Estudió Derecho, pero los libros han formado parte de la vida de Ofelia Grande desde que era una niña. Su tío es Germán Sánchez Ruipérez, que en 1985 fundó Anaya, grupo editorial en el que Grande comenzó su andadura profesional como editora. Hace veinticinco años está al frente de Siruela, editorial fundada por Jacobo Siruela, cuyo testigo tomó, manteniendo el espíritu inicial de la editorial y consolidándola dentro del mercado. Si en los años novela Siruela consiguió un extraordinario éxito gracias a El mundo de Sofía, libro que consiguió despertar el interés de la filosofía entre los adolescentes, en los últimos años la editorial dirigida por Grande ha sido la casa de dos los mayores éxitos del mercado en castellano: El infinito en un junco de Irene Vallejo y La península de las casas vacías de David Uclés. Aparte de estos títulos, el catálogo de Siruela destaca por apostar por los grandes clásicos contemporáneos de la novela como Tanizaki, Martín Gaite, Walser, Lispector o Calvino, así como por el ensayo literario divulgativo y los clásicos de literatura juvenil.
Han pasado veinticinco años desde que usted se pusiera al frente de Siruela
Sí, son ya muchos años. Si miro hacia atrás he de decir que apenas reconozco a esa editora que llegó aquí con mucho miedo y poca experiencia, pero con muchas ganas de trabajar y hacerlo bien, siendo muy consciente de la presencia y el prestigio de la editorial en la que entraba. Pasados estos años, el balance que hago es positivo; estoy más que satisfecha con el trabajo realizado. Es obvio que hemos tenidos momentos malos, como los tiene cualquier editorial; cualquier empresa, mejor dicho. Recuerdo especialmente lo difícil que fue afrontar la crisis del sector editorial entre 2012 o 2013; tampoco son fáciles los momentos en los que un autor importante del catálogo se marcha a otra editorial. Sin embargo, a pesar de todo esto, he de decir que hemos tenido unos cuantos éxitos y que, en estos años, hemos conseguido consolidarnos dentro del mercado editorial y entre los lectores.
Ofelia Grande
Ustedes son una editorial independiente con cierto músculo.
Diría que tenemos un tamaño particular en el sentido en que somos más grandes que la gran mayoría de las editoriales independientes, pero mucho más pequeños que cualquier gran grupo. No tenemos tampoco los medios de los grandes grupos, así que nos las tenemos que ingeniar de distintas maneras en los temas de comunicación y promoción; es decir, en todos los ámbitos extraliterarios, que son también muy importantes dentro de la industria del libro. Cuando doy clase en algún máster de edición siempre recuerdo a los alumnos que una editorial es una empresa y, como tal, tiene que cumplir una serie de requisitos económicos que garanticen su supervivencia. Hay que cuidar tanto la parte puramente literaria como la parte empresarial. Esto es lo complicado, pero también lo bonito de la profesión.
Usted estudió Derecho. ¿Le ayudó esta disciplina a la hora de gestinar la editorial desde una perspectiva empresarial?
Seguramente. De todas maneras siempre digo que, si tú no tienes la formación empresarial adecuada, debes saberte rodear de quien la tiene. Las editoriales no crecen ni se consolidan a través de una única persona. Es muy importante tener un buen equipo, y yo estoy muy orgullosa del equipo que tenemos en Siruela. Todos son muy buenos en lo suyo y mi trabajo, en realidad, es como ser un director de orquesta.
De todas maneras usted ha estado vinculada desde niña a los libros y a la edición: viene de familia de editores.
Es cierto. El mundo de la edición lo he vivido desde dentro desde que tengo uso de razón. Fui a la Feria de Frankfurt por primera vez con 15 años y los escritores han formado siempre parte de mi día a día: venían a casa a cenar y aquellos que eran amigos de la familia participaban en nuestras celebraciones: en las bodas, en las fiestas, en las comidas de los domingos…El hecho de convivir con escritores, de hablar sobre cómo se venden los libros en Argentina o en México, o de conocer a los libreros era algo cotidiano; formaba parte de mi vida de manera natural. Aprendí mucho, pero sin darme cuenta, porque todo esto formaba parte de mi vida. Fue un aprendizaje bonito. Aprendí más cosas de las que yo creía.
