María Cardona ha sido una de las protagonistas de la última feria de Frankfurt. La agente literaria, con una amplia trayectoria profesional, ahora parte del equipo de la Agencia Aevitas, es la responsable de que la primera novela de la periodista Alana S. Portero se haya convertido en uno de los títulos más demandados del certamen editorial. La mala costumbre, título de la novela que publicará Seix Barral, despertó de inmediato el interés de editores norteamericanos y alemanes. De momento se ha vendido a ocho lenguas distintas. Con Cardona conversamos de cómo se consigue un éxito de este tipo y sobre cuánto influye en el hecho de que España haya sido el país invitado en la que es considerada la mayor feria de libro junto a la de Guadalajara (México).
–Independientemente de los actos en torno a España como país invitado en Frankfurt, usted ha conseguido que la escritora madrileña Alana S. Portero y su primera novela se convirtieran en uno de los fenómenos editoriales de esta feria.
–Muchas veces se mezclan cosas que no son. Una cosa son las ventas de derechos y otra cosa distinta las actividades realizadas para promover tal o cual literatura. Dicho esto, hay que tener en cuenta que, en realidad, en Frankfurt a los agentes y editores lo que les interesa no es lo que ya está publicado o lo que se está publicando ahora. Lo que buscan es aquello que se publicará en dos o tres años; buscan las novedades más rabiosas. Y, de hecho, los libros más vendidos en la feria suelen ser manuscritos debutantes, es decir, obras de alguien que no tiene una trayectoria porque lo que se busca es la novedad.
–¿Es el caso de Alana S. Portero?
–En su caso hay muchos elementos a destacar. La voz de Alana es muy especial. La mala costumbre es una novela literaria de una autora de primer nivel. Después está el elemento trans: indudablemente es un tema que interesa, y mucho. El mundo editorial siempre ha tendido a un cierto progresismo e intenta avanzarse a estos temas. Y, en última instancia, creo que el hecho de que este año España fuera el país invitado hizo que se pusiera el foco en la producción en castellano. Dicho esto, también creo que ocurría en los años precedentes. Hay autores en castellano que se están vendiendo muy bien en el mercado internacional desde hace tiempo. Quizás se vendan mejor los autores latinoamericanos que los españoles, pero la literatura en castellano despierta interés.
–Esto es algo que se repite con frecuencia: al editor extranjero le interesa más lo latinoamericano que lo español. La prueba es la consagración en Norteamérica de autoras como Samantha Schewblin, Mariana Enríquez o Valeria Luiselli, si bien esta última ha elegido el inglés como lengua.
–Bueno, Latinoamérica es un continente con muchos países. Hay mucha más gente, por lo que, comparativamente, su mercado es el más grande del idioma español, si bien, por motivos históricos y económicos, la industria editorial es más fuerte en España. Pero, en términos de población, son más y es más fácil que salgan más autores destacados. Latinoamérica es un área de producción literaria muy interesante y que siempre está en vanguardia. En España la literatura ha sido más tradicional en términos generales. Que una voz como la de Alana destaque nos recuerda que también podemos ser vanguardia.
–¿Cómo influye para los agentes el hecho de que España haya sido país invitado?
–Influye, pero sucede desde hace dos años. Me explico: los editores alemanes quieren tener libros en alemán del país invitado, así que comienzan a contratar traducciones en los años anteriores. Yo vendí la obra de Elena Medel y María Sánchez a editores alemanes y de otras nacionalidades hace tres años, no ahora. Ellas han sido invitadas teniendo libros traducidos al alemán. Lo que más destacaría de esta última feria es que ha supuesto la vuelta a la normalidad. Hacía tres años que la gente no se veía. Ha sido un reencuentro. No hay que olvidar que tú, como agente, creas el libro del que se va a hablar. Tienes que ser estratega. Hay aspectos que no controlas –es imposible prever qué será un bestseller, por ejemplo– pero muchos otros sí que los controlas: cuándo enviar el manuscrito, cómo gestionar la información que ofreces, los scouts [cazatalentos] a los que te diriges…. Si juegas bien tus cartas puedes conseguir un libro fuerte. Pero para hacerlo, la presencialidad es indispensable: los editores hablan entre sí, se fían unos de otros mucho más de lo que se pueden fiar de un agente, que al final lo que busca es vender. En esta última feria todo esto volvió.
–¿Cree que veremos algunos frutos de la presencia de España de aquí a dos años?
–Lo interesante de todo lo que ha sucedido es que se han conseguido más traducciones y esto, evidentemente, lo veremos en unos años, cuando estas traducciones estén en el mercado extranjero, sobre todo en el mercado alemán.
–¿Alana era su principal apuesta?
