¿Occidente herido de muerte? Algunos datos se valoran, pero se olvidan con facilidad, o no se sabe relacionarlos con la realidad de una sociedad en su conjunto. Y resulta que tenemos el mundo al revés de como lo hemos interiorizado. Sin embargo… El historiador, antropólogo y ensayista Emmanuel Todd golpea con fuerza. Lo hizo con un trabajo que tuvo mucho éxito, La chute finale, donde anunciaba en 1976 el hundimiento del sistema soviético. Más tarde seguiría con obras como Después del Imperio y Después de la democracia, los dos publicados en España por Akal. Y ahora lo hace con La derrota de Occidente, (Akal) que sacude las mentes bienpensantes europeas o norteamericanas. Y una primera idea guarda relación, precisamente, con datos, con números, con los de Rusia, para entender que un país que ha cambiado de forma importante en su sociología no puede ser un país miserable que sea visto como el mismo Diablo, al que no le importa que su máximo dirigente mantenga una guerra cruenta en Ucrania.
Todd no provoca, aunque esa pueda ser la primera impresión. En los medios de comunicación occidentales se valoró la lucha de Putin para reducir el alcoholismo, o los suicidios o los homicidios. Pero no se interpretó lo que eso pudiera señalar, como un cambio de fondo. El problema enorme con el alcoholismo desde el final de la etapa soviética hasta hace unos pocos años ha sido de una dimensión colosal. Pues bien, lo que aporta el historiador y ensayista es una serie de datos: Entre 2000 y 2017, la fase central de la estabilización llevaba a cabo por Putin, las muertes por alcoholismo han bajado de 37.214 por año a 12.276. Los suicidios han pasado de 56.934 a 20.278, y los homicidios de 41.090 a 9.048. Se había dicho, sin embargo, recuerda Todd, que el país estaba “atrapado en un largo descenso a los infiernos”. Es decir, un país que mejora en esos indicadores, ¿no es un país mejor, más cohesionado, con mayores posibilidades de seguir a sus dirigentes, no lo aleja del caos, precisamente?
Esa primera consideración sirve para contextualizar, para analizar, de forma fría, lo que ha sucedido en el concierto internacional en las últimas décadas. Todd, de nacionalidad francesa, no se considera un intelectual, ni nadie que pueda aportar soluciones concluyentes. Lo que ofrece en su obra es que hay que observar con atención, y ver que la mayoría de los países no occidentales no han querido sumarse a las sanciones en contra de Rusia, y que Estados Unidos, con el Reino Unido en primer lugar, han entrado en un periodo que él denomina de “protestantismo cero”, que los acerca, en realidad, a un “nihilismo” que ya no les permitirá liderar el mundo.
¿Y las sanciones en contra de Rusia?
Es cierto que Todd admite un problema. Su análisis parte de una consideración previa. Putin, para él, juega en el tablero internacional con inteligencia. Supo ordenar a los oligarcas para que no entraran en el juego político. Les respetó sus enormes fortunas, sin entrar en el origen de ellas. Y con ese equilibrio ha manejado una sociedad rusa que presenta mejores indicadores, de todo tipo, desde las últimas décadas. Si se sigue ese primer razonamiento, -Putin actúa con inteligencia y racionalidad en función de los intereses de Rusia—lo que apunta Todd muestra una gran coherencia.
La primera idea es que es falso que Ucrania pueda ganar a Rusia, aunque eso se difunda desde Occidente, con el Reino Unido en primer lugar, y Estados Unidos como gran baluarte militar. Rusia, a juicio de Todd, está decidida a esperar, a una guerra que puede ser larga. Las sanciones económicas apenas han hecho mella. Y, con años de preparación, Putin lanzó un ataque con una cierta seguridad de que el país podría aguantar. Por ahora es así.
Pero, ¿cuál es el gran error de Occidente, que no ha pensado en todo lo que podía perder, con la idea de que podía ser el gran ganador tras el desplome del mundo soviético? “El antagonismo económico se deriva del simple hecho de que la globalización no ha resultado ser más que una recolonización del mundo por parte de Occidente, esta vez bajo el liderazgo estadounidense y no británico. La explotación de los pueblos menos avanzados (la extracción de plusvalía, como dirían los marxistas) ha sido más discreta pero mucho más eficaz que en los años 1880-1914”, señala Emmanuel Todd.