Antes de llegar a Siruela estuvo en Anaya. Empezó en la sección de libros escolares, antes de pasar a Alianza.
Para conocer bien el negocio es importante pasar por sus diferentes áreas y sectores. Si bien es cierto que en los últimos años en los que mi familia tuvo participación en Anaya el libro de texto ya no tenía tanto peso, en los años precedentes sí que lo había tenido. Anaya se creó como editorial de libros educativos y de libros de textos. Para mí fue importante conocer esa parte del negocio que fue la que durante muchísimos años dio sustento a la editorial. Ahora ha cambiado mucho, pero en los años ochenta y noventa, el libro educativo era un gran negocio; baste pensar ya no solo en Anaya, sino también en una editorial como Santillana, cuyo origen es el mismo.
Ofelia Grande
En Siruela hay una parte del catálogo dirigida al público más joven.
Es cierto, pero existía cuando llegué. Las tres edades es una colección que dirigió desde sus inicios hasta que se jubiló Michi Strausfeld, una editora alemana con un grandísimo conocimiento del libro infantil y juvenil. Nos ha dejado un gran legado y, aunque lleva años jubilada, sigue asesorándonos. Fue ella quien trajo a la editorial títulos que han sido durante años su sustento económico. Pienso, por ejemplo, en Caperucita en Manhattan o en El mundo de Sofía. No es fácil tener un éxito juvenil fuera de las modas; ahora se lleva mucho entre el público juvenil el romance y, en efecto, es un tipo de libro que está funcionando realmente bien, pero nosotros no hemos apostado por él porque creemos que no encajaría en un catálogo como el nuestro.
¿Siruela apuesta por ofrecer a los más jóvenes clásicos contemporáneos y alta literatura?
Sí, aunque estoy segura de que en todos los géneros se pueden encontrar obras de calidad. Prueba de ello es que, si bien Siruela ya había publicado alguna novela con trama policial, pero sin diferenciarlas de otros títulos del catálogo, hace veinte años abrimos una colección de novela policiaca. Ahora casi todas las editoriales, literarias y no, tienen una colección policiaca, entre otras cosas, porque, durante muchísimos años y según datos de GFK, han sido los libros más vendidos. Cuando abrimos la colección sorprendió un poco; llamaba la atención que, dentro de una colección literaria, apareciera una subcolección así, puesto que no se asociaba lo policiaco a lo literario, pero, como te decía, en todos los géneros encuentras obra de calidad.
La particularidad de Siruela es que no solo habéis apostado por el policiaco contemporáneo, sino también por los clásicos de este mismo género.
Esta es una idea que surgió y que nos ha divertido mucho llevarla a cabo. Se trataba de recuperar libros de los años veinte o treinta, libres de derechos y que habían sido publicados años atrás. Nos parece divertido y bonito rescatar estos libros, entre los que encuentras títulos que están muy bien y que, además, sorprendentemente, han vendido mucho. Por ejemplo, El crimen de la calle Fuencarral, de Benito Pérez de Galdós, del que hemos vendido muchos ejemplares a pesar de haber sido publicado muchas veces, o La gota de sangre de Pardo Bazán. Es una manera de invitar a los lectores a volver a los clásicos, de no leer solo a sus contemporáneos. Esto es lo que hace una amiga mía, gran lectora y que tengo como referente: cada mes lee unos cuatro libros, de los cuales dos son contemporáneos y dos, clásicos. Es una forma bonita de leer, porque no se trata de encerrarse en los clásicos y olvidarse de lo que se escribe hoy, pero tampoco de centrarse solo en lo actual.
Si repasamos su catálogo podríamos decir que apuestan por clásicos contemporáneos como Clarice Lispector, Robert Walser o Italo Calvino, tres autores que influyen en escritores contemporáneos.
