Uno de los misterios de la novela policíaca española es Juan Enrich. Nacido en 1930, publicó cinco novelas durante los años cincuenta del siglo pasado y nada más se supo. Y se desconoce si era su identidad real o un pseudónimo. Pionero de la novela policíaca de posguerra, creó el Archivo Policial Fosey, apellido del comisario que protagonizó sus cinco novelas: El secreto del Molino, El asesinato del sr. Martel y La venganza, en 1952. La banda del jorobado y su más célebre El crimen del metro, datan de 1956. De las otras cinco que anunció y publicitó no hay ni rastro por las librerías de lance. Sea como fuere, en su tesis doctoral sobre la novela policíaca española, Francesc Cristòfol considera que “J. Enrich fue el mejor modo de hacer de Simenon”, lo que le sitúa en la élite de la novela criminal de su tiempo. Sin embargo, se ignora smurió no se sabe dónde, cuándo, cómo ni de qué murió. Preguntas que todo policía, como el comisario jefe de la Brigada de Investigación Criminal Juan Fosey, debería resolver.
Tener en Barcelona un George Simenon (Juan Enrich) y un héroe como el comisario Maigret (Juan Fosey), que se movían también por la Costa Brava, Madrid, Salamanca, Portugal y Brasil, fue un lujo literario cuya pista se ha perdido. Ambos Juanes vieron la luz en la editorial A. Gimeno Sorolla. El editor, Albert Gimeno Sorolla (Barcelona, 1902-1963), fue avicultor, impresor y alcalde de Martorelles, municipio del Vallés, durante cuatro meses de 1931. Condenado en consejo de guerra sumarísimo, al salir de prisión fundó su editorial, con una visión publicitaria adelantada a su tiempo, concursos para los lectores y premios de 1.500 pesetas. Su pasado político explicaría por qué sus libros esquivaban la censura con pseudónimos, mezclaban apellidos ingleses con catalanes y españoles, y su Barcelona de ficción parecía Nueva York. También, porque en las aventuras de Fosey, los malvados eran de las clases altas, banqueros que falsificaban billetes, industriales del hierro y del acero, algún marqués, administradores de fincas, funcionarios de obras públicas corruptos, coleccionistas y atracadores de joyas y arte… Quizá por esto, la censura se percató tarde de la inquina de clases y no aparecen las otras cinco novelas anunciadas. En todo caso, sus sucesores siempre han negado la hipótesis de que Gimeno fuese Enrich.
Otra teoría es que Enrich era también el Enrich pseudónimo del dibujante Enric de Manuel González (1929-2013), padre de personajes de tebeo como Jaimito, El Caco Bonifacio y El reporter Tribulete, entre otros. Pero en su larga biografía como dibujante no se cita que ilustrase las novelas de Fosey ni sus atractivas portadas. Aún así, los retratos dibujados del comisario y sus ayudantes Bays y Rader bien pudieran deberse a él. Porque el Fosey literario, “alto, de complexión atlética, vestía con distinción”, encaja con los galanes cinematográficos de la época. La crítica calificó las novelas de Enrich de sorprendentes, emocionantes, apasionadas y “de valor literario magníficamente presentadas”. Así era, porque costaban entre 20 y 50 pesetas, el salario medio de un trabajador era de unas 10.000 pesetas y una máquina de escribir valía casi 6.000 pelas o rubias. Estos precios distanciaban las aventuras de Fosey, que también se vendían a plazos, de las populares novelas de quiosco. Como las del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía, que ahora se reeditan y venden a un euro en bazares chinos.
Según la publicidad, “El inigualable cerebro del comisario Fosey y sus ayudantes vencen al mal de forma viril y precisa”. Hoy parece machista y dudoso, ha dado pie a la sospecha de que J.Enrich fuese el pseudónimo de una mujer. Esta duda se basa en que entonces estaban de moda grandes escritoras españolas como Carmen Laforet, Carmen Kurtz, Ana María Matute o Mercedes Salisachs. Al fin y al cabo, a menudo, las mujeres son las mejores conocedoras y analistas de la mentalidad y las actitudes masculinas. En aquel entorno, Enrich y Fosey no crecieron bajo la sombra de los enormes escritores de la generación de postguerra.
