Los relatos sobre crímenes reales se han convertido en uno de los géneros más populares de la ficción actual. Son incontables los libros, series, podcasts y documentales true crime que exploran las figuras de asesinos en serie como Jeffrey Dahmer o Ted Bundy, detallando sus crímenes, profundizando en su psique e incluso, sugiriendo una perspectiva que pretende humanizar la figura del monstruo.
Jessica Knoll, autora de La chica que lo tenía todo (Rocabolsillo), propone en su novela Chicas brillantes (RBA), una perspectiva diferente y necesaria de los crímenes de Bundy, dejando de lado al asesino y centrándose en quiénes fueron las mujeres ‘brillantes’ que se convirtieron en sus víctimas.
El testimonio de las víctimas
Aunque basada en hechos reales, la mayor parte del relato es ficción, otro punto en el que Chicas brillantes se diferencia de la mayoría de true crimes. Las dos voces principales de la novela, Pamela y Tina, aunque no son víctimas reales de Bundy, nos guían en una narración con saltos temporales que comprende la última oleada de crímenes del asesino en los años 70, y abarca también las consecuencias de lo sucedido en la actualidad.
La novela comienza con el testimonio de Pamela Schumacher, miembro de la fraternidad universitaria Chi Omega. En 1978, Pamela se despierta de madrugada un día para descubrir que cuatro de sus compañeras han sido atacadas salvajemente: dos de ellas han sido heridas de gravedad y las demás, incluida su mejor amiga Denise, han muerto.
De manera similar, Tina Cannon se preocupa por la desaparición de su amiga Ruth Wachowsky. Al conocer los crímenes ocurridos en la fraternidad, se obsesiona con la posibilidad de que el hombre detrás de ellos le haya hecho lo mismo a Ruth. Movida por la necesidad de conocer la verdad, Tina contacta con Pamela, y ambas mujeres deciden aliarse para hacer justicia y asegurarse de que el asesino pague por lo que hizo.
Una perspectiva necesaria
La autora buscaba romper con el sensacionalismo presente en la mayoría de historias que tratan los crímenes sobre mujeres; también quería evitar a toda costa destacar la figura del asesino. Por este motivo, en Chicas Brillantes no se menciona nunca el nombre de Ted Bundy. En su lugar, Jessica Knoll se refiere a él como ‘el Acusado’, despojándole así de todo protagonismo.
De hecho, su autora ha mencionado en varias entrevistas y en sus redes sociales que una de las razones principales que la llevó a escribir la novela fue la indignación que le provocó saber que Bundy había sido descrito como un hombre inteligente y brillante, cuando en realidad no lo era.
En una entrevista para Vanity Fair, Knoll destaca cómo le sorprendió que los medios dijeran de él que había seducido a sus víctimas gracias a su atractivo y carisma, algo que le resultaba inexplicable porque había “muchas transcripciones, entrevistas con testigos que describieron encuentros con él o (...) con él y una víctima donde tenían muy claro que estas mujeres no estaban enamoradas de él. Estaban irritadas”. En realidad, Bundy fingía estar enfermo y sus víctimas se sentían obligadas a prestarle ayuda.
Incluso el juez que instruyó el caso se 'rindió' de alguna manera ante Bundy cuando habló de él como “un joven brillante” que había echado a perder su vida, una descripción que llevó a Knoll a titular su novela Bright young women (jóvenes mujeres brillantes), apropiándose de la expresión para recolocar el foco sobre las mujeres que asesinó.