Letra Clásica
Cercas y Luz Casal en la embajada de Francia
La cultura francesa une a Cercas y Casal en la embajada en Madrid, con la convicción de que existe una identidad europea basada en la diversidad
19 enero, 2020 00:00Estaba yo el jueves por la tarde en el guardarropa de la residencia del embajador de Francia, en lo alto de la calle Serrano, para dejar el abrigo y asistir a la presentación de la temporada cultural del Institut Français, cuando me encontré a Javier Cercas, que iba a oficiar de padrino del acto, junto a la cantante Luz Casal, que hacía de madrina. Y él me facilitó ver la colección de primeras ediciones de Borges, Bioy y Neruda que atesora el embajador, Jean-Michel Casa, que es un lector apasionado según a sí mismo se define, y ha servido antes en Buenos aires y en Lisboa, con lo que puede decirse sin temor a equivocarse que es un hombre de suerte.
El salón estaba abarrotado de periodistas y de representantes de las empresas que colaboran o patrocinan, las actividades del Institut. Y había entre la asistencia otros invitados, entre ellos algunos amigos, conocidos y saludados. Incluso un camarada de la mili --“¿Te acuerdas del sargento Bullón? ¿Y del teniente Seselles?”, “Claro que me acuerdo”—con el que pasamos un buen rato de conversación y luego nos sentamos en las sillas plegables que se habían dispuesto en un gran salón para asistir a los discursos de la ceremonia.
Luz Casal y Cercas hablaron de sus relaciones con la lengua francesa, que aprendieron en el colegio, como miembros de las últimas generaciones de españoles que tuvieron el francés como segunda lengua, y elogiaron cada uno a su maestro de entonces –ellos tuvieron, como yo tuve con el señor Valero en los jesuitas, la suerte de encontrarse con docentes enérgicos que sabían transmitir conocimiento y entusiasmo. Sí, cuando yo era un chico en las postrimerías del franquismo, la cultura francesa, la lengua, el Institut Français y Francia en general, constituyeron un delicioso palacio de maravillas y una idea luminosa, al que con los años se sumaron otros países… entre ellos, el “mío”.
Entre Piaf y Dalila
Retuve que la profe de Luz Casal se llamaba “señorita Bonilla”. Luz Casal estaba casi emocionada al mostrar gratitud a Francia, que la recibió muy bien hace ya años, desde que cautivó a tantos corazones con su versión de Piensa en mí de Agustín Lara, en la banda sonora de la película Tacones lejanos de Almodóvar, y de ahí en adelante las buenas vibraciones no se atenuaron sino todo lo contrario, hasta hoy. Contó su temprana admiración por cantantes como Edith Piaf y luego Barbara, y también Dalida, cantante francesa de origen egipcio, aquí poco conocida y seguramente olvidada del todo pero que en su tiempo gozó de una enorme popularidad internacional cantando en francés sin perder su acento de métèque: un ejemplo de confianza, de entusiasmo y de naturalidad (aunque lo cierto, pensé yo, es que la pobre Dalila acabó mal) que animaron también a Luz a vencer sus temores y su excesivo respeto y atreverse a cantar en ese idioma.
El señor embajador presentó a Cercas elogiando sus novelas y también sus artículos en la prensa, “que son de mucha utilidad para comprender las complejidades de este país”, dijo (y que explican también, añadí yo para mis adentros, el odio impotente que le profesan los borricos patrioteros del lacito). ¿Cómo se llamaba el profesor de francés de Cercas? Lo dijo, pero no lo retuve, pero sí retuve dos frases de ese maestro que él citó: “Las lenguas son la llave de la sabiduría” y “Las lenguas se aprenden en la cama”. Esta segunda sentencia digo yo que se puede entender en sentido laxo, como referencia al amor que en términos generales tato ayuda a aprender una lengua. Por eso ignoramos tantas.
De todas las culturas, un Estado
Cercas se definió afrancesado, y como prueba de ello está la presencia constante de la literatura francesa en sus libros, desde el primero, fuertemente influido por la lectura de la Correspondencia de Flaubert, hasta el último, con el que el año pasado ganó el premio Planeta y donde la lectura de Los Miserables de Victor Hugo es decisiva para la maduración emocional del protagonista.
Me distrajo del discurso el camarada de la mili preguntándome algo inquieto si luego servirían aperitivo, de manera que no sé cómo pasó Cercas del elogio de Francia a la identidad europea, esa identidad que muchos lamentan que no exista. “Todo lo contrario”, dijo; “existe, y consiste en la diversidad. Y ése es el desafío del siglo XXI: hacer de muchas naciones y culturas, un Estado. La cultura está muerta si está cerrada en si misma y viva si se fecunda con otras.
Como ejemplo de esta tesis se refirió al nacimiento de la novela moderna, que se produce cuando Diderot lee y comprende la grandeza novedosa del Quijote, que le inspira a escribir Jacques le fataliste, y en Gran Bretaña sucede algo parecido con las lecturas que Sterne y Fielding hacen de Cervantes. Recíprocamente, la poesía moderna española nace cuando Rubén Darío lee a Verlaine e incorpora a nuestra tradición otra, en principio ajena…
Después de los aplausos sirvieron el aperitivo, para alivio de mi camarada de la mili, con quien al cabo de un rato salí a la calle, la soleada calle Serrano del mediodía, camino a José Luis, para insistir en el aperitivo. Una perfecta mañana madrileña, y aún quedaba por delante toda la tarde y la noche entera.