El editor Gimeno Sorolla logró competir pero no subsistir ante potentes editoriales que publicaban novela policíaca. Como Molino (Agatha Christie), Luis de Caralt (George Simenon), Aguilar (Arthur Conan Doyle y Dashiell Hammett), Plaza (Chesterton), Bruguera (Boris Vian), Barral (Stanley Gardner)… Sus personajes quedaron eclipsados por autores españoles de novela negra como José Mallorquí, Noel Clarasó, Mario Lacruz, Tomás Salvador, Manuel de Pedrolo, Gonzalo Suárez, Francisco González Ledesma... Y el grande entre los grandes fue Francisco García Pavón padre del entrañable Plinio, jefe de la policía local de Tomelloso. Con sus aventuras en el mundo rural, fue el más alejado de la tradición anglosajona. A esta competencia se sumó el taxista y detective Taxi Key, protagonista de una ficción radiofónica de Radio Barcelona que fue una de las series policiacas más largas de la historia de la radio española. Se titulaba ¿Es usted un buen detective?
En aquel amplio mercado, no es raro que Enrich y Fosey sólo hayan merecido que sus nombres sean citados en La novela policíaca española. Los grandes nombres, de Juan Montero Aroca. Pero no aparecen en los tratados de Rafael Vázquez de Parga Los mitos de la novela criminal. De la novela policíaca a la novela negra y La novela policíaca en España. De igual modo, a pesar de su relevancia política y profesional, Albert Gimeno Sorolla y su editorial no están aún en las monografías sobre historia de los libros y de la edición que publica el Gremio de Editores de Cataluña. Extrañamente, porque su vida y obra son interesantes y curiosas. Sucedió que, en realidad, Gimeno SorolIa era impresor (Gráficas Condal -Clot, 106). Y su socio Enric Corominas Cortés (otro Enric para el misterio) era un prestigioso catedrático de la Escuela Superior de Agricultura de Barcelona. Ambos iniciaron una línea editorial para tener las máquinas ocupadas cuando había bajones de trabajo en la imprenta y publicaban libros de agronomía i ganadería bajo el sello Ediciones Gea. Esto demuestra cómo se rentabilizaba la producción en aquellos tiempos de escasez y cómo se podía simultanear sesudos tratados sobre las gallinas con novelas de crímenes.
No se sabe si la reedición del archivo Policial Fosey sería posible, pero los degustadores de novela negra se llevarían gratas y divertidas sorpresas. Porque ahora que está de moda reseguir rutas literarias de autores contemporáneos como Vázquez Montalbán, Almudena Grandes, Cela y tantos otros, la de Fosey les haría perderse por Barcelona. Así, la Plaza Oriente no tiene metro. El paseo del Apolo 653 donde viven Fosey, señora e hijo no existe. Tampoco: el Paseo Bonanova 1673, la Avenida de Roma 1820, ni Provenza 1080… Y menos la Granvía de la Diagonal… El contraste real es la Calle de la Paja 80, cerca de donde nació Terenci Moix. No se encuentran el Café Gato Amarillo, el Salón Dexta ni La Bombonera Verde. Desapareció el Teatro Calderón de la Rambla Cataluña. Quedan el Hospital Clínico, la Pensión Hispania, ahora hotel de lujo, el Liceu, el Club de Tenis Barcino, el Real Círculo Artístico y el Paseo de Gracia, “el más céntrico e importante”. El aeródromo del Prat es el aeropuerto que no ha cesado de crecer. Permanece también la Iglesia de la Concepción, ahora basílica. Con todos estos detalles, se comprende por qué el misterioso Juan Enrich se rió y se alejó de la tradición anglosajona y se acercó a la francesa. De ahí a ser renombrado el Simenon español, sólo hubo un paso y muchos misterios por resolver.