El nombre de Ángel Viñas (Madrid, 1941), y una pajarita. Es la imagen del libro Ángel Viñas, La forja de un historiador (Crítica). El hombre es fiel a esa imagen pulcra, un economista, un servidor del Estado, como técnico comercial, que se encontraba con retos cada vez más grandes, y que descubría verdaderos tesoros, siempre preocupado y ocupado con las “fuentes primarias”. Aquel alto funcionario, trabajador incansable en diferentes embajadas de España, mudó en uno de los mejores historiadores españoles, con hallazgos que han roto muchos tópicos sobre la dictadura franquista y el paso del país de la autarquía a la apertura económica con supuestos objetivos –a posteriori y de forma ventajista por sus protagonistas—democráticos.
El historiador ha buceado en las “fuentes primarias” sobre él mismo, en un ejercicio “introspectivo” de gran valor. No son unas memorias las que ha escrito Viñas, sino una obra en la que analiza su propio trabajo, y constata que el esfuerzo a partir de un archivo que podría ser calificado de menor, siempre merece la pena.
¿Tuvo suerte Ángel Viñas? La tuvo, a su juicio, en la medida en la que aceptó encargos de diferentes responsables. Fue el caso de Enrique Fuentes Quintana, ministro de Economía y vicepresidente del Gobierno con Adolfo Suárez, cuando le encargó la investigación sobre el “oro de Moscú”. Señala Viñas: “El oro de Moscú –un gran tópico del franquismo—me acompañó por lo menos treinta años. Demuestra, eso sí, que servidor no era ya tan imbécil como para tragarse la mitología franquista. Es más, había logrado aclarar lo que la dictadura fue incapaz de hacer en todo su recorrido histórico y eso que no sabía todavía lo que mucho más tarde llegué a descubrir”. Como compendio de todas sus investigaciones sobre esa cuestión, que fue central en la propaganda del franquismo, Viñas publicó en 2023 el libro Oro, Guerra, Diplomacia, la República española en tiempos de Stalin (Crítica), una obra que es continuación de dos anteriores, ¿Quién quiso la guerra civil?, y El gran error de la República.
El otro gran resorte para Viñas fue el profesor Rafael Martínez Cortiña, alto cargo del Banco Exterior de España (BEE), que le ofreció financiar un estudio sobre la política comercial exterior española. Eso suponía adentrarse en los archivos franquistas. Viñas deja claro en su libro que España, desde muy pronto, después de la muerte de Franco, comenzó a indagar sobre su pasado reciente, “a diferencia de Alemania”, que se suele nombrar como modelo. Porque el economista e historiador todavía se emociona cuando descubrió algo sensacional.
“De pronto, me topé con un expediente muy delgadito. Estaba dentro de un voluminoso legajo lleno de detalles de operaciones comerciales que no me parecían mínimamente interesantes. Contenía una página que reproducía la ‘Nota adicional al párrafo segundo del artículo III del convenio defensivo entre los gobiernos de España y de los Estados Unidos’. Lo leí y me quedé atónito. Ni en sus peores sueños los antifranquistas convencidos hubieran podido pensar en ver algún día protocolizada, negro sobre blanco, la prueba documental de la sumisión de la dictadura a las decisiones de seguridad de Estados Unidos. La sopresa, lo reconocí después, debería haber sido relativa, habiendo intuido que Franco simplemente cambiaba de protector y había pasado de la Alemania nazi a la gran potencia norteamericana”, señala Viñas.
El historiador, que perseguía legajos, que conocía la administración por dentro, como servidor del Estado, lo explicó todo En las garras del águila (Crítica), y, cuando presentó las conclusiones de sus investigaciones, en 1980, señaló que la dictadura “se había comportado de manera muy adaptativa”. Quien le dio la razón fue el exvicepresidente del Gobierno y exministro de Defensa, Manuel Gutiérrez Mellado, que utilizó un término duro: “Un Estado cipayo”, que servía a Estados Unidos, y que dejaba en cueros el supuesto patriotismo del franquismo.
