Este poema de Cirlot:
“Estaba yo sentado/ en el número 37/ de la Biblioteca Central/ para ver qué podía/ aprender de Rudolf Steiner./ Bruscamente/ te vi en el fondo de la sala”.
Este poema de Cirlot me ha vuelto loco, entre otros motivos porque tiempo atrás frecuenté la Biblioteca Central, luego rebautizada “Biblioteca Nacional de Cataluña”, si no me equivoco, y siempre al entrar en aquella elegante nave gótica sentía la gravitación de los siglos y el talento de los arquitectos medievales, y quién sabe, a lo mejor alguna vez me senté precisamente en el número 37, me propongo cuando vuelva a Barcelona averiguar dónde está exactamente esa butaca y desde allí miraré al fondo de la sala a ver si se materializa alguna presencia, siquiera la sombra de algún espíritu, o quizá la silueta de una mujer de carne y huesos: ¿quién sabe a quién vio Cirlot allí, “bruscamente”?
Acaba el poema sin mencionarlo, sin explicarlo, con esa mera alusión a la presencia, como si la visión misma, la experiencia de ver allí ya fuera todo. Quizá se trataba de alguien conocido, o quizá de alguna entidad anhelada, tan larga y profundamente anhelada que era como si ya se conocieran, como si ya les uniera una intimidad, y de ahí el tuteo. O quizá se tratase de un enemigo. Nunca lo sabremos, queda como un enigma de la literatura, de la poesía.
La obra de Steiner
Cirlot, como se sabe, era extremadamente inteligente, y por eso me conmueve la manera incierta, dudosa, en que en el poema formula su propósito de alcanzar un conocimiento determinado, de obtener sabiduría: “Para ver qué podía aprender de…” En fin, que el poema este me encanta.
En parte por eso fui el otro día al Centro Abierto de Antroposofía de Madrid, en la avenida del Doctor Federico Rubio y Galí (por cierto que este señor Rubio y Galí fue un cirujano, conocido como “el médico de los pobres”, filántropo, político), que se halla lejos de mi casa, más allá de Cuatro Caminos, en un barrio bueno, de calles espaciosas, arboladas, ligeramente empinadas, pero apartado. Allí se halla el centro abierto teosófico, donde unos iniciados estudian, semana tras semana, la obra de Steiner (1865-1921), que postula la existencia de un mundo espiritual objetivo, intelectualmente comprensible, accesible a la experiencia humana.
Vida mental paralela
Fui con unos amigos, a ver qué podía aprender de Rudolf Steiner, como Cirlot, porque he leído un poco su libro más famoso, La filosofía de la libertad, y mucho no entendí. El creador de la antroposofía tiene un sistema complejo que me parece disparatado y hasta delirante, como luego expondré, pero en su tiempo fue una celebridad, todavía tiene seguidores en todo el mundo y funciona en Basilea el Goetheanum, un singular edificio diseñado por el mismo Steiner de acuerdo a sus conceptos y teorías cósmicas y espiritualistas. Es una joya de la arquitectura moderna, pionera en el uso del hormigón visto, y estéticamente a la vez brutalista y simbólica. Funciona como sede de la Escuela Superior Libre para la Ciencia Espiritual y la Sociedad Antroposófica mundial, cuenta con aulas y teatros donde se enseña la antroposofía y se celebran cursos, conferencias, sesiones teatrales y encuentros de adeptos.
Bien, el otro día en el Centro Abierto de antroposofía no había mucha gente, parece que desde el Covid no han recuperado a los adeptos que antes lo frecuentaban. Había sólo cuatro personas, todas iniciadas, cordiales. Gente “normal”, con empleos corrientes, un bancario jubilado, un economista…, pero que han dedicado muchas, muchas horas a estos conocimientos o teorías indemostrables y poco plausibles. O sea, personas que además de la vida corriente llevan una vida mental paralela, seguramente insospechada por sus vecinos y amigos.
Después de que alguien observara que éramos siete personas en total, “o sea catorce espíritus”, empezó la sesión, según la costumbre, con la lectura de una frase de uno de los libros de Steiner, en esta ocasión decía algo así como “Ahora ya puedo pertenecerme a mí mismo, y expandir esplendorosa la luz interior en la oscuridad del espacio y del tiempo”.
Recuperar a los malos
Empezó la glosa de la frase, pero mis amigos, que son unos bocazas, se pusieron a hacer preguntas, y mientras los iniciados las respondían el hilo de la argumentación se quebraba, aquello derivó en caos. Alguien dijo que “los asuras son peligrosos, pero peor es el Demonio Solar, que se come los espíritus”.
Me enteré de que en un sistema planetario steineriano hay un “Antiguo Saturno” en el que “no existe el tiempo” del que el planeta que conocemos no es más que una reminiscencia; que hay otra versión del planeta solar donde antiguos astros equivalen a estados de conciencia que hay que ir depurando, el antiguo sol, la antigua luna, “donde se adquiere el cuerpo astral”, la tierra, donde si hacemos lo que debemos adquirimos “el alma de conciencia”, para ir subiendo hacia el Júpiter Nuevo, la Nueva Venus… Uno de los trabajos de los seres humanos, dijo un steineriano, es recuperar a los malos, Cuando, tras un camino de perfección lleguemos a Nueva Venus, todo el mal generado por la Humanidad se “descolgará” de nosotros. En Vulcano llegaremos incluso a ser creadores, como Cristo –que está en el centro del sistema solar--.
¿Nos vamos a la luna?
Se habló de las siete jerarquías angélicas, que son los Serafines, los Querubines, las Potestades, los Tronos, las Dominaciones, los Arcángeles y los Ángeles, cada una de las cuales corresponde un espíritu, sea del amor, de la sabiduría… Se habló de “planos” físico, astral, etérico, que habitan en el mismo ser humano., del cuerpo físico, etéreo, espiritual, del espíritu de vida y del hombre espíritu, estas dos últimas entidades serán desarrolladas en las fases siguientes de nuestro desarrollo, dentro de miles y miles de años. Supe que cuando dormimos nuestra conciencia se va a la luna.
¿Cómo, por qué procedimientos llegó a tan abstrusos conocimientos Rudolf Steiner?... ¿Y qué debía de pensar sobre todo esto Cirlot, en la Biblioteca de Barcelona cuando alguien bruscamente apareció en el fondo de la sala de techos ojivales? Misterios antroposóficos. Y ¿qué hicimos yo y mis amigos, terminada la sesión, cuando salimos del Centro? Eso ya no pertenece al mundo ocultista, pero tampoco estuvo mal.