Myriam Seco: "La historia del antiguo Egipto no tiene fin"
La arqueóloga sevillana, investigadora del antiguo Egipto, explica las huellas culturales que la civilización de las pirámides ha dejado en la cultura occidental y los descubrimientos que permiten las nuevas tecnologías
22 septiembre, 2024 19:00Terminada su tesina en la Universidad de Sevilla, Myriam Seco le preguntó a su tutor qué tenía que hacer para excavar en Egipto y él le aconsejó que aprendiera idiomas. Como hablaba inglés y francés se fue a Alemania y en cuatro meses consiguió una beca de la Universidad de Tubinga. Trabajó en el Mar Rojo en un proyecto submarino en el Líbano. Nada es un obstáculo para una de las jefas de expedición más activa de la arqueología egipcia. Y nada le hace más feliz que dirigir excavaciones con equipos multidisciplinares de más de ciento cincuenta personas. Para cumplir sus sueños se pasa la mitad de su tiempo buscando financiación. Le compensa: está convencida de que Egipto no dejará jamás de regalarnos sorpresas. Lleva años al frente de los trabajos de investigación de la tumba de Tutmosis III.
No es usted Harrison Ford, pero ha hecho una película.
(Sonríe. Habla deprisa y con tono apasionado pero su voz es tenue, sin aspavientos ni exclamaciones) El título parecía de Indiana Jones, desde luego, pero es el documental, el primero grabado en formato Imax, que se llama El Misterio del Nilo y se emite por todo el mundo. La rodamos entre 2003 y 2004. Íbamos un periodista, un fotógrafo y yo. Recoge la experiencia de una expedición desde el Nacimiento del Nilo Azul hasta su desembocadura, desde Etiopia, Sudán y, claro está, Egipto. Se estrenó en Valencia, Madrid y Barcelona y aún se sigue viendo. Fue una experiencia estupenda. Y divertida para los espectadores, creo. Fuimos en kayak, hicimos rafting, navegamos en chalupa, todo lo que permite el Nilo en sus más de cinco mil kilómetros de extensión.
Para llegar a Egipto usted tuvo que pasar por Alemania
Yo hablaba inglés y francés, pero cuando le pedí a mi profesor que me aconsejara cómo podía dedicarme a investigar sobre Egipto me recomendó que estudiara alemán. Me quedé estupefacta. ¡Cuánta razón tenía! A Alemania le debo poder cumplir mi vocación. En aquel entonces la universidad española, en el área que a mí me interesaba, era muy precaria. Nada que ver con los recursos y las bibliotecas que encontré en Tubinga. Si querías ser egiptóloga tenías que irte de España. Y yo siempre quise serlo.
Defina 'siempre'.
Desde muy pequeña quería ser arqueóloga y, a medida que estudiaba la carrera, tuve claro que Egipto es de verdad lo que me interesa. Mi razón de mi vida. Al principio me fascinó el Oriente Próximo, la cuna de la civilización y la idea de excavar allí. Mi primera intención fue irme a Irak –años noventa– pero ese camino tuvo su kilómetro cero en Alemania. Allí me hice definitivamente egiptóloga.
¿Por qué Alemania?
Yo quería irme a Francia porque hablaba el idioma y me apetecía el país, pero me denegaron la beca que pedí. Un fiasco que, en realidad, fue una suerte porque ese mismo año un profesor, José Miguel Serrano, me habló de la universidad de Tubinga; nadie quería irse allí de Erasmus, por el idioma, supongo. Fácil no es, el primer año me apañé con unas clases, pero luego quise quedarme y ya tuve que sacar el título de alemán. Una gran oportunidad. Sigo colaborando y espero hacerlo siempre. Es otro mundo. Ahora un poco menos, pero cuando empecé era impensable contar con esos medios en una universidad de España.
De hecho, Tubinga participa en el proyecto de la tumba de Tutmosis III, en el que estoy trabajando ahora, en colaboración con Santander Universidades (Fundación Botín) y las Universidades de Granada y de Sevilla. Nunca he dejado de tener relación con ellos desde las primeras becas. Ahora vamos a retomar un proyecto de hace años: el catálogo de una colección que tenía la Universidad de Sevilla casi olvidada y que había comprado el arqueólogo Blanco Freijeiro. Se ha restaurado y se prepara una exposición. Sin Alemania yo no habría podido publicar ninguna de mis investigaciones. Las excavaciones se habrían quedado sin contar.
¿No pensó en quedarse en España?
No, yo quería ir a Egipto. A partir de Alemania, gracias a mi relación con la Universidad de Tubinga, fui haciendo contactos siempre desde mi obsesión por trabajar a pie de excavación. Al principio fui con una beca de tres meses, luego conseguí un contrato en el Museo Nacional Egipcio con financiación norteamericana y allí fui conociendo gente que me iba llevando de un proyecto a otro. En 1998 unos franceses buscaban gente para hacer arqueología subacuática en Alejandría y allí me fui. No soy muy fan del agua pero hice un curso de submarinismo en la Costa de Granada, de tres días, y me capacité para la arqueología subacuática. Pasé los primeros años buscando becas para excavar y ahora igual (sonríe resignada). Excavando y buscando financiación.
Parece increíble que quede algo por contar de Egipto.
(Mira casi escandalizada) Muchísimo. Tenga en cuenta que estamos hablando de una civilización de más de tres mil años de la que existe muchísima documentación y muchísimo patrimonio por descubrir y por estudiar. Se conserva muy bien, no hay más que buscarlo. Cada vez que se organiza una misión aparece algo nuevo, pero es que además ahora tenemos nuevas herramientas de investigación que nos permiten ampliar el conocimiento. Es algo prodigioso que ha cambiado completamente lo que queda por descubrir e incluso lo que se ha descubierto.
Nosotros, en la tumba de Tutmosis, hemos descubierto un basurero de mil quinientos antes ante de Cristo: podemos analizar restos de comida, moldes de pan. Imagine: un lugar donde se mantienen objetos desechables, que tanto cuentan de la vida cotidiana. Con las nuevas tecnologías las posibilidades de investigación se multiplican. La única pega es que las muestras no pueden sacarse de Egipto. Hay que hacer toda la investigación allí. Lógicamente, se protegen de los expolios.
Cosa distinta es publicar o difundir, que es lo qie hacemos quienes dirigimos las misiones. Han invertido en laboratorios, que antes no tenían y se están preparando para ese museo que han construido cerca de las Pirámides y que va a ser el más grande del mundo. Faraónico, desde luego (sonríe). Ha cambiado mucho su política sobre cultura y patrimonio y eso está bien. Es una gran oportunidad porque, aunque no se excavara, que queda mucho por hacer, podemos volver a estudiar lo que ya tenemos. Excavaciones de hace cien años pueden volver a darnos información. Convénzase: la historia del antiguo Egipto no tiene fin.
Sus primeros trabajos estaban orientados a la familia y el papel de las mujeres en la organización social de una etapa histórica concreta.
(Precisa que hablamos de tres mil años y que dicha acotación resulta imprescindible). Hice la tesina sobre la estructura de la familia en Egipto, pero cuando llegué a Tubinga me dijeron que afinara más, que era demasiado general el planteamiento. En Historia y, especialmente en Arqueología, para ser rigurosos y concluyentes hay que concretar. Los egiptólogos estamos muy especializados. Me centré en la representación de los niños de las tumbas de Tebas. No se trata de reflejar a esos niños. Son un recurso simbólico para garantizar la vida eterna al difunto. Los niños simbolizan que habrá una vida larga y feraz, que habrá continuidad. Los hijos demuestran que volverás a nacer. Los egipcios estaban obsesionados con el más allá y la vida eterna. Todo va encaminado a eso. Esos niños aparecen como un anhelo, como un deseo de perpetuidad, no por sí mismos.
¿Los pobres tenían derecho a la vida eterna?
¡Claro que sí!. Sabemos mucho de los faraones y los reyes porque tienen toda esa monumentalidad funeraria, pero se trata de una aspiración de todos. El templo de Tutmosis se construyó sobre unos enterramientos más antiguos de una ciudad de trabajadores. Hay muchísima información: tumbas individuales que se conservan maravillosamente. Una necrópolis de trescientos o quinientos años antes. Los antropólogos están estudiando sobre su alimentación. Sabemos que eran personas trabajadoras porque los huesos lo cuentan todo: qué comían y de qué trabajaban. Sabemos que hay mujeres que hacían tareas en el campo e incluso en la construcción por las dolencias de espalda, por las huellas que dejaron las lesiones. Era gente humilde con una dieta escasa y sometida a mucho trabajo físico. Hemos encontrado un caso de leucemia rarísimo, porque no es habitual que esa enfermedad se refleje en los huesos. Estamos colaborando con el Instituto de Medicina de Zúrich porque han aparecido cosas que no se conocían : un niño con hidrocefalia y espina bífida, de seis años, enterrado con su ajuar. Y unhombre maltratado, no por accidente, sino por torturas. Asuntos de la vida de la gente corriente. Que anhelaban una vida eterna como demuestra la manera en que fueron enterrados: embalsamamientos low costs, por decirlo de alguna manera, muy básicos y humildes, pero con idéntica aspiración de trascendencia.
Es increíble que se conserven.
Esa es una de las grandes ventajas de Egipto, que el clima hace posible que miles de años después tengamos acceso a tantísima información. Fueron minuciosos en la vida y en la muerte. Tenemos documento que demuestra que una mujer testó desheredando a alguno de sus hijos, que no se había portado bien con ella. Fíjese todo lo que nos dice: que las mujeres tenían propiedades, decidían sobre ellas y no existía el obstáculo de la legítima. En el caso de las clases sociales, es curioso cómo todas comparten símbolos, cada una según sus posibilidades. En las tumbas de las trabajadoras hemos encontrado conchas de río o de cerámica -un símbolo de protección y de la vida eterna también- y en la de una dama de la alta sociedad están las mismas conchas, solo qie en oro. Todas enterradas con sus conchas, aunque cada una según su capacidad adquisitiva.
¿Qué permanece vivo de toda esa cultura?
En Egipto está la cuna de la humanidad. Todo nace allí. Al menos, la civilización occidental no existe sin Egipto. Desde la religión a la gastronomía. Todo lo han hecho antes ellos. Le voy a dar un par de ejemplos. La Virgen con el Niño de los cristianos es un reflejo de la imagen de Isis y Horus. Y una de las tradiciones más populares y más identitarias en España, las procesiones, son una transposición de las fiestas de Opet. Los dioses Amón-Ra y su esposa Mut, de Karnak, vistan a Amon-Min en Luxor. Los sacerdotes los llevaban en unas barcas engalanadas con andas y en el cortejo iban las fuerzas vivas, abriendo la comitiva (los políticos, las danzantes, músicos) y detrás el pueblo, todo el mundo participando. Me recuerda al Corpus. El recorrido pasaba por otros templos. Eran como una fiesta de celebración, al margen de su carácter religioso. Sucedió miles de años antes. Es muy fuerte.
Da la impresión de que el monoteísmo ha dejado peor herencia.
Las religiones politeístas han generado culturas más abiertas, eso, sin duda. Aunque si hablamos de judíos y cristianos, parte de la Biblia se basa tambien en tradiciones y leyendas egipcias. El caso más llamativo son las aguas del Mar Rojo abriéndose para que Moisés pueda pasar con el pueblo elegido. Esa misma escena aparece en textos egipcios de la época de Seneferu, el padre de Keops, el primero que construyó una pirámide: pirámide roja, en Dahshur, a treinta kilómetros de El Cairo, que es la primera de todas. Hay cuentos de esa época que relatan cómo el faraón está muy afligido y el maestro de ceremonias va para consolarlo. Se le ocurre para despejar su melancolía celebrar una competición de remos con mujeres bellas y provocadoramente ataviadas. (Ríe maliciosamente). El faraón se pone muy contento y se olvida de su depresión, pero en la contienda una de las damas pierde un colgante de mucho valor sentimental, y se niega a seguir remando. El maestro de ceremonias le promete regalarle joyas de más valor pero no la convence. El faraón vuelve a su melancolía. Entonces el maestro, que era mago, hace que las aguas se abran para encontrar el collar. Es menos épico que la historia de Moisés pero igual de mágico.
¿Aparte de la adrenalina de las excavaciones, qué le engancha de Egipto?
Que siempre hay más, siempre hay algo por saber. En cuanto a su cultura, tal vez su obsesión por la eternidad. Su voluntad de trascendencia. Y me sigue impresionando lo modernos que eran. En todos los sentidos, desde asuntos legales o sociales a la belleza de sus objetos, que siguen siendo hermosos y hasta vanguardistas. Sus muebles podrían ser de esta época, por ejemplo. No solamente es la estética, ojo. Hemos encontrado camas plegables que a muchos sitios no han llegado hasta hace muchos menos años. Esa modernidad también los hace trascender.
Entenderá entonces la fascinación de algunos escritores como Terenci Moix.
¡Cómo no, si era un espíritu sensible! La gente con sensibilidad queda impactada en Egipto porque es de una belleza inobjetable. La imagen del templo de Abu Simbel al amanecer es difícil de superar. Y el entorno del Nilo, con las orillas verdes y el paisaje. A esto se suma la grandiosidad de sus templos y monumentos. No hay templo que deje indiferente. Las pirámides ya son de por sí fascinantes. Y además de la belleza todo resulta eficiente, inteligente. Todo tiene un sentido, ya sea simbólico o práctico.
¿Qué ignoramos al margen de la mitificación de las películas?
Todo ese mundo de faraones y leyendas es muy atractivo. Lo que rodea a las tumbas, sus dioses y mitos. Pero es trascendental su importancia en asuntos sociales ourbanísticos. La organización de sus ciudades. Es magistral el escrúpulo de sus archivos, lo bien que gestionaron la economía y los recursos naturales. Gracias a que se conservan pergaminos sabemos cómo anotaban y archivaban todo. Seguimos sin saber cómo se hicieron las pirámides, cómo cortaban las piedras y cómo las subían. En 2008 Pierre Tallet descubrió unos papiros en el Mar Rojo con información valiosísima de un puerto cerca de Suez que servía para el transporte de las piedras en la época de Keops. Eran calizas que no se encontraban y había que traerlas. Para no levantar ciudades que hubiera que mantener construían hangares gigantescos donde guardaban los barcos de una temporada a otra. Todo está detallado, contabilizado, hasta el menor detalle.
