Fiestas, debates con toda la pomposidad, retórica hueca, pero ágil, verbo afilado hacia los estudiantes más modestos, ironía y sarcasmo a raudales, alcohol sin tasa...Boris Johnson, Michael Gove, David Cameron, Theresa May, Dominic Cummings, Jacob Rees-Mogg, George Osborne, o Daniel Hannan, tienen muchas cosas en común. Estudiaron en la Universidad de Oxford, son conservadores, fueron euroescépticos y luego partidarios del Brexit, jugaron con fuego, querían protagonizar una épica particular y forman parte, todos, de una elite que sólo podía generar el Reino Unido, en realidad la Little England. El escritor sudafricano-británico Simon Kuper, que estudió también en Oxford, los ha retratado en Amigo-cracia (Capitán Swing), con un subtítulo ilustrativo: cómo una pequeña casta de tories de Oxford se apoderó del Reino Unido.
Kuper, en una entrevista con Letra Global, tiene claro que, a pesar de los esfuerzos ahora del primer ministro Rishi Sunak, no soplan vientos favorables para los amigos de Johnson y Cameron, ahora recuperado como ministro de Exteriores: "Los conservadores en el Reino Unido perderán las elecciones y apostarán por una versión trumpista, por una deriva populista”. Pero, ¿qué les movía en los años ochenta, cuando estudiaban en Oxford? "Boris Johnson y Cameron pensaban, con todos sus amigos de Oxford, que vivían en la Inglaterra de 'Retorno a Brideshead'", asegura Kuper, en referencia a la novela de Evelyn Waugh, que se acababa de adaptar a la televisión, con una serie de enorme éxito, protagonizada por Jeremy Irons.
Kuper asegura que suele fallar en sus pronósticos, pero que esta vez la población británica ha entendido que los conservadores merecen estar un tiempo en la oposición. La gestión de los conservadores del Brexit, y de la pandemia del Covid han dejado a los propios electores conservadores en una situación de enorme perplejidad, según Kuper, que entiende que el Partido Conservador “sufrirá una crisis interna importante", teniendo en cuenta que ahora está “a más de veinte puntos de distancia de los laboristas”.
El libro de Kuper deja con los ojos abiertos al lector español. ¿Estudiar en Oxford puede resultar un pasatiempo, tal y como se apreciaba en la novela de Waugh, un lugar de privilegio para ‘señoritos’? El autor de Amigo-cracia se explica. Él mismo estudió en esa universidad. “No es para nada una mala universidad. Lo que sucede es que hay varios Oxford. Hay estudiantes serios que trabajan, pero no era obligatorio hacerlo en los años ochenta. No lo necesitabas, como era el caso de Johnson. Lo importante era hablar, escribir ensayos. Se apreciaba el arte de escribir y la oratoria. Debías defender esos ensayos ante el tutor o profesor, y con 19 años se hablaba sin demasiado conocimiento. Pero hablar, aunque sin gran profundidad sobre los temas, era y es importante también para la vida adulta. Para Boris Johnson se trataba de salvar la situación, y eso era muy propio de Oxford”.
En el libro, Simon Kuper señala una observación que resulta vital, que diferencia al Reino Unido del resto de países europeos y que está en la base de universidades como Oxford o Cambridge. Considera que la elite británica ha estado siempre pendiente del talento de la clase media, o de la clase-media alta para poder integrarla en la elite, y, de esa manera, asegurarse el dominio. “Una de las funciones de Oxford era seleccionar a esos outsiders e iniciarlos en el estilo de vida de la clase dirigente; con personal de servicio a su disposición incluido. En el continente europeo, el auge de la clase media implica la decapitación de la aristocracia. En cambio, en Inglaterra, las clases medias pueden ‘adquirir las actitudes y las inflexiones del lenguaje de las clases altas a través de una educación de caballeros’, escribe A.N.Wilson en The Victorians. Así el sistema expande el capital humano de la élite británica al tiempo que neutraliza a líderes revolucionarios en potencia”.
Para Kuper esa es la clave, aunque la situación ha cambiado. “Cuando hay gente talentosa, valiosa, se la busca, como ocurrió con Thatcher. Puedes entrar en la élite, te entrenamos, sabrás cómo comportarte, y formarás parte de esa élite. Ahora existe una mayor mezcla, pero esa idea siempre ha estado presente, porque también siempre ha habido gente ambiciosa”.
¿Es bueno para el propio país, para el Reino Unido, que existan esas universidades? Kuper responde que el beneficio es para esa clase alta, que sigue manteniendo un espacio privilegiado, pero no lo es tanto para el país. “Tener universidades de elite puede ser una debilidad para un país, porque el mensaje que se ofrece al 99% de la población es que no has podido pertenecer a ese club. Oxford es una universidad productiva y creativa y lo hemos visto con las vacunas del Covid, pero para el Reino Unido puede ser algo negativo”.
