El escritor portugués José Lluís Peixoto

El escritor portugués José Lluís Peixoto

Letras

José Luis Peixoto: "Escribir siempre implica adoptar una postura política"

El escritor portugués reflexiona en ‘Autobiografía’, su último libro, sobre la paternidad y las influencias literarias a partir de una narración sobre la figura de Saramago

26 octubre, 2020 00:10

Han pasado veinte años y José Luis Peixoto sigue siendo el ganador más joven del premio José Saramago, galardón que obtuvo con Te me moriste (Minúscula), su primer trabajo, un libro sobre la muerte de su padre. Ahora, dos décadas después, el escritor portugués presenta Autobiografía (Random House), donde reflexiona sobre la paternidad literaria a través de la figura de Saramago, de quien un joven escritor, también llamado José, tiene que escribir una biografía. A través de Zoom, desde su casa en el país vecino, conversamos con Peixoto, uno de los nombres más destacables de las actuales letras lusas. 

–El tema de la paternidad, planteado ahora desde el punto de vista de la filiación literaria, vuelve a estar presente en su segundo libro, igual que en Te me moriste.

–Yo llegué al tema de la paternidad de una manera no planeada. Cuando escribí Te me moriste no tenía previsto que la paternidad fuera un tema sobre el cual seguiría escribiendo. Sin embargo, ahora que han pasado veinte años de la publicación de aquel primer libro veo con claridad que la paternidad está presente en todos mis libros, no hay ninguno en que no aborde este tema. Incluso en Dentro del secreto, donde relato mi viaje a Corea del Norte, reflexiono sobre mi condición de padre. En Autobiografía abordo el tema de dos maneras: por un lado, reflexiono sobre qué se entiende cuando hablamos de paternidad literaria e indago en torno a las influencias, sobre la manera en la qué unas generaciones intentan emanciparse de quienes les precedieron en busca de una voz propia. En el fondo, esto que planteo desde el punto de vista literario se puede trasladar a la relación padre-hijo: todo hijo siente en un momento dado la necesidad de emanciparse de su progenitor y tomar su propio camino. Por otro lado, y de una manera más sutil, hablo de la figura del padre ausente, sobre el cual no había apenas escrito desde Te me moriste, que es principalmente un libro sobre del duelo. 

Te me moriste, Peixoto–¿Escribiendo sobre Saramago escribe sobre sí mismo?

–Siempre es así: cuando hablamos de los otros, hablamos de nosotros mismos. Y la literatura es la mejor prueba de esto: es un juego con ese otro que somos nosotros mismos. Para escribir sobre uno mismo es necesario distanciarse, mirarse desde fuera y convertirse en otro. El texto siempre tiene presente, aunque sea de forma implícita, tanto a quien lo escribe como a quien lo va a leer. Y no olvidemos que quien escribe es también lector de ese texto y nunca es el mismo, cambia con el paso del tiempo.

–Su libro dialoga con El año de la muerte de Ricardo Reis, donde Saramago planteaba un juego a partir de las identidades de Pessoa.

–Bueno, en realidad, con la identidad de Ricardo Reis. Lo más interesante de esta novela es que en ella Saramago juega con el hecho de que Ricardo Reis no es una persona, sino una identidad sin una referencia real. Autobiografía y El año de la muerte de Ricardo Reis comparten aspectos conceptuales. Ambas novelas ponen en cuestión conceptos y figuras de la teoría de la literatura, como es el personaje, el narrador, el autor, el lector y, en el caso de Saramago, el heterónimo. Es interesante poner en duda estas figuras para reflexionar sobre qué es la literatura y quienes somos nosotros. 

el año de la muerte de ricardo reis

–Usted hace que los protagonistas de su novela se fundan de tal manera que no se sepa quién narra. No sabemos si es una biografía o de una autobiografía.

–Este ejercicio de hacer confluir en una única voz dos instancias narrativas distintas me resulta muy interesante y, de hecho, ya lo llevé a cabo en novelas anteriores. En Cementerios de pianos, por ejemplo, hay dos personajes que se van aproximando el uno al otro hasta el punto de que se borran los límites que los separan y se funden. Muchas veces borrar los límites es precisamente una manera de invitar al lector a pensar sobre ellos y a observar que, en realidad, los límites de nuestra identidad son muy subjetivos y abstractos. La literatura se ocupa de cuestiones que no tienen fin, que no alcanzaremos nunca a dilucidar; sin embargo, es importante que, desde nuestra propia perspectiva, las pensemos. No sabemos realmente quiénes somos, pero necesitamos construirnos una idea sobre nosotros mismos. Solo así podemos relacionarnos con los otros y seguir con nuestra vida.

–¿Con Autobiografía se propuso hacer una personal relectura de la obra de Saramago?

