“Es el amor del que hablo. Yo no sé hablar de otra cosa, ese es mi único tema. Todos mis poemas o, mejor dicho, esas hojas que he recogido entre las ruinas, son poemas de amor”, escribió Raúl Zurita en 'Las opacas estrellas', un ensayo recogido en Ensayos reunidos (Random House), el volumen que reúne textos escritos entre 1996 y 2023. Los artículos y estudios aquí reunidos presentan al Zurita lector, admirador de Gamoneda, al apasionado de Dante y de Homero o al entusiasta de Neruda o Vallejo. Encontramos también al crítico, al lector privilegiado que convierte cada lectura en una forma de escritura. Y encontramos, obviamente, al poeta. A través de estos ensayos, Zurita reflexiona sobre su concepción de la poesía, su relación con la lengua, la idea de belleza o el sentido de la poesía. Toda la lucidez y brillantez de un poeta imprescindible.
–En Sobre la noche el cielo y al final el mar, escribe: “Creemos ser uno solo, pero somos tantos y la historia de uno es la historia de todos, desde una pelusa de polvo hasta las estrellas de la noche”. ¿De qué manera esta idea, muy presente en sus ensayos, y unida a la idea del yo como un nosotros, está a su vez relacionada con su concepción de la poesía?
–Creo que la poesía es el intento más radical por decir con palabras de este mundo cosas que ya no están este mundo. He creído que no hay un antes y un después en poesía, que todos los poemas están siendo escritos simultáneamente y que son respuestas a preguntas que aún no han sido formuladas. El tema de la poesía es posiblemente el tiempo. A uno de esos tiempos, solo uno, es al que estamos condenados: la historia.
-“Al contrario entonces de la afirmación de que la poesía es un acto solitario, el hecho es que nadie escribe solo, se escribe con la tonalidad de la historia y si la escritura de un poema es un acto íntimo lo es sólo porque nada es menos íntimo que la intimidad”. ¿Tenemos una idea errónea de lo que es la intimidad?
-La afirmación romántica de que la poesía es el más solitario de los oficios, el más íntimo, es, por lo menos, equívoca, porque en realidad nadie escribe solo. Se escribe con la totalidad de la historia, con los recuerdos y los olvidos, con el sonido de la ambulancia que cruza la calle, con la última pesadilla, con el café que te estás tomando, con la noticia de un golpe de Estado que acabas de escuchar en la radio… Al final nada hay más público que la intimidad ni nada es más íntimo que lo público.
-Leyéndole da la impresión que esa totalidad con la que se escribe, sin embargo, parece estar marcada por una herida, por la pérdida.
–No hemos sido felices, es la única constatación de la que podemos estar seguros. No fuimos felices y todo aquello que entendemos por arte no son sino las ruinas que quedan de una batalla por la felicidad incontables veces perdida. La tarea no era escribir poemas ni pintar cuadros; era hacer del mundo algo decente y los restos triturados de esa tarea cubren la tierra. Todos los libros que se han escrito, todas da sinfonías, pinturas, frescos, son como los despedazados registros de las desgracias, sufrimientos, holocaustos, esperanzas, de los que continuamos siendo testigos y, al mismo tiempo, son el registro de la compasión. De ese amor por cada detalle del mundo y de las cosas, como si esparcida también en cada uno de esos restos, ese esfuerzo casi infinito de la demolida belleza, intentara preservarnos de esas mismas desgracias, sufrimientos y holocaustos.
-¿Esa poesía que no va más allá del yo, la poesía solipsista, le interesa?
–Me refiero, creo, a esas toneladas de poemas autistas, casi ininteligibles, que apelando al yo, yo, yo, creen tocar las zonas más hondas de lo real, cuando lo que tocan son las zonas más pobres y fáciles de lo irreal. Pero a diferencia de las ciencias exactas donde basta un solo contraejemplo para que todo el modelo se derrumbe, en arte y poesía todos son contraejemplos. En este segundo alguien está escribiendo un poema solipsista, del yo, yo, casi ininteligible, y es tan bello, pero tan bello, que lo que acabo de decir se va también, y en este mismo instante, a la basura.
-En sus ensayos habla de la “lengua culpable y a la vez nutricia”. ¿El español es la lengua de la que nutre el escritor latinoamericano pero también es la lengua del conquistador?
-Una lengua es el sonido de todos los que la hablan y el sonido de todos los que la hablaron (o la padecieron). Cerca del final de su poema 'España, aparta de mí ese cáliz', César Vallejo ve "la letra en que nació la pena". “Si cae -digo, es un decir- si cae/ España “¡Cómo vais a descender las gradas del alfabeto/ hasta la letra en que nació la pena!”. Lo que Vallejo está afirmando es que en Hispanoamérica, el dolor es inextirpable porque está clavado en cada átomo del idioma que hablamos. Al escribir en castellano su poema da cuenta, como le ha sucedido a otros, en otras lenguas, en otros tiempos, en otros lugares, del desgarro que significa escribir en un idioma que es el que se posee y al que se le tiene gratitud y, simultáneamente, resentimiento, porque recuerda permanentemente el aniquilamiento y la muerte en vida que su imposición significó para tantos.
-¿Qué significa para la escritura latinoamericana relacionarse con una lengua que es la suya, pero que nace de la conquista?
-Me parece que esa doble cara, la de la gratitud y el rencor, es la que cruza toda esa deriva que llamamos literatura hispanoamericana.
