El inicio. Siempre esa frase del comienzo. Vamos a ello: “El retrato de Rumsfeld está colgado justo en la línea de visión de Kraft”. No se debería añadir más. Ahí está el mensaje. Aunque, claro, la novela da mucho juego. Es un auténtico “desmontaje” de la cultura alemana, el retrato de toda una generación, entre finales de los cincuenta y la caída del muro de Berlín, en 1989. Pero hay muchas otras visiones. ¿Quién da más?
El historiador José Enrique Ruiz-Domènec, uno de los últimos maestros, como lo definen en toda Europa, que acaba de publicar El sueño de Ulises (Taurus), y el físico y científico Javier Tejada, --publica ahora en Hänsel y Gretel Relatos de un futuro próximo—debatieron este jueves con la editora Eva Moll acerca de un artefacto intelectual de enorme altura: la novela Kraft, del escritor suizo-alemán Jonas Lüscher, publicada por Vegueta, la editorial que dirige Moll. Y las ideas fluyeron con enorme generosidad, deleitando a los asistentes de la velada, en el jardín del Hotel Alma, coorganizada por el también editor y emprendedor cultural Fèlix Riera.
¿Hay novelas de ideas, o es algo ya del pasado? ¿Qué puede ofrecer hoy la literatura en alemán, qué aporta Lüscher a Europa y al mundo? Ruiz-Domènec insistió en esa frase del comienzo. El protagonista, Kraft –fortaleza en alemán—viaja a California, al Silicon Valley, seducido por un concurso en el que puede ganar un millón de dólares. Y lo que se encuentra es ese retrato de Rumsfeld que es el símbolo de “la mentira”, el hombre que fue el arquitecto de la guerra de Irak, y que, basándose en metiras, --las armas de destrucción masiva que supuestamente se iban a encontrar en Irak—provoca una guerra que “desestabiliza el orden mundial”. ¡Comenzamos bien!
Literatura trascendental
Pero eso es una anécdota. Aunque no tanto. Lüscher, un escritor muy presente en los medios de comunicación alemanes, que no tiene ningún problema en pronunciarse sobre los temas candentes y más polémicos, dibuja en Kraft a un alemán que viaja a California, un alemán que abraza las ideas de la economía de la oferta que lideraron en los años ochenta Thatcher y Reagan, con una vida personal compleja, y que, efectivamente, quiere ganar un millón de dólares, el premio que un extravagante magnate ofrece para que, en un concurso de ideas, algún erudito desvele por qué el mundo actual, pese a todo, es el mejor de los mundos posibles. Pero es una gran paradoja. Es un alemán antialemán, que abraza el mundo pragmático, el dinero, porque quiere una vida diferente, dejando atrás el molde del alemán impregnado de ideas abstractas.
Es una novela de ideas, que tiene detrás a un filósofo, como apuntó Ruiz-Domènec, como Odo Marquard. Es la inspiración de Lüscher, un filósofo que llama a su propio trabajo “literatura trascendental”. Marquard no escribe tratados gruesos, pero sí libros eruditos, aunque divertidos. Y riñe a una izquierda que ha sido, en Alemania –y en tantos otros países—bastante frívola.
Ese es el meollo del asunto. Los asistentes a la velada en el Hotel Alma mantenían un silencio reverencial. Eva Moll iba preguntando a los dos protagonistas –Lüscher, si hubiera estado presente, se habría sentido en el Olimpo—y Ruiz-Domènec y Tejada iban golpeando suavemente las conciencias.
¿La razón? Porque lo alemán, la cultura alemana, ha querido abrazar el mundo a base de grandes conceptos, porque toda una generación de alemanes creyó que los pasos que daba iba a mejorar la especie, --casi—y lo que se ha conseguido es que “con un partido muy pequeño entonces, los Verdes, se renunciara a la energía nuclear, se apostara por el gas y el acercamiento a Rusia y ahora todo está en peligro, con una dependencia energética total de Rusia”, en palabras de Tejada. Y esa generación “no puede tolerar su fracaso”, remacha Ruiz-Domènec.
Lo que pone sobre mesa Lüscher –que se declara socialdemócrata—es el mundo alemán de las ideas, de lo trascendental, con el mundo tecnológico que impera en Silicon Valley. Ya no habrá marcha atrás. Lo tecnológico está para quedarse. “El Dios de la tecnología también nos da libertad”, insiste Tejada, que sabe cómo ponerse el traje de Kraft, frente al ‘mediterráneo’ Ruiz-Domènec, distante tanto del alemán de las ideas como del tecnólogo anglosajón. “La cultura alemana es lo menos universal que hay, aunque los alemanes hayan creado todas las conceptualizaciones”, perservera el autor de El sueño de Ulises.
El debate está servido. El propio Lüscher lo señala cuando habla de su libro. La discusión es, realmente, muy antigua. Opera entre los optimistas, Leibnitz y Pope, o los pesimistas, como Voltaire. Entre “creyentes y escépcticos”. La teodicea ahora es reemplazada por la cuestión de la tecnicidad (Hans Poser). Pero nadie puede escapar de esa tecnología, porque se juegan muchas cosas. Tejada aporta su visión científica. Hay hechos, hay problemas, y está la crisis energética y el cambio climático.
El debate es denso. Eva Moll acumula preguntas. Las respuestas se alargan, porque todo está conectado. Y Kraft une la historia, con los nuevos tiempos, el pasado de Alemania y el cine. Una novela de ideas que atrapa, que coge al lector por el pescuezo, como quería Canetti agarrar el siglo XX con su Masa y poder.
Alemania fue la clave y lo sigue siendo ahora. No la cultura en alemán, que eso es otra cosa, propia de los periféricos, de los austriacos y los europeos del este que hablaban en alemán gracias al invento colosal que fue el Imperio Austrohúngaro. Pero lo alemán es el problema. ¿Cómo se reequilibrará Europa si Alemania sufre con el necesario corte del gas ruso para no pagarle la guerra a Putin? Ruiz-Domènec y Tejada dejaron la pregunta en el aire. Y los asistentes salieron del Hotel Alma con unas ganas tremendas de leer ya Kraft, buscando alguna luz, y aceptando todas las contradicciones y paradojas que quiere reflejar Lüscher.