Javier Moreno: “Alfonso XIII legitima el golpe a los gobiernos, como el de 1936"
El historiador publica 'El rey patriota', sobre Alfonso XIII, para analizar el relato nacionalista español de un monarca que "se metió en el fango" a favor de una dictadura
11 marzo, 2023 20:00Javier Moreno Luzón (Hellín, 1967) tiene interiorizado que los libros de Historia precisan de un lenguaje y un tono que sean atractivos. La impronta anglosajona está siempre presente en sus trabajos. Hay que satisfacer al especialista y al ciudadano que quiere aprender y reflexionar con la historia. Catedrático de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad Complutense, especializado en la construcción simbólica del nacionalismo español, Moreno acaba de publicar El rey patriota, (Galaxia Gutenberg) una biografía de Alfonso XIII, que, en la portada del libro, es la figura que pintó Sorolla. El historiador explica, con un estilo literario que permite leer el libro de forma fluida y placentera, cómo se desarrolló, con el rey, el relato ‘españolista’. Y cómo Alfonso XIII fue capaz de apoyar el regeneracionismo, con el apoyo de los liberales, para pasar a defender la reacción, con la dictadura de Primo de Rivera, apoyado en el Ejército y el catolicismo conservador, asustado por la revolución rusa de 1917. “Entró en el fango”, señala Javier Moreno en esta entrevista con Letra Global, con una idea muy clara: “Al apostar por un bando dejó de representar a todos los españoles”, una idea que resuena ahora, para que la monarquía no se identifique en España con ningún partido o grupo social determinado. Su conclusión es que Alfonso XIII abrió un camino, que fue nefasto para España: “Alfonso XIII legitima el golpe a los gobiernos, como el de 1936".
--Pregunta: ¿Alfonso XII ha quedado en el olvido, pese a su importancia? ¿Se puede hablar de rey o de varios a lo largo de su reinado?
--Respuesta: Lo del olvido es relativo, porque es uno de los cuatro o cinco personajes más visibles del siglo XX. Ha habido mucha literatura sobre el monarca, más de cien biografías, con hagiografías ya en vida, y también críticas, desde otros puntos de vista. Desde la academia, sin embargo, hay dos o tres biografías, y la última importante tiene ya veinte años. Lo que he querido es poner al día toda su trayectoria, con un punto de vista concreto sobre las monarquías, sobre el relato nacionalizador, donde la legitimidad del poder es la nación. Es un momento donde la monarquía en España se asocia a todos los mitos nacionales, donde se presenta como la defensora de la patria, en el interior y de cara al exterior. Protagoniza grandes ceremoniales, es lo que conocemos como monarquía escénica, porque hace su labor a la vista del público.
--¿Se intenta un proyecto nacionalizador, precisamente porque se entiende que es un déficit del país?
--Sí, porque hay una crisis de identidad, tras el desastre de 1898, con la pérdida de las colonias, con ese final que representa Cuba. Alfonso XIII es un joven en ese momento, influido con sus profesores, que son militares. Tiene 12 años. Y siente que esa España aislada internacionalmente cae sobre sus hombros y que él está señalado para sostenerla. Por eso lo denomino como el Rey patriota. En eso están de acuerdo la mayoría de las fuerzas políticas. En 1902 es el símbolo de la nueva España. Viaja por todos los territorios, desarrolla grandes fastos, con actos militares, con la creación de múltiples asociaciones en apoyo de la corona, con un mensaje nacionalista. Por eso elegí esa portada, en el libro, en la que Alfonso XIII, pintado por Sorolla, representa al militar, pero moderno, con un aire casi impresionista. Se desarrolla todo un programa cultural, con la recuperación de los Sitios Reales, con la Casa Greco, la casa Cervantes, con la conexión también con entidades en Estados Unidos. Lo que está en marcha es una regeneración del país.
--Alfonso XIII abraza la Dictadura, apuesta por ella, aunque luego se distancia de Primo de Rivera. ¿Cómo se explica sus distintas evoluciones?
--Me gusta destacar la evolución del personaje. Alfonso XIII se ha analizado como un rey homogéneo, pero no es así, porque durante tres décadas de reinado los cambios son notables. Cambia mucho con la Primera Guerra Mundial y la revolución rusa de 1917. Pero en la primera parte de su reinado, su figura es central para muchas fuerzas políticas regeneracionistas. Se llevó relativamente bien con Canalejas y con los republicanos reformistas. Está a favor de los franco-británicos y quiere participar con los aliados, pero España no estaba preparada para ello. Se adapta a la neutralidad, para ser mediador, pero, a partir de 1917 el fantasma de la revolución está presente y busca, de forma progresiva, un mayor poder. Los partidos se fragmentan y a él le gusta la causa autoritaria y católica y apoya a Primo de Rivera. Esa acción es decisiva, porque él era el jefe del Ejército. Deja pasar el tiempo, sin defender al Gobierno y la legalidad. Sin detener a los golpistas y llama a gobernar a Primo, a través del llamado Directorio militar, sin convocar las Cortes.
