La voz sencilla de Fabio Morábito

La voz sencilla de Fabio Morábito

Letras

La voz poética de Fabio Morábito: arte de la sencillez, versos sin énfasis

El escritor mexicano, dueño de un territorio literario único, galardonado con el Premio Mazatlán, regresa a la poesía con un nuevo libro –Canción segunda (Visor)– que no defrauda a sus seguidores habituales y le ganará nuevos lectores

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Cada poeta impone su cadencia a su propia obra. Y el poeta malo, su decadencia. Los hay quienes derraman su creatividad en apelotonadas muestras que se suceden sin interrupción, y los hay, también, que se ahondan en silencios inexpugnables durante periodos que parecen más bien eras. Aunque, pensémoslo bien: ¿son los poetas quienes deciden el ritmo de su producción, o es más bien la poesía la que hace a su capricho y se ofrece cuando quiere y como quiere? Fabio Morábito es un poeta mexicano nacido de padres italianos en Alejandría en 1955, con residencia en Milán hasta los quince años, que alterna la publicación de libros de poesía y de prosa y sigue a pies juntillas su designio de no trastocar ese esquema binario y de respetar los intervalos entre ellos. 

Sus libros anteriores de poesía son Lotes baldíos (1984), De lunes todo el año (1992), Alguien de lava (2002), Delante de un prado una vaca (2013) y A cada cual su cielo (2021). Excepción en el tiempo transcurrido entre uno y otro es el que ahora ha publicado, Canción segunda, en su editorial española Visor (en México suelen aparecer sus libros de poemas en Ediciones Era), pues ve la luz solo tres años después de A cada cual su cielo. Además, está en las librerías Ventanas encendidas. Antología poética (2012).

'Canción segunda'

'Canción segunda' VISOR

Sexto poemario, Canción segunda, un libro que como suele suceder en él es algo más extenso de lo habitual en el género (116 páginas). El título queda explicado en el texto de contracubierta: alude a esa segunda canción que suele acompañar a los títulos de crédito de una película cuando estos son demasiado largos para el acompañamiento de una sola pieza musical. Y se añade que esa canción segunda “es el tema de fondo de este nuevo libro de Fabio Morábito, en que justamente los relevos, los segundos esfuerzos y los reencuentros con lo ya vivido se presentan ante la conciencia del poeta como los verdaderos momentos álgidos de su vida, quizá de todas las vidas”.

Son en total cincuenta y nueve poemas repartidos en seis secciones. Ni estas ni aquellos ostentan títulos, los poemas aparecen solo presentados por su primer título en cursiva. La característica que llama la atención enseguida, como en el resto de su obra, es una aparente sencillez, un lenguaje llano y casi coloquial y una musicalidad nada rimbombante pero que, quizás herencia italiana, tiene como su base el endecasílabo. También, cierta lasitud con las asonancias, sin que a veces se sepa si hay rimas deliberadas o casuales (salvo en algún caso). Pero, sobre todo, el gusto por el asombro y la paradoja, el ejercicio de una mirada diferente. De “enfoques sorprendentes” habló, refiriéndose a esto, Juan Carlos Abril en el prólogo a la antología que preparó de Morábito.

'A cada cual su cielo'

'A cada cual su cielo' VISOR

En esta colección hay un buen número de poemas que podrían estar entre lo mejor de Morábito, y ser integrados en otra antología en el futuro próximo. Por ejemplo, 'Para qué subrayar los libros', que coincide con el ambiente de despedida que señala el título Canción segunda, cuando los espectadores están ya próximos a abandonar la sala de proyecciones: “¿Para qué subrayar libros /cuando eres viejo? / El que subraya / cuenta con regresar / y tú a estas alturas / de cada página leída te despides”. Declarado ateo, Morábito hace un poema teológico en 'No entiendo al Espíritu Santo', donde reivindica a la Virgen junto al Padre y el Hijo en lugar de esa entelequia de difícil comprensión: “Nunca he entendido a este señor inmaterial / y de apellido grave, / el Espíritu Santo, / que le robó su puesto a la Virgen María, / tan dulce y necesaria”.

'Le digo a R que vayamos al café' es epítome de la ironía morabitiana, que en el autor comienza consigo mismo. Tras aparecer en el poema varios amigos o conocidos renuentes que dan sus razones para no acompañar a quien ostenta la voz narrativa (este poema acredita y recuerda, además, que el mexicano es autor de excelentes cuentos), esta no tiene más remedio que reconocer que los otros estaban en lo cierto y que ha cometido una pifia. '¿De qué hablaban entre sí…?' vuelve a ocuparse de religión, o más bien de los personajes bíblicos Caín y Abel: “¿De qué hablaban Caín y Abel / antes del crimen? // Uno pastor y el otro agricultor, / no les faltarían temas de plática”. Y lo desarrolla de una manera novedosa, aguda, sorprendente.

'Ventanas encendidas'

'Ventanas encendidas' VISOR

'Por qué como si estuvieran vivos…?' parte de una cita de Giovanni Giudici, una interrogación de por qué vestimos a los muertos como si estuvieran vivos. Alguien afloja el nudo de la corbata a quien reposa en el féretro. “Para que esté más cómodo”, dice, destapando el absurdo. Un poema de amor o erótico, con mucha carga psicológica, es el estupendo 'Me baño, te estás pendiente del teléfono', una composición luminosa y celebratoria y retrato de los alambicados vericuetos del deseo, por no decir retorcidos caminos. Por finalizar este repaso a siete de los mejores poemas del libro (hay muchos así), 'Nadie comprueba la verdad de un epitafio' es una interesante indagación en el tiempo, donde se compara esa postrimería, el epitafio, con el avizoramiento del horóscopo.

Leer a Morábito es salutífero para la inteligencia, aunque no sea la suya una poesía directamente reflexiva o filosófica. Brota de lo cotidiano, pero esto se transfigura mediante el enfoque, la mirada, y con versos que sin renunciar a la musicalidad huyen en todo momento del énfasis. Es la poesía de la naturalidad y de la visión distinta, también presente en los cuentos de su Jardín de noche (Sexto Piso) que hace unas semanas le han granjeado el muy prestigioso Premio Mazatlán de Literatura.