Publicada

Al poco de llegar a Madrid, mi amigo Ernesto Pérez Zúñiga, novelista que publica sus libros en Galaxia Gutemberg, me presentó a Juan Malpartida, que dirigía los Cuadernos Hispanoamericanos, y que tenía mi misma edad y parecidas referencias literarias, seguramente mientras él leía determinados libros en Madrid yo leía los mismos en Barcelona, así que no fue extraño que nos hiciésemos amigos.

Aunque la formación, digamos, intelectual, era la misma, nuestras experiencias vitales y nuestros gustos difieren, lo cual hacía especialmente interesantes (para mí, por lo menos) nuestras conversaciones. Las echo en falta porque hace poco se jubiló de esos Cuadernos que había dirigido durante veinte años y se fue a vivir a El Escorial, que no está lejos de la capital pero aún así…

Durante estos años ha ido publicando dietarios, poemarios y ensayos que he ido leyendo con aprovechamiento –sobre Octavio Paz, de quien fue amigo; sobre Antonio Machado; sobre Montaigne—incurriendo poco en la novela, lo que, visto lo que está pasando con este género narrativo, me parece un acierto, una intuición acertada.

Género híbrido

Ahora acaba de publicar (en una editorial que yo ni conocía, llamada Confluencias) El muro y la hiedra que me parece que es un libro que inaugura un género (¡nada menos!).

Denuncia, en el autor, un estado de ánimo y un propósito especiales.

Es un género híbrido, una mezcla de la literatura epistolar y de autobiografía o memoria. Creo que una buena manera de definir ese estado de ánimo y ese propósito será reproducir las dos citas bajo cuya advocación se abre el libro.

El escritor Juan Malpartida FUNDACIÓN JUAN MARCH

La primera es de Charles Simic, el poeta serbio-estadounidense: “Yo dialogo con algunos acontecimientos de mi vida tanto como con las ideas escritas. El significado es el objetivo de mi existencia. Mis esfuerzos por comprender consisten en dar vueltas alrededor de un puñado de imágenes obsesivas.”

La otra cita es de Antonio Machado “Brinda, poeta, un canto de frontera/ a la muerte, al silencio y al olvido”.  

Josep Pla recomendaba, a la hora de escribir, ponerse en la mentalidad de alguien que escribe una carta a algún ser querido, o sea a un pariente o a un amigo: mentalizándose con este recurso, se evitan las tendencias solipsistas tan frecuentes en la literatura.

Pensando en un destinatario concreto, el escritor tiene que tener siempre en cuenta que no se dirige a la inmortalidad, ni a sí mismo, sino a alguien a quien tiene que explicarse con la máxima llaneza y claridad aunque aborde ideas complejas, y en ese tipo de escritura no caben vaguedades ni provocaciones ni lucimientos inverosímiles.

Portada de 'El muro y la hiedra'

Toda escritura, claro está, es una impostación, un artificio, y hasta un falseamiento si se quiere, pero este recurso epistolar seguramente ayuda a no ponernos estupendos.

Imagino perfectamente a Juan Malpartida en su casa de El Escorial escribiendo estas cartas que son su autobiografía. Nada le perturba ni nada le apresura.

Libro quimérico

Como casi todas las cartas están dirigidas a, y definen sus relaciones con, personas que fueron importantes en su vida, que le ayudaron para mal o sobre todo para bien a configurarla, a dirigirla, o a entenderla, y a las que explica hasta qué punto fueron fundamentales, el tono es íntimo y en voz baja, casi de murmullo ensimismado: pues esos destinatarios que habitan otro mundo silencioso no aceptarían conversar bajo el estrépito de un castillo de fuegos artificiales.

Es un sistema, el de Malpartida en este libro, a la vez quimérico --pues el diálogo con un muerto es imposible--, y lleno de sentido --pues al mismo tiempo que el remitente de las cartas se explica a sí mismo trata de explicar al otro, y, entre uno y otro, el lugar de la vida en que uno y otro se encontraron y lo que de allí se derivó.    

Tiene El muro y la hiedra una resonancia de confesión íntima, de ofrenda y de murmurada plegaria, y también un substrato de testimonio generacional. También está muy bien escrito y se lee con placer, mais ça va de soi tratándose de este autor.

Ya que estamos cerca de la Navidad, época de acontecimientos prodigiosos, como el nacimiento del hijo de Dios, me quedo esperando la llamada de Juan, diciéndome:

 --¡Octavio Paz me ha respondido!