Viñas, al cumplir los ochenta años, consideró que debía escribir cómo se había desarrollado su propia carrera profesional. El lector comprueba con todo detalle el modo en el que el profesional, --en su caso un economista que logró ser el número uno de su promoción al Cuerpo de Técnicos Comerciales y Economistas del Estado—intenta descifrar incógnitas de su propio país. Eso le lleva a desenmascarar al propio dictador, al hombre que se hace con una fortuna, que miente, que busca su beneficio personal. Deja claro que la “sagacidad” del dictador no era tal. También rehabilita la figura de Juan Negrín, una de las bestias negras del franquismo. Los ‘papeles de Negrín’, a los que accede a través de su sobrina, le permiten constatar que fue el consejo de ministros de la República, el 6 de octubre de 1936, quien como órgano colegiado autoriza a Largo Caballero, como presidente, y a Juan Negrín, como ministro de Hacienda, “a que tomasen todas las medidas que consideraran oportunas para poner a salvo el resto de la reserva metálica del Banco de España”. Negrín, por tanto, “no había obrado a su antojo al decidir trasladar el oro desde Cartagena a Moscú. Esta era una afirmación que la dictadura había aireado a todos los vientos como prueba de la vesania del gran contrincante de Franco durante la guerra civil”.
Pero, ¿cómo reaccionaban aquellos dirigentes franquistas que asistían perplejos ante las investigaciones que afloraban historiadores como Ángel Viñas? Llegó la transición y en programas televisivos como La Clave, de José Luis Balbín, se pronunciaban desde Ramón Serrano Súñer –la primera aparición en televisión del ‘cuñadísimo’ fue en ese programa—a Pilar Primo de Rivera, la hermana de José Antonio, el idolatrado dirigente falangista. Viñas también participó en alguno de aquellos debates en TVE.
“El día de la emisión recibí por la mañana un mensaje escrito a mano de Serrano que me trajo su chófer. No sé cómo se había enterado de mi domicilio. Decía algo así como: ‘Le ruego no me ataque esta noche. Espero su respuesta de caballero’. A decir verdad, no había pensado nada. Jugaría según las circunstancias, pero a la vista del mensaje le respondí, también por escrito: ‘No se preocupe usted’. En el programa me abstuve de atacar a Serrano, a pesar de que dijo alguna que otra estupidez histórica, pero él sí me atacó. Una forma un tanto unilateral de entender la caballerosidad, aunque es cierto que él, buen abogado, no se había comprometido a nada”.
El libro avanza con las diferentes aportaciones de Ángel Viñas, como sus hallazgos en los Archivos Nacionales británicos, que demostraban que los británicos sobornaron a los generales españoles durante la II Guerra Mundial para asegurarse la neutralidad de España. Viñas es duro con el Reino Unido, al dejar claro que sólo ha seguido una máxima en su política exterior: la defensa de sus propios intereses, ni apoyo a las democracias liberales ni nada: "Realpolitik en estado químicamente puro".
El funcionario, el servidor público, el diplomático, el historiador, el hombre que vive en Hamburgo, en Nueva York, en Bruselas o en Madrid, tiene un regalo final. El investigador debe decir también lo que falta, el problema central que no sabe resolver su país. Y lo constata, al señalar la "resistencia del Gobierno del PP a poner en práctica las previsiones de la Ley de Memoria Histórica, impulsar activamente la desclasificación de documentos y negociar una nueva Ley de Secretos Oficiales que sustituyera a la franquista de 1968. Hubo cierta desclasificación, pero no se le dio la menor publicidad". Censura, también, que el PP se niegue "a ayudar, mínimamente a la identificación de los miles y miles de españoles que seguían y siguen yaciendo en lo que se ha denominado, con razón, las 'fosas del olvido'".
¿Y lo más importante? La cuestión preocupa de forma grave a los historiadores: "La superficialidad, dado el bajo nivel de la enseñanza de la historia contemporánea en la ESO y en el bachillerato". Eso ha permitido, a juicio de Viñas, que persistan muchos mitos del franquismo, a pesar de su propio esfuerzo para esclarecerlos y el de otros muchos historiadores profesionales. "Continuó rehuyéndose un relato que necesariamente tenía que desautorizar varios mitos franquistas --muy enquistados-- de cara a la formación mínima de las jóvenes generaciones".
Su esfuerzo ahí queda. Con la caballerosidad que le pidió Serrano Súñer, aunque él no se la aplicara a él mismo. El libro se publica este miércoles 6 de marzo.