
Una imagen de las tortugas Ninja
Las tortugas Ninja y 'Supertorero'
Viendo que en todo el mundo triunfaba una idea tan estúpida como 'Las tortugas ninja' se me hizo la luz, y comprendí que el mundo no tiene sentido, y que igual que ellas habría podido triunfar en todo el mundo el disparatado 'Supertorero'
El mundo empeora a marchas forzadas. O por lo menos nuestro pequeño mundo. Belén Esteban, Patiño y demás grandes verduleras expulsadas de Telecinco se incorporan, exultantes, a la programación de TVE.
Detectamos en esta cutrez la mano de Mikimoto: consejero del ente (por cuota convergente) con agenda propia y emolumentos de 110.000 euros al año más dietas, este pérfido enemigo de España se ha propuesto dinamitar secretamente la moral de los ciudadanos del país que tanto detesta. Y para lograrlo ha empezado por llenar de escoria la cadena nacional: ¡Demuestra ser muy hábil, en su maldad! ¡Ha logrado convertir a la televisión estatal en el peor enemigo del pueblo!
En punto a infamia y bajeza, desde luego que, conociéndola, TV3 no podía quedarse atrás, y con la voluntad de hacer el máximo daño posible a las tiernas neuronas y sinapsis de los niños catalanes ha recuperado las Tortugas ninja para el canal Super3, que aunque no sé qué es exactamente parece que es fundamental en la malformación de los mocosos. Se trata de unas tortugas ninja renovadas, actualizadas. Seguramente más imbéciles aún que las originales, y ya sabemos que eso es difícil.

El periodista y empresario propuesto por Junts, Miquel Calçada Olivella, durante la comisión consultiva de nombramientos para la elección de los miembros del Consejo de Administración y del Presidente de la Corporación RTVE
El lector de Letra Global es joven y quizá no recordará qué eran en los años noventa del siglo pasado las tortugas ninja: unos dibujos animados que tuvieron un éxito internacional abrumador y pasmoso.
Eran cuatro tortugas mutantes, que vivían en las cloacas de Nueva York, eran muy aficionadas a comer pizza en cualquier circunstancia, iban con máscara, y tenían por nombre el de los artistas más importantes del Renacimiento: Miquelángelo, Donatello, Raphael y Leonardo. Salían de sus asquerosas cloacas y blandiendo sus katanas combatían el mal. Cosa más tonta no se había oído en la vida. Y pienso que aquellos altos nombres de artistas eran lo único que de la obra del Renacimiento habrían oído o sabido jamás los niños entusiasmados por las p… tortugas.
Por cierto que el triunfo internacional avasallador de las tortugas ninja coincidió con una época en la que uno de mis sobrinos era niño, y solía venir, disfrazado de tortuga, a casa de mi madre, donde yo, después de un grato y copioso almuerzo, descansaba repantigado en el sofá, cabeceando soñoliento, para abalanzarse sobre mí y, lleno de entusiasmo y energía, clavarme la katana de plástico en el vientre mientras gritaba como un poseso “¡Soy Michelangelo!”.
Por eso y muchas cosas más detesto a las tortugas ninja.

Imagen de 'Las tortugas Ninja'
Ahora aquel sobrino es profesor universitario y padre de familia, todo un intelectual, e incluso tiene sus ideas sobre el mundo y cómo arreglarlo, pero cada vez que le veo lo recuerdo cuando tenía ocho años y era una maldita y agresiva tortuga.
Por cierto que en su día el éxito extraordinario de aquellas tortugas mutantes me dio mucho que pensar: ¿Cómo era posible? ¿Era aquello la posmodernidad? ¿Juntar a los grandes pintores del siglo XV con los mutantes? ¿Con tortugas mutantes?
'Supertorero'
Poco antes yo era director de guiones de la editorial Norma, y en un cuartito del piso donde entonces radicaba la hoy poderosa editorial, en la calle Ali Bey, me encargaba de recibir a los guionistas que, llegados de todas partes de España, venían a ofrecernos sus ideas para historietas. Mi tarea consistía en cribar los proyectos, y, cuando alguno me parecía prometedor, encargarle a algún dibujante que lo plasmara.
Un día (poco antes del triunfo mundial de las tortugas ninja), apareció en la puerta de mi despacho un guionista sevillano que traía bajo el brazo un proyecto ambicioso. Se titulaba Supertorero. Lo llevaba escrito en un fajo voluminosísimo de folios mecanografiados ordenadamente, en tinta roja y negra. No recuerdo cómo se llamaba aquel guionista sevillano. Pero sí recuerdo que era un hombre locuaz y con las ideas muy claras.
Sostenía que nosotros, los españoles, no teníamos porqué someternos sumisamente a la avalancha colonialista de los superhéroes americanos, ya sabes, Los cuatro fantásticos, Daredevil, Superman, Batman, etcétera. Que nosotros éramos también capaces de crear un universo de superhéroes hispanos. Y de eso trataba Supertorero.

Imagen gráfica de Batman
El protagonista (Supertorero) era un guardia municipal sevillano, que si no recuerdo mal se llamaba Mariano, y andaba por los alrededores del puente de Triana, multando a los coches mal aparcados. Un tipo, en fin, anodino.
Pero cuando de repente aparecían en el cielo unas naves espaciales invasoras, con forma de enormes toros bravíos, procedentes de los planetas Mihura y Vitorino, nuestro héroe se metía en la primera cabina telefónica que podía encontrar, donde se desprendía del uniforme de guardia, debajo del cual vestía un traje de luces, y blandiendo una espada luminosa atómica, salía volando a enfrentarse a los toros-naves espaciales.
Ganar mucho dinero
Esto era sólo el esqueleto de la saga, había muchas variantes, personajes secundarios y subtramas, todas, naturalmente, relacionadas con los mihuras y vitorinos invasores. Lo que el guionista sevillano me proponía era nada menos que un universo ficcional semejante al de Marvel, pero nuestro, castizo, a la española.
Recuerdo que no le hice caso y desdeñé su idea, que me pareció disparatada y chifladita. Le dije: deje aquí su guión y si acaso ya le llamaremos, vaya usted con Dios.
En cuanto salió, cabizbajo, de mi despacho, tiré su laborioso guión a la papelera.
¡Tonto de mí! Al cabo de unos meses, viendo que en todo el mundo triunfaba una idea tan estúpida como Las tortugas ninja --las malditas tortugas mutantes que comen pizza--, se me hizo la luz, comprendí que el mundo no tiene sentido, y que igual que ellas habría podido triunfar en todo el mundo el disparatado Supertorero.
Busqué el teléfono del guionista sevillano, pero lo había perdido.
No he vuelto a saber nada de él. Desde aquí le pido perdón. Eras un visionario y no supe comprenderte. Si lees esto, pone en contacto conmigo. El mundo se ha vuelto más idiota todavía, y podemos ganar mucho dinero.