Efectivamente. Y ahora que mencionas a Clarice Lispector, hay que decir que no es un best-seller, pero sus libros siempre venden. Es un long-seller y, por esto, ahora le hemos dado una vuelta a sus libros, renovando la imagen de la cubierta, de la que es responsable la nieta de Lispector, Marina Valente, y el formato. Se están vendiendo muy bien. Las ventas son un tema curioso en el sentido en que obras que habían bajado de ventas, al volver a ser editadas con nuevos formatos y promocionadas, recuperan su potencial comercial. Los libros que experimentan esto son los clásicos, aquellos que, aunque pase el tiempo, siguen siendo leídos.
'Caperucita en Manhattan'
¿Ha habido un repunte en ventas e interés por la obra de Martín Gaite con ocasión de su aniversario?
Este año ha sido una locura con Martín Gaite. Es cierto que se ha hablado de ella como nunca se había hecho y que, además, se han organizado exposiciones y obras de teatro por su aniversario. Hemos querido poner nuestro granito de arena reeditando algunos de sus títulos y publicando cosas nuevas, como la adaptación al cómic de Caperucita en Manhattan. Es una autora que está siendo reivindicada por muchas jóvenes escritoras.
¿Cree que este auge de Lispector o Martín Gaite se debe, en parte, a que estamos leyendo y reivindicando más la literatura escrita por mujeres?
Absolutamente. No solo las estamos leyendo de otra manera, sino que estas escritoras están siendo reivindicadas por nuevas hornadas de autores que ponen en valor su obra. Esto no solo es bonito, sino esencial para que se sigan leyendo y, por tanto, vendiendo.
Hablaba de la crisis del 2012. Se dijo que después hubo un auge del ensayo...
Es cierto. Lo notamos después del 2012 y después de la pandemia En los últimos años algunos de nuestros grandes éxitos han sido libros de ensayo o, en sentido más amplio, libros de no ficción. Ahí está Biografía del silencio de Pablo d’Ors: su éxito fue inesperado: ¿quién se iba a esperar que un ensayo sobre meditación escrito por un sacerdote católico funcionara tan bien entre los lectores? También inesperado fue el éxito de Imperofobia, un ensayo de más de 800 páginas sobre la leyenda negra. ¿Quién iba a pensar que tendría el éxito que tuvo?
Y luego está El infinito en un junco.
Sí, el de Irene Vallejo es otro tipo de ensayo, como también lo es El puente donde habitan las mariposas: Biosofía de la respiración, de Nazareth Castellanos, un título que acaba de alcanzar los 100.000 ejemplares vendidos tras haber sido publicado en marzo.
'El infinito en un junco'
¿Cómo se explica este auge de la no ficción?
Yo hablaría, ante todo, de una no ficción fácil y accesible. Y cuando digo fácil no digo peor, si bien muchas veces se asocia lo fácil con lo literariamente cuestionable. El mercado anglosajón entendió muy bien y desde hace muchísimos años que la no ficción puede ser accesible;en España, sin embargo, durante mucho tiempo en la no ficción encontrábamos el ensayo y, más concretamente, el ensayo centrado en un tema específico, erudito y pesado de leer, y, por otro, los libros de autoayuda o de divulgación facilona. En medio había un gran vacío. Yo siempre he envidiado a los anglosajones por tener una gran oferta de no ficción con biografías, historias culturales, libros de viaje y libros de ciencias…pero para todos los públicos.
Ahora las cosas han cambiado…
Sí, ahora en todos los catálogos de todas las editoriales encuentras libros de ese tipo, muy distintos los unos de los otros, pero que, curiosamente, comparten un mismo público lector, interesado en conocer el mundo que le rodea, y en el hecho de que estos títulos sean accesibles, algo que no es nada fácil de conseguir. No se trata de que el autor alardee de sus conocimientos situándose por encima del lector, sino todo lo contrario: de lo que se trata es de acompañar al lector a lo largo de la lectura para que termine el libro no con la idea de que el autor es un sabio, sino con la sensación de haber aprendido. Irene Vallejo y Nazareth Castellanos son dos eruditas, pero no recuerdan constantemente al lector cuánto saben.