–Era mi única apuesta. Yo acababa de empezar en una nueva agencia y no tenía ningún otro libro que vender. Es cierto que llevaba la novela de Federico Axat, pero se trata de otra cosa: una quinta novela de un autor que ya ha sido traducido. Mi única novedad era Alana: su proyecto es muy personal para mí. Llevaba tiempo hablando con ella, sabía que estaba escribiendo una novela y se la reclamaba constantemente, pero nunca me había mandado nada, ni una página. Cuando cambié de agencia lo primero que hice fue llamarla y preguntarle cómo iba. Empezamos a trabajar en el texto: cada viernes del pasado mes de septiembre ella me enviaba páginas escritas. Yo las editaba y se las reenviaba el lunes por la mañana. Así estuvimos todo el mes de septiembre.
–Además de agente hizo también de editora.
–Nunca mando un libro que no haya trabajado antes con el autor. El trabajo de agente, al menos para mí, es más que rebotar un manuscrito a los editores. Los autores necesitan ayuda. Sólo en el 1% de los casos te llega un manuscrito del que no hay que tocar ni tan siquiera una coma y, aun así, siempre habrá algo que comentar. Mi trabajo es dejar el manuscrito lo mejor posible para que los editores sepan que el autor merece la pena. Hay muchísimos manuscritos, muchísimos escritores y muchísima competencia. Por eso es tan importante trabajar los libros, porque solo así se puede conseguir un éxito como el de la novela de Alana. Las cosas pasan porque se hace bien el trabajo.
–¿Y el trabajo bien hecho logró que el interés por la novela de Portero fuera inmediato?
–Fue todo muy rápido, sí. Envié el manuscrito a editores españoles el 3 de octubre, justo a las puertas de Frankfurt, y el día 4 tenía dos ofertas. Ese viernes monté una subasta, les pedí su mejor oferta. Alana tuvo un zoom con los editores y, finalmente, se decantó por uno.
–Seix Barral.
–Efectivamente. Ese fin de semana envié el manuscrito a los scouts y pedí una muestra de traducción, que me llegaría durante la feria. Antes de que comenzara ya tenía una oferta por parte de una editora alemana y otra de un editor norteamericano, que me contestó en veinticuatro horas. Los scouts hicieron un trabajo fundamental. Se entusiasmaron con el libro y transmitieron su entusiasmo a los editores que leyeron el manuscrito directamente en castellano. Después se desencadenó la locura y ahora ya llevamos ocho lenguas contratadas.
–El caso de Portero me recuerda al de Milena Busquets y al de Karina Sainz Borgo. ¿Son cosas que pasan una vez en la vida o no son tan excepcionales?
–Lo de Milena fue muy excepcional: si no recuerdo mal, a lo largo de la feria, consiguió vender su novela a veinte lenguas. Es cierto que era 2015 y se vendía más que ahora. Milena era conocida: su madre, Esther Tusquets, fue una importante editora, pero, a pesar de esto, su caso sigue siendo excepcional. El caso de Karina tiene que ver con el hecho de que Venezuela ocupaba la atención mediática. Después está calidad de cada una de las novelas: si no fueran buenas es muy difícil que todo esto hubiera sucedido. No diría, sin embargo, que estos éxitos pasan una vez en la vida. Fenómenos de este tipo no son extraños en las ferias, lo que sucede es que siempre sucede con libros norteamericanos. Pero esto está cambiando. A los editores les comienza a interesar otros mundos y la prueba es que en esta última feria hubo dos autores japoneses muy disputados.
–¿Hasta qué punto influye la moda, las tendencias o la actualidad a la hora de convertir un manuscrito en un fenómeno, más allá de cuestiones literarias?
–Influyen un poco, puesto que responden a los intereses de los editores y de los lectores. Pero no basta un tema de moda para que un libro funcione. Tiene que estar bien, muy bien. Solo con la moda o siguiendo la actualidad no llegas a ningún sitio. Es como con la cocina: puedes tener la mejor ternera, pero si no la cocinas bien no consigues nada.
–¿Cómo se guía a la hora de buscar sus autores? ¿Hasta qué punto influyen las tendencias en su elección?
–A mí me interesa la persona. No quiero un autor que solo sepa escribir un libro. Me interesan autores que quieran escribir a largo plazo. Yo leía a Alana desde hace mucho tiempo. Era consciente de que sabía escribir y de que quería escribir una novela. De hecho, llevaba seis años trabajando en ella. Lo único que yo hice fue centrarla para que la terminara de una vez. Yo puedo considerar que hay un tema interesante que merecería ser tratado, pero por encima de todo lo que despierta mi curiosidad es la voz narradora.
–Hizo como Balcells con Ana María Matute.
–Muchas veces tienes que hacer esto. Yo me ocupo de muchas cuestiones, pero no llego al punto de ponerles un piso a los autores como hacía Balcells. Ya tengo bastante con lo mío.
–¿Es usted responsable de que sus dos poetas, Elena Medel y María Sánchez, se pasasen a la prosa?
