Jorge Martínez Reverte: "El periodismo es contar bien algo y que te crean. No ha muerto, pero casi"
El periodista madrileño, que acaba de publicar una novela sobre la España reciente, habla del oficio, de política y de cómo continúa escribiendo tras superar un ictus
19 agosto, 2019 00:07Jorge Martínez Reverte no para. Cuando aún andábamos con sus memorias de niño, el escritor y periodista madrileño nos entrega una nueva novela, Libre te quiero (Espasa), que recoge los momentos más duros de la España reciente a partir de la historia de un pobre mortal al que el azar convierte en héroe. Libre te quiero es una historia de amor en tiempos de guerra, un relato de perdedores fielmente documentado –Reverte ha escrito prolijos e indispensables ensayos sobre la Guerra Civil española– que nos recuerda que la Historia está plagada de seres anónimos a los que las fechas y las cifras convierte en invisibles. Y, sin embargo, no existe nada sin los hombres y mujeres que construyen la vida cotidiana de un país.
Tras sufrir el ictus que tan soberbiamente contó en Inútilmente guapo (La Esfera de los libros) M. Reverte (el otro Reverte sobre el que le gusta bromear cuando, a él o a su hermano Javier, los confunden, realeza incluida, con el autor de bestsellers) mantiene intacta una pulsión narrativa que demuestra en sus artículos de prensa, en los libros que escribe y en una conversación siempre estimulante. Gran provocador, seguramente no recibirá los honores del gremio del taxi, por el que siente una leal inquina, como el lector comprobará en sus respuestas. Siempre está dispuesto a filtrar a través de su lúcido sentido del humor todo lo que le rodea. Es un ser libre y afectuoso. "Sin mariconadas", que diría su álter ego, Julio Gálvez, en cualquiera de sus desternillantes novelas. Con casi medio siglo de periodismo a sus espaldas nunca deja de sentir curiosidad ni de exaltarse. Bendita sea la pasión de los que nunca se rinden.
–Libre te quiero es el título de una canción-poema de su amigo Amancio Prada. El título lo decidió con su mujer Mercedes ¿En cuál había pensado antes?
–Ni lo recuerdo, o no quiero hacerlo, porque sería muy malo. El poema base es de otro genio: Agustín García Calvo.
–La novela es una historia de amor en tiempos de mucha cólera, pero también es una vida de héroe, esta vez sin retranca ninguna (en 1991 publicó en Anagrama una novela con este mismo título). En este caso, Manolo es héroe a su pesar. ¿Es el azar un motor para las gestas? ¿O tal vez es que prefiere las vidas menudas en lugar de aquellas de quienes se creen salvadores del mundo.
–Yo creo que en la vida real los héroes son gente que no elige serlo. Desde luego, son supervivientes. Usted lo ha dicho: el azar es un motor para las gestas. Y la supervivencia basta para que al elegido se le puedan endosar una historia.
–Es una autoridad reconocida en el género de la crónica de la Guerra Civil. En este libro despliega un mapa cronológico y espacial con todo lo que sabe, como si fuera un tablero o un escenario. Sus personajes, un hombre y una mujer, viven en primera persona hechos que son Historia. ¿Su novela pone orden a la realidad?
–Me apetecía que el horror tuviera formas de manifestarse frente al heroísmo glorioso. Sí, es verdad que he metido mucho de lo que sé, que no es otra cosa que lo que me ha ido quedando después de hablar con tanta gente sobre la guerra.
–¿Quién fue antes en su cabeza Manolo o Yolanda? [Los personajes de Libre te quiero]
–Manolo, porque la novela está inspirada en su peripecia vital. Pero, enseguida llegó Yolanda. Ella es tan protagonista como él. Además, oiga, que soy un tío…
–Sus protagonistas participan en los sucesos de Asturias, asisten a la proclamación de la República, viven la Guerra Civil, la defensa de Madrid, la batalla del Ebro y hasta desembarcan en Normandía.
–El primer Manolo desembarcó de verdad en Normandía, después de vivir la Guerra Civil. Lo que pasa es que murió en el desembarco. Me inspiré en la historia real de mi padre (Soldado de poca fortuna, Aguilar), que no sabe nadie cómo sobrevivió a tanto horror.
–¿El amor siempre gana?
–Desgraciadamente, el amor no siempre gana, pero sin él no vale la pena vivir. Yo creo que el amor pide generosidad siempre, pero que no hay que medirla constantemente. Lo más importante del amor es el respeto por la libertad. Y también es lo más difícil.
