Hay libros escritos a una edad que denotan una lucidez espléndida o, mejor, una libertad interior que brota tras una determinada vida intelectual y personal. Por citar solo dos lecturas recientes, La poesía del pensamiento de George Steiner y 533 días de Cees Nooteboom. Sin ser iguales sus autores, los dos libros transitan libremente en su estilo y lenguaje y, sobre todo, dejan que los temas se atropellen y broten a través de analogías y asociaciones que ya no necesitan de justificación. 533 días, publicado recientemente, es una suerte de crónica autobiográfica del autor holandés de 85 años, que narra año y medio de su vida.
Podrían llamarse también impresiones, por lo que de poético tienen, pero impresiones de Nooteboom, es decir, de un escritor de pluma y experiencias extraordinarias. Como él mismo escribe, se trata de que las cosas (¿escenas?) se conviertan en acontecimientos y, para ello, hay que buscar los lugares y destinos que los propicien. Algo que él ha sabido desde siempre pues utiliza el viaje como una de sus principales formas de aproximación a la realidad que, además, le invita a reflexionar sobre tres de sus grandes temas literarios: la existencia, la muerte y el tiempo.
España es uno de sus lugares preferidos, “segunda patria”, la llama y lugar “al que siempre necesito entregarme”. Le gusta venir en coche y entrar por el País Vasco, Aragón o Cataluña. A su paso, comprar los periódicos locales, Heraldo de Aragón, Menorca, y comprobar cómo las grandes noticias ceden ante las locales de pueblos y ciudades, pues España es también el país de la “patria chica”. Sus viajes por el país aparecen recogidos en El desvío a Santiago, que hace en compañía de su fotógrafa y esposa, Simone Sassen, y en Tumbas de pensadores y poetas, que compila junto con ella.
Cees Nooteboom, en África / ceesnooteboom.com
Desde hace cincuenta años, pasa una parte del año en Menorca, su refugio para la escritura y la observación lenta y minuciosa de la naturaleza y el universo. Allí escribe los libros de poemas, El día de todas las almas y Zo kon zijn. En Lluvia roja, recopila reflexiones sobre la isla, convertida en el tema principal de algunos de los relatos de Los zorros vienen de noche. La casa y jardín de Pou Nou, primero, y después, de Es Consell (Sant Lluis) constituyen también los ejes narrativos de Autorretrato de otro. Sueños de la isla y de la ciudad de antaño, Cartas a Poseidón y, el que nos ocupa, 533 días.
Pues, como aparece en el libro publicado este verano, Menorca a Nooteboom (con catorce artículos, seis entrevistas y un pequeño álbum fotográfico sobre el escritor) oscila entre la necesidad de explorar el mundo y llegar a un lugar concreto, su casa en Menorca. Ahora, sin embargo, contempla desde su jardín otros viajes: “Nunca pretendí que este texto fuera un diario. Mi intención era centrarme en mi mundo interior y dejar de lado el exterior, donde he estado tanto tiempo y tantas veces. Tengo ahora la impresión de haber sido expulsado de este mundo exterior, de mi tiempo”. Allí, la naturaleza, y sobre todo, el mundo vegetal incluso más que el animal, ganan terreno a sus elucubraciones mentales brillantes sobre Kafka, Joyce, Canetti, Borges, Frisch y Capek, y la agonía de Europa.
Manuscrito de Cees Nooteboom
Nooteboom atrapa los cactus, las orugas, las buganvilias, las salamanquesas, las tortugas y fija su mirada con el mismo tempo (¿oriental?) y sincronía que el monje japonés del dibujo del templo de Kozan-ji que tiene en su estudio. Con la intensidad de quien sabe que el tiempo se acaba y se reduce, y reduce él mismo, el espacio. Al igual que uno de los fragmentos más bellos del libro, también gran metáfora, el cielo estival y menorquín en el que se deja llevar, mientras, transita también por él las sondas Voyager 1 y la Voyager 2 (objetos también de su novela La historia siguiente): “¿En qué año de mi infinita ausencia caminará alguien por Marte?”.
533 días puede seguirse también como un verdadero laboratorio de escritura y lectura, pues contiene interesantes reflexiones sobre el proceso creativo de uno y otro acto. Lo mismo ocurre con la lengua (y aquí sí estaría más cercano a Steiner), políglota y, por lo tanto, con un oído más agudizado y curioso, reflexiona sobre las palabras que se perdieron (las que hablaban los pobladores talayóticos de Son Catlar), las que nunca lo harán y los sonidos de lenguas diferentes en los que sumergirse. Tiene Nooteboom el don literario de personificarlo casi todo en 533 días, así los libros, diccionarios, solapas, estantes y librerías toman vida y ocupan su espacio, también cuando él no está y vuelve a su casa del siglo XVIII en Ámsterdam. De nuevo, crea acontecimientos, aunque esta vez de los objetos.