John Maxwell Coetzee nació en Ciudad del Cabo (Sudáfrica) en 1940. Se doctoró en Literatura por la Universidad de Austin (Texas) con una tesis sobre Samuel Beckett, quien parece haberle contagiado el rostro enjuto y el estilo despojado (o el rostro despojado y el estilo enjuto), y ha sido profesor en algunas importantes universidades. Es lingüista y crítico literario, además de matemático computacional, lo que añade frialdad y sistema a su creación. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 2003 y es doblemente ganador del Booker.
Su narración más reciente, La muerte de Jesús, acaba de salir en español. En español, y solo en español. Si el libro prosigue la trama de La infancia de Jesús (2013) y Los días de Jesús en la escuela (2017), lo novedoso (o no tanto, porque fue lo ya sucedido con la colección Siete cuentos morales, en 2018), es que, escrito en inglés, la traducción de la argentina Elena Marengo es la considerada versión original, por raro que parezca. El propio Coetzee lo ha explicado: las traducciones a todas las lenguas se realizan a partir de esta versión española. Hasta la edición inglesa partirá de ella, en un proceso que se antoja inverosímil.
En sus declaraciones a diferentes medios y en comparecencias públicas, el escritor sudafricano ha querido resaltar la idea de que el inglés, el idioma hegemónico, se ha convertido en una amenaza para otras lenguas y, por muy lingua franca que sea, un obstáculo para el entendimiento entre las culturas; se puede afirmar, en esa línea, que el inglés pone unos anteojos con los que se distorsiona la realidad, mediatizada por la visión anglosajona, por su etnocentrismo. Es la lengua del Imperio, y esto se nota incluso en el adjetivo que se emplea para la queja de que esto sea así: eso de lengua global, cuando en español lo global ha sido hasta hace nada lo tomado en conjunto, no lo que abarca el globo terráqueo.
A pesar de que sus
El libro aún no está publicado en inglés. En Australia saldrá en octubre. Como se ve, en un movimiento centrífugo, Coetzee busca la periferia. Él mismo se nacionalizó australiano en 2006, y reside en Adelaida, donde imparte cursos. También es titular de una cátedra en la bonaerense Universidad de San Martín, desde donde fomenta estudios sobre el Sur (nombre de la sobresaliente revista de Victoria Ocampo), concretado este en Sudamérica, Sudáfrica y Australia (una de cuyas provincias es, volvemos a lo austral, Nueva Gales del Sur). Por esa cátedra han pasado como profesores invitados Pedro Mairal o Mia Couto. Preside el además jurado que otorga las becas de residencia del MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires).
Coetzee fue adquiriendo, ha confesado alguna vez, la conciencia de que el mundo es más ancho y rico de lo que el inglés demarca trabajando con sus traductores. Él mismo lo fue: de A Posthumous Confession, del holandés Marcellus Emants (1848-1923). También ha traducido del afrikáans The Expedition to the Baobab Tree de Wilma Stockenström. Asimismo tradujo en 2003 una antología de poesía holandesa, Landscape with Rowers: Poetry from the Netherlands.
Cuando se planteó publicar, quiso hacerlo en inglés, lengua adquirida, y en lo que eran para él, niño de una cultura minoritaria, los centros del mundo editorial: Londres y Nueva York. A diferencia del joven Pessoa, que también se crió en Sudáfrica y optó por escribir poemas en lengua inglesa antes de volverse al portugués, Coetzee sigue con la lengua de Shakespeare porque tal vez sea ya demasiado tarde para aprender con solvencia una nueva, pero seguramente le gustaría componer sus textos directamente en español como lo haría un Conrad o un Nabokov mesetario o, aún mejor, de la Pampa.