Recordando un fragmento de Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, Nuccio Ordine recurre al joven protagonista de Goethe cuando pregunta su madre: "¿Es inútil todo aquello que no nos llena la bolsa de dinero?" Con los años, Wilheim se convierte en médico después de comprobar que su diletante interés por el teatro y las marionetas le revela que lo inútil nos ayuda a dar un sentido profundo y noble a nuestra vida. Limitarse a perseguir lo útil, simplemente, reseca el espíritu. En cambio, conocer los múltiples aspectos del mundo, aparentemente fútiles, ayuda a ser realmente útil a los demás. En una carta, el escritor turco Nazim Hikmet, encarcelado por su oposición al régimen de Kemal Atatürk escribe desde su celda que no renuncia rotundamente a la plenitud de la vida, gracias a sus saberes inútiles. Margarita Yourcenar recuerda, en su Adriano, que construir bibliotecas es como levantar graneros públicos. Y Thomas Mann le hace prometer al heredero de los Buddenbrook que solo emprenderá negocios que le permitan dormir por la noche; con dinero se compra todo menos el conocimiento, que no es un don, sino "una laboriosa conquista"(Platón; El banquete).
Son ejemplos del pensamiento portátil de Nuccio Ordine, un filósofo que merece un lugar destacado en la arquitectura del pensamiento crítico contemporáneo. Un docente al que, en España, podríamos situar a medio camino entre Ortega y José Antonio Marina, productos de dos etapas distintas, pero unidos por enjambres de hilos que convergen en el conocimiento como fuente de satisfacción. Para explicarlo, Ordine, en uno de sus escritos, recurre a la música: "¿En qué me beneficia ir a un concierto? Mi amor por la música es un amor desinteresado y sólo eso me hace feliz".
Ayer sábado, al conocer su muerte, un escalofrío recorrió los centros de conocimiento de media Europa, su continente amado. Nuccio Ordine, Premio Princesa de Asturias 2023, ha fallecido a los 64 años, después de haber sido ingresado de urgencias el pasado domingo. La salud, que ahora le ha señalado casi repentinamente con un desenlace trágico, ha sido uno de los temas centrales de su pensamiento. En plena pandemia, él denunció la inmunidad de rebaño de las sociedades con alto riesgo de exclusión, fruto de un modelo en el que los débiles mueren y los fuertes viven; una forma de selección natural darwiniana, la cara más innoble de la hegemonía racial, un concepto olvidado desde el fin de la Segunda Gran Guerra, que ha renacido.
Este hombre de exquisita claridad nació en Diamente (Calabria, el sur de Italia), una localidad sin colegio en la que aprendió a leer gracias a los tebeos que vendía su abuelo. No se le verá andando sobre la arena de Taormina, a dos horas de tren de la estación central de Regio Calabria. Ya no podemos preguntarle qué opina de las bibliotecas a un analista como él, tan descreído de la utilidad. Pero intuimos una respuesta, además de concisa, decrépitamente bella: la función de un bibliotecario es la de un bouquimiste, en busca de hallazgos en libros de viejo, bajo los puentes del Sena. La huella del filósofo fallecido se aparta sutilmente del crecimiento digital y mira con desconfianza la inteligencia artificial. Propone amar la tinta y la pantalla al mismo tiempo; su programa como docente ha consistido en leer, porque "leer es una manera de viajar con la imaginación, de vivir más vidas".
Ordine, que ganó el Premio Princesa de Asturias de las Letras y la Comunicación, ha sido profesor vocacional de literatura en una universidad pública calabresa y estaba especialmente convencido de que la enseñanza es una responsabilidad del Estado. Sus papeles académicos y sus libros de mayor difusión nos muestran a un gran experto en temas del Renacimiento, estudioso del mundo clásico que concuerda con la exploración de las medidas canónicas de Leonardo da Vinci expresadas en su pintura y especialmente en el Hombre de Vitrubio. Ordine ha sido un grecorromano sin olvidar los arcos y los elementos mágicos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina y en el efectismo barroco de la Biblioteca Laurenziana, en la Florencia de los Medici.
