El historiador José Álvarez Junco considera que todos los nacionalismos quieren eliminar las otras lenguas

El historiador José Álvarez Junco considera que todos los nacionalismos quieren "eliminar" las otras lenguas

Democracias

España o cómo elogiar la complejidad (sin romper nada)

El historiador José Álvarez Junco reflexiona en '¿Qué hacer con un pasado sucio?' sobre la herencia cultural y las deudas que la sociedad española tiene con la memoria de una de sus partes

30 julio, 2022 19:15

Un complejo de inferioridad, curioso, sintomático. Una impresión de que en el campo cultural se ha perdido la batalla, de que la izquierda ha salido triunfante. ¿Pero qué izquierda?, ¿quién gana o pierde? La derecha política y mediática en España señala cualquier intento de los gobiernos de izquierda de replantear lo que supuso la Transición o de intentar una reparación a través de la legislación. La ley de memoria histórica va en esa dirección, al considerar que una de las partes de ese todo no ha podido quedar satisfecha, por lo menos en el campo simbólico. ¿Quién ordena el debate? Lo ha hecho al historiador José Álvarez Junco en su último ensayo ¿Qué hacer con un pasado sucio? (Galaxia Gutenberg)

Y es cierto, hay un pasado sucio, una historia reciente que ha sido complicada. Álvarez Junco se refiere a la “complejidad”,  a la necesidad de aceptar que la gran mayoría de españoles ha estado en muy diversos estadios, y que, de hecho, en todos los países se han desarrollado periodos de los que nadie puede sentirse muy orgulloso. El país, sin embargo, ha madurado. El histerismo político se compensa con el trabajo intelectual y académico que ha mostrado otros tonos, que ha constatado, precisamente, esa complejidad. ¿Pero es lícito quedarse en esos términos, precisar que todo es complejo y no buscar cómo compensar situaciones injustas?

Álvarez Junco

Esa es la gran paradoja que se produce en España. La derecha no quiere saber nada de la ley de Memoria Democrática que ha encauzado el Gobierno de Pedro Sánchez. Pero, ¿qué refleja el texto? En la exposición de motivos se da cuenta: “La memoria de las víctimas del golpe de Estado, la Guerra de España y la dictadura franquista, su reconocimiento, reparación y dignificación, representan, por tanto, un inexcusable deber moral en la vida política y es signo de la calidad de la democracia. La historia no puede construirse desde el olvido y el silenciamiento de los vencidos”. (…) “El olvido no es opción para una democracia”.

Las huellas de un gran acuerdo

¿Cómo se explican las objeciones a ese planteamiento? Lo que plantea Álvarez Junco –con un libro que es previo a esa ley de memoria histórica— es repensar el pasado con frialdad y con generosidad, y destacar como un gran logro acuerdos como el que significó la Transición. Y para el historiador, en el terreno simbólico, no se ha reparado a las víctimas del franquismo, ni se han ofrecido los medios materiales necesarios para saber dónde están enterrados todos los fusilados por los sublevados militares de 1936 y enterrarlos de nuevo con dignidad. ¿Qué hubo dos bandos, que también hubo muertes y fusilados de forma indigna por parte de los republicanos? Sí, y durante más de cuarenta años fueron homenajeados, con todos los “caídos por España” inscritos en las fachadas de las iglesias. Esa es la realidad.

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El avance, en todo caso, sí se ha dado en el terreno académico. Todo era “complejo”, en la República se cometieron muchos errores, y lo que debió ser la consolidación de un cambio social y económico que se había producido –aunque tímidamente— con la Restauración, acabó en un desgobierno, producto también de la enorme presión de los sectores más inmovilistas y conservadores. Esa izquierda que pide cuentas, los nietos exaltados de esos fusilados que tachan a quien les lleva la contraria de “fachas” también podrían interiorizar una de las lecciones de Álvarez Junco, que tiene claro que se salió de la dictadura franquista sin que nadie la hubiera conseguido derribar por la fuerza. Hubo movimientos obreros, sindicales, intelectuales, se buscó agrietar el franquismo, sí, pero la fuerza no fue suficiente para provocar una situación distinta. Y la Transición fue producto “de un pacto”, un gran acuerdo que dejó huella, porque el historiador no quiere ocultar que las deficiencias actuales en el sistema judicial beben de aquella impotencia democrática a finales de los años setenta.

La búsqueda de la complejidad, del rechazo a establecer dos bandos, ha llegado de la mano, precisamente, de historiadores, de estudiosos como Álvarez Junco o de Roberto Villar, quien, --‘desde el otro bando’, siguiendo esa dicotomía, desde la derecha— ofrece trabajos como 1917. El estado catalán y el soviet español (Espasa), en el que destaca que la Restauración no fue –a su juicio—la antítesis de la democracia liberal, sino el camino que iba a conducir a ella de forma clara y consolidada. ¿Es una ofensa a esa izquierda que reclama justicia, o constata la voluntad de apreciar toda la paleta de colores?

La transición, sin reparos, sin triunfalismo

La derecha en España no puede señalar que está en inferioridad de condiciones, no puede sostener que la guerra cultural la ha ganado la izquierda, y que, por tanto, debe poner en pie todo un proyecto ambicioso para rearmarse ideológicamente. En el relato sobre España, quedan vestigios de ese franquismo sociológico. De la misma manera, no se puede considerar que la dictadura fuera una especie de fascismo totalitario. Duró mucho tiempo, como explica en su libro Álvarez Junco, y eso permitió que mudara, que se adaptara a las circunstancias. Y que una parte de la sociedad española la aceptara, creando eso que se ha denominado como franquismo sociológico.

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Lo sucio está en todas partes. En Alemania, en el Reino Unido –menos—en Francia, --Argelia sigue siento un terreno con demasiadas minas para los franceses—y en España, por enumerar algunos países europeos. Pero puede haber un terreno compartido, y se pueden valorar –¡por una vez!—los éxitos conseguidos. Y la Transición lo es. “Yo he defendido la Transición con reparos, sin triunfalismo. Se hizo lo que se pudo y se logró lo fundamental: pasar de un régimen dictatorial a uno democrático sin que ocurriera otra guerra civil ni un número excesivo de muertos”, señalaba Ávarez Junco en una entrevista con Letra Global.

Ahora toca solventar lo que quedó pendiente, en el terreno simbólico, no tanto en el terreno material. La gran pregunta, la que se plantea Álvarez Junco, es la que atañe al expresidente del Gobierno, Felipe González, que con sus diversas mayorías absolutas no quiso entrar en ese terreno, a su juicio, todavía demasiado pantanoso en aquellos años.

Otra fórmula es la que defiende el intelectual y ensayista norteamericano, David Rieff, en Elogio del Olvido: “Hay que darle una oportunidad al olvido y un descanso al idealismo”. ¿Es mejor pasar página, no referirse a los temas espinosos, olvidar lo sucio? No es, en todo caso, la posición de Álvarez Junco, que matiza, que ama esa “complejidad” de España, para lo bueno y para lo malo.