A Ana Blandiana (Timisoara, Rumanía, 1942) la acaban de distinguir con el premio Princesa de Asturias de las Letras, que es uno de esos premios internacionales que concede España y con los que se premia sobre todo a sí misma. Claro que el o la galardonada recibe 50.000 euros, lo cual realza notablemente la distinción. Otilia Valeria Coman usa desde siempre como nombre de pluma el de la aldea transilvana donde nació su madre. Un poema suyo, titulado Todo se convirtió en su destino. Que Blandiana ya hubiera sido publicada en francés y en inglés preservó hasta cierto punto de la represión del régimen de Nicolae Ceaucescu a aquella joven poeta mal vista ya mal vista por el régimen debido a sus antecedentes familiares indeseables: su padre Georghe fue un sacerdote ortodoxo y ex miembro de la Guardia de Hierro, la organización fascista rumana de entreguerras, que purgó varios años de cárcel y al ser por fin liberado en el contexto de una amnistía sufrió un accidente de tránsito y murió.
Blandiana empezó como escritora de intereses trascendentes en 1959, bautizándose en el libro Treinta jóvenes poetas, pero mediados la década de los 80 empezó también a cultivar un tipo de poesía contestataria o de denuncia. La publicación del discreta pero clamorosamente desafiante poema Totul, del que hay varias traducciones en español, pero cuyo sentido y cuya naturaleza escandalosa no puede entenderse en nuestra lengua –salvo que un copioso aparato de notas explique verso a verso y casi palabra a palabra, cosa que haremos, dios mediante, el próximo domingo en Letra Global-- se debió a una serie de azares imprevisibles.
En 1984 el director de la revista Amfiteatru se tomó unos días de vacaciones, dejando la revista en manos de periodistas más jóvenes y osados o inconscientes. Uno de ellos fue a casa de Blandiana y le pidió que le diera tres o cuatro poemas inéditos para la revista, aprovechando la ausencia de la autoridad competente. La escritora le señaló un montón de papeles que tenía sobre el escritorio, le dijo: “Todos esos son manuscritos, coge los que quieras”. Entre los poemas que el redactor tomó y que aparecieron en el siguiente número de la revista figuraba Todo.
Esta composición en versos blancos consiste en una lista de cosas y de fenómenos, sin adjetivos calificativos ni verbos, en la que los lectores rumanos comprendieron de inmediato que se resumía la vida cotidiana en la escasez casi miserable y doctrinaria bajo la dictadura. “Hojas, palabras, lágrimas,/cajas de cerillas, gatos,/a veces tranvías, colas para la harina,/catarinas, botellas vacías, discursos…” Cada una de esas palabras era una denuncia de la deprimente pobreza. El último verso, que resume el poema, dice simplemente: “Todo”: eso es todo, todo lo que tenemos, todo con lo que vivimos.
La revista fue retiraba de la venta al cabo de pocas horas de publicarse, pero Totul ya circulaba por todas partes. El director de vacaciones y los redactores fueron despedidos. Blandiana fue puesta bajo vigilancia policial y reducida durante varios años al ostracismo y al silencio. Claro que estas situaciones acaban fermentando en una reputación pétrea. Con el paso del tiempo la represión se suavizó, y en el año 1989, pocos meses antes de la caída del régimen, la editorial más importante del país publicó una antología de sus versos. Pero según algunas fuentes el libro nunca llegó a las estanterías de las librerías.
Acompañar el sufrimiento
Después de la caída del comunismo Blandiana se metió en política, refundó el PEN club, organizó un centro cultural de memoria de la dictadura y publicó docenas de poemarios. Los más importantes están editados en español, en las editoriales Visor, Pretextos y otras. Actualmente es la escritora rumana viva más conocida en el mundo, junto con el novelista Mircea Cărtărescu.
En su aceptación del premio Princesa de Asturias escribe: “Me resulta difícil expresar mi emoción y gratitud por el gran honor que representa para mí la concesión del Premio Princesa de Asturias. No puedo evitar recordar a Platón que recomendaba la coronación de los poetas con laureles y su expulsión de la ciudad. Pero, ¿y si para mí la poesía es realmente un camino hacia la polis, una forma de quedarse, una forma de acompañar el sufrimiento de los demás?”