Los mitos constituyen literalmente los tesoros más preciados de la tribu. Antes de ocupar el Caribe o de tomar ciudades como San Francisco o Washington con la Guardia Nacional, Donald Trump sentó las bases de su poder con la ruptura del mecanismo checks and balances -controles y equilibrios-, principal soporte de la democracia en EEUU y provocó la aparición, en su lugar, del concepto balance sheet strength -balances fortaleza- a través de las megafusiones tecnológicas.
Esta ruptura es, en sí misma, el mito. Y se expande en la política internacional de EEUU, basada en el desorden, en el odio a millones de migrantes y en la eufórica privatización de la paz, convertida en negocio, como ocurre en Gaza, en Ucrania y en Venezuela, la mayor reserva de crudo del planeta.
La sociedad adormecida
Mucho después del derrumbe de la política de bloques, las naciones siguen atrapadas en el siglo XX. Londres presume de aislacionismo confortable, París es un desmanejo de orgullos nacionales y Berlín se ha vuelto una ciudad balcánica. Por su parte, los vieneses siguen pensando que al Este de su antiguo imperio comienza Oriente.
Centroeuropa dejó de ser un día el origen del pensamiento para convertirse en un rodeo en la frontera de las tentaciones narrativas. Austria enterró a Hofmannsthal para degustar a Thomas Bernhard y a W.G. Sebald.
La más alta tecnología convive hoy con una sociedad adormecida, en la que “los principales villanos son los gigantes digitales”, escribe Martin Wolf -editor de Economía del Financial Times- en La crisis del capitalismo democrático (Deusto).
La concentración en pocas manos ha consolidado a “los rentistas”, los dueños del mundo digital de costes marginales cero, que utilizan plataformas, redes sociales y el big data para dominar los mercados globales. Wolf, hijo de un judío dramaturgo y de una judía holandesa que perdió más de 30 familiares en el Holocausto, acumula la experiencia, el conocimiento y el pesimismo que ayuda a detectar señales de presente y de futuro.
Un acto con votantes de Trump
Para Wolf, la democracia y el capitalismo son dos “opuestos complementarios”. Es un matrimonio complicado, pero indispensable para ambas partes: “No funciona la economía de mercado sin un entorno democrático, que sostenga el estado de derecho y la igualdad de sus ciudadanos ante la ley. Ni prospera la democracia sin la protección de la libre iniciativa privada”.
En su opinión, para aplicar estos enunciados quedan pendientes correcciones necesarias después de la “erosión de la desigualdad y la baja productividad que dejó tras de sí la crisis financiera de 2008”.
Wolf es un conservador lúcido; un defensor incondicional de las ventajas de la globalización, pero cree que Occidente debe “activar su propio mecanismo de defensa externa, frente al autoritarismo de Rusia, Turquía o India, o al capitalismo burocrático de China, otra forma de autoritarismo, por su deriva de corrupción y favoritismo”.
Y, por encima de todo, afirma que “Europa debe poner en marcha su mecanismo de defensa interna, frente al populismo destructivo de Donald Trump, que en EEUU alcanza cotas peligrosísimas como la extralimitación del poder Ejecutivo y que abre el camino a la manipulación electoral”.
La Heritage Foundation
En el comercio internacional de nueva planta, Rusia ha redescubierto la Ruta del Ártico en cuyas aguas, producto del deshielo, navegan los cargueros de Moscú y Pekín. El camino de llegada a Europa y EEUU, que se reabre con el cercano fin de la guerra de Ucrania, sustituye ya hoy a la Ruta de la Seda de China.
Los trazados abiertos por la colaboración ruso-china están consiguiendo que el transporte de materias primas gane tiempo al evitar la ruta tradicional del Canal de Suez
En el mundo distópico del presente se ha producido lo que Washington venía anunciando a través de la Heritage Foundation: la liquidación ya prácticamente irreversible del régimen liberal-democrático más antiguo, cuya fuerza amenaza con arrasar a la UE.
Pero hay un destello de esperanza: la tradición republicana parece renacer en el seno del movimiento MAGA, después de que decenas de empleados de Heritage hayan dimitido a causa del apoyo de la fundación a un admirador de Hitler. No es un dato menor.
Europa como objetivo ultra
El trumpismo influye en los partidos patrióticos europeos que se reorganizan para adquirir grandes cuotas de poder dentro de la Unión. Su objetivo ya no es salir del club de los 27, sino transformarlo desde dentro, devorando a los conservadores tradicionales.
Hasta ahora, el camino más corto ha consistido en empezar por el Este, cuya arquitectura autárquica “no se debe a las circunstancias especiales de una liquidación fallida de las formas postsoviéticas, sino que sus naciones son las precursoras de la liquidación, democráticamente legitimada, de la democracia liberal” en palabras del eminente, Jürgen Habermas, representante de la Segunda Escuela de Frankfurt.
En la cúspide de las nuevas autocracias, se expande el sistema anarcocapitalista, consagrado por el presidente argentino, Javier Milei, bajo el lema “en el mercado todo vale”, y administrado por equipos de tecnócratas, representativos de una alta concentración de poder.
El filósofo Habermas
Ahora, la sombra de la Casa Blanca pesa especialmente en subcontinente americano y limita la capacidad de acción de Bruselas. Pese a ser el océano de los viejos vapores, el Atlántico ya no separa dos mundos en materia de cultura política. La creciente simetría habla por sí sola: el Budapest de Víctor Orban es el Buenos Aires de la motosierra y al Partido de la Libertad (FPÖ) de Austria le ha salido un pariente en el Chile de José Antonio Kast, líder de la extrema derecha.
