Anteayer presentamos en la librería La Central de Barcelona, y dentro de unas horas (cuando escribo estas líneas) lo presentamos otra vez en la librería Machado de Madrid, el libro Pessoa. Una biografía, logro monumental de Richard Zenith, que acaba de publicar la editorial Acantilado y en el que ha estado trabajando durante doce años, mientras seguía con su tarea de traductor y divulgador de la mejor literatura portuguesa en el mundo anglosajón. Lo presentamos el autor y yo mismo, que lo he traducido.
Nunca me había pasado que, traduciendo un libro, me riera con frecuencia, sin darme cuenta. Y eso que la vida de Pessoa fue más bien triste. Estaba yo al ordenador, y mi pareja en el sofá, leyendo o consultando el ordenador, me preguntaba: “¿A qué viene esa carcajada? ¿Qué es eso tan divertido?” Yo respondía: “¡Qué loco estaba Pessoa! Escucha, escucha lo que hizo…”
'Retrato de Fernando Pessoa' (1964)
Entre las cosas locas y tragicómicas que hizo estuvo su forma de arruinarse. Zenith lo explica con detalle. Al cumplir los 21 años, Pessoa tuvo acceso a una pequeña, aunque sustancial fortuna, de su abuela Dionísia, cuya demencia, por cierto, Fernando temía haber también heredado, temía que en cualquier momento se le declarase esa tara. Se sabía genial y sabía que la genialidad linda con la locura.
Bien, heredó ese dinero. Uno de sus tíos, un hombre cabal y con sentido común, le presentó unas cuentas y le explicó que si lo administraba con cuidado y sensatez, invirtiéndolo en valores bancarios seguros y evitando cualquier derroche, podría vivir, dedicado exclusivamente a su ardiente vocación de escritor, durante los siguientes dieciséis años.
Pero como Pessoa (Lisboa, 1887-1935) tenía planes grandiosos de publicar y financiar su propia obra y la de otros muchos autores, en inglés y portugués, de inmediato compró una imprenta, contrató a varios linotipistas y oficinistas, alquiló locales…
Biografía definitiva
El legado que si hubiera sido un hombre sensato y comedido le hubiese durado dieciséis años, lo dilapidó en seis meses. Durante el resto de su vida pasó estrecheces, trabajando como traductor independiente de la correspondencia de unas cuantas empresas de import-export, alquilando habitaciones y apartamentos de Lisboa, mudándose de unos a otros, siempre con el baúl del tesoro, del tesoro póstumo. Los últimos quince años vivió en casa de su hermana, con su cuñado y sobrinos.
A él le importaba relativamente esta desdicha. Vivía para su obra y para el pensamiento.
Aunque desde luego hay otras, tanto en español como en portugués y en inglés, ésta es la biografía definitiva del gran poeta de los heterónimos, porque recoge un caudal de información muy valiosa, obra de docenas de investigadores en Pessoa, que ha ido apareciendo durante las últimas décadas sobre su peripecia y sus hábitos de escritura.
Pessoa visto desde el tranvía
Una vez acabada la tarea --por otra parte deliciosa, pues Zenith escribe muy bien y tiene una mente analítica bien estructurada, de manera que es a la vez un investigador muy competente y un narrador con gran poder de seducción--, de traducir las mil quinientas páginas, como sea que sentí un poco de melancolía, como suele pasar cuando acabas un largo trabajo que se ha confundido con tu vida, me puse, para no separarme ya de Pessoa, o para no alejarme demasiado, a releer la biografía La vida plural de Fernado Pessoa, que le dedicó el poeta y ensayista Ángel Crespo (1926-1995), publicada por Seix Barral en el año 1989.
Como en aquel año yo andaba fuera de España ni me enteré de la aparición de La vida plural…. Pero sí pude leerla pocos años más tarde, y ahora, como digo, otra vez. Crespo, a quien recuerdo con afecto (y con la admiración que su poesía y su inteligencia merecen) fue en España uno de los más sólidos publicistas de Pessoa, hizo también una edición del Libro del desasosiego.
Salió en Seix Barral. Años más tarde Zenith amplió ese libro hasta hacer la edición canónica (hasta ahora; también en Acantilado), reordenando el corpus y agregando numerosos pasajes o fragmentos que en tiempos de Crespo aún no se conocían: de hecho el Libro del Desasosiego quedó, a la muerte de Pessoa, inconcluso, repartido en cientos de los 24.000 papeles y documentos que quedaron en su baúl –el baúl más famoso de la literatura mundial, según creo--, al que echaba todo lo que escribía, y cuyo contenido total aún no ha sido analizado.
Hasta a las piedras conmueve
En La vida plural… me divierte, ver que, en su reivindicación del poeta de los mil nombres, Crespo quiso hacerlo más “humano” y se esforzó en presentar su breve romance con Ofélia Queiroz como un affaire amoroso tórrido. Zenith, por el contrario, aventura que Pessoa fue un homosexual reprimido que murió virgen.
Pessoa con vente años en Lisboa
Crespo no podía saber –nadie lo sabía entonces— como Zenith sí supo que el breve poema de Pessoa que cita al final de su biografía es sólo un fragmento de un muy extenso (e inacabado) poema titulado Un soir à Lima.
Puede ser el último que escribió. Esto fue así: una noche de 1935, estando solo en casa de su hermana (la familia se había ido a un pueblo de los alrededores de Lisboa), bebiendo coñac y fumando como hacía cada día, oyó en la radio (“que hacía poco”, explica Zenith, “se había convertido en un electrodoméstico común en los hogares de la clase media lisboeta”) la serenata de Félix Godefroid del mismo título. Una tarde en Lima. Cuando él era niño, en Durban (África del Sur), su madre solía tocar al piano, entre otras piezas, precisamente Un soir à Lima.
Al oírla en la radio los recuerdos de su difunta madre y del amor incondicional que los unió le avasallaron, tomó la pluma y escribió este poema arrebatado de nostalgia y de añoranza, que quedó inacabado y sin corregir, y que hasta a las piedras conmueve.
