El periodista Lluís Uría

El periodista Lluís Uría SIMÓN SÁNCHEZ

Ideas

Lluís Uría: "Existen dos Francias y una no tiene la consideración de la otra"

El periodista barcelonés, redactor jefe de Internacional de La Vanguardia y excorresponsal en París, analiza la actual encrucijada política y social de Francia en un ensayo –Por qué amamos a los franceses (pese a todo)– publicado por la editorial Diëresis

1 septiembre, 2024 19:00

Entre 2005 y 2014, el periodista Lluís Uría vivió en París como corresponsal en Francia del diario La Vanguardia. A lo largo de esos nueve años, Uría conoció bien el país vecino y fruto de esa experiencia es Por qué amamos a los franceses (pese a todo) (Diëresis). El libro se formula a partir de una pregunta: ¿Por qué Francia sigue despertando nuestra fascinación? A partir de aquí, Uría realiza un recorrido por la historia, la cultura y la sociedad gala que lo lleva a observar la Francia de hoy, donde la desigualdad y los conflictos sociales se han acrecentado y la extrema derecha ha crecido electoralmente. 

Su ensayo se publica después de unas elecciones decisivas para Francia. De haber sabido lo que iba a acontecer, ¿habría cambiado o matizado algo de lo ya escrito? 

No, más que nada porque en realidad no me ha sorprendido lo que ha pasado. Es decir,  la turbulencia política. Francia lleva mucho tiempo arrastrando muchos problemas. Quizás lo único que sorprendió, como a todo el mundo, fue la decisión de Macron de disolver el Parlamento y convocar elecciones cuando tenía todo en su contra.

¿Y la victoria del Frente Popular?

Bueno, es que, en realidad, la victoria final de la izquierda es un poco engañosa porque se trata de una victoria facilitada por el sistema electoral francés, que es muy particular. El partido de Le Pen fue el más votado en la segunda vuelta también si uno cuenta los votos absolutos. Lo que sí es cierto es que, gracias al sistema electoral, la izquierda ha frenado el acceso de la derecha al gobierno. De esto, no hay duda. Pero no han evitado ni el ascenso electoral ni el apoyo social creciente de la derecha. Le Pen, en la segunda vuelta, sacó un 32% de los votos. Fue el más votado de todos los partidos. Además, en la Asamblea Nacional francesa la extrema derecha es el grupo más numeroso y cohesionado. Todos los demás están muy fragmentados, no solo la izquierda, sino también la coalición de Macron.

Lluís Uría

Lluís Uría SIMÓN SÁNCHEZ

Usted señala que para entender la realidad francesa, incluida la política, hay que tener en cuenta que una cosa es París y otra distinta el resto del país.

Totalmente. París tiene una fuerza magnética tremenda. Es como un agujero negro que se lo traga todo: la política, los medios y la cultura… Es como si apenas existiera nada más fuera de lo que acontece en París. Esto se ve sobre todo en el tema político: todo acontece en París y la actividad que haya en el resto de Francia no aparece en los medios de comunicación, como si no interesara. Cuando fui corresponsal en París, recuerdo el telediario del mediodía: todo giraba alrededor de París y, cuando se hablaba del resto del país, era para dar noticias de carácter folclórico o hablar de festividades concretas y tradiciones locales. Lo que ha sucedido es que, a partir del 2022, las cosas han comenzado a cambiar desde el momento en que la derecha se ha comenzado a extender al resto del país, más allá de sus feudos tradicionales.

Esto se debe a que, en los últimos años, una parte de Francia se ha sentido abandonada precisamente por París. Se ha evidenciado de que existen dos Francias y que una no tiene la consideración de la otra. Es algo que no sucede solo allí, sino que forma parte de una dinámica que se repite en otros países occidentales, donde se promueven grandes concentraciones urbanas mientras el resto del territorio se va quedando vacío. Pensemos en Estados Unidos o en Reino Unido: el voto a Trump y el voto a favor del Brexit se explica por la fractura entre los votantes de las grandes ciudades y los votantes del resto del país. Esto es lo que está sucediendo en Francia, donde, sin embargo, se corrige y se aumenta –en partes iguales– a través del sistema francés, centralizado en París y muy elitista.

¿En qué sentido elitista?

En el sentido en que prácticamente toda la clase política nace en la misma cuna social y cultural. Y esto sucede en un país en el que en los últimos años la desigualdad se ha estabilizado e incluso crece. La situación de Francia aquí la llevaríamos razonablemente bien, porque estamos acostumbrados no solo a ser más pobres, sino que somos más resignados. Los franceses, por el contrario, tienen muy interiorizada la idea de la igualdad, un concepto que para ellos es fundamental y que forma parte de la divisa de la república. Por tanto, las desigualdades sociales se viven muy mal. Creo que Macron empezó a erosionar su base electoral cuando decidió suprimir el impuesto sobre las grandes fortunas al tiempo que llevaba a cabo importantes recortes.