Su colección de ensayo breve –Micro– no es nueva, pero ¿ha notado un aumento de interés por estos textos breves?
Es evidente que hay un mayor interés por lo breve, pero no es de extrañar: somos una sociedad acostumbrada a lo breve, a los mensajes de WhatsApp. Hace ocho años ya me preguntaron en una entrevista sobre nuestro déficit de atención. Hoy, quizás, es todavía peor. Somos multitarea: respondemos al Whatsapp mientras tomamos café o miramos una serie. Hacemos demasiadas cosas a la vez, nos falta concentración y nos falta el sosiego necesario para afrontar un libro de 250 páginas. Sin embargo también hay sorpresas: nuestro gran éxito de este año es la La península de las casas vacías, la novela de David Uclés, que tiene casi 700 páginas. Al final, construimos teorías, pero viene la realidad y las cuestiona. De todas maneras, es indudable que lo breve despierta el interés de las generaciones más jóvenes. Esto es algo que se ve en las librerías y en la Feria del libro de Madrid: Los tochos echan para atrás, la gente se asusta al ver un libro extenso.
Ofelia Grande
Pero hay las excepciones, si bien la novela de Uclés no vendió de esta manera desde el inicio, sino que su éxito comenzó muchos meses después de su publicación.
En cierta manera, sí. La península de las casas vacías siempre vendió más que cualquier otra novedad, pero no fue hasta las pasadas Navidades cuando el fenómeno explotó. Fue una auténtica locura: no dábamos abasto con las reediciones. Desde entonces no solo no ha bajado en ventas, sino que han seguido subiendo. Este pasado octubre fue, de hecho, el mes que más ejemplares ha vendido desde que se publicó.
Usted tiene en su catálogo a dos de los autores -Vallejo y Uclés- que más han vendido en los últimos tiempos. Como editora, ¿qué les recomienda a la hora de enfrentarse al éxito y a la publicación del siguiente libro?
A lo largo de mi carrera he conocido a más de un autor que se enfrenta a un éxito tan impresionante siendo joven. Me acuerdo de Domingo Villar. Yo creo que a cualquier autor que viva algo así, el hecho de enfrentarse a un nuevo libro le genera cierto miedo escénico. Como sociedad somos implacables y crueles: lo vemos en las redes sociales, se encumbra para luego destrozar a las personas. El otro día contaba David Uclés que, desde que es famoso, se le critica más y más fácilmente en redes. El consejo que le daría a cualquiera que tenga tanto éxito, sea en el mundo del libro o sea en cualquier otro ambiente, es que ni se venga demasiado arriba con el éxito ni se vaya demasiado abajo en los momentos malos. Yo siempre repito una frase: por casi nada pasa nada. Y es así, lo vemos todo días: Lo que hoy es una noticia mañana se ha olvidado y ya nadie lo recuerda.
Acabáis de abrir una nueva colección de cómic. ¿Qué planes tenéis para los próximos años?
La idea del cómic surgió cuando en Francia se publicó el cómic de El Mundo de Sofía. Nos lo ofrecieron y, aunque no teníamos una colección, no queríamos que fuera otra editorial que tuviera la adaptación de este libro que para nosotros es muy importante. Así que lo publicamos sin pensar en abrir colección alguna. Sin embargo, funcionó bien y nos pareció bonito llevar al cómic otro de nuestros libros históricos, Caperucita en Manhattan. La idea es seguir haciendo cómics que respondan al espíritu de Siruela, libros emblemáticos de nuestro catálogo o de clásicos que encajen con él. Sobre ideas para el futuro en Siruela no nos sentamos a la mesa para buscar ideas nuevas porque sí. Los libros se llaman los unos a los otros. Tenemos ahora una línea de libros de gastronomía porque tuvimos dos títulos que nos gustaron y que funcionaron bien, así que pensamos en seguir con ella. Nunca nos hemos sentado a pensar qué nuevas colecciones abrir desde cero; lo que sí hemos hecho es hablar de colecciones que teníamos que cerrar. Más importante que abrir nuevas colecciones es cerrar aquellas que ya no tienen sentido o que ya no dan más de sí.