--Aunque reclama al dictador que se respeten ciertas formas…
--Él sabe lo que está haciendo. Viola directamente la Constitución. Melquiades Álvarez y Romanones le recuerdan sus obligaciones constitucionales, y él los ignora. Le manda una carta a Romanones en la que le dice que nadie le va a decir qué debe hacer.
--Pero Alfonxo XIII recela de Primo de Rivera. Lo ve como un ‘pavo real’, ¿no?
--Son muy similares, simpáticos, sociales y resolutivos. Pero con Primo a Alfonso XIII le pasa una casa y es que ve restringida su capacidad de maniobra, porque, a partir de ese momento, no tiene varias barajas para jugar. Si cesa a Primo, además, puede provocar una crisis de régimen. Eso le ata las manos y le lleva a aceptar cosas que no le gustan, aunque, en general está a favor de una solución de fuerza. Él mismo piensa en ser el dictador, pero sabe que se juega la corona. La convivencia con la dictadura es acorde con su idea sobre la política española, teniendo en cuenta otros ejemplos, como el de Víctor Manuel III, que da apoyo a Mussolini. Alfonso XIII ve las escuadras fascistas en Italia y le gustan, aunque no las entendió bien. Pero sí consideró que eran antirrevolucionarias. Él no distinguía bien entre comunistas o anarquistas, pero sí pensaba en la posibilidad de que sucediera algo similar a la revolución rusa. Pensaba que España se parecía a Rusia, un país relativamente aislado, campesino, tradicional y revoltoso, como decía Trotsky.
--Alfonso XIII, sí llega a un entendimiento con el catalanismo. ¿Cómo?
--La Lliga, de la mano de Cambó y Prat de la Riba, se integra en la Restauración. Y entre 1917 y 1922 es una pieza más del puzle monárquico y forma parte de los gobiernos. Alfonso XIII se aviene al papel que le dice Maura, como Conde de Barcelona. Y los catalanistas lo quieren como interlocutor frente a la inestabilidad. La manera de ‘nacionalizar’ a los catalanes es su relación con la monarquía, que es una idea de Maura, que defendía la llamada monarquía escénica. Y, luego, a finales de 1918, y con lo que llega de Estados Unidos y el principio de las nacionalidades de Wilson, prometerá un Estatuto de autonomía a Cambó, que no será posible. En las Cortes no había disposición a aceptar que la soberanía no recaía en ellas. Hay una reacción del españolismo y con la huelga de la Canadiense en 1919 los conservadores catalanes prefieren el somatén frente a la CNT.
¿Cambó al frente del Gobierno?
--En 1922 se agota el Gobierno de Sánchez Guerra y le tocaba el turno a los liberales. El rey no quiere e intenta otras opciones y habla con todos, con la posibilidad, incluso, de que vuelva Maura. Habla con Cambó, pero la superficialidad del personaje le lleva a pedirle que deje de ser catalanista. Cambó sale escandalizado. Pero en 1930, el rey recurre a Cambó y a Santiago Alba para intentar ser un rey parlamentario.
--¿Qué sucede?
--La figura del rey, como rey patriota, es negativa para su propio futuro. No está previsto pasar a una monarquía parlamentaria. Todas sus intervenciones se discutían. Ya no sirve.
--¿El debate es que la monarquía, con esa identificación patriótica y con la dictadura, ya es un perjuicio para España?
--Es un problema para España y lo es más para la propia monarquía, porque el rey está en el barro, en la contienda. Lo que resulta relevante, desde el punto de vista histórico, es que su apuesta por la dictadura lo inhabilita para ser el rey de todos los españoles. Se ha identificado con una parte, con un programa que ya no es ambiguo. Es unívoco, autoritario, militarista, católico y contrarrevolucionario.
--¿Por eso, en 1931 ya es tarde para todo?
--Él se da cuenta de que está en riesgo y por eso cede con Alba y Cambó. Se ve con ellos en un hotel, en Londres, y los dos le dicen que debe dejar de meterse en la política. Él acepta, pero ellos ya no dan el paso.
--¿Fue un error, se podía haber hecho otra cosa?
