Letra Clásica
Los falsos amigos
La mayor parte de los errores de traducción se deben a las traiciones de las palabras extranjeras que se disfrazan de términos similares de nuestra lengua
3 abril, 2019 00:00Fuente incesante de pasmos y divertimentos, un fenómeno digno de estudio es el de los falsos amigos. Se denomina así a las palabras que en otro idioma guardan parecido con algunas del propio y que provocan confusión, porque es otro su significado: pueden parecer chisteras pero salen de ellos conejos, semejar pañuelos y ser el revoloteo de azoradas palomas. También poner orejas de burro en el traductor. Quienes primero emplearon el término fueron Maxime Koessler y Jules Derocquingy en Les faux-amis ou les trahisons du vocabulaire anglais, de 1928. Hay que abrirse paso en este mar de malentendidos o tierra de nadie en la que caen, fuego también amigo, obuses de todos los calibres. Si se cuelan en una traducción la pueden dejar hecha unos zorros y despertar la hilaridad hasta en el texto más serio.
Son varios los diccionarios que se ocupan de los falsos amigos, y se aprende más pasando sus páginas que en muchos cursos de idiomas. Ayudan a la precisión y a evitar el disparate. Cada idioma tiene, respecto de otro, su catálogo de celadas. En italiano, por ejemplo, guardare no significa guardar, sino mirar. La gamba no lo es blanca ni arrocera, sino pierna. Oficina en portugués es taller, y si se dice que tal escritor va a hacer una oficina no quiere decirse que vaya a ser chupatintas sino que va a impartir un taller de creación literaria. También en la lengua de Pessoa presunto no tiene nada que ver con las cautelas jurídicas a la hora de acusar de un crimen: lo que significa es jamón. En alemán, melone no es melón, sino bombín o sombrero hongo; rakete no es raqueta sino cohete o proyectil; traum no es trauma sino sueño.
En francés, attendre no es atender sino esperar; armée no es armada sino ejército; si uno pide en un restaurante una cigale no le traerán el caro marisco sino una cigarra; quien es débile no es débil sino idiota. Demander es preguntar, y no demandar. Depuis no es después, sino desde. Folie no es folio sino locura. La tête no hace referencia al pecho femenino sino a la cabeza. Planche no es plancha sino tabla, del mismo modo que table no es tabla sino mesa. Finalmente, nombre no es nombre, sino número.
Diccionario inglés-español.
Las lenguas de España también encierran su repertorio de traiciones, y así en catalán, afamada es hambrienta, en vez de lo que aparenta ser; lo mismo sucede con ampolla, cama, escoltar (respectivamente botella, pierna y escuchar). En vascuence, ama es madre; hola es así; oso, muy. En gallego, ano significa año; pechar, cerrar; niño, nido. También el español hablado en Hispanoamérica está sembrado de equívocos y en general es mejor no emplear el verbo “coger”, porque se refiere al ayuntamiento carnal (curiosa perífrasis, por cierto), sino agarrar. Cada uno de sus países o regiones tiene sus peculiaridades. En México, por ejemplo, regadera es ducha; banqueta, acera.
Es tanta la reiteración de la conjunción adversativa acumulada en los párrafos anteriores que más se dirían parte de la obra de teatro del duque de Rivas Don Álvaro o la fuerza del sino. Con todo, nunca está de más repasar estos falsos amigos y saber que tal palabra no significa eso sino aquello. El traductor debe estar siempre atento, aunque solo sea para no ascender de un plumazo a todos los officers de determinado cuerpo de policía a oficiales (cuando en realidad son agentes).
No siempre se trata de cognados, palabras que comparten la misma etimología; a menudo, y sobre todo en lenguas alejadas, se trata solo de un parentesco aparente. Muchos de los falsos amigos aquí recogidos aparecen en numeroso repertorios. Salgamos por un momento de lo trillado. Si hacemos una incursión en las lenguas célticas, veremos que en galés, aber no es haber sino estuario; acha no es hacha sino a horcajadas; bala no es bala sino el lugar donde un río corre abandonando un lago; poeth no es poeta sino caliente (aunque mucho habría que decir de la poesía erótica). En gaélico escocés (y en irlandés, lengua hermana) mar no es mar sino el comparativo como; ostal no es hostal sino apóstol; lejos de ser rosado, rosad es decepción o infortunio. Por su parte, en irlandés cáca no es un excremento sino un pastel o una tarta; podrá ser de baja calidad, pero mála no es mala sino bolsa.
Una de las fotografías más conocidas del escritor irlandés Flann O’Brien es una en la que aparece ante un cartel que indica un desvío por obras y cuya flecha apunta hacia él, Dublin Diversion. La palabra inglesa es diversion, pero a él, gran autor humorístico, habría de hacerle gracia que la segunda acepción de la palabra sea distracción o “recreo, pasatiempo, solaz” (como indica el DRAE), acepción llegada al inglés en el siglo XVII a través del latín y el francés. Más que falso amigo, un doble sentido pese a lo que dijera la señal de marras.