Hilos que se cruzan y se complementan, con una gran precisión y delicadeza, pero sin ahorrar esfuerzos al lector, que debe incorporarse de su asiento, tomar aliento y pensar si lo que tiene delante no lo ha sentido alguna vez, con mucha intensidad. ¿Cómo se superan los procesos de deshumanización, cómo seguir cuando uno cree que no será posible? Y siempre está presente la culpa. ¿Qué hacer? Emma Riverola lleva de la mano a ese lector o lectora –la mayoría en los últimos tiempos son lectoras, las mujeres leen más obra narrativa que los hombres—por muchos emplazamientos, desde la Barcelona de 1937, “donde pasó todo”, en el trascurso de la Guerra Civil, y con una guerra interna entre ‘revolucionarios’, con Andreu Nin y Ramón Mercader, hasta las guerras contra los yihadistas en Somalia o la guerra de España en el norte de Marruecos, con el desastre de Annual. Es la novela que acaba de publicar, Metamorphosis (Edhasa), en la que reclama la necesidad de cambiar de piel, algo que pasa de forma inexorable por “afrontar la realidad”, como señala en esta entrevista con Letra Global. Lo que plantea Riverola es que hay que saber tomar las propias riendas de nuestras vidas. Pero, ¿qué sorpresa guarda la escritora, que arma literaria utiliza con gran destreza? La escritora plantea retos a los lectores: “La utopía puede ser un veneno, pero también es algo bello, como un perfume”. El libro se presentará este lunes 3 de abril, por la tarde, en la librería Alibri, en la calle Balmes.
Emma Riverola (Barcelona, 1965) ha escrito su sexta novela, después de las últimas Sal (2021, en catalán), o El hombre que mató a Messi (2015). Se estrenó como dramaturga con Puertas Abiertas, con el director Abel Folch, que se representó en Nueva York. Es columnista en El periódico y otros diarios del grupo Prensa Ibérica, y constata que en otra vida, y durante dos décadas, se dedicó a la creación publicitaria. Su obsesión, como creadora, es explicar desde el detalle lo individual, con una voz propia, que consigue con unos diálogos intensos y reflexivos, para llegar a lo general.
Y la sorpresa es el juego que plantea con Mercè Rodoreda, que en la novela es la voz de Roser, quien envía cartas de forma constante a la autora de Mirall trencat. La necesidad de tomar distancia de Rodoreda, para ahondar en su propia vida y en sus vivencias en la Barcelona de 1937 llevó a Riverola a escribir la obra en castellano. “El juego literario que permite Rodoreda me apetecía muchísimo, y el castellano fue un recurso que me permitía ese distanciamiento, aunque empece a escribir la obra en catalán. Lo que deseaba era tomar a la escritora embrionaria, joven, y tomar elementos de su obra y de su vida particular”, señala Emma Riverola, con la alusión al hijo que la gran escritora dejó en Barcelona cuando ella partió al exilio.
Esas cartas cruzadas, entre Roser y Mèrce Rodoreda, permiten interiozar el sentimiento de pérdida, personal, pero también el vacío que se experimenta cuando una ciudad entra en el caos, producto de una guerra civil, con muchos otros conflictos internos, como el que se vivió entre los comunistas del POUM, de Andreu Nin, y los comunistas estalinistas que acabaron con ellos, al señalarlos como traidores a la causa.
Pero Metamorphosis, una obra escrita a fuego lento, “la he pensado, escrito y madurado durante más de seis años”, es también, y, principalmente, otra cosa: “Es la lucha por mantener la humanidad, frente a la deshumanización, el mal, la alienación, cuando te invaden o te constriñen”, señala Riverola, que insiste en que todos nos enfrentamos a esa necesidad de poder cambiar, la “metamorfosis”, para enfrentarnos al destino: “Los dos personajes centrales lo tienen clarísismo, con la capacidad para enfrentarse ante lo que parece irreversible”.