Lo que expone Kuper en el libro es que por razones diversas una serie de jóvenes jugaron con la posibilidad de que el Reino Unido dejara la Unión Europea. Uno de ellos era el propio Boris Johnson. Con una formación humanística, donde saber latín y griego era mucho más valioso e importante que cualquier carrera de ciencias, los ‘señoritos’ de Oxford reproducían los debates de Westminster en la Oxford Unión, la sociedad de debates de la universidad. Con todos los lujos disponibles, se preparan temas y se defendían, y se buscan adeptos para la causa, las “marionetas”, según Johnson, cooptados entre los estudiantes. Había un sentimiento de nostalgia, de jugar a ser el país que fue, también el deseo de protagonizar una cierta épica, en una ciudad como Oxford “en la que no ha pasado nada en 400 años, sin sufrir ningún trauma”. Y en la televisión se emitía en los ochenta Retorno a Brideshead, la historia que escribió Evelyn Waugh sobre un ‘señorito’ perdido, y un estudiante con ganas de triunfar, que representaba Jeremy Irons.
“Se puede pensar que estaba fuera del tiempo, pero Johnson y Cameron y todos sus amigos pensaban que vivían en esa época, que estaban dentro de ‘Retorno a Brideshead’, y, realmente, Oxford en los ochenta era un poco eso, no había cambiado tanto”, señala Kuper. “Eso”, equivalía a fresas con nata y champagne, perderse en las estancias de enormes casas solariegas, vagar por las calles, y soñar, con buenas asignaciones económicas de las familias. “Para Boris Johnson aquel mundo no estaba tan alejado, era un mito para mucha gente, pero no para ellos. Hay que pensar que el mejor amigo de Johson era Charles Spencer, el hermano de la Princesa de Gales”.
Ahora el país es muy distinto y lo es, también, después del Brexit, que ha empeorado la situación económica del Reino Unido. El país se cae a “pedazos”, como se ha escrito en la prensa española. Kuper entiende que esa afirmación puede ser “un poco exagerada”, pero admite que “literalmente” algunos edificios se han convertido en peligrosos porque “se caen a pedazos”. “El país es más pobre que hace quince años, hay población que necesita los bancos de alimentos, los servicios públicos han empeorado, también los trenes y no es fácil ser optimista. Países como Irlanda o Polonia están creciendo y son optimistas sobre el futuro. No es el caso del Reino Unido”.
Pero, ¿cómo el conjunto de un país apoyó el Brexit, cuando había sido la élite la que había jugado con esa idea, desde Oxford, casi como una diversión? “Hay muchos factores. La clase trabajadora apostó por el Brexit por la inmigración, con un sentimiento muy contrario en 2016, y porque se dijo que iba a haber más dinero para el servicio de salud. La idea de la nostalgia, de la gloria perdida, eso era un juego, sí, e influyó, pero hubo diversas causas. Y luego el Brexit triunfó más fuera de las grandes ciudades y centros urbanos”.
El historiador y periodista Timothy Garton Ash –como se explicó aquí en Letra Global—defiende que el Reino Unido se irá aproximando, poco a poco, a la Unión Europea, y que la inclusión de Cameron como ministro de Exteriores, puede ser una prueba –él posibilitó el Brexit con el referéndum, como primer ministro--. Kuper se lo toma con más calma: “Va a costar, por lo menos diez años para poder empezar a hablarlo. Y no podemos descartar que Francia u otro país pueda bloquear una nueva entrada del Reino Unido, como pasó en los años sesenta. Se pedirá que haya un gran consenso entre los dos grandes partidos, porque no se podrá estar pendiente de que quién gane las elecciones pueda proponer un nuevo referéndum de salida. Será un proceso largo, aunque es cierto que la población ahora está a favor, y hay un movimiento favorable a ello muy intenso, tal vez tan intenso como el que se vive en Ucrania a favor de formar parte de la UE”.
Kuper entiende que se ha producido una reacción “muy sana” entre el propio electorado de los conservadores. Los excesos de Johnson, las torpezas de David Cameron, y de todo el partido, también de Sunak, tendrán un alto coste: “Me suelo equivocar con mis pronósticos, pero vistos los sondeos, con los conservadores a más de veinte puntos por debajo de los laboristas, dejan claro que perderán las elecciones. La sociedad no está tan polarizada como en otros países. La BBC sigue siendo una institución informativa respetada. Y los conservadores estarán en la oposición, donde creo que tomarán una vía trumpista, con una versión propia del trumpismo, con conflictos internos importantes”.
Simon Kuper tiene claro que el Reino Unido defiende un modelo que ni es necesario ni tiene buenos resultados. Compara el modelo de universidades de los Países Bajos, de Alemania o de los países escandinavos, sin universidades de élite, y cree que son países más justos y que aseguran mejor el ascensor social.
Hay defensores del Reino Unido, muchos, que esgrimen una cuestión. A pesar de todo, existe esa elite en forma de “servidores públicos”, los ‘civil servants’, altos funcionarios, un cuerpo de Estado, que aguanta el país pase lo que pase. Kuper discrepa. Entiende que eso forma parte del pasado. “Hasta el Brexit se podría decir que era verdad. Pero ha habido un movimiento populista que arremete contra esos servidores públicos, y también contra los jueves. Los llaman ‘estado profundo’, ‘Deep State’. Y esos cuadros del Estado han sentido miedo. Les cuesta decir ‘no’ a los políticos. Eso fue claro durante el Covid, con la forma de gobernar de Johnson”.
Sin embargo, queda la imagen, la percepción. “El Reino Unido proyecta esa idea, una especie de mito, desde los Beatles hasta Ed Sheeran, pasando por Harry Potter o el fútbol. The Crown es la nueva Retorno a Brideshead. Hay un sueño sobre el Reino Unido que sobrevive, aunque sea una economía a mucha distancