José Luis Álvarez es un profesional muy respetado en los círculos académicos y también políticos en España. Profesor de Management Practice en la escuela de negocios Insead, Fontainebleau (Francia), y con un máster en Sociología y el doctorado en Comportamiento Organizativo en la Universidad de Harvard, donde ha sido profesor visitante, Álvarez acaba de publicar un libro que quedará y que será una referencia: Los presidentes españoles, las claves de su liderazgo y estilo de gobierno (LID). El análisis es exhaustivo, sobre la capacidad y los dotes en el liderazgo de los siete presidentes de  Gobierno de la democracia española, desde Adolfo Suárez a Pedro Sánchez, pasando por Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Lo que sostiene Álvarez en esta entrevista con Letra Global es que la estrategia de polarizar que se ha identificado con Pedro Sánchez no es mayor que la de otros presidentes, pero que el actual presidente es el “más consciente de la historia presidencial", y que, por ello, intentará la mejor sucesión posible para liderar al PSOE. Se refiere, a partir de todas las preguntas, a todos los líderes del gobierno español, asegurando que el segundo mandato de Aznar es el “más fascinante” desde un punto de vista psicológico. Sobre Sánchez tiene claro lo que ha logrado, y por eso mismo, recibe ataques que no buscan erosionarlo personalmente, sino dejarlo fuera políticamente. “Es la política”, incide. Por tanto: "A Sánchez se le ataca porque ha montado un 'cordón sanitario' eficaz contra el PP".

Sostiene el filósofo José Antonio Marina que la política busca más el conflicto que la resolución del problema, y que lo primero que se debería hacer es transformar el conflicto en problema, y, partir de ahí, intentar encontrar soluciones. ¿Qué diferencias ha habido entre los presidentes del Gobierno español en esa cuestión?

En democracia los ciudadanos votan según líneas partidistas. Los “Partidos”, por definición, “parten”. Esto es positivo, pues es en el contraste de proyectos donde éstos se hacen visibles a los ciudadanos y se mejoran. Es en circunstancias excepcionales donde pueden ser necesarias políticas de consenso, por ejemplo, la que existió en España sobre la entrada al Mercado Común.

Es cierto que los partidos exageran las diferencias, intentan anclarlas en emociones, dinámicas amigo/enemigo, para asegurarse la lealtad acrítica de sus seguidores. Esto es lo que estamos observando desde la crisis económica de 2008, la globalización, la emigración, etc. Los partidos fomentan divisiones basadas en afectos más intensos (y más irracionales) que la tradicional línea divisoria entre izquierda y derecha: las políticas de identidad de género (sobre todo la izquierda), territoriales (sobre todo la derecha), etc. Pero no es un problema únicamente español, pasa incluso en las democracias más tradicionales, como el Reino Unido y los Estados Unidos de América (ambas cada vez menos unidas).

La gran diferencia entre presidentes españoles al respecto de la polarización se da entre presidentes ya profesionalizados (desde Aznar), enfocados al mantenimento del poder --es decir, a la aseguración de puestos de trabajo para los miembros del partido y otros actores dependientes del mismo como medio de vida-- a presidentes pioneros, empresarios de partidos nuevos (como la Convergencia de Pujol, valga el ejemplo) o refundados (como el PSOE de González) más orientados al consenso propio de los primeros años de democracia.

¿Es Pedro Sánchez quien más ha incidido en mantener el conflicto para seguir en el poder?

Para Pedro Sánchez la polarización es el elemento fundamental de su estrategia competitiva, pero también la había usado Aznar y después Zapatero. Aznar es, en estilo de liderazgo, una reacción contra González, y Zapatero es la contrareacción a Aznar. Para ambos la política es una confrontación civil de baja intensidad (para sus antepasados familiares fue de alta intensidad). Entre Sánchez y estos predecesores puede haber diferencias cuantitativas, de grado, pero no sustanciales, en el uso de la polarización. La diferencia más reveladora es que mientras para Sánchez la polarización es una estrategia elegida analíticamente, Aznar y Zapatero la vivían más intensa y sinceramente.

Hay una cuestión sobre los ataques personales. Usted refleja que Pedro Sánchez ha recibido más ataques que prácticamente todos los demás, o sólo equiparable a Suárez. ¿Se debe a cómo ha gestionado él el poder, o a un signo de los tiempos, en los que las pocas diferencias en las ‘políticas’ lleva a centrar el ataque en el adversario político?

Pedro Sánchez ha quebrado dos supuestos fundamentales del status quo político español hasta la fecha. Uno, gobierna el partido que obtiene más escaños. Dos, no se establecen alianzas con partidos anticonstitucionalistas. Y además el PSOE de Sánchez gana elecciones contra las expectativas generales; como las últimas, astutamente convocadas antes de que Feijóo fuera un candidato suficientemente conocido y experimentado por los votantes. 