–Soy muy responsable de que Medel se haya estrenado como novelista. Somos amigas desde hace más de quince años y llevaba tiempo diciéndole que tenía que escribir una novela. Con ella he sido una mosca cojonera. Era plenamente consciente de que podía adentrarse en la narrativa, de que tenía una novela por escribir, pero necesitaba, como muchos otros autores, alguien que le dijera: céntrate y ponte. Con María la cosa fue algo distinto. No solo le insistí en que tenía que escribir prosa, sino que también lo hizo Jesús Rocamora [editor de Seix Barral]. De esta doble insistencia nació Tierra de mujeres, un libro brillante que trabajamos mucho y que ha conseguido ser traducido al inglés, al francés y al alemán. Por lo que se refiere a Las maravillas de Elena, hemos conseguido quince lenguas, convirtiéndose en una de las escritoras españolas más traducidas y con más reconocimiento internacional.
–María Sánchez abrió una veda a la hora de hablarnos de la realidad rural desde una perspectiva distinta, escapando del tópico de la España vacía.
–Sin duda. Abrió la veda con Cuaderno de campo y Tierra de mujeres fue una especie de culminación. María es una mujer con ideas brillantes, distintas. Es alguien capaz de poner la mirada ahí donde nadie la pone.
–¿Es más difícil vender una segunda novela tras el éxito de la primera?
–Sin duda. Sobre todo en internacional y, más aún, si se han pagado anticipos elevados o las ventas no han acompañado. El trabajo del editor se vuelve entonces más complicado. Lo estoy viviendo con Federico Axat: su quinta novela es lo mejor que ha escrito hasta ahora, pero solo llevamos dos traducciones, mientras que con La última salida alcanzamos 35 lenguas. Es un proceso más lento, hay países que no quieren seguir, hay que buscar nuevas editoriales…. Entiendo que las editoriales tienen que hacer sus números, pero muchas veces los autores de thriller necesitan cuatro o cinco libros para convertirse en una marca. Cuando un editor se queja de que no ha vendido mucho siempre les digo: “¿Hiciste lo necesario para conseguir esas ventas?”
–¿Qué entendemos por buenas ventas? ¿Hablamos de las mismas cifras aquí y en el extranjero?
–Para nada. Te pongo el ejemplo de María Sánchez. Si no me equivoco, en España ha vendido 25.000 ejemplares de Tierra de mujeres. Es una cifra que está muy bien, teniendo en cuenta que es un libro híbrido, con elementos de ensayo y memoria. En Alemania, donde salió hace un año, habrá vendido 5.000 ejemplares, una cifra respetable. No es un bestseller, pero son ventas muy sanas para una autora desconocida. En Estados Unidos las cifras son otras: es un mercado tan grande que vender ahí 2.000 ejemplares es como vender 200 en España. En un país tan pequeño como Dinamarca, por el contrario, vender 5.000 ejemplares significa convertirte en bestseller.
–Hace un año el escritor Sergi Puertas dijo que consiguió que le publicaran haciéndose pasar por mujer. Este hecho hizo que muchos piensen que el mundo editorial busca mujeres. ¿De verdad las escritoras “están de moda”?
–Como agente, busco lo que quiero leer yo y muchas veces me interesa más lo que pueda decir una escritora que un hombre de cincuenta años. Pero, dejando al margen mis intereses, creo que como industria tenemos que ser conscientes que, desde siempre, se ha promovido esencialmente a escritores blancos, de ahí que cierta discriminación positiva sea indispensable a la hora de promover escritoras, autores de color o procedentes de otras culturas distintas a la occidental…. Lo que sí es mentira es que por ser mujer te van a publicar más fácilmente. Si eres mujer y tu libro es una mierda nadie te va a comprar. Todo depende de si se ha escrito un libro que merece la pena o no. Toda esa polémica es una falacia, busca contaminar.
–¿Qué entendemos por un buen libro? Me da la impresión de que usted no se refiere únicamente a cuestiones literarias.
–Puede haber buenos libros comerciales, esto es algo que hay que tener en cuenta. Uno de los autores con los que mejor me lo he pasado es Federico Moccia. Cuando trabajas en esta industria tienes que saber leer por lo que son y por lo que a la gente le interesa. Hacer una buena novela comercial tiene mucha complejidad: hay que saber construir esos personajes, inventar la trama, crear el ambiente… No es fácil. El otro día se publicó un artículo sobre autoras de novela romántica que venden mucho, pero no aparecen en los medios. Es una realidad que está ahí. Hablamos de autoras que alcanzan cifras de venta increíbles. Y esto es una buena noticia para todos, empezando por la industria. Ser snobs no nos hace ningún favor, ni como autores ni como industria. A cada autor y a cada libro hay que evaluarlo por lo que es. Quizás mis autores tiendan a lo literario, que es lo que siempre he leído; pero esto no quita que me lo pasé bien leyendo una novela romántica. Como agente me encantaría tener una buena autora de novela romántica en español puesto que mis autores en inglés podríamos encasillarlos dentro de lo que es una línea comercial de calidad. No son autores literarios como lo pueden ser María Sánchez o Elena Medel; son autores de calidad para un público amplio. Lo que yo busco como agente, son voces e historias exportables al mundo.