Hablando de desigualdades: Francia es un país con un sistema educativo público muy asentado y, sin embargo, las desigualdades persisten. Basta observar quién estudia en la Universidad Paris I y quién estudia en Saint Denis

Efectivamente, nada más entrar en la universidad se perciben estas diferencias. La escuela pública es importante en el imaginario francés, pero hay grandes desigualdades: no es lo mismo la escuela pública de una población mediana o de un barrio de clase media que la escuela pública en los barrios de los suburbios. A esto se suma un elitismo que contradice ese principio de igualdad que tienen tan interiorizado. Pensemos en las grandes escuelas –La École Normal, la Polytechnique, la École d’ Arts et Métiers- de donde salen las élites. Ahí no entra cualquiera. Para poder acceder es necesario hacer un curso de u o dos años sólo para preparar el examen de acceso. No todas las familias pueden asumir un periodo tan largo de estudios.

'Por qué amamos a los franceses (pese a todo)'

'Por qué amamos a los franceses (pese a todo)' EDITORIAL DIËRESIS

Usted señala que Mayo de 1968 fue una revuelta que, desde su inicio en Nanterre, se fue trasformando en una protesta de los jóvenes burgueses.

Esto pasa muchas veces por un encadenamiento de circunstancias no previstas. A veces se llega a un lugar a donde no se pretendía ir en un primer momento. Como explico en el libro, las protestas en Nanterre estuvieron muy localizadas y tenían que ver con el régimen del internado y la exigencia de una mayor libertad sexual. Luego la cosa se complicó: empezaron los encierros y las detenciones y las protestas llegan a París. El punto de inflexión lo marca la adhesión de los sindicatos. El movimiento de protesta estudiantil no daba miedo al poder, pero la aparición de los sindicatos hizo pensar en un intento de descabezar al poder establecido, si bien este nunca fue el objetivo ni de los sindicatos ni del partido comunista. Los estudiantes eran un problema relativo en cuanto no ponían en peligro el statu quo. Los otros, sí, puesto que podían paralizar el país, las fábricas y los servicios. Cuando se alcanzaron los pactos con los sindicatos todo se diluyó; también las protestas estudiantiles.

El imaginario francés ha conseguido instaurar la idea del que el 68 fue algo francés, pero las protestas tuvieron lugar en otros países como México. 

Cierto, hubo protestas en todo el mundo, incluso aquí salieron estudiantes a protestar contra el régimen, aunque de forma más modesta. Francia tiene fuerza política, social y cultural para intelectualizar su historia y presentarse ante al mundo como un referente y vender una determinada imagen. De Gaulle era un hombre conservador, la Francia de aquellos momentos era conservadora a pesar de que, evidentemente, existía también una Francia nueva que empujaba hacia la modernidad.

Cuenta en su libro que existía un mito sobre la sexualidad francesa que no correspondía a la realidad. La Francia libertina contrastaba con aquella en la que Simone Weil tuvo que luchar por la ley del divorcio y el aborto. 

Exacto. De todas maneras, hay que decir que ese imaginario libertino fue sobre todo difundido por los anglosajones, británicos y norteamericanos, más que por los franceses. Hubo otros países en Europa donde las mujeres tuvieron derecho a voto antes que en Francia. Piensa en España: en los años treinta las mujeres podían votar. En Francia no votaron hasta 1945. Luego está el tema del divorcio y del aborto: Simone Weil recibió feroces ataques. Y, a pesar de ellos, consiguió sacar adelante estas propuestas desde un partido de centro. Si pensamos en el presente, Francia es un país donde ha llegado con relativa tardanza, sobre todo en comparación con otros, el matrimonio homosexual. Y, cuando llegó lo hizo en medio de enormes protestas.

Lluís Uría

Lluís Uría SIMÓN SÁNCHEZ

En Francia, a diferencia de Alemania y otros países nórdicos, las ayudas a la maternidad tienen que ver con la reincorporación de la mujer al mundo laboral.

Ahora estas ayudas que, a lo largo de los últimos años, se daban a las familias y que se explicaban como una herramienta favorable a la alta natalidad del país, que ahora ha descendido, se han recortado. Sin embargo, es cierto que son ayudas destinadas a favorecer el retorno de la mujer al trabajo: programas para guarderías, el cuidado de los niños por parte de canguros…. En cambio, en Alemania y en otros países se reivindica la necesidad de conceder ayudas para que las mujeres –y también los hombres– puedan retrasar el regreso al trabajo tras el nacimiento de un hijo.

También es cierto que en Francia no existe la idea de la familia como una red de apoyos.

No es como aquí. En España hemos resistido la crisis económica gracias a esta red de solidaridad familiar, que en Francia es más tenue. Han resistido a la crisis  por las ayudas del Estado. A pesar de todos los discursos sobre colectividad, hablamos de un país muy individualista. 

