El cuadro 'Por España y por el Rey, Gálvez en América', muestra al militar español durante la Batalla de Pensacola.

El cuadro 'Por España y por el Rey, Gálvez en América', muestra al militar español durante la Batalla de Pensacola. AUGUSTO FERRER-DALMAU (WIKIPEDIA)

Ideas

Bernaldo Gálvez, un episodio español en Estados Unidos

Un libro de Francisco Reyero reivindica la figura histórica del gobernador de La Luisiana, un malagueño que, tras dos siglos de olvido, y gracias a la iniciativa de Teresa Valcarcel, ha sido nombrado ciudadano honorario de Estados Unidos

22 julio, 2024 19:00

Escribió Federico García Lorca que “el español que no conoce América no sabe lo que es España”. No es casual que el periodista Francisco Reyero recurra a esta cita a modo de introducción de su libro Y Bernardo de Gálvez entró en Washington (Editorial de la Universidad de Alcalá de Henares, porque, si hay un español que conoció bien Estados Unidos fue precisamente De Gálvez, del que, en realidad, más bien cabría decir que no solo conoció bien Norteamérica, sino que contribuyó a su creación. De hecho, fue partícipe, testigo y colaborador fundamental en la formación de los Estados Unidos tras la declaración de independencia el 4 de julio de 1776.

Sin embargo, a pesar de su relevancia, su figura ha permanecido a lo largo de dos siglos en el más profundo de los olvidos, tanto en España, su país natal, como en Estados Unidos. Hace apenas unos años, un periodista de Los Angeles Times lo definió como el “héroe poco conocido” de un país que solo en 2014 lo reconoció con el título de ciudadano honorario, título que, a lo largo de la historia, solo ha sido concedido en ocho ocasiones y que ostentan figuras como Winston Churchill y Lafayette.

Bernardo de Gálvez es la última figura histórica en recibir este reconocimiento. Su resurrección no ha sido fácil y ni sencilla. Reyero recorre este camino en un libro que, precisamente por documentar la lenta recuperación y reivindicación de Gálvez, el autor prefiere definir como reportaje periodístico antes que como ensayo historiográfico. En efecto, Y Bernardo de Gálvez entró en Washington es un relato más que un texto analítico, Es un reportaje y, al mismo tiempo, una crónica de viajes a lo largo de los dos siglos que separan la vida, corta e intensa, de Gálvez del reconocimiento por su papel en la Guerra de Independencia de Estados Unidos. 

Bernardo de Gálvez (1746-1786)

Bernardo de Gálvez (1746-1786) MARIANO SALVADOR MAELLA

¿Quién era Bernardo de Gálvez?

“Nacido en Macharaviaya, en la Axarquía malagueña –a unos 28 kilómetros de la capital de la provincia-, el 23 de julio de 1746, a los 16 años, ya batallaba con la infantería española”, cuenta Reyero, destacando la precocidad de Gálvez, que, mientras se enfrentaba a las tropas portuguesas como simple soldado, estudiaba francés. No sorprende pues su rápido y fulgurante ascenso dentro de la carrera militar que le llevó hasta Nuevo México, donde estableció relaciones con los nativos, algo que destaca el historiador James Giesler, que hace énfasis en cómo su “su reformismo impulsó una gran subida de la producción de plata y facilitó el libre comercio colonial”. Siguiendo a Giesler, Reyero sostiene que su trato fácil, sus conexiones con el clero y con la corte, sus incuestionables dotes de mando y “su argumentado nepotismo y el desacomplejado manejo en la industria de la conquista” le abrieron puertas y le permitieron, en muy poco tiempo, ascender hasta ser nombrado ministro General de las Indias.