--Los procesos históricos no dependen de decisiones de último momento, pero está claro que era difícil de compatibilizar su figura con una democracia parlamentaria. Incluso los monárquicos, como Sánchez Guerra, opuesto a la dictadura, dejan claro que no se podía hacer nada con Alfonso XIII. El rey se queda solo. Incluso el Ejército deja de apoyarle, frente a los que celebran la República. Y Sánchez Guerra señala aquello de ‘no más servir a señor que en gusano se convierte’.
--¿No pudo ser una monarquía parlamentaria como en otros países europeos?
--El impulso patriótico estaba en todos lados. Los ejemplos europeos son variados. Pensamos en Inglaterra, Suecia o Noruega, pero debemos también tener presente los casos de Italia, Rumanía o Grecia, con monarquías que defienden regímenes autoritarios. Han sobrevivido las que tomaron ese camino parlamentario, aunque ahora se diga que el rey debe intervenir. No puede.
--Una cuestión importante es que la apuesta patriótica lo que consigue es nacionalistas españoles, pero republicanos.
--Sí, lo que sostengo es que los proyectos nacionalizadores que apoya la monarquía son nacionalizadores, pero no monárquicos. Al meterse en todas las salsas, al prometer a todos que tendrá soluciones, cuando no consiguen lo quieren, los diferentes actores culpan al rey. Si va en contra de un sector, ese sector se vuelve republicano. Le pasará con todos, hasta con la Iglesia, y dividirá a los propios monárquicos. Acaba siendo ridiculizado, se le falta al respeto, con burlas como Gutiérrez, a través de un semanario satírico, o a través de la figura del torero cómico Llapisera.
--¿Lo del productor de cine porno?
--Solo hay una fuente sobre ello. Es Romà Gubern quien señaló que se lo dijo uno de los hermanos Baños, con la productora Royal Films. Son películas encargadas, que se encuentran en la Filmoteca de Valencia. Pero no hay pruebas claras de que encargara ese tipo de películas, ni si esas películas encontradas son las que él encargó producir.
--Pero volvamos al inicio de la dictadura. ¿Tenía opciones sólidas para haber hecho otra cosa en 1923?
--No hubo una fuerte oposición a la dictadura. Pero lo que pasó es que había señales de modernización que se aparcan. Había una presión parlamentaria, con una comisión de investigación sobre lo sucedido en Annual, que fue un desastre. Había proyectos del gobierno de coalición liberal, una reforma del Protectorado de Marruecos, que se quería dejar en manos civiles, una reforma en sentido proporcional del sistema electoral, cambios para permitir la libertad de cultos. Y el rey tenía esa alternativa, la de apoyar al Gobierno, respaldando el castigo a los insurrectos, y, sin embargo, es justamente lo que no hace. Ahora bien, no sabemos qué hubiera pasado con otra decisión. Porque en Italia la monarquía parlamentaria desemboca en el fascismo. En todo caso, Alfonso XIII sí tiene una alternativa.
--¿Con esa alternativa hubiera salvado la monarquía?
--Quién lo sabe. Esos ejercicios son difíciles de realizar. Los historiadores de la política solo podemos especular. Lo que sí parece claro es que se abre la caja de los truenos, y Alfonso XIII legitima el golpe a los gobiernos que llegarían después, contra la República, como el de 1936.
--La llegada de la República es festiva, es casi natural.
--Es festiva, llega después de unas municipales que se plantean casi como plebiscito sobre la monarquía, y casi todo el mundo interpreta que la victoria en las ciudades lo gana la República. Y el rey también. Solo algunas voces aisladas, como Juan de la Cierva, o algún africanista. Él ha decidido que se va y las fuerzas que le apoyan son testimoniales.
--¿Hay lecciones para este momento actual sobre lo sucedido con el rey Alfonso XIII?
--Es otro contexto. En 1931 no hay nada parecido con las comunidades europeas. Y hay que pensar que con Alfonso XIII lo moderno era lo autoritario.
--Cuando se dice ahora que el rey debe intervenir más en los asuntos públicos en España, ¿qué piensa?
--Que es un error. Es un error bajar al barro. Con la Constitución en la mano, no puede. Podría hacer alguna gestión privada, que no se haga pública, y siempre para facilitar el funcionamiento regular de las instituciones.
--Para usted, ¿el discurso del rey Felipe VI del 3 de octubre de 2017 fue un error?
--Para mí lo fue. Bajó al barro y por eso le cuesta recuperar la imagen especialmente en Cataluña. Eso tiene que ver con esa posición tan drástica, con la que no estaba de acuerdo Rajoy, a favor de medidas más duras en el procés. A mí me parece que el papel del rey debía ser otro.