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Cuando el hambre ya está saciada se puede buscar algún placer. O pensar en asuntos colaterales, tal vez los más importantes. En eso está empeñado Javier Gomá, uno de los más lúcidos pensadores en España, que plasma esas ideas en Fuera de carta (Galaxia Gutenberg). Pero también acaba de publicar la reedición de Filosofía mundana, que se ha llevado al teatro bajo la dirección de Luis Luque, y que se representa en Matadero, en Madrid.

Gomá reivindica una filosofía que atienda a lo cotidiano, que ayude en el día a día. Y considera que los hombres y las mujeres son “genuinamente filósofos”, en la medida en la que se “interpreta” la vida. Gomá, siempre empático, dispuesto a mantener “una buena conversación”, asegura en esta entrevista con Letra Global que se muestra “esperanzado”, con la idea de lograr “una mayoría selecta”.

Porque para Gomá, director de la Fundación Juan March, hay que completar desde el punto de vista cultural el proyecto liberal. Por ello, señala con toda convicción: “La democracia liberal es el final del camino, la virguería más grande que se ha hecho nunca”.

En Fuera de carta, Javier Gomá reúne sus artículos publicados en El Español, y añade cinco perfiles sobre clásicos de la filosofía contemporánea: Platón, Aristóteles, Séneca, Kant y Ortega.

Pero, ¿cuál era la pretensión de esos breves apuntes sobre lo cotidiano? “Fuera de carta pretende ser una constatación práctica de uno de mis presupuestos teóricos, el de que hombres y mujeres somos todos genuinamente filosóficos o filósofos. Que no es correcto, no es justo y no es verdadero considerar que el filósofo es sólo el que escribe libros de filosofía”.

¿Filósofos? “Los que escriben libros de filosofía, yo entre ellos, somos filósofos de segundo o de tercer nivel. Porque el nivel originario, la filosofía primera, está en hombres y mujeres que al vivir necesariamente interpretan. No hay vida que no sea vida interpretada. Y esa interpretación es ya genuinamente filosófica. No puede uno vivir sin filosofar, como no puede uno vivir sin comer”.

Javier Gomá, durante la entrevista con 'Letra Global' GALA ESPÍN Barcelona

Ya se ha roto, por tanto, ese respeto reverencial ante la filosofía. Y aparece algo mágico como es la sociabilidad. “Cuando uno come con otro no solamente experimenta los placeres de la sociabilidad, sino que normalmente la comida sabe mejor. Alguna vez me he preguntado ¿por qué cuando recibes una invitación en un teatro público, por ejemplo, o a una ópera se suele ofrecer dos entradas? Tienes que estar callado, no necesitas hablar con nadie. Pero todo el mundo entiende que con la compañía todo sienta mejor”.

Volvemos al concepto de ‘fuera de carta’, el disfrutar de la experiencia, cuando ya se ha conseguido comer para alimentarse.

Pero en lo que está convencido Gomá y eso es lo que quiere transmitir a su interlocutor es que la filosofía es literatura. “Es literatura en el sentido de que la ciencia debe ser susceptible de verificación y la literatura no lo es, como no lo es la filosofía. Nadie ha verificado a Platón o a Aristóteles o a Descartes. Lo importante es el placer, el gusto, el consenso que se genera en los lectores, o en los espectadores. Entonces el salto entre la filosofía y el teatro no es un salto entre géneros completamente dispares”.

Gomá se muestra entusiasmado con el teatro. Es un autor teatral, ha escrito obras de teatro, pero ahora ha visto cómo uno de sus trabajos, Filosofía mundana, se ha convertido en una obra, gracias al director Luis Luque. Son cuatro actores que interactúan entre ellos tomando los microensayos del libro de Gomá, que ya ha llegado a la séptima edición.

Gomá escribe en ‘Fuera de carta que hay un mayor bienestar, que se ha logrado, pero, pese a ello, “cunde el malestar por todas partes”. Y tiene claro que ha habido “un progreso moral indudable”. ¿Entonces?

“Hay dos cuestiones, y que somos los mejores, pero estamos enfadados. Que somos los mejores no hay duda. En términos materiales no hace falta hablar de que pasaba hace un siglo, o dos, o tres. Pero desde el punto de vista moral es más sorprendente. Se le da dignidad a todos los hombres y mujeres, a minorías que han sido sistemáticamente vejadas y violadas. Si le preguntas a alguien que pertenecía a esa minoría, como una mujer, un parado, un enfermo, un discapacitado, un viejo, un homosexual, un extranjero, un preso, o un disidente, o un jubilado, ¿en qué época te gustaría vivir? Todo el mundo te respondería que en la de ahora. Por tanto, ha habido un progreso desde el punto de vista moral totalmente incuestionable”.

Pero hay imperfecciones, carencias. “Sí, todas las sociedades, también las nuestras, son intrínsecamente imperfectas. El único matiz es que la nuestra es la menos imperfecta de la historia. Ahora bien, lo verdaderamente singular no es que seamos los mejores, hoy, puesto que esto ha ocurrido en el pasado, con sociedades como el Imperio Romano, o la República de Florencia. Lo genuino nuestro es que somos los mejores, pero estamos enfadados. Muy enfadados. Hay mucho descontento. Tanto descontento que nos impide comprender que somos los mejores”.

