Marina Porras (Barcelona, 1991) es incisiva. Defiende su propia visión sobre uno de los grandes referentes de la literatura catalana, el poeta Gabriel Ferrater. Profesora de Humanidades en la UPF, su libro Donar nous als nens (Comanegra) ha provocado dolores de cabeza en otros especialistas. Se trata de una selección de textos de Ferrater, con la inclusión de entrevistas, algunas muy polémicas, entre ellas una de Baltasar Porcel y otra del italiano Roberto Ruberto. Pero Porras coloca su sello con un breve ensayo biográfico sobre Ferrater, que no esconde comentarios afilados. En esta entrevista con Letra Global, después de un acto público sobre el poeta en la librería Byron en el que participaron Jordi Amat, Jordi Ibañez y Andreu Jaume, especialistas también en la figura del autor de In Memoriam, Porras expresa su punto de vista, sin querer entrar en polémica con nadie, aunque ya lo hizo con Jordi Amat, después de que el ensayista publicara Véncer la por (Tusquests) sobre Ferrater.
Porras entiende que la visión que tengamos sobre Ferrater debe partir de la vía en la que hemos llegado a conocer al poeta, traductor, ensayista y crítico artístico. “Yo entré en Ferrater por la vía de sus textos sobre la literatura catalana, y me llevó a realizar mi tesis doctoral sobre ello. Pero es verdad que muchos lectores entran por las memorias de Carlos Barral, o a través de Gil de Biedma. Y eso me parece esencial, porque a mí lo me interesó es su papel como crítico literario, que es de primer nivel, y creo que no acaba de estar situado como debería”.
Porras entiende que Ferrater, lejos de ser considerado como alguien que no estuvo muy interesado en la política, en lo que se iba decidiendo en los años anteriores a la transición, fue un escritor “político”. Para la autora de Donar nous als nens Ferrater pasa por el filtro político a los autores catalanes que él escoge como modelos, comenzando por Carles Riba. El poeta señaló, con la llamada “máquina de tortura”, que la literatura catalana se veía sometida a la presión del catalanismo político. Es decir, que los escritores catalanes servían en cuanto podían ser útiles para la causa.
“Yo tengo la sensación de que Ferrater, a pesar de formar parte del canon poético catalán de la segunda mitad del siglo XX, se le ha presentado muy a menudo como el ‘catalanet’ de toda una serie de miembros de la mala llamada Escuela de Barcelona, unos autores de los años 50 en Barcelona que comienzan a crear una literatura falsamente transgresora. Y se puede conocer a Ferrater a través de los diarios de Jaime Gil de Biedma, pero se distorsiona su imagen, la de un señor amigo de toda una serie de poetas catalanes de postguerra, de creadores interesados en la literatura catalana, en la cultura y la lengua catalanas”.
Esa visión se complementa con el propio trabajo de Ferrater, como lector y profesional para distintas editoriales que recomienda la publicación de escritores. Porras entiende que esa es, también, la gran aportación del poeta. “Ferrater pone a dialogar a la literatura catalana con todas las literaturas del mundo, y lo ve que es que las literaturas están relacionadas con el poder. Es cuando señala que en la literatura catalana hay más poesía que prosa, y dice que la prosa está relacionada con la política. La novela, entiende, es un producto de los estados, guarda relación con una sociedad estructurada en diferentes clases sociales, con un centro de poder. Por tanto, en Catalunya no hay tanta novela, viene a decir, porque no hay una sociedad desarrollada de forma normal, porque no hay un poder de un estado, en comparación con países como Francia o Inglaterra”.
Entonces, ¿estuvo Ferrater al margen de la política, por encima, con mucha distancia sobre el poder político? Porras lo tiene claro. “Me parece que se ha tomado una vía fácil, la de decir que Ferrater no era un nacionalista, que no estaba ideologizado en una época de ideologías, un señor que iba por libre. Creo que es una visión simplista. Señalar que Ferrater iba por libre es reduccionista, es una visión española, en el fondo, y me parece que no cuadra nada con su idea. Yo no conozco ningún estudioso de la literatura más interesado en la política que Gabriel Ferrater. Si leemos sus textos, piensas, ¿cómo se puede hablar de él como alguien apolítico, o como alguien que no está interesado en las ideologías, cuando la base de su teoría sobre la literatura se basa en eso?”
¿Entonces? “Ferrater tiene unos mínimos de lealtad muy claros, que, para mí, pasan por la lengua, por la lengua catalana”.