Pertenece a una hornada intelectual iniciada en el rastro de Umberto Eco e Italo Calvino, salvando las distancias; como hombre de ideas políticas, Ordine está considerado uno de los herederos de la Italia del Sorpasso, la nación de la izquierda moderada de los años setenta en liza con el liberalismo utilitario de los grandes patrones de industria, que convirtieron al país transalpino en miembro del G-7. A lo largo de dos décadas ha sido columnista de Corriere della Sera, una especie de prolongación izquierdosa del mítico Indro Montanelli, --seguidor de Gabrielle d’Anuncio y expulsado por Mussolini por sus crónicas valientes y veraces de la Guerra de España-- en el mismo rotativo, considerando siempre que, al profesor recién desaparecido, los combates ideológicos le espoleaban la imaginación, no la ira. Con una salvedad: los dicterios, con un toque de humor, lanzados desde Corriere contra la primera ministra del Quirinal, líderesa del partido ultraconservador Hermanos de Italia, reunidos bajo el epígrafe de "literatura contra el melonismo".
Aunque el principio de utilidad ha colonizado la escuela y la universidad de nuestro tiempo, podemos asegurar que hoy el saber todavía nos sostiene. Para reforzar esta idea, Ordine insistió siempre ante sus alumnos en la respuesta de Aristóteles respecto a la utilidad del pensamiento crítico. Cuando al estagirita, en su tiempo, le preguntaban ¿para qué sirve la filosofía?, él respondía: "es inútil" y añadía "la filosofía no sirve porque 'no es servil'"; "solo nos enseña a ser libres".
Sin reparar en el drama
Utilizando a uno de sus autores inspiradores, como un heterónimo o personalidad fingida, Ordino escribe: “no vivas en la tierra como si fueras un inquilino” y repite esta idea en una cita, más socorrida, de Constantino Cavafis: "lo que vale es el viaje, no la meta". A su juicio, la vida debería ser un conjunto de méritos, como lo fue para San Juan, un hombre sobresaliente y contradictorio, al reconocer que Dios le había ofrecido el galardón de la vida eterna por haber escrito un Evangelio. Todo tiene un precio; lo importante es que este precio no sea monetizable, como la bolsa de Judas. En otro fragmento de Ordine, Hipócrates conecta con esta misma línea argumental, al afirmar que "la incontenible avidez de ganancias es una grave enfermedad".
Su gran apuesta como maestro, anhelo acechante del Wilhelm de Goethe, consiste en interaccionar una página de los Ensayos de Montaigne, un canto del Orlando el furioso de Ariosto o un verso del Otelo de Shakespeare con reflexiones de asuntos concretos que atañen a sus alumnos. Ordine ha sido un hombre calmo hasta el momento del hartazgo: "Los aspectos curriculares en las escuelas han ido muriendo en manos de la profesionalización que levanta murallas delante de disciplinas como el griego o el latín, atacadas por el utilitarismo de quienes se preguntan para qué sirve estudiar lenguas muertas".
Transmite una enorme emoción a sus lectores al narrar el conocido caso de Albert Camus, cuando le confiesa por carta el gran agradecimiento a su antiguo profesor en Argel, Louis Germain. Camus, nacido en el seno de una familia muy humilde, acaba de ganar el Nobel y poco después, el escritor le dedica públicamente al que fue su maestro su discurso ante la Academia de Estocolmo. Esto ocurre cuatro décadas después de que Germain haya pedido una beca para el joven Albert al Liceo Bugeaud de Argel. Y hay otro Nobel, el colombiano García Márquez que cierra este círculo al escribir que "el arte narra lo que la historia niega". Después de Cien años de soledad, a criterio de Ordine, lo inexpresable está ante los ojos de la razón, pero esta puede que solo sea una apariencia.
Lo mejor de la obra de Nuccio Ordine se concentra en libros como La utilidad de lo inútil, Clásicos para la vida y Los hombres no son islas, una trilogía publicada por Acantilado, el sello que nació de la mano del llorado Jaume Vallcorba, explorador y compilador en la Itálica, el Egeo, Europa Central o Francia.
La verdad debe imponerse a través de los hechos. Czeslaw Milosz en Campo di Fiori revela la coincidencia cruel entre dos momentos de la historia de Europa: la entrada de los nazis en el Gueto de Varsovia en 1944, saldada con crímenes y deportaciones de judíos hacia campos de extermino y el momento de febrero de 1600, cuando el filósofo y científico, Giordano Bruno, fue quemado vivo en la plaza romana. Al otro lado de los muros del Gueto, la gente pasea sin reparar en el drama; y cerca de la hoguera de Bruno hay rudimentos de tiovivo en movimiento. El demonio del desinterés no repara en la inquebrantable fe de la Contrarreforma acechante. Entonces y ahora.
Ordine se ha ido, pero él no es "el olvido que seremos". Es el sabio al que lloramos legión.