Javier Gomá, autor de 'Fuera de carta', en 'Letra Global' GALA ESPÍN Barcelona

¿Porqué Javier Gomá abjura de ser un optimista, pese a defender esa posición? “Rechazo esa etiqueta, porque optimista sugiere algo así como una ley de progreso necesario en virtud de la cual se ha progresado en lo material y lo moral y pronostica algo semejante en el futuro. Y si algo he comprendido es que la materia de la que está hecha lo humano es una materia muy precaria, totalmente reversible. Nos podemos ir por el desagüe en cualquier momento. Hay regresiones y bajadas al infierno. No hay linealidad. En consecuencia, más que optimista, soy esperanzado”.

¿Esperanzado sobre qué? Gomá entiende que hay mejoras, y que se puede seguir mejorando. “En conjunto, pese a todo, se progresa. Alguien nacido en 1890, por ejemplo, que hubiera pasado su vida adulta entre la I Guerra Mundial y la II Guerra Mundial, te negaría esa idea de que somos los mejores. No le llevaría la contraria, entendería su sentimiento, pero no tendría razón. Porque sí somos los mejores. Estoy hablando de las sociedades occidentales”.

Lo que sucede, ese malestar, es que es producto de la condición de modernos. Javier Gomá se explica. “La premodernidad es colectivista. Yo afirmo algo que parece muy sorprendente y es que la muerte es un invento moderno. En el pasado la gente se moría, pero no existía la muerte. Porque lo que importaba era el cosmos, la totalidad, que seguía siendo igualmente bello, verdadero, y justo, antes y después de la muerte individual. Cuando nace la modernidad, cuyo centro es el individuo, el yo siente la excelencia de su dignidad, pero también comprende la indignidad del cadáver, con independencia de las creencias religiosas que yo tenga. ¿Quién puede declararse feliz sabiéndose con la dignidad de un ángel y el destino de un mosquito? Entonces, hay un malestar que en el siglo XIX se teorizó, el llamado ‘spleen’, un taedium vitae, que es claramente una de las características de la modernidad”.

Gomá está hablando de Occidente, donde el individuo está en el centro de todo. “El lema moderno no es ser feliz, sino ser digno de ser feliz, aunque no lo seas. Y lo que caracteriza el mundo moderno es la dignidad individual”.

Y aquí surgen algunas paradojas o limitaciones. Surge en la conversación la cuestión de la pandemia, que trata Gomá en Fuera de carta. En China la salud pública se puso en el centro de todo. Pero no en Occidente. El “hacer lo que sea” que se impuso en China en defensa de la salud pública no tuvo el mismo peso en Occidente. “Lo más llamativo del interés de la dignidad occidental es que es resistente a todo, incluso al interés general”, señala Gomá, que añade: “Es cierto que en ocasiones el interés general puede exigir una cierta limitación de los derechos, pero no un atropello de los derechos”.

Hay progreso moral. También respecto a los extranjeros, una cuestión que ahora vuelve a estar en el centro de todos los debates. “El progreso moral normalmente tiene un motor y el motor es el asco. El asco es el sentimiento que más acelera el progreso moral cuando está bien orientado. Durante milenios las mujeres fueron violadas. No había asco por ello. Pero hay cambios. De pronto en el siglo XIX se publican novelas que tienen como protagonista a una chica de servicio que viola el señorito. Y los lectores del siglo XIX empiezan a sentir asco por ese acto del señorito, ¿qué significa ese asco? Significa que de una manera emocional, más que racional, la sociedad ha realizado un acto de creación moral extraordinaria. Si la mujer era neutra desde el punto de vista moral, ahora los lectores le conceden una dignidad. Y precisamente porque le conceden una dignidad sienten asco ante la vulneración de esa dignidad. Y entonces, el asco negativo es indicio de creatividad”.

Javier Gomá, autor de 'Fuera de carta', y 'Filosofía mundana', en 'Letra Global' GALA ESPÍN Barcelona

Ese mismo proceso se ha producido, a juicio de Gomá, respecto a los extranjeros. Y señala los años 2012, y 2013, con la crisis económica y distintos conflictos marcados por la guerra y el hambre. “Mucha gente empezó a protestar por cómo en Europa los gobiernos occidentales trataban a los inmigrantes y se produjo una indignación. Se consideró que esos inmigrantes tenían dignidad”.

La “evidencia” marca los cambios. Lo que era ayer algo consustancial, hoy deja de serlo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién decide esos cambios? Gomá insiste en el término ‘evidencia’: “El fundamento último de la moral es la evidencia, la evidencia como sentimiento colectivo. Y el verdadero objetivo de un escritor es contribuir a educar la evidencia”.

Pero, ¿qué anclaje debemos tener con los clásicos? ¿Hay que arrodillarse ante ellos, o, más bien tomar aquello que nos puede servir?

