“Cirqueros”, dice David Toscana (Monterrey, 1961). Con unos amigos comentaban el estado de la literatura en México. Resulta que no hay una novela sobre el circo. ¿Cómo? “Pues esa la voy a escribir yo”. Toscana publicó hace 25 años Santa María del Circo, una obra que la editorial Candaya reedita ahora, con la intención de tener en su catálogo todos los libros de este escritor, que como Juan Benet y tantos otros, estudió para ser ingeniero, y se pasó al mundo de las letras. El libro deja al lector prendado, con la sensación de que siempre será necesario imaginar otras vidas, de que para el ser humano es una obligación idear una sociedad distinta, aunque todo pueda acabar mal, muy mal. Con el eco siempre presente de Don Quijote, David Toscana paladea las palabras, siempre con la una premisa: “sin ambigüedad no hay literatura”. En esta entrevista con Letra Global, en Barcelona, donde Toscana ha acudido a varios actos literarios, cerca, --en el Poble Sec—de la sede de Candaya, el autor va más allá, al señalar cómo las democracias están jugando con fuego, en todo el mundo: “La democracia lleva implícito el botón de la autodestrucción”, asegura.
Toscana acaba de ganar el premio de la Bienal Vargas Llosa, en 2023, con la obra El peso de vivir en la tierra. El propio autor peruano ha elogiado al escritor mexicano, que admite que sus libros son traducidos a muchos idiomas, a pesar de que no suele publicar más de una edición de cada uno de sus títulos. ¿Escritor de culto? Él se ata a la literatura, con una máxima: “Las novelas deben irritar, hacer reflexionar, y, a menudo, veo que muchos autores tratan de blindar sus textos para que no sean malinterpretados. No es mi caso. No he tocado ni una palabra de Santa María del Circo, ahora que se reedita, tras 25 años”.
Lo remarca porque la novela es dura. No superaría hoy lo políticamente correcto. Habría comentarios sobre cómo trata Toscana la cuestión de género, con el hombre musculoso del circo, Hércules, que se transforma en una mujer, en una prostituta. Y todos sus compañeros ya lo tratan con normalidad como una mujer.
Dos hermanos son los dueños de una compañía de circo, que recorre el norte de México. Son los hermanos Mantecón. La pelea se hace inevitable, y cada uno ‘ficha’ a sus hombres y mujeres del circo, y se separan. El enano Natanael, la mujer barbuda Barbarela, Hércules, Fléxor o Narcisa se quedan con Don Alejo Mantecón. Y, con la intención de sorprender con un gran espectáculo circense, llegan a un pueblo que está abandonado. ¿Y qué sucede? Quizá el sueño eterno de la humanidad, algo que llevamos siempre dentro: ¿Por qué no organizar una nueva sociedad, una vez está claro que nadie verá las atracciones del Circo?
Aparece un guiño de Toscana. El autor-creador deja que sus personajes hagan un sorteo para ver a quién le tocará ejercer una determinada misión en esa nueva sociedad, ya sea el médico, o el militar, o el sacerdote. Y ese posible mundo libre y mejor se acaba torciendo. ¿Juega Toscana con la democracia por sorteo, como sucedió en la Atenas clásica, donde los puestos de jueces y otras responsabilidades se elegían a través del azar? ¿Sería mejor o peor que las actuales democracias?
Toscana se pone serio, pero tampoco demasiado. “Esa Atenas que elegía por sorteo tenía una característica y es que en esa democracia participan unos 50.000 hombres, todos de una determinada edad, con una educación parecida. Habían vivido experiencias similares, en la guerra. Era, por tanto, un sorteo entre iguales. Y ahora estaríamos muy lejos de eso”. Pero, ¿sería realmente peor? Aquí el escritor duda, y pone el ejemplo de Donald Trump. “Bueno, nos podríamos preguntar cómo llega Trump al poder. Tenía dinero y un programa de televisión. A veces, cierto, el sorteo no nos puede dar tan mal resultado como esa elección de Trump. Quizá habría que volver hacia cierta aristocracia. La democracia lleva implícito el botón de la autodestrucción”.
La reflexión es aguda, vista la experiencia de los últimos años, ya sea en Estados Unidos, en muchos países europeos, o en México, el país de David Toscana. “Debería haber una democracia aristocrática, para poder elegir entre lo mejor. Si lo comparamos con un restaurante y te dan a elegir entre un ojo podrido o una res quemada…Eso es lo que nos ofrece hoy la democracia. En México no tenemos mucho dónde elegir. Yo suelo votar por el partido que no está en el poder, para poder creer en la alternancia, como una posibilidad democrática”, sostiene el autor de Santa María del Circo, la segunda novela del narrador.
