Confieso que no soy muy de redes sociales. Estoy en Facebook porque me dedico a escribir y ahí puedo colgar mis artículos (y alguna que otra reflexión más o menos profunda), masajearme el ego y dar la chapa. Por Twitter nunca me he acercado porque me da miedo: tengo la impresión de que es un reducto de amargados y una fuente de tanganas permanente (aunque hay quien me asegura que se encuentran cosas interesantes). Tik Tok es para adolescentes bailongos y en Instagram estoy prácticamente de oyente, pues solo cuelgo la foto del último libro que he publicado, por si alguien pica y se anima a comprarlo. Pero mi principal motivo para tener una cuenta en Instagram es poder seguir a diario la del artista alternativo (y humorista criminal) que se hace llamar Pulp Brother, aunque su nombre auténtico sea Javier Mayoral, un español de 62 años de edad que, al principio de la treintena, emigró a Estados Unidos y, tras pasar por Nueva York, Phoenix y San Francisco, vive actualmente en Miami.

Yo no había oído hablar de Pulp Brother hasta que me lo recomendó nuestra común amiga Isabel Coixet, feliz poseedora de varios cuadros suyos que le encargó el cartel de su última película (o penúltima, si contamos la recién finalizada adaptación de la novela de Sara Mesa Un amor), Nieva en Benidorm, una de sus obras más conmovedoras que, desafortunadamente y entre la pandemia y el desinterés del público, pasó injustamente desapercibida. Siguiendo su consejo, me di de alta en Instagram, pues ahí es donde el señor Mayoral cuelga la totalidad de su obra (que también puede adquirirse en la web pulpbrother.com), que no dudo en calificar de fascinante por esa peculiar mezcla de pintura y humor salvaje que la caracteriza.

Arte de Javier Mayoral / INSTAGRAM-JAVIER MAYORAL

No sé si Pulp Brother pone la pintura al servicio del humor o viceversa, pero el resultado es muy estimulante (también tiene una línea más o menos seria, de índole sexual, que está muy bien, pero el grueso de su producción recurre a un humor absurdo y casi subnormal, en el mejor sentido del término, que puede emparentarse con la de humoristas gráficos delirantes como el norteamericano Gary Larson, creador de la serie The far side, o el británico Glen Baxter, que ha publicado en España Anagrama ante el desinterés generalizado de los lectores de nuestro país.

Animar la existencia

Los cuadritos de Pulp Brother llevan, como los de Ed Ruscha, textos fundamentales (ahí se acaba el parecido entre ambos artistas), que complementan o contradicen la imagen que nos ofrecen. Conceptos delirantes, ideas de bombero, sugerencias aberrantes, inspiraciones demenciales, comentarios irónicos y sarcásticos y genuinas ideas de bombero constituyen el grueso de la parte literario-filosófica de la pintura de nuestro hombre, que practica como pocos el arte del running gag o chiste recurrente: hay personajes que salen constantemente en sus pequeños lienzos, casi siempre en situaciones poco respetuosas; Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir se llevan la palma, pero también se insiste en la presencia de estrellas de rock (Mayoral tiene una divertida obsesión con el grupo alemán Kraftwerk) , figuras del cine, celebrities reales o de chichinabo, personajes pintorescos de la historia de la humanidad y un largo etcétera de gente que jamás pensó que acabaría en un cuadrito adoptando una posición no excesivamente lucida.

Aunque ha hecho exposiciones en medio mundo, el señor Mayoral es, principalmente, un artista de Instagram, donde, en el 2021, contaba con más de 200.000 seguidores y acumulaba un total de 9.000 obras. Su ritmo de producción es vertiginoso, pues cada mañana te encuentras tres o cuatro aportaciones nuevas, todas ellas de un nivel medio brillantísimo, que te garantizan una sonrisa y, con cierta frecuencia, una franca carcajada ante la última chaladura que se le ha pasado por la cabeza a nuestro hombre. Sigo sin saber si estoy ante un pintor o un humorista, ni si Javier Mayoral es un artista con sentido del humor o un maestro de la irrisión filosófico-delirante que se apoya en la pintura para exponernos su muy particular visión del mundo, pero me da lo mismo porque siempre me alegra el día.

Hablando en plata, Instagram me la pela bastante, pero no me pienso ir de ahí mientras Pulp Brother lo siga conservando como su centro de operaciones. Con las pocas personas que le animan a uno la existencia, no estoy dispuesto a prescindir de ninguna.