–Sí y no. La relectura de la obra de Saramago es una especie de extra de la novela, no es aquello que la sustenta. Me explico: es posible leer Autobiografía sin conocer quién fue Saramago ni haber leído sus libros. Aquel que conozca su obra y su figura encontrará en el texto muchísimas referencias que dotan al texto de un renovado sentido. Como autor, mi ambición era que Autobiografía pudiera contener a modo de sugerencia el mundo de Saramago, pero sin que entorpeciera la lectura. De ahí que me planteara Autobiografía como una novela con distintos planos de lectura. En la novela, Saramago es un personaje y no es necesario ir más allá, pero el lector que conozca a la persona real que se esconde tras el Saramago ficticio encontrará un libro más rico en significados.

Autobiografía, Peixoto

–¿El hecho de que detrás del personaje esté el Saramago real hizo que para usted fuera indispensable tener el visto bueno de Pilar del Río, su viuda?

–Evidentemente. Desde hace años escribo textos tras cuyos personajes se esconden personas reales, con nombre y apellido. Como comentábamos antes, esto se ve desde mi primer libro, que gira en torno a mi padre y a su pérdida. No fue fácil y requirió mucha responsabilidad de mi parte, puesto que yo no solo estaba escribiendo sobre mi padre, sino sobre el padre de mis hermanas y el marido de mi madre. Con Saramago, la responsabilidad era todavía mayor en cuanto es una persona que trascendía el ámbito familiar. Estamos hablando de un escritor que sigue estando presente para muchos, en primer lugar, para su viuda, a quien conozco muy bien desde que nos encontramos por primera vez hace años, el mismo día en que me presentaron a Saramago. Mi relación con ella ha sido muy estrecha: ha traducido algunos de mis libros. No quería escribir una novela que la pudiera contrariar. Así que, antes de comenzar con la redacción, hablé con ella sobre el proyecto y sobre lo que tenía en mente. Ella entendió de inmediato qué era lo que yo quería hacer con Autobiografía y me dio su visto bueno; de no ser así, nunca habría hecho este libro. Pilar comprendió que mi intención era la de construir un juego a partir del cual el personaje José Saramago fuera un reflejo del Saramago real. 

–Sus trayectorias poco tienen en común.

–Sí, nuestros inicios editoriales no podían ser más distintos. Pero yo no puedo pensar mi trayectoria sin tener a Saramago presente porque me ha acompañado desde el principio. Con Te me moriste, gané el Premio José Saramago. Aquel galardón tuvo un gran impacto en mi vida y en mi trayectoria literaria. ¿Cómo iba a imaginar que yo sería el ganador? Me había autopublicado Te me moriste, no tenía ningún contacto con el mundo editorial, era un completo desconocido y muy joven. Todavía hoy, veinte años después, soy el escritor más joven que ha ganado este premio

El escritor portugués José Lluís Peixoto / HELENA CANHOTO

El escritor portugués José Lluís Peixoto / HELENA CANHOTO

–Saramago, sin embargo, no tuvo tanta suerte como usted con su primera novela.

–Saramago publicó una primera novela que tuvo una recepción débil y una segunda que fue ignorada incluso por su editor. De ahí que esperara alrededor de veinte años para publicar su tercer libro, con el cual comenzó a ser conocido. Yo no he dejado ni de escribir ni de publicar de manera continuada. Supongo que el hecho de que nuestras trayectorias, sobre todo en sus inicios, sean diferentes tiene mucho que ver con el periodo histórico en el que vivió Saramago, distinto a nuestro presente. Estoy seguro de que para él hubiera sido casi inimaginable que un día como hoy tú y yo podríamos estar hablando y viéndonos a través de una pantalla del ordenador. Ten en cuenta que él viajó por primera vez al extranjero cuando tenía, si no recuerdo mal, alrededor de 46 años. ¿Cuántos viajes hemos hecho nosotros a lo largo de toda nuestra vida? Yo cumpliré 46 en septiembre y he viajado por todo el mundo.

–También ha cambiado mucho el papel público y político del escritor

–Saramago es, en Portugal, uno de los símbolos del Partido Comunista, en el que entró siendo muy joven, y con el que participó en la Revolución de los Claveles. Aquí se suele preguntar: “¿dónde estabas el 25 de abril de 1974?” Pues yo todavía no había nacido. Saramago había nacido medio siglo antes que yo, en los años veinte y aquel 25 de abril era ya un hombre adulto comprometido con su tiempo. Yo siempre he vivido en democracia y esto ha hecho que, no solo mi vida, sino mi idea del escritor no tenga que ver con la suya, aunque no reniego de la dimensión política de los textos. Escribir siempre implica adoptar una postura política. Algunos dirán que la literatura no tiene la vigencia que tuvo en el pasado, y puede que sea cierto, pero esto no quita que siga teniendo un papel social y político importante porque influye en la conciencia colectiva.

