Regeneración democrática, reformas, consensos para avanzar. Lo que destila el magistrado Joaquim Bosch es esperanza, optimismo moderado, ganas de mejorar, sin ocultar todo lo que va mal. Lo ha explicado en Jaque a la democracia, España ante la amenaza de la deriva autoritaria mundial (Ariel). Constata que los vientos iliberales soplan con fuerza y que lo prioritario es que los grandes partidos, los que sostienen la democracia liberal, no se dejen apabullar por los extremos. En esta entrevista con Letra Global, Bosch señala que los partidos del ámbito conservador deben ser más fuertes para evitar verse contaminados por la extrema derecha. Mira a Francia, un país sometido ahora una fuerte presión. Y se refiere a España, con un consejo para esa derecha, la española y la catalana: "El peligro para la democracia es que el PP o Junts se dejen contaminar por Vox o Alianza Catalana", asegura.
El riesgo para las democracias existe. No es una ilusión ni un disparo al vacío. En Francia el ascenso de la extrema derecha de Marine Le Pen ha sido fulminante y puede presionar ahora para hacer caer al gobierno de Macron, aliándose con la izquierda. Joaquim Bosch marca diferencias. No toda esa derecha extrema es igual. “No es igual el nacionalismo conservador en Dinamarca que en Hungría. Hay una ultraderecha que no cuestiona la democracia liberal, pero sí tiene un discurso antiinmigración muy fuerte. En el caso de Francia hay una particularidad y es que el partido de Le Pen mantiene un discurso muy favorable a la prestación de servicios, es una especie de chovinismo del bienestar solo para los franceses. Esa particularidad impide involuciones autoritarias, y podría apartar a Francia de esos riesgos”.
Europa vive momentos muy complejos, con la posibilidad real de que el avance constante desde la II Guerra Mundial se estanque, incluso con retrocesos sociales y en materia de derechos. ¿Quién está en una situación más difícil? “Para mí Alemania es muy preocupante. Hay una extrema derecha con complicidades con el nazismo, con la defensa de un pasado intolerable. Y está en ascenso”.
Si existe esa ola mundial, ¿qué debería blindarse? Para Joaquim Bosch, que explica en su libro esas amenazas con un lenguaje ágil, siempre con el acento en las instituciones políticas y en la administración de Justicia, en el centro de todo están los partidos conservadores, de la derecha clásica. “Los riesgos en las democracias liberales vienen por dos vías posibles: el crecimiento de partidos categorizados como de extrema derecha, y la más delicada, y es la de la mutación de la derecha tradicional”.
¿Qué quiere decir? “Debemos pensar en el Partido Republicano, bajo la influencia de Trump, o el Fidesz en Hungría. Son partidos que se han deslizado, que han mutado hacia posiciones de derecha dura. El Fidesz era un partido conservador, democristiano, que se ha alejado del grupo parlamentario europeo donde se ubicaba. El Likud era un partido de la derecha tradicional en Israel, que se ha convertido ahora en una de las grandes referencias de la extrema derecha mundial”.
La cuestión del fascismo
¿Qué podría hacer esa derecha tradicional? “Tiene dos posibilidades, o afronta en serio el debate de fondo, en defensa de la democracia liberal y explica los riesgos que existen para un sistema político pluralista o imita el crecimiento de la extrema derecha. Pero esa derecha debe tener presente que allí donde se ha mimetizado, o es un agente más de la extrema derecha o ha sido devorada. Me gusta el análisis de Francis Fukuyama que señala ese peligro, al advertir, principalmente, al mundo conservador, con la idea de que no caiga en la extrema derecha”, asegura Bosh. Y añade que en España hay dos casos claros:"El peligro para la democracia es que el PP o Junts se dejen contaminar por Vox o Alianza Catalana".