-Se lo preguntaba teniendo presente el hecho que usted, al referirse a Neruda y a Vallejo, habla de seres que quieren “ser reconocidos como hijos frente a una madre que nunca lo ha hecho”.
-En alguna parte de esos ensayos creo haber dicho que llama la atención que hayan sido dos poetas sudamericanos, Vallejo con España, aparta de mí este cáliz y Neruda con España en el corazón, quienes hayan escrito dos de los libros de poesía más apasionados, conmovidos y comprometidos de la guerra civil española, los más intensamente enamorados de España, de la madre patria. Es como si ellos quisieran ser reconocidos como hijos frente a una madre que no lo ha hecho o que no lo ha demostrado lo suficiente. Es como si quisieran ser más hijos que los hijos.
-Antes aludía a esta cuestión, pero quiero preguntárselo directamente: ¿la poesía, como diría Pound, nace de la pérdida del paraíso, de una herida?
-Sin herida no hay arte. Solo los enfermos, los débiles, los heridos por heridas que solo ellos conocen son capaces de darle belleza a esas montañas de escombros que son los cantos, los poemas, todo lo que se denomina arte. Pero la belleza que emerge de lo débil, de lo contrahecho, de lo mutilado, suele ser intolerable. Todos los totalitarismos son, antes que nada. esa intolerancia a la belleza de los proscritos. Y esa intolerancia es monstruosa, llega a Auschwitz, a Hiroshima, a la desertificación del planeta, a los nuevos fascismos y mucho más allá, al posible final de todo.
-¿De ahí que la poesía es la posibilidad de pensar un futuro distinto?
-La poesía no puede derrocar una dictadura, ni detener la explotación de los niños, ni frenar las guerras ni revertir la ebullición global, pero sin la poesía ningún mundo nuevo es posible. Ella representa el esfuerzo más extremo por darle a los datos la profundidad y la compasión que los datos en sí jamás tienen.
-Usted formó parte del Colectivo de Acciones de Arte y llevo a cabo acciones poético-políticas contra el régimen de Pinochet. Teniendo en cuenta esto, así como el papel de Neruda en el viaje del barco Winnipeg de los refugiados españoles, quiero preguntarle sobre la relación entre poesía y acción. ¿La poesía trasciende la palabra escrita?
-Sí, fui parte de ese grupo. Éramos cinco pequeños tipos rotos en un pequeño país roto tratando de hacer algo en la noche de la dictadura. Ahora, frente a su pregunta sobre la poesía y la acción, creo que desborda la palabra poesía y la palabra acción. Al final se trata de la pregunta clásica sobre para qué sirve la poesía. La respuesta inmediata seguramente sería que no sirve para nada y que, de desaparecer, nadie se daría cuenta. Pero ¿es en realidad así?
Creo que es exactamente lo contrario aunque la razón para creerlo no es feliz; mientras haya un solo ser que sufra la poesía continuará siendo el arte del futuro. Lo que quiero decir, en concreto, es que aunque nadie la escuche, si la poesía termina, es decir, si todos que escriben poemas dejaran de golpe de hacerlo, la humanidad desaparecería en los próximos cinco minutos. No es una imagen; desaparecería literal, físicamente, porque el fin de la poesía significaría que se han acabado todos los sueños. Podemos vivir 72 horas sin agua, pero sin un sueño, sin la imagen, aunque sea muy tenue, de una nueva mañana que nos espera al cruzar las pesadillas de la noche, no sobreviviríamos un segundo.
-No quiero dejar de preguntarle sobre la importancia que tiene para usted, como poeta y lector, un autor como Dante, pero también Homero, pues la Odisea y la Ilíada son citadas también de forma recurrente.
-Los clásicos no lo son tanto porque constituyan el reflejo el más rotundo de una época o de una circunstancia; el rapto de Helena por Menelao y sus fatídicas consecuencias, por ejemplo, sino porque sean cuales sean las exégesis, las lecturas o las interpretaciones que se hagan de ellos, siempre le dan al que los lee un relato de su propia vida. Por eso no tienen fondo. Por eso nos emocionan tanto. Es mi vida la que lee la Odisea y habérnoslo mostrado, como lo hizo James Joyce en Ulises, es un hallazgo no menos crucial que el de Einstein con la Teoría de la gravedad.
Esa complicidad absoluta que las grandes obras crean con sus lectores es la que nos lleva también a sentir, aunque sea fugazmente, que ellas nunca debieron ser escritas porque eso significaría que la violencia y locura de las que tuvieron que dar cuenta, nunca ocurrieron. Porque hay un canto infinitamente más bello y emocionante que todos los cantos de la Ilíada y la Odisea, más infinito que la Divina Comedia, y es que en una tierra ahora inconcebible, que haya terminado con las causas de la violencia, podamos olvidar esas cumbres, olvidarlas para siempre.
-Por último quiero preguntarle sobre la relación de la poesía y la muerte o, mejor dicho, de la poesía como algo eterno: “Hay palomas en la eternidad: sus poemas son la eternidad”. ¿La poesía es la expresión de la inmortalidad?
-Gamoneda es un poeta fascinante, entre infinitas razones, porque muestra que si la poesía es expresión de algo es de la muerte, no de la inmortalidad. De ese fin inminente, seco y duro. En la poesía, tanto en la escrita en los libros como la que entrevemos en nuestros sueños, todo está dicho: el presente, el pasado y el futuro, igual que Casandra, esa hechicera troyana cuya condena es saberlo todo, pero a la que nadie escucha. La poesía es la Casandra de nuestro tiempo; lo sabe todo, pero nadie la escucha.