La relevancia de Gálvez, sobre todo por lo que implica su colaboración en la Guerra de Independencia norteamericana, llega cuando es nombrado gobernador de La Luisiana. La “presencia de España en distintos territorios bañados por el agua del otro lado del Atlántico había empezado largos siglos atrás”, recuerda Reyero. Fue, en concreto, el 7 de junio de 1494, tras la firma del Tratado de Tordesillas, cuando “portugueses y españoles se repartieron a medias el mundo. Lo hicieron trazando una raya sobre un mapa de ignota tierra americana. Años después, al servicio de la Corona, Alonso Álvarez de Pineda exploró por vez primera la costa del Golfo de México. Al Oeste de La Florida, España se extendió durante más de un siglo y medio. En 1682, Francia, a través de René-Robert Cavallier, sieur de la Salle, se hizo con los dominios de Nueva Orleans. Pero incluso en el periodo francés, la influencia española permaneció. La ciudad siguió geográficamente influida por rasgos nacionales. Y así sucedió hasta que en 1763 volvió a la Corona de Carlos III”. 

Mapa de Norteamérica en 1792, donde se aprecian los límites de La Florida tras la acción de Gálvez.

Mapa de Norteamérica en 1792, donde se aprecian los límites de La Florida tras la acción de Gálvez. JAILLO-ELWE

Cuando Gálvez es nombrado gobernador, La Luisiana es un extenso territorio que nada tiene que ver con el actual estado norteamericano. Por entonces, se extendía desde Nuevo México hasta Canadá. Era un territorio prácticamente deshabitado al que llegó mucha gente de Canarias y de Málaga, de donde procedía el propio De Gálvez, con la intención de fundar nuevas ciudades y hacer prosperar un territorio que, efectivamente, se transformó gracias a la labor de su gobernador español. Fue entonces cuando Gálvez, a pesar de la neutralidad por la que en un primer momento había apostado el imperio español de Carlos III ante el conflicto entre los colonos e Inglaterra, se mostró partidario de colaborar con los primeros en la consecución de la independencia como lo atestigua su amplia correspondencia con algunos de sus líderes; en concreto con George Morgan, al frente del Fort Pitt (hoy Pittsburgh). 

“Para dominar el Mississippi e impedir que los ingleses cercaran a la Armada Continental de Washington, Bernardo de Gálvez fue ganando enclaves estratégicos. Desde Nueva Orleans, dotó a los puestos fronterizos del Mississippi –hasta San Luis en Illinois, pasando por San Carlos de Arkansas o San Marcos de los Apalaches– de elementos de control y ataque. Éstos dificultaron el tránsito de los británicos para cercar a los revolucionarios”, cuenta Reyero, que señala cómo la tardanza a la hora de declarar de guerra permitió a Gálvez ganar tiempo y estudiar la manera de tomar los enclaves estratégicos de los ingleses a lo largo del margen derecho del río Mississippi.

“Tras la fulgurante toma de Fort Bute continuarán Baton Rouge y Natchez, en el propio territorio de La Luisiana. Luego desplazará a las tropas hacia Florida occidental a la búsqueda de Mobile, que tomará el 14 de marzo de 1780”. Por entonces, Carlos III ya se había sumado a la causa y, de hecho, leenvía a Gálvez una flota con más de once mil soldados, que participarán en la conquista de Bahía de Pensacola, que era la principal vía de acceso de Florida occidental, hasta entonces en manos de los ingleses. Fue en 1781, en el mes de agosto, cuando De Gálvez juntamente con el representante de la Corona en la zona entregan al “almirante francés Grasse la contribución más importante de toda la revolución: seis millones de reales de vellón destinados a pagar recursos y salarios para la victoria final de Washington, que tendrá lugar el 19 de octubre de 1781 en Yorktown”.

'Y Bernaldo Gálvez entró en Washington'

'Y Bernaldo Gálvez entró en Washington' EDICIONES DE LA UNIVERSIDAD DE ALCALÁ DE HENARES

El reconocimiento (tardío) a Bernardo de Gálvez

Es a Teresa Valcarcel a quien debemos que, dos siglos más tarde de los hechos históricos cuelgue en unas de las salas del Capitolio un cuadro de Bernardo de Gálvez, reconocido ya como ciudadano honorario por los servicios prestados al país. Lo que no se consiguió en dos centurias, Valcarcel, que residente en Washington desde hace tres décadas, lo obtuvo en año y medio. Todo empezó cuando, en 2010, el investigador malagueño Manuel Olmedo Checa descubre en el Archivo general de Indias los documentos que atestiguan que existía un compromiso por parte de las autoridades norteamericanas de colgar un cuadro de Bernardo de Gálvez donde resida el gobierno.

Estamos en 1779, por entonces todavía no se había construido el Capitolio, cuyas obras finalizaron en 1800, si bien fue remodelado y ampliado en un par de ocasiones y no fue hasta 1866 que concluyeron los trabajos de su cúpula. El 18 de diciembre de aquel mismo año, Olivier Pollock, representante del Congreso Continental en La Luisiana, envía una misiva a Bernardo de Gálvez, hacia el cual siente un gran reconocimiento por el dinero conseguido para la consecución de la independencia: “Que Vuestra Excelencia me permita encargar que se le haga un retrato que haré enviar en la primera ocasión que tenga a mi señor, el Honorable Congreso, a fin de perpetuar vuestra memoria en los Estados Unidos de América, formando parte por vuestro elevado rango como soldado y hombre de honor de los que han prestado un particular servicio en la Gloriosa Disputa de la Libertad”.

Retrato ecuestre del virrey Bernardo de Gálvez

Retrato ecuestre del virrey Bernardo de Gálvez

La carta, encontrada por Olmedo en el Archivo de Indias, atestigua el compromiso que ya existía en vida de Gálvez para rendirle un homenaje por los servicios prestados al país y por su compromiso con la causa. Pollock, cuatro años despuésde aquella primera misiva, insiste en su propósito y se presenta ante el Congreso de la Confederación con el cuadro bajo el brazo. Pocos días después, el Congreso dictamina: “Se resuelve que el secretario informe al señor Pollock de que acepta su regalo de un retrato de Don Bernardo de Gálvez, anterior Gobernador de La Luisiana; se resuelve que el secretario se encargue de que el mismo retrato sea colocado en la sala donde se reúne el Congreso (NARA)”.

¿Qué paso para que el cuadro no se colgara? ¿Dónde está el lienzo? No hay respuesta. El retrato de Gálvez no ha aparecido, si bien los documentos encontrados en los archivos norteamericanos indican que fue realizado e, incluso, entregado al Congreso. Teresa Valcarce conoce por casualidad la historia de Bernardo de Gálvez y el empeño de la Asociación Bernardo de Gálvez para que el Congreso de Estados Unidos cumpliera con su palabra y colgara el retrato del malagueño. Fue a través de un reportaje, que a Teresa le llega a través de su madre, de 81 años, que entonces vivía en Galicia, de donde es originaria, y que había recibido este artículo de su hermano, residente en Málaga.

Un intercambio de información, a priori, sin importancia, pero que mueve de inmediato a Teresa, que decide ayudar a la asociación: “Si es cierta esta información me gustaría contactar con el investigador para que me pase  los documentos e ir en persona al Congreso. Vivo en Washington D.C., tengo el Congreso a dos manzanas y acostumbro a ir cuando necesito ayuda de mi congresista".

A partir de ahí, la vida de Varcace, que pocos días después, contactaría con Olmedo, estuvo centrada en Gálvez y en conseguir que Estados Unidos, “mi país”, en palabras de la propia Valcarce, cumpliera su palabra. Como escribió Manuel Roig-Franzia, periodista de The Washington Post, “Valcarce es un minúsculo pececito navegando entre peces gordos, un pececito que no quiso entender la parte del contrato social en la que se explicaba que ella no tenía derecho a decir nada".

Gracias a su tenacidad, tras año y medio de diálogo con la embajada, con senadores y congresistas, pidiendo la implicación del gobierno español, entonces presidido por Mariano Rajoy, y del gobierno de Barack Obama, se consiguió que se hiciera un nuevo retrato a Bernardo de Gálvez -este fue encargado al pintor Carlos Montserrate- y que este fuera colgado en el Capitolio. Fue en diciembre de 2014, una semana antes de que Obama, también gracias al empeño de Valcarce, firmara el nombramiento de Bernardo de Gálvez como ciudadano honorario. 

Reyero sigue todo este proceso en un libro que es un auténtico viaje a través de dos líneas temporales: el pasado, en el que seguimos a Gálvez a lo largo de su breve pero intensa vida, y el presente, en el que acompañamos a Valcarce y a Olmedo en la consecución de una promesa que había quedado incumplida.