A Sánchez se le ataca por eso, porque ha montado un “cordón sanitario” eficaz contra el PP. Ya se sabe: no es una cuestión o razón personal, aunque los ataques puedan ser personales en contenido. Es política. Como decía Mitterrand de situaciones similares, se intenta suprimir a Sánchez por ser un obstáculo, “voilà tout”.

Portada del libro de José Luis Álvarez

¿Cómo se conjuga la figura de Suárez, alguien que no es nada conocido, que nadie esperaba, pero que resulta muy eficaz, desmontando el régimen de forma rápida?

Suárez fue eficaz como ejecutivo, agente de cambio, de la transición de régimen. Él implementa, soporta la fricción, es punta de lanza, pero no es estratega. El jefe del estado y un grupo reducido de asesores fueron los líderes del proceso. Los ejecutivos, tanto en política como en las empresas, actúan en representación de otros, son instrumentos con autonomía limitada. Desde el punto de vista comparativo, Suárez y Calvo Sotelo son los presidentes con menos capital político propio: cuando Suárez pierde el apoyo del jefe del estado cae como un peso muerto, y ni siquiera fue capaz de crear un partido político sostenible. No hay agradecimiento en política.

¿Tenía un camino Suárez más allá de la circunstancia, del momento en el que le tocó gobernar? Es decir, ¿tenía un proyecto propio, ideológico, más allá de la UCD, y más allá del fracaso del CDS?

Hay una distinción clásica en los estudios de liderazgo que puede ser útil aquí. La propuso Sidney Hook, un filósofo pragmatista. Distinguía entre “eventful” y “event making” leaders. Los primeros son aquellos con cualidades comunes que aprovechan las circunstancias de lugar, tiempo y condiciones para contribuir con acciones a la historia, pero otros hubieran podido conseguir lo mismo. Los segundos son aquellos, únicos y extraordinarios en sus capacidades, que crean y después aprovechan circunstancias que cambian el recorrido esperado de la historia. Suárez fue “eventful”.

Regresando a Sánchez, ¿está en condiciones de hacer lo que otros no pudieron, una buena transición hacia otro líder del PSOE que sea competitivo?

Cuenta desde luego a la fecha con poder suficiente en el partido para ello. Como Sánchez es el presidente más consciente de la historia presidencial probablemente lo intentará, pues preparar un proceso ordenado de la propia sucesión es una de las pruebas de liderazgo y requisito para pasar positivamente a la historia presidencial –algo que no ha logrado hasta ahora ningún presidente español. Será evaluado por ello.

¿Hasta qué punto transforma el poder a un líder político? ¿Cómo se explica el segundo Aznar, teniendo en cuenta que el primer Aznar había tenido éxito, y que era reconocido por ello, pero por actuar de una determinada manera, muy concreta y alejada de lo que haría en el segundo mandato?

La segunda presidencia de Aznar es la mas fascinante desde el punto de vista psicológico de la historia presidencial española. Pareciera como si en la segunda presidencia, con mayoría absoluta, liberado de los compromisos contraídos con la Convergencia de Pujol, se manifestase tal como era. En su segunda presidencia, Aznar fue, por utilizar una expresión de moda, el más “auténtico” de los presidentes españoles: dejó de tener precauciones políticas, siendo la fundamental no parecer demasiado poderoso. Y no tuvo contención en el exhibicionismo de su política exterior, en fastos familiares, etc. De este período de Aznar, Duran Lleida dijo que “se había vuelto loco, políticamente”.

¿Por qué Feijóo, que era visto, al inicio, cuando fue elegido líder del PP, como alguien más adecuado para ‘identificar el problema y no buscar el conflicto’, en línea con lo apuntado por Marina, resulta un tanto caótico y no se sabe ahora qué defiende?

El estilo de Feijóo, y el grupo de dirigentes que se ha traído de Galicia, se ha desarrollado en un contexto de mayorías absolutas fáciles del PP gallego, el oasis gallego podríamos decir, muy distinto de los hábitos de alta competitividad y fricción del Madrid ecosistema político, a su vez distinto del de buena parte del país. En el PP siempre existe la tensión entre el PP de la capital y el PP de “provincias”. Rajoy y Feijóo son “provincianos”, Aznar “capitalino”.

La puesta al día doctrinal y estratégica del PP, desorientado por la inesperada pérdida del poder de Rajoy, necesita tiempo de análisis, aprendizaje y compromiso con una línea sostenida. Hasta Feijóo los líderes populares no fueron presidentes hasta las terceras elecciones: no parece que vaya a haber tanta paciencia con él como la habida con Aznar y Rajoy.

El politólogo José Luis Álvarez

Usted ha apuntado que Jordi Pujol ha sido uno de los mejores dirigentes políticos en España, tal vez solo superado por Felipe González. A Pujol se le atribuye que supo leer muy bien en qué tipo de sociedad operaba y creó un partido para recoger a una mayoría electoral que él intuía. Se dice que supo entender, por ejemplo, que en 1980 había en Cataluña más propietarios de mercerías que cantautores, para entendernos. ¿Quién en España sabe hacer esa lectura hoy? ¿Pedro Sánchez?

Jordi Pujol tenía una idea de Cataluña, supo motivar de manera intensa y fidelísima al electorado de cultura catalana (y a bastantes despistados que no lo eran), y supo crear una estructura de apoyo, Convergencia, que con nueva marca sigue activa. Él es un buen ejemplo de liderazgo político –esté el lector de acuerdo o no con su obra, la principal fuerza tras el 1 de Octubre de 2017. El reto hoy es que la sociedad española está más fragmentada que hace décadas cuando González y Pujol estaban en el poder. No hay mayorías electorales fáciles. Hay una expresión en un poema de Yeats que se usa a menudo para describir situaciones así: “the center cannot hold”, la carencia de denominadores comunes. Se acercan divisiones sociales profundas, ya en Estados Unidos y Reino Unido; en Italia ya gobierna la derecha de la derecha, probablemente en Francia tras Macron…

¿Es Zapatero, tal vez, quién mejor ha reflejado ese cambio sociológico en España, y por eso tiene ahora una segunda vida política?

El activismo del presidente Zapatero en apoyo de Pedro Sánchez se produce porque el actual presidente adopta y culmina la estrategia del primero, que aquí estamos llamando de polarización y aislamiento del PP, que sería además la propia de partidos socialistas en el caso de que éstos siguieran creyendo en la llamada lucha de clases. Es interesante notar, para entender los límites de la psicología aplicada a actores políticos que Sánchez y Zapatero tan diferentes psicológica, cultural y generacionalmente, así como de estilo, adoptan la misma estrategia. Y es así porque los dos llegaron al poder cuando el status quo les era contrario. Zapatero llega al poder por el 11-M, no porque la sociedad española hubiera descartado las ideas económicas del PP, si no por el “cisne negro” del atentado territorista. No le tocaba todavía a Zapatero ser Presidente. Sánchez llega al poder por una maniobra parlamentaria no por unas elecciones. A la defensiva, ambos han usado la polarización como estrategia de supervivencia –trampa en la que ha caído, entusiastamente ingenuo, el PP. La psicología presidencial es importante pero no determinante. Lo relevante para explicar presidentes es la situación en la que llegan al poder. 

Si aparece una candidata a la presidencia del Gobierno, ¿qué características debería tener para ganar? ¿Más en línea con lo que representó Soraya Saénz de Santamaría, o lo que refleja María Jesús Montero? 

Ya es hora de una candidata a la presidencia del gobierno. Es significativo que los dos partidos principales desecharon candidatas: Susana Díaz y Soraya Sáenz de Santamaría. Las candidatas podrían estudiar a Margaret Thatcher o Angela Merkel: que sean ellas mismas, consistentes en su compartamiento y políticas, trabajadoras infatigables. Thatcher fue divisiva (los líderes lo son a menudo como reconoció Kissinger en su libro sobre liderazgo), Merkel buscaba el consenso –estilos distintos, ambas mas de una década de gran impacto en el poder. No hay recetas universales para el liderazgo.

¿Ha resultado un fiasco la figura de Yolanda Díaz?

El problema de Yolanda Díaz no es su desempeño como ministra de trabajo, que ha sido el esperable y competente dentro de las líneas generales del gabinete. Su reto se sitúa en su rol como líder partidista. Es divertido el nombre de su movimiento político: Sumar. Hubiera sido quizás más apropiado: Restar. Tampoco el de Podemos es muy verosímil: debería ser No Podemos. Yolanda Díaz proviene del partido comunista, una posición en el siglo XXI poco sostenible sin una renovación doctrinal y estratégica, que no se ha dado. La izquierda a la izquierda del socialismo ha perdido la base social y electoral de trabajadores, quienes tanto en Europa como Estados Unidos están desplazando su voto a la extrema derecha, desorientados por el énfasis identitario del antiguo espacio comunista. El estilo de Díaz, interesante y novedoso al principio, no compensa ese desplazamiento y está, con el paso del tiempo, siendo incoherente con la dureza de los conflictos de su espacio ideológico, además de parecer, justamente o no no es relevante, artificial, en exceso deliberado.

¿Cómo ha influido en la elección de líderes, en el acceso a la presidencia del Gobierno, la cuestión de las primarias en los partidos? ¿Ha sido un error?

Los militantes, compromisarios, etc –aquellos que votan el liderazgo de partidos—son en todos los países, en comparacion con los votantes, más ideologizados, más extremos en su ideario y, demasiado frecuentemente, con intereses particulares: muchos de ellos son trabajadores del partido o potenciales cargos en caso de victoria. También hay un porcentaje de pequeños o medianos empresarios que han devenido proveedores de las administraciones regidas por los partidos. Las primarias pueden ser más democráticas que la captación por el liderazgo inculmente del liderazgo futuro, pero no garantizan mayor acierto, ni buen proceso: el ascenso de Pedro Sánchez a la dirección del PSOE fue ejemplo de ello.