–Manolo cumple un destino casi por casualidad, pero ella, Yolanda, parece ser un sujeto activo. Ella sí parece decidir. De monja se convierte en activista.
–Ella sí es una heroína, capaz de hacer que la suerte de quienes la rodean cambie. Bueno, quizá no sea eso, y a lo mejor es un ángel.
–Yolanda y Manuel se convierten en algo más que una pareja. De hecho, apenas son una pareja, pero viven pendientes uno del otro. ¿Es la idea del amor lo que más ha cambiado en España desde hace ochenta años.
–La idea del amor ha cambiado rotundamente porque las mujeres en España lo han hecho. Yo pienso que no me podría enamorar de una mujer como las de hace ochenta años. Y ahora me enamoro cada día.
–Que una guerra es cruel y que usted no es alguien maniqueo lo ha demostrado con largueza pero ¿existe la España desalmada, codiciosa y malvada que usted personifica en la figura del padrino de don Manuel, un cacique?
–El mal está en todas partes, emboscado detrás de los más hermosos ideales. Hay Badajoz, pero también hay Paracuellos. Y no sabemos cómo habría sido la posguerra en caso de haber sido distinto el final de la guerra. Hombre, la República era un régimen democrático… De todas maneras es difícil imaginar a un don Manuel, un equivalente, en el otro lado. Pero seres malvados los había igual: fíjese en el campesino, un asesino y un cobarde.
–Explíqueme por qué a la derecha española democrática le cuesta romper con el franquismo.
–No lo entiendo, la verdad. Se puede entender que los que pasaron el terror rojo en su momento vieran a Franco como su salvador. Pero ochenta años después, y con esa posguerra marcada por el odio y la revancha… Hay que pensar si lo peor del franquismo no está quizás en la posguerra.
–Vale, hay buenos y malos, pero ¿hay causas buenas y otras que no lo son?
–Azaña propuso el final de la guerra en torno a tres cosas: Paz, Piedad, Perdón. Era el año 38. Azaña representaba la democracia.
–Aunque usted diga que perro come perro, muchos periodistas lo adoran, tanto como los historiadores. Es usted una especie de mixto-lobo entre ambas disciplinas.
–Lo que me ha permitido hacerme un hueco entre los historiadores lo aprendí en el periodismo.
–¿Con quién le gusta más hablar: con periodistas de periodismo o con historiadores de Historia?
–Con gente inteligente, de cualquier cosa. Pero tengo que confesar que las reuniones corporativas me agotan.
–Entiende por qué alguno de sus historiadores de cabecera (y amigos), como Álvarez Junco, aceptan la tesis del Supremo sobre la jefatura de Estado de Franco en 1936.
–No es así. Pepe sólo ha dicho que jurídicamente había argumentos entre los malos. Pero su postura es inequívoca en cuanto a la ilegitimidad del mal hombre enterrado en el valle.
–¿Veremos a Franco fuera del Valle de los Caídos?
–Eso espero. Si Ciudadanos deja de encontrar aspectos salvables en Vox…
–¿Lo veremos también fuera de nuestros discursos? Porque parece tan difícil desenterrar a Franco como enterrar el franquismo.
–Sigue habiendo mucho franquismo en España: “Si a mí me dejaran…”
–¿Abusamos de la palabra facha? ¿Quién es facha?. ¿Hay un partido fascista en España ?
–Abusamos. Rajoy no es un facha y se lo han llamado. Y en Cataluña son fachas todos los españoles… En España hay un partido que se parece a uno fascista: se llama Vox.
–Hace más de 20 años que empezó a publicar libros sobre la Guerra Civil, crónicas históricas que usan testimonios y recuerdos personales, pero no parece partidario de la expresión Memoria Histórica.
–Es muy confusa. Me gustó mucho una frase de Santos Juliá: “No siempre la Historia dice lo que quiere la memoria”. Da para pensar un rato, ¿no?
–¿Se pueden tener valores republicanos en una monarquía?
–Desde luego. Yo con la monarquía soy como era Gil Robles en 1934, absolutamente incidentalista. Y con la República igual: déjeme usted vivir en un país de libertades…
–¿Se le han puesto muy derechosos algunos amigos de antaño?
– Creo que no. Se han vuelto más inteligentes.
–¿Me podría decir quién ha cambiado para mejor y quién para peor en España en los últimos cuarenta años?
–Cambió para mucho mejor Dionisio Ridruejo. Cambiaron a mejor Carrillo y Fraga. Sí, he dicho Fraga
–¿Por qué existe una derecha que odia tanto al feminismo?