Usted es una mujer extranjera que dirige equipos y lidera excavaciones.
En Egipto me siento en casa. Conozco bien la cultura árabe, he vivido en Líbano, Sudán, Irak. Pero Egipto es diferente. Es mi casa porque ellos me hacen sentir así. Cierto que soy una mujer de fuera, pero me respetan como soy. Siempre me he sentido segura. Son amables, acogedores, es agradable tratar con ellos. Hay cosas que pueden encajarme menos, pero me interesan y, desde luego, no me incomodan. Tienen problemas de desigualdad y de pobreza pero tambien oportunidades que pueden ser fundamentales. Lo importante, para mi vida allí, es que su manera de estar en el mundo me hace sentir bien. Es un pueblo abierto.
Y ama su patrimonio.
Sin duda, y no sólo como un nicho de mercado, se lo aseguro. Allí nada provocaría la destrucción de ningún bien cultural, jamás. Nunca atentarían contra su patrimonio. De hecho la gestión ha cambiado: cuentan desde hace unos años una Escuela Egipcia que encabeza las misiones con participación cien por cien del país. Hasta entonces eran los franceses, los alemanes y los norteamericanos los que excavábamos y publicábamos, aunque se hiciera todo allí. Ahora ya cuentan con misiones netamente nacionales.
¿Y la financiación?
(Abre mucho los ojos) Siempre de fuera y siempre capital privad,o aunque pueda haber pequeñas ayudas institucionales. Es así para ellos, para nosotros y todo aquel que quiera excavar.
¿Quién se gasta más?
La tradición era que pusieran el dinero los franceses y los alemanes. Luego, los norteamericanos. Ahora hay inversión de mexicanos y japoneses. Y empiezan a llegar los chinos pero poco a poco. En Karnak tienen una misión, pero lo cierto es que carecen de tradición. España ha crecido enormemente: desde el 2000 hay doce misiones privadas españolas, tres dirigidas por mujeres. La mayoría cuentan con capital privado, bien de enamorados de Egipto con dinero o de empresas que están trabajando allí. Yo tuve una primera misión con Cepsa cuando hicieron prospecciones petrolíferas y apoyaron alguna excavación. Cuando abandonaron el negocio nos dejaron de financiar, es lógico.
En este momento una parte muy importante de los trabajos del templo de Tutmosis los financia Gustavo Cabanillas, que tiene un museo en Melilla, a través de la Fundación Gaselec. Durante un tiempo me apoyó muchísimo Emilio Botín, que era un loco por Egipto e iba cada dos años, sin faltar. A través de Santander Universidades se han hecho investigaciones importantes. He tenido suerte. Ahora estamos colaborando con una empresa española que tiene intereses en Egipto, Arabian Cement. Pero reconozco que es agotador: cuando no estoy excavando me dedico a buscar financiación. Me amarga pero al mismo tiempo me da la vida. Es mi peaje. Cuando encuentras un patrocinador la alegría es indescriptible. La pandemia nos golpeó fuerte, ahora estamos reiniciando.
Siempre queda el mar.
(Pone cara de susto) Es el gran inexplorado, pero es que además es más caro y tiene más riesgo.Cuando me llamaron para la misión del Líbano fue una cuestión de urgencia. Unos piratas estaban saqueando un barco con estatuas de terracota y el servicio de aduanas libanés me contrató para que hiciera una especie de rescate.
¿Se ve siempre así, llevando esta vida?
Es mi vida, aunque reconozco que no tiene un pelo de estable. Por el momento combino la investigación con la enseñanza, en la universidad, dando cursos y organizando jornadas. Supongo que cada vez me dedicaré más a la formación de nuevos investigadores. Pero nunca me desengancharé de las misiones, lo sé.
¿Son ustedes los frikis de la Historia?
(Asiente solemnemente) Los egiptólogos somos una especie aparte. Nos reconocemos y nos conocemos muy bien. Es un mundo pequeño en el que hacemos red. Debería haber más divulgación porque lo que hacemos es apasionante. Programas como los de Mary Beard. Los británicos y los norteamericanos lo hacen muy bien. Es un tema que nunca deja de interesar, es apasionante y fotogénico (sonríe).
¿Nunca dejará de ir a Egipto?
Estaré siempre yendo y viniendo. Esta es mi vida. Espero no dedicar tanto tiempo y esfuerzo a la financiación y centrarme en escribir -en noviembre saldrá mi último libro-, a la enseñanza y la divulgación. Nunca dejare de excavar. No me imagino de otra forma.