El veterano profesor Habermas se pregunta por “la pusilanimidad de una sociedad civil que, en gran medida, no opone resistencia ante la fiebre autoritaria”.
Las sociedades afectadas por el retroceso actúan como El caballero inexistente de Italo Calvino, la metáfora de un tiempo en el que los ciudadanos no ejercen un verdadero libre albedrío; “son el hombre robotizado que cumple los mandatos, consciente de que el intento de acallar a los pueblos existe desde el mundo antiguo, pero los medios contemporáneos, como la IA, otorgan un potencial luciferino al asunto, por alcance, precisión y eficacia”, escribe Andrea Rizzi.
¿Qué nos ha conducido hasta dónde estamos? ¿Nuestro deseo nos pertenece o es fruto del entorno? No hay una respuesta única, pero está claro que fenómenos, como el crecimiento lento, la desigualdad creciente y la pérdida de buenos empleos están dentro del cóctel que favorece al auge del autoritarismo posdemocrático.
Ciudadanos atrapados
Para algunos analistas, estamos volviendo al escenario de los 70, al momento de La crisis de la democracia, el reconocido libro de Samuel Huntington -ex profesor del Eaton College- en el que el autor destaca que muchos países no podrán sostener su Estado de Bienestar en un futuro cercano. De esta idea emanan hoy los empeños de la administración Trump, cuando moviliza capital privado, deporta emigrantes y recorta empleo público.
El escritor Italo Calvino
El sistema regresa no para retroceder, sino con la intención de tomar impulso; pero apenas respira. La hemeroteca descubre el texto referencial del ensayista francés, Grégoire Chamayou, Du liberalisme autoritaire, sobre el determinismo fatalista que dice “la suerte está echada” y “la política solo puede verse como un acelerador; no podemos cambiar el curso de las cosas, solo podemos avanzar rápidamente”.
Hoy, digámoslo claro, los conductores del anarcocapitalismo aplican este sistema en Gaza, panteón pobre de la muerte por indefensión, y en la cubierta de las lanchas venezolanas, supuestamente pobladas de narcos, bajo el fuego de los F-14 Tomcat. “Queremos la recuperación de la energía que nos robaron”, proclama el presidente de EEUU ante un auditorio mudo de ciudadanos atrapados en el espasmo y de medios maniatados, como el Post, dominado por Jeff Bezos, el creador de Amazon y amigo de Trump, o el atormentado NYT.
La reconstrucción del orden internacional ya es un hecho. La OMC se ha vaciado, frente a la negociación bilateral de aranceles; en la OIT, Washington impone su modelo de empleo; la OTAN languidece y la UE se asienta sobre su caída, cuando los Gobiernos de los países miembros solo destinan como máximo el 1% de su PIB al Presupuesto comunitario y la debilidad de Bruselas no se arregla con el lanzamiento reciente de eurobonos para financiar la guerra de Ucrania.
Branko Milanovic, investigador principal de la City University y profesor visitante de la London, advierte que, “cuando la desigualdad compromete a la democracia, el sistema se vuelve hipócrita”.
El mercado global ha entrado en la etapa de la reducción del tamaño de los estados, siguiendo la estela de la derecha dura: proteccionismo, capitalismo de Estado y nacionalismo. Una gradación que hace años “se apunta con mayor o menor intensidad, en los regímenes híbridos, como Turquía, Venezuela o Hungría”, a criterio de Steven Levitsky en el difundido libro Cómo mueren las democracias (Ariel).
El patrón-dólar
En el marco financiero global, el equilibrio del patrón-dólar, heredero del FMI, está siendo substituido por monedas digitales diseñadas con descaro en el seno de la misma Casa Blanca o de la Casa Rosada de Buenos Aires.
La inflación que provoca el exceso de liquidez solo es el principio de una atmósfera que pronto será insufrible para los consumidores de todo el planeta. La experiencia de las subprimes se ha difuminado, pero todos sabemos que los grandes deterioros del sistema de pagos vienen precedidos por montañas de liquidez que pierden valor en pocas horas por falta de garantías reales.
El escritor Stefan Zweig
Y el caos podría empezar por la burbuja digital de las startups de la IA, que han generado ya 150.000 millones de financiación ex ante, con cargo a la deuda bancaria.
El Mediterráneo, vía de escape
Martin Wolf trabajó lo indecible por entender las causas y efectos de la II Guerra mundial. Y parece que ahora, en los albores de un nuevo mundo todavía más complejo, ha vuelto a dar con la tecla con La crisis del capitalismo democrático, pensado -dice Wolf- a partir de la lectura de El mundo de ayer de Stefan Zweig, que fue un gran amigo del padre del veterano periodista.
Ante un clima tan amargo como el que propone la desregulación del mundo, parece que el Mediterráneo, con su pálida luz de invierno, puede ser todavía una vía de escape. Andando prácticamente sobre las tumbas, el gran escritor esloveno Boris Pahor, en Necrópolis (Anagrama), se sintió concernido por el fin de la humanidad y, como prisionero en un barco de la armada del Reich, se acercó a la locomotora para “sentir el calor del acero en el vientre”.
Hoy, la salvación de las democracias no pasa por el suicidio, sino que exige dejar de pensar en la privacidad como válvula de escape. Wolf propone rescatar el concepto de ciudadanía; convoca a ejercitar una responsabilidad colectiva.