–La derecha odia la emancipación. Y el feminismo es la gran lucha emancipatoria de ahora.
–Inútilmente guapo es un libro inaudito como crónica de la supervivencia a una enfermedad que pudo ser letal y que le ha hecho cambiar de vida. En este último hay una dedicatoria a sus médicos y a la doctora que ha tratado a su mujer de cáncer. ¿Se aprende de la enfermedad o asumirla como lección es una manera de afrontarla?
–De la enfermedad, con suerte, se aprende solo una cosa: a sobrevivir. Y llega uno a encontrar los momentos de felicidad donde antes solo había rutina. Si yo ahora doy dos pasos seguidos me aplaudo con una mano (porque la otra no me obedece) y estoy feliz, como un chiquillo.
–Es hombre de amistades fieles ¿De enemistades cómo anda?
–Ando muy bien de enemigos porque cuido mucho esa relación. Creo, por ejemplo, que el rencor es un sentimiento muy positivo.
–¿De quién cree que es más bestia negra: del nacionalismo vasco o catalán o de los nacionalistas españoles?
–Creo que desde hace muchos años he sido capaz de ganarme la enemistad de muchos nacionalistas catalanes y de algunos españoles y vascos. Lo cierto es que el nacionalismo me repugna. Es la base del fascismo.
–Supongamos que le llaman para cambiar la Constitución. ¿Por dónde empieza?
–Por el mismo sitio que usted.
–España es un país prácticamente federal… ¿sin federalistas?
–Hay federalistas. Y la Constitución lo es.
–¿Imaginó que la pactista derecha catalana se iba a poner tan ultramontana? ¿El personaje de Puigdemont no sería estrafalario hasta para su saga de Julio Gálvez?
–No lo imaginé. Lo sabía. Puigdemont es perfecto para un Gálvez. Castellet me quiso invitar a una casa en la playa para que escribiera un Gálvez en Cataluña. No lo hice y me arrepiento
–¿Ha renunciado a convencer a alguien?
–Sí.
–¿Le han convencido de algo últimamente?
–Tengo que comer despacio…
–¿De qué dejamos de hablar mientras hablamos de Cataluña?
–De nada. Hablamos de todo lo que nos importa. Incluso de Cataluña.
–¿Por qué ideología y política son dos palabras que se usan ahora para descalificar algo?
–Porque queda mucho franquismo. Es la filosofía del taxista: “esto lo arreglo yo…”
–¿Usa la expresión clase política?
–Jamás.
–¿Quién conspira ahora, por qué y para qué? El periodista David Jiménez habla en El director (Libros del K.O) de una conspiración del poder económico con los medios. ¿Lo ve así?
–Existe una gran conspiración que encabeza Trump para disminuir las libertades y ampliar las desigualdades. Pero no sé si ellos lo saben. En cuanto al periodismo, como casi todo lo que está vivo, siempre ha estado en crisis. El problema fundamental es de fiabilidad porque ahora son las fake news y antes era Felipe Mellizo escribiendo para el diario Pueblo unas maravillosas crónicas de corresponsal en Londres hechas desde El Escorial. Aunque Felipe no bebía, eso no dejaba de ser una alteración de las cosas. Eran buenas las crónicas. El periodismo es dos cosas: contar bien algo, y que te crean. No ha muerto, pero casi. Hace falta un pacto con los lectores.
–¿Estamos mayores o el mundo va a peor: Trump, Bolsonaro, China como modelo?
–Franco, Hitler, Stalin…
–Usted no fue maoísta porque leyó Contra el liberalismo [Un famoso artículo político de Mao Tse-tung]. Los liberales ahora son amiguísimos de China…
–Yo era maoísta y me fui del partido diciendo que era del Real Madrid y me gustaban las películas de John Ford. Lo entendieron, o sea entendieron que me fuera.
–¿Participa de ese discurso nostálgico de los políticos de antes?
–No soy nostálgico de la política.
–Una infancia feliz en una España feroz (Espasa). ¡Qué hermoso y honesto libro escribió el año pasado! El ictus le ha robado muchas cosas, pero no su capacidad de escribir. ¿Escribe mejor que antes?
–Escribo solo con dos dedos. O sea, que peor.
–Isla desierta. Solo tres opciones: político, periodista o escritor. ¿Se atreve?
– No. Yo quiero alguien que sea manitas.
–¿Qué es lo mejor que le ha pasado en la vida?
–Conocer a algunas mujeres.