El centro de todo es Lali, o Eulàlia, --para su madre--, que guarda un secreto, que quiere ser fuerte, que tiene una relación difícil con su madre y débil con su hija. Todo ligado, además, por la búsqueda de una fragancia, un perfume que se perdió, y que Lali sabe –porque profesionalmente se dedica a ello—cómo recuperar. Es el olor que un hombre, ya en sus últimos años, guarda sobre el perfume que se ponía su madre, cuando él era niño. ¿Cómo olían nuestras madres?
Lo que ha plasmado Riverola en Metamorphosis es ambicioso y complejo: “Me gusta hablar de muchas historias, historias particulares, y que desde esa particularidad se afronte lo universal y que todo converja. Y entiendo por universal los grandes temas, los movimientos sociales, y las guerras”. Y eso lo consigue la escritora, siempre, eso sí, que el lector quiera jugar con ella, sin perderse y sin pensar que el texto le puede superar. “Yo sé que esta novela plantea cierta exigencia. He escrito una obra, en todo caso, que a mí me gusta, en el sentido de que me he sentido libre, y cuando me enfrento a una novela, a una película, o a una serie de televisión, me encanta cuando vas ligando los diferentes elementos”, asegura Riverola.
Una mujer con un secreto, producto de una etapa profesional también ligada a los perfumes, lo que puede ser sinónimo de veneno, pieza central en la novela. Un hombre ligado al ejército, otro que busca una esencia que le lleve a lo más alto del éxito comercial, y un encargo para recuperar un olor perdido en el tiempo. Todo ello aderezado con la voz de Rodoreda, que nos recuerda la asombrosa violencia que vivió Barcelona en los años de la Guerra Civil, en aquel mayo fratricida de 1937. Pero, queda algo más. Mucho más.
¿Cómo hay que expresar el amor a alguien? “Estamos en un mundo donde eso cuesta demasiado. Y nos perdemos en demasiadas palabras que no van al fondo. Y creo que a veces decimos demasiado o malgastamos esas palabras”. ¿Demasiados rodeos? “Sí, incluso al revés. Nos decimos demasiado ‘te quiero, te amo, te adoro’, así, a miles de personas. De forma frívola. Y al final quizás nos olvidamos de decirlo realmente a algunas personas. A las que te importan, a las que te deberían importar”.
Ese ‘te amo, te quiero’ a un amante, a una pareja, forma parte del nudo central de Metamorphosis, pero también está conectado con las madres e hijas. Y lo que plantea Riverola es la relación de una mujer con su madre, y con su hija. Y la posibilidad de que las tres “salgan juntas y superen juntas” esa sensación de ahogo e impotencia, de no poder sobrellevar sus vidas. Hay muchos matices e historias hiladas en la obra de Riverola. Y lo que no sabe la escritora es lo que acaba llenando a cada lector. Pero eso es también la parte más mágica de la literatura.
Riverola ha querido, sin embargo, --y señala que le ha costado hasta hallar el punto de equilibro idóneo-- incorporar una voz de la conciencia en el personaje de Lali, porque "todos necesitamos frenarnos, buscar la empatía, no ser, a veces, tan directos o agresivos". Y esa es también la lección de Metamorphosis, una obra en la que el lector no puede desconectarse. Es una historia grande, con muchas historias pequeñas, personales, que son, finalmente, las que cuentan.
En la portada del libro aparece un dibujo fascinante. Se trata de Rama de cerezo con Aquiles Morpho, de Maria Sibylla Merian, una ilustradora alemana del siglo XVII, que aparece en la novela, y que muestra el trabajo intenso de documentación de Riverola, que se ha sumergido en la química de los perfumes y --también-- de los venenos. Cuidando los detalles, ese diseño de portada es de Pepe Far, uno de los grandes en el sector editorial.
Emma Riverola sonríe, pero se muestra también inquieta. Cada lector acabará valorando un aspecto distinto de su obra. Y así debe ser.