En México se ha producido un fenómeno, a juicio de Toscana. “Se puede ir en contra de la democracia, porque puede haber electos, pero no son demócratas. Y es entonces cuando se destruye la democracia, desde dentro”. El legado de López Obrador, que ya no se presenta para otro mandato, es un México “militarizado”, a juicio de Toscana, que no ve un futuro claro para su país, a pesar de que hay otras visiones que alientan un México poderoso, con un vigoroso crecimiento económico. “El México que queda ahora es poco democrático. Ha habido un ataque contra la corrupción que no ha servido de nada, y no nos toca más que, por tradición, tener fe en el futuro, aunque doy por hecho que las elecciones las ganará Morena, el partido en el poder”.
El escritor recuerda el momento en el que escribió Santa María del Circo. Ahora, con la voluntad manifiesta de Candaya de recuperar títulos y de editar todo su trabajo, con el amor que le profesaba el cofundador de la editorial, Paco Robles, fallecido hace algo más de un año, Toscana reflexiona sobre los papeles que a cada uno le toca hacer. “Escribí la novela a comienzos de 1995, con una crisis monumental en México. Perdías la casa, subían los pagos de todo, y buscando empleo me daba cuenta de lo que era el azar. Había posibilidades para esto o lo otro. Y me preguntaba si aceptamos un rol sólo porque es el que ahí se presenta y nos marca. Estaba en un periódico, en un anuncio de trabajo, pero al día siguiente podía ser otro. Por tanto, en qué medida somos libres y qué parte de todo es azar”.
Los “cirqueros” aceptan su suerte, pero buscan otra cosa. “Casi todos tenemos sueños más ambiciosos que la realidad. Estos personajes ven casas vacías, pero para ellos son un paraíso. Se dan cuenta, sin embargo, de que no hay agua, de que no se puede vivir. El entusiasmo inicial cambia por completo”, señala Toscana, que recuerda una de sus grandes inspiraciones, el cuento de Onetti, Bienvenido, Bob. “Es sobre un chico que iba a ser un genio y al final acaba derrotado, en un bar, pidiendo dinero para pagar la bebida. Es un cuento que me marcó mucho. Pensé que iba a dejar mi carrera como ingeniero para hacer el ridículo. Esos cambios de roles los plasmo en la novela, con una reivindicación clara de Don Quijote, ese ángulo quijotesco con el que se quiere cambiar la realidad y vivir otra”.
La literatura, como enseñanza de vida, lleva a la política. Toscana se pronuncia sobre Argentina, con el fenómeno político de Milei. “Aunque la medicina sea dura, debe haber un cambio. La izquierda habla de tragedia, con Milei, pero no ha pasado nada todavía, ni bueno ni malo. Mi juicio sobre Milei es positivo, porque apuesto por la alternancia. Y ciertas corrientes de gobierno se eternizan. Se necesitan cambios”.
Un escritor mexicano editado por la editorial española Candaya, para España. ¿La literatura latinoamericana precisa del sello de España para poder tener éxito en otros países del continente? Toscana se pronuncia con determinación. Él vive en Madrid, pero señala el papel claro de Barcelona, como capital de la edición. “Siempre digo que literariamente el vuelo entre México y Buenos Aires hace escala en Barcelona, y eso tiene que ver con los grandes grupos editoriales. Antes muchas editoriales se conocían por los nombres de sus editores, como Seix Barral, y cada editor quería que sus libros circularan por todo el mundo. Ahora cada grupo se cuida de un territorio. Firmas en México, y te piden los derechos para todo el español, pero sólo están interesados, en realidad, en poder vender en México. Ojalá hubiera un sindicato de escritores para defendernos o para que no se permitiera a las grandes que pudieran fagocitar a las pequeñas. Un mundo más justo, por tanto, entre editores, libreros, escritores y lectores también”.
La pregunta, sin embargo, se mantiene en el aire. Y Toscana no la elude. “Hay mundos cerrados, y a menos que tengas el aval de España es difícil vender en otro país latinoamericano. Puedes vender en México, pero no en Chile, por ejemplo. Debo decir que nunca he sido ‘exportable’, y en México me cuesta agotar una primera edición, pero con Candaya hubo un romance. Me habían leído y comencé a publicar con ellos”.
Ahora bien, 25 años después, su novela renace, y sirve como termómetro de todos los cambios de las sociedades occidentales. Hay palabras duras, expresiones, giros, sin ninguna concesión a lo políticamente correcto. Toscana asegura que seguirá esa misma línea. “Hay muchos novelistas que blindan sus textos para que no haya malinterpretaciones, para que no se pueda decir nada que les señale. Pero creo que sin ambigüedad no hay literatura. Hay mucha voluntad de librarse moralmente de las cosas. No es mi caso”.