En esa dialéctica, sin embargo, la izquierda ocupa un papel también central. ¿Debe empujar a esa derecha conservadora hacia las posiciones extremistas o buscar un espacio común? Joaquim Bosch tiene claro que todos tienen una gran responsabilidad. En este caso, y pensando en España, considera que lo más importante es establecer un buen diagnóstico. “No se puede hablar de forma constante de fascismo. El fascismo se basa en la violencia, y la ciudadanía no se cree que Vox o Alianza Catalana, en Catalunya, sean fascistas. La descalificación gruesa es un error”.
Bosch lanza el mensaje y es que en España sería necesario “un esfuerzo de generosidad ideológica”, con la idea de que el adversario es legítimo, “no es un enemigo”. ¿Pactos de estado, por tanto? “El eje izquierda-derecha es comprensible, pero en algunas materias no se puede apelar de forma constante a la confrontación”.
La duda radica en si esos comportamientos tendrían premio o no, que es lo que buscan los dirigentes políticos, pensando en las convocatorias electorales. “La ciudadanía agradece los grandes consensos. En el tema de la vivienda, que vemos ahora que es algo básico y central, se vería bien que se llegara a un gran pacto. Otra cuestión sería la corrupción, con un plan a largo plazo que fuera consensuado”.
Joaquim Bosch, sin embargo, cree que hay una diferencia. En el sistema político y mediático la lucha partidista es una evidencia, y se refuerza a través de las redes sociales, con mensajes virales. Pero en el conjunto de la sociedad, a su juicio, esa polarización no está tan clara: “En la lucha contra la violencia hacia las mujeres, en la muerte digna, hay porcentajes altísimos de consenso. La sociedad lo vive de forma muy diferente a como lo viven las cúpulas partidistas”.
La guardia no se puede bajar. Hay indicadores, porcentajes todavía pequeños, que son preocupantes, a juicio de Joaquim Bosch. “Hay indicadores de posible involución, de rechazo político al sistema democrático, que se pueden achacar a la herencia del franquismo y a la ola global. Eso se añade a que la extrema derecha no acepta la legitimidad del actual Gobierno, elegido por un parlamento de forma democrática. Puede haber una crítica severa, por ejemplo, a la Ley de Amnistía, pero no se entiende que se pueda cargar contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el argumento de que no es legítimo”.
¿Entonces? “El discurso de la derecha tradicional, al imitar a la extrema derecha, es un riesgo para las instituciones democráticas. Un partido de estado no puede hacer eso, no puede poner en duda la legitimidad del Gobierno”, asegura Bosch en alusión al PP.
Colonización partidista
Lo dice para señar el discurso del PP sobre la inmigración, y las leyes de extranjería. “Las políticas de inmigración siempre han sido un tema de estado. Es dañino para la convivencia que se pueda aprovechar. Hay seis millones de extranjeros, ¿se sugiere que podrían ser expulsados? El Banco de España acaba de decir que España necesita extranjeros. Un partido de estado no puede hacer política partidista con eso”.
Ahora bien, ¿qué fallo estructural se detecta en España? Joaquim Bosch se pone serio. “España tiene un problema con el sistema judicial. Lo deja claro el Consejo de Europa, y tiene toda la razón. Hay enormes injerencias políticas en la cúpula judicial, nombramientos discrecionales. No se determina de forma tasada quienes son los mejores para ocupar esos cargos. Y se crea, por tanto, un descrédito en la ciudadanía. Hemos visto el bloqueo en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). La mejor garantía para que no exista el llamado Lawfare es que se sepa que desde arriba no se va a permitir. Necesitamos, por tanto, tribunales superiores con la máxima imparcialidad”.
¿Dónde estamos? “Vivimos en un sistema democrático que es mejorable, con debilidades y fortalezas. Se señala a España como uno de los diez mejores países del mundo, con limpieza electoral, con respeto a la pluralidad. Pero las instituciones que nos dicen eso también sostienen que tenemos serios problemas de corrupción política, con injerencias en la cúpula judicial, y con débiles contrapesos porque existen una enorme colonización política en determinados cargos”.