“Lo importante en literatura y en arte es lo de siempre. Y hay personas, hombres, mujeres, que han acertado a expresar con especial perfección lo de siempre. Y esos son los clásicos. Ahí no cuenta el progreso, no vale para nada la explicación progresiva que sí cuenta en la ciencia. Nos interesa muchísimo lo que Aristóteles dice sobre poética o sobre moral o lo que puede decir Descartes o lo que puede decir Kant porque son clásicos. Y clásico es aquella persona que ha sabido encerrar algo invariable dentro de la naturaleza humana y que en ese sentido es nuestro contemporáneo”.

Pero, ojo, ¿hasta qué punto nos atamos a ellos? “Me irrita la beatería cultural”, sostiene Gomá. Nada de convertir a un clásico en un “fetiche”.

Unida a esa idea, aparece la gran cuestión sobre con qué debemos quedarnos, sobre cómo hemos evolucionado y que perspectivas tenemos. Gomá asume el reto: “La cultura occidental hasta la II Guerra Mundial ha sido una cultura básicamente aristocrática, con creaciones de minorías selectas. Pero desde entonces ha emprendido un experimento enorme, que es el experimento de una sociedad igualitaria sobre bases meramente humanas, que es la democracia liberal. Y ha desmontado todo el tinglado aristocrático”.

Libro de Javier Gomá

¿Entonces? “Tenemos que inventarnos una nueva cultura, que no esté basada en la élite. Hay tres grandes etapas en la historia en mi juicio. La minoría selecta, que es la que ha regido desde el origen de nuestros tiempos hasta la II Guerra Mundial, la mayoría vulgar en la que vivimos ahora y mi ideal, la de una mayoría selecta. Pero, ¿de qué manera los clásicos que pertenecen básicamente a la época de la minoría selecta iluminan a una sociedad caracterizada por una mayoría vulgar en camino hacia una mayoría selecta? Pues unos sí y otros no. Probablemente las transformaciones que está experimentando la cultura y la sociedad llevará una cierta revisión del canon”.

Llegados a esa situación, surge la cuestión de fondo. ¿La democracia liberal es el punto donde queríamos llegar, hay otro estadio superior?

“La democracia liberal es aquel sistema que está basado en la convicción absoluta, en la evidencia colectiva y compartida, de que todos los hombres y mujeres tienen exactamente la misma dignidad. Esto crea una revolución sin precedentes, Y ¿dónde quedará un canon que es básicamente creación de la minoría selecta? Veremos”.

Pero, ¿está en peligro esa democracia liberal? “Mi tesis es que la democracia liberal es el final del camino. A partir de ahora puede y debe haber reforma, perfeccionamiento, humanización de la democracia liberal, pero ya no hay un cambio de sistema. La democracia liberal, que combina el principio mayoritario con el respeto al minoritario y ambos basados en la dignidad, es la virguería más grande que se ha hecho nunca y además que está a la altura del proyecto igualitario que se ha puesto en marcha después de la Segunda Guerra Mundial”.

Javier Gomá, en la redacción de 'Letra Global' GALA ESPÍN Barcelona

Pero, ¿y en el estadio cultural? Aquí Gomá sí reclama mejoras evidentes. “Estamos en la mayoría vulgar, que ha resultado un progreso moral extraordinario respecto a la etapa anterior de la minoría selecta, pero que es provisional respecto a una estación a la que todavía no hemos llegado, que es la de la mayoría selecta, que es donde la mayoría no tiene por qué ser vulgar”.

Nada de resignación, entonces. Lucha y ejemplo de uno mismo para conseguir esa meta, en la que Gomá se siente “esperanzado”.

El filósofo, el dramaturgo, el hombre que dirige la Fundación Juan March, que conoce el mundo institucional, insiste en que la literatura puede y debe cumplir un papel, como la filosofía, pero sin esa finalidad que defienden algunos gurús, la de que una novela te puede cambiar la vida. “La gran literatura es la que parte de que a los hombres y a las mujeres nos pasa algo enorme. Y ese algo enorme es algo respecto a lo cual sentimos nuestra insuficiencia”.

¿Qué nos puede dar? “Luz y calor”, responde Gomá. Y también “consuelo”.

En Fuera de carta, el filósofo plantea una dualidad entre lo actual y lo real. ¿Cómo es eso posible? Lo que ha aprendido el filósofo es que el cortoplacismo es enorme, mucho más intenso de lo que él mismo podría haber pensado de joven. El mundo se podía vislumbrar, pero, según Gomá, “no el nivel de cortoplacismo”. Y ese cortoplacismo se da, de forma intensa, en el ámbito político. “La simplificación típicamente política, el infantilismo intelectual típicamente político, se ha extendido a todas las realidades de tal manera que vivimos todos en la actualidad y no en la realidad”.

“Vives en la trepidación de la actualidad, pero no es realidad, porque se desvanece en 24 horas. ¿Consecuencia? Creo que debemos situarnos en la realidad y la buena literatura, igual que la buena filosofía, lo que hace es cultivar la realidad frente a la actualidad”.