinde de la cuestión estructural para dar rienda suelta al flujo verbal de los personajes. Las escenas –nos cuesta hablar de episodios– se suceden sin freno gracias a vínculos irregulares y azarosos, donde las voces de los personajes se expresan a distintas velocidades y los hechos acontecen solos, sin presentación, in media res, de improviso, creando la impresión de encontrarnos dentro de un tiempo sucesivo –el origen del patriarca de los Masclans, por ejemplo, se narra  de forma simultánea a su muerte– que conduce a los distintos relatos del libro en una misma dirección. 

En este viaje, no exento de cierto caos, hay instantes prodigiosos: el retrato del cinturón metropolitano de Barcelona, territorio sentimental de la Cataluña de la emigración, el rencor (no exento de sumisión) de los miembros y allegados a la “Primera Familia”, las excursiones a Andorra (con fajos llenos de billetes), las infinitas casonas rurales, coleccionadas como las cuentas de un rosario negro, los viajes de lujo y los escenarios selectos en los que transcurre el drama interior de los personajes, marcados por la imposibilidad de encarnar la identidad que representan ante los ojos de los demás. Ni el prohombre Masclans, señor feudal de Cataluña, tiene un ideal –como Pujol hizo a creer durante su larga hegemonía–, ni los hijos de los inmigrantes –los charnegos despreciados por los catalanistas burgueses– son almas cándidas. 

El corazón de la fiesta, Gonzalo Torné / ANAGRAMA

Todos, de una forma u otra, están subordinados al poder, bien bajo la forma del lujo, las aspiraciones sociales, la obstinada negación de lo que son, la sumisión de la libertad de criterio a la conveniencia personal o la furiosa huida de las miserias cotidianas en busca de una burbuja clasista. Torné ha alzado en esta novela una catedral al autoengaño poblada por monstruos que se nos parecen mucho. Un espejo con reflejo doble donde vemos la enorme distancia entre lo que imaginamos ser y lo que realmente somos. Un mapa de la falla entre ambas realidades. Y una crónica de sus consecuencias: el silencioso autodesprecio que se esconde detrás de cualquier supremacismo, la familiaridad con la que se trata a quien se odia, la artificialidad de los vínculos de sangre, la costumbre de hablar sin freno cuando no se tiene nada que decir, la rutina en la que se incuban las tragedias cotidianas, el absurdo carrusel de vanidades y simulaciones que conduce los días (y las noches) de sus criaturas, presas de sus propios desamparos y espantadas ante su propia verdad. 

La vida, en definitiva, vista como una mascarada infinita en la que la épica de los ideales –tan cara para los personajes públicos, pero ambicionada también por los ordinarios– se convierte en materia de estercolero. Pere Masclans, el trasunto imaginario de Pujol, muere en la novela de infarto en el baño del Hotel Majestic, escenario de sus días de gloria. Después de tres jornadas sin salir de su último minifundio ni responder a las llamadas telefónicas, una limpiadora de hotel encuentra su cuerpo “desnudo y sentado en la taza con el cuello torcido, con el corazón roto mientras apretaba. Un clásico: muerte por caca (…) aquella acumulación, reluciente y pulposa, de barro apestoso como emblema y residuo de una obra de govern dedicada a introducirse bienes públicos por el tracto moral y extraerlos degradados en materia echada a perder”, describe el narrador, sin ahorrarse detalles escabrosos.

La voz narrativa es cruda, franca, desinhibida. Capaz de resumir así el trasfondo oscuro del absolutismo nacionalista: “Terminé llevándome la mano a la nariz para protegerme de aquel pestazo indisociable d’un temps i d’un país, que eran mi tiempo y mi país.(…) Da igual que durante treinta años tres millones de catalanes al mirarlo vieran a un propiciador de fortuna, al prohombre entre los prohombres: Masclans nunca fue otra cosa más que un enano en el mundo del dinero, y en el nuestro un estafador de mierda”. Telón negro. Aplausos.