Con Javier Cercas. Teníamos planeado hablar de la literatura catalana de hoy que nos gusta, yo tenía pensado en concreto elogiar los libros en catalán, poemarios y novelas de Valentí Puig, que siendo un escritor bilingüe para mí es el mejor escritor que tiene la lengua catalana, y la última novela de Ponç Puigdevall, Una novel.la comercial, de la que hablé aquí el otro domingo, y Les Possesions de Llucia Ramis, y Els meus millors pròlegs y Els últims dies de l’Eixample, sendas genialidades de  Ferran Escoda, y otras joyas de la literatura en catalán, y así demostrar que no soy un botifler a tiempo completo sino un lector que sabe reconocer lo bueno allá donde esté.

Y Cercas tenía que hablar de los autores que tradujo al castellano antes de dedicarse a tiempo completo a escribir sus propios libros. Pero la conversación nos llevó por senderos de la política lingüística, y de política en general, Cercas en el sentido de la tolerancia y el respeto, de una consideración de las cosas y de los conflictos desde una perspectiva europea, tal como ayer explicó aquí Gerard Mateo.

Los escritores Javier Cercas (i) e Ignacio Vidal-Folch conversan en el 'BCN Desperta!' SIMÓN SÁNCHEZ

Yo hubiera añadido, pero no se dio la ocasión, que los retos globales que nos tiene preparado el porvenir inmediato, relativos al cambio climático y las guerras, son de tal envergadura que nuestros conflictos domésticos perderán la virulencia que ahora los caracteriza, nos parecerán juegos de niños que se aburren. Sí, tiene razón Cercas en que el procés fue una respuesta local a la crisis del 2008, que tenemos medio olvidada cuando hizo incluso tambalearse el euro, y con él el proyecto de la CE, que sin la moneda no es nada. Yo añadiría que el aburrimiento (Pourquoi faut il que les hommes s’ennuyent, cantaba Brel, y Serrat le imitó en Per què la gent s’aborreix tant?) fue en mi opinión culpable principal de la enajenación del procés. Siento que nadie se fija en lo importante y difuso que es el aburrimiento y la desilusión, la decepción que provoca en el alma, lo movilizador que es, las ganas que da de creer en cualquier cosa… de cometer disparates.

Ah, si la vida se pareciese a la canción de Faggen Walk Beetwen Raindrops… qué felices seríamos. Pero sólo es una canción.  

Luego, cuando salimos del Palau Macaya, en el paseo de San Juan, donde este grupo de comunicación celebraba las jornadas de Barcelona, desperta!, Cercas y yo nos fuimos caminando por la Diagonal -una tarde soleada y agradable, como lo son casi todas en Barcelona--, e íbamos dándole vueltas al tema, recordando 2017. Yo señalé que lo milagroso, la gran suerte de aquellos días de insurrección fue que no se produjese ningún muerto en los enfrentamientos entre gente exaltada y policía nacional (los mossos no existieron).

Patada hacia delante

Resulta que Cercas tiene contactos en la dirección de la policía, seguramente establecidos a raíz de la escritura de su trilogía sobre su poli Melchor Marín (Terra alta, de 2019, Independencia de 2021 y El castillo de Barbazul, 2022) y me confirmó que el alto mando había transmitido encarecidamente a los agentes instrucciones de extrema moderación en toda circunstancia, para evitar precisamente lo que algunos anhelaban y tienen escrito con más o menos eufemismos: que se produjesen algunas muertes, para poder a continuación manejarlas políticamente, poner algunos cadáveres sobre la mesa de negociación. El resultado fue de OK (Cero Killed), sólo cuatro hospitalizaciones de alguna consideración, cuatro, muchas menos que las que fueron consecuencia del desalojo, en 2011, de la plaza Cataluña, tomada por los indignados por la crisis, y muchos menos que los mil heridos que se inventó el procesismo.

El escritor Ignacio Vidal-Folch, durante su conversación con Javier Cercas en la segunda jornada de BCN Desperta!, en imágenes Simón Sánchez

Quizá el hecho de vivir en Madrid me hace ver todo aquello, cuando pienso en ello, que no es muy a menudo, como una pesadilla borrosa e irrepetible, pero Cercas en cambio está convencido de lo contrario. Sostenía que el proyecto de futuro a largo plazo del nacionalismo, que asentó Pujol, es claro y coherente, que “delante” no hay nadie, nadie que piense a medio plazo, ningún proyecto más que la patada hacia delante

Predice que el procés, que algunos dan por muerto y enterrado, se repetirá más temprano que tarde, y esta vez, contra la ley de la historia señalada por Marx al principio de El 18 brumario de Luis Bonaparte (por cierto un ensayo febril y muy interesante pero que necesita una edición crítica con copioso aparato de notas que lo contextualicen, pues sin ellas le resulta ininteligible al lector de hoy), ley según la cual los acontecimientos trágicos de la Historia tienden a repetirse, pero se repiten en clave de farsa: aquí lo que fue una farsa –que se prolonga todavía en las cómicas escapadas de Puigdemont— volverá como tragedia. Es posible, pero ni él ni yo ni nadie tiene una bola mágica que nos permita ver el futuro.

De hecho no vemos ni siquiera el presente.