¿Esto se refleja en las cuestiones sindicales o asociacionismo ciudadano?

-Claro. En Francia los sindicatos no tienen tanta fuerza como aquí, sobre todo en las empresas privadas. La red de asociaciones tampoco es tan tupida ni tan densa. Existe una gran distancia entre la cúspide social y los ciudadanos. De ahí que, a la hora de protestar contra el poder, lo primero que se hace es manifestarse en la calle. Esto es lo que también hacen los sindicatos antes de sentarse a hablar. Primero salen a la calle. 

Hablando de distancias: el bulevar Périphérique es una frontera entre barrios, pero también entre clases sociales. Entre parisinos y quienes no lo son, entre franceses de una clase y franceses de otra.

Sí, el Périphérique es, ante todo, una marca mental que señala lo que es París y lo que no es París y, por tanto, distingue al parisino auténtico del que no lo es. Y esto sucede en una ciudad donde la población de origen extranjero es muy elevada y, por lo general, vive al Norte de la ciudad. Históricamente los barrios populares de París siempre han sido los del Norte o Nordeste, mientras que los barrios del Sur siempre han sido los que están en dirección Versalles. En los barrios del Norte hay una gran mezcla de población extranjera, principalmente de inmigrantes de distintas generaciones.

Las generaciones más jóvenes, hijos de inmigrantes, siempre se han lamentado de que, aún habiendo nacido en Francia, no se les considere franceses. 

Uno de los grandes problemas que tiene Francia son esos suburbios que se han convertido en guetos. Si naces ahí tienes unas posibilidades de vida más mermadas respecto al que ha nacido en otros barrios de la misma ciudad. Los jóvenes de los suburbios a los que aludes son teóricamente franceses. Son, y así se dice oficialmente, iguales a cualquier otro francés. Sin embargo, la realidad no es así. Si bien el discurso oficial niega las diferencias esos jóvenes terminan por rechazar Francia y todo lo que significa para buscar una relación de apego con su origen identitario -país, cultura, religión- o el de sus padres y sus abuelos. El nombre y el lugar de residencia marcan a la hora de prosperar. Si te llamas Mohamed y vives en el departamento 93 de Saint Dennis, estás marcado. A raíz de las revueltas de 2005 se propuso generalizar un currículum anónimo donde no se mencionara ni el nombre, ni el sexo ni el lugar de origen y de residencia. No funcionó y no creo que nadie hoy lo utilice a la hora de seleccionar el personal. Lo peor es que hay una especie de resignación respecto a esta situación.

Lluís Uría

Lluís Uría SIMÓN SÁMCHEZ

¿En qué sentido?

Se ha asumido que la situación no tiene solución ni arreglo. Cuando le presentaron a Macron el último plan para los suburbios su respuesta fue qué sentido tenía, si ya se habían otros planes y ninguno funcionó. Al final, se asume que es como una especie de enfermedad crónica, y que la única solución posible es contener el problema y contenerlo significa encerrarlo en esas zonas suburbiales. 

¿Las olimpiadas han servido para algo? Usted dice que, a diferencia de lo que sucedió en Barcelona, no han cambiado la ciudad.

Han modernizado algunas infraestructuras, pero sin transformar Sant Dennis. Apenas tendrán repercusión en el resto de la ciudad. El problema de los suburbios es tan grave que no basta con actuaciones urbanísticas. En estas barriadas se han invertido miles de millones de dinero público para arreglarlas en términos urbanísticos y arquitectónicos. Se han tirado viejos edificios y se han construidos otros nuevos, pero no basta. El urbanismo no soluciona solo los problemas, que son muchos: la concentración de la población migrante y económicamente más favorecida; los problemas de comunicación entre estos barrios y el resto de la ciudad Es cierto que hay gente que consigue prosperar y cambiar de barrio, pero la mayoría de los vecinos permanecen siempre ahí. Los nuevos habitantes que llegan tienen mismas problemáticas de los residentes. Van por no pueden permitirse ir a otro lugar. Por tanto, aunque haya quien pueda salir, el infierno sigue ahí y se va renovando constantemente. 

¿La cultura ha sido el gran motor de esta atracción que Francia despierta?

Sin duda. La cultura es lo que ha canalizado el interés de todo el mundo. Hay que reconocer que es una sociedad más culta que la nuestra. Basta ver el telediario: cuando abordan a alguien por la calle para entrevistarlo cualquier francés se expresa mucho mejor que nosotros. Es una sociedad que lee mucho y practica el debate y la confrontación de ideas. Desde pequeños se les enseña a reflexionar críticamente y a argumentar sus ideas. La filosofía es una asignatura clave y de su evaluación depende entrar en la universidad. Francia es una sociedad muy orgullosa de todo lo suyo, empezando por su cultura. Y esto se traduce en las políticas de protección al cine francés, al libro francés y a la prensa francesa.