Galveias, Peixoto

–¿No es acaso esta responsabilidad uno de los legados de Saramago?

–Saramago escribía desde convicciones profundas y nadie, ni tan siquiera sus enemigos acérrimos, puede negarlo. Es una gran lección y para mí una obligación. Me parece fundamental que quien escriba esté convencido y sea capaz de convencer a los lectores de que lo que ha escrito es importante. Si no es así, todo el proceso de escritura pierde sentido. ¿Cómo les voy a pedir a los lectores que lean algo en lo que yo no creo? Saramago creía en todo lo que escribía y en el valor de la literatura, de ahí que siguiera escribiendo hasta su último día. Me enseñó que todo escritor tiene que pensar su obra desde una dimensión social, pero mi mirada sobre el mundo no es igual a la suya. 

En tu vientre, Peixoto–¿Una de estas cuestiones es la inmigración? 

–Aquí, como en otras de mis novelas, el tema de la inmigración está entrelazado con el colonialismo. En Portugal no se puede entender una cosa sin la otra. La mayor parte de comunidades extranjeras que residen en Portugal provienen de países que han sido colonias. El papel de Portugal como potencia colonial y su relación con los países colonizados ha dejado una cicatriz abierta que debemos curar, aunque soy consciente de que no es fácil, sobre todo en tan poco tiempo. Esto no quita, sin embargo, que sea necesario buscar soluciones para todas esas fisuras que quedaron sin cerrar. Para mí, la literatura tiene la capacidad de abordar cuestiones como estas y suscitar el debate. Su tarea no es la de dirigir el debate, pero sí de provocarlo, sin quedarse en la superficie. Ahora mismo, en el tiempo de las redes sociales, las discusiones se llevan a cabo de forma muy superficial y esta superficialidad que caracteriza las redes es muy peligrosa. 

–Otra cuestión que siempre le ha preocupado es la desatención del Estado hacia el mundo rural y el Portugal de provincias.

–La despreocupación y el olvido del mundo rural es consecuencia de nuestra errónea concepción de lo que significa el desarrollo, al que relacionamos no solo con la ciudad, entendida como su espacio natural, sino con la tecnología, con la innovación y la técnica. No debería ser así: muchas veces, el desarrollo está en lo analógico y en la naturaleza. Nosotros somos parte de la naturaleza y no podemos enfrentarnos a ella, al contrario. La armonía reside precisamente en la convivencia con la naturaleza, con el entorno, que es lo que nos marca de verdad, lo que construye nuestra identidad más profunda. Creer que podemos tener una vida artificial alejada de la naturaleza es un error. Antes hablábamos de la literatura y de su función. Fíjate que, a pesar de todo lo que se dice, la literatura no ha muerto. La razón de su supervivencia es sencilla: otros lenguajes no tienen la capacidad de sustituirla. Aunque pueda ser más fácil o inmediato el consumo de otras formas de lenguaje, la literatura sobrevive porque nada puede reemplazarla. Este mismo discurso se puede plantear con respecto al mundo rural, cuyas ventajas y cuyos valores no podrán ser sustituidos por la ciudad. Defender la ruralidad es defender la armonía del individuo, pero también la armonía territorial.  

El escritor portugués José Lluís Peixoto / PATRICIA PINTOJosé Luis Peixoto / PATRICIA PINTO

José Luis Peixoto / PATRICIA PINTO

–¿Es partidario de la descentralización?

–No tiene sentido que todos los medios de producción y comunicación se reúnan en un único lugar del territorio; es más inteligente utilizar todos los recursos y armonizarlos de manera que lleguen a todos. Sin embargo, esto no sucede: tanto en Portugal como en España se centraliza todo en las ciudades. Es un problema transnacional. 

–Otro autor que ha incidido en realidades no estrictamente urbanas es Lobo Antunes. ¿Es una referencia para usted?

–Es un autor muy importante, si bien aquí en Portugal siempre se lo confronta con Saramago. Te exigen que elijas entre uno y otro porque se cree que son inconciliables. Yo veo las cosas de otra manera: no entro en los conflictos que ambos pudieran tener en el pasado. Lo que me interesa de ellos es su legado. Son dos autores que construyeron la narrativa portuguesa contemporánea. Lobo Antunes presta particular atención a la periferia de las ciudades, que son lugares que se quedan al margen de esa fuerza centralizadora que tienen los núcleos urbanos. La literatura tiene que mirar a la realidad, pero nunca a través de los filtros del presente, puesto que tiene que aspirar a construir una mirada que esté fuera del tiempo, capaz de captar aquello que a nosotros se nos escapa por estar atrapados en la lógica del presente.