Hay, también, un antagonismo antropológico, que “es el resultado de la existencia, en la mayoría de los países del ‘resto’, de estructuras familiares y de sistemas de parentesco opuestos a los de Occidente”. Todd, que es también antropólogo, le da una importancia enorme a esa cuestión. El individualismo occidental, desnudo ya de los valores religiosos, de pautas que han servido durante siglos, es rechazado por sociedades, sea la de China –con el valor supremo de la armonía—la de India, o la de tantos países africanos, asiáticos o de otras partes del mundo. Occidente ya no es la guía. No lo puede ser. Y el golpe en la cara se produjo cuando, con el inicio del ataque ruso en Ucrania, los países occidentales no lograron el apoyo de las grandes potencias emergentes. Rusia se quedó, en el plano internacional, con más amigos que adversarios. ¿Cómo puede ser, si Putin es el ‘diablo’?
Más ingenieros rusos que norteamericanos
Todd insiste. Lleva al lector de un capítulo a otro, con detalles interesantes, como la explicación de la estructura familiar de Ucrania frente a la rusa, que no es exactamente la misma. En Rusia la familia, con un componente importante de la figura paterna, es fundamental. La sociedad rusa, pese a su pluralidad –como todas—ha interiorizado un sistema –insiste Todd—que le ha aportado estabilidad, y una mejora en los indicadores sociales, de salud y también profesionales. Y es que Rusia produce “más ingenieros que Estados Unidos, en proporción a su población”. Entre las personas con estudios superiores, con datos de 2020, el 23,4% de los rusos opta por ingenierías, frente al 7,2% en Estados Unidos.
Rusia se toma en serio su “soberanía”, tiene una estructura social en la que se siente segura, y acepta un régimen autoritario. Es así. ¿Ha sabido interpretarlo Occidente? El punto débil de Rusia es su demografía. Pierde población, mientras que Estados Unidos la gana, y sigue siendo un imán para, entre otras cosas, importar ingenieros si los necesita. Todd se pronuncia: “Los estrategas de Washington, que ahora parecen cometer el mismo error con China, han caído en la trampa de lo que llamaré demografismo. Han olvidado que un Estado con una población de alto nivel educativo y tecnológico, aunque esté decreciendo, no pierde de inmediato su poder militar. En un primer momento, el aumento del nivel educativo y tecnológico compensa y más la caída de la población”.
¿Rusia impone sus valores al mundo?
Preservar la soberanía nacional es un “imperativo moral”, afirma Todd. Pero, ¿qué imperativos morales hay en Occidente? El antropólogo entiende que el Reino Unido ha sido el primer país del mundo protestante que ha dejado de serlo. No hay principios que orienten a su sociedad. Y la religión, al considerarse como un nudo de valores que conducen las vidas de los individuos, es de suma importancia. Tras el Reino Unido, Estados Unidos ha seguido los mismos pasos. El valor protestante del trabajo, de la entereza frente a las adversidades, ha dado pie al nihilismo, en el que nadie juzga a nadie, y todo se puede hacer. O no hacer, claro.
Ante esa disociación, ¿dónde está el ‘resto’ del mundo? El ensayista, --necesario para aquellos lectores que están dispuestos a ser asaltados por el contraste de análisis y de puntos de vista—lo tiene claro:
“Rusia vive de sus recursos naturales y de su mano de obra, en modo alguno pretende imponer sus valores al mundo. Tampoco tendría los medios ni para explotar económicamente al ‘Resto’, ni para exportarle su cultura. Frente a un Estados Unidos que vive del trabajo del ‘Resto’, y hace alarde de una cultura nihilista, al ‘Resto’, por lo general, le ha parecido preferible Rusia. La Unión Soviética había contribuido poderosamente a la primera descolonización; multitud de países esperan ahora que Rusia haga la misma contribución a la segunda”.
Poderoso relato. El antropólogo Todd se impone en algunos capítulos. El historiador Todd aparece continuamente, y el ensayista Todd propone un ángulo nuevo. Pero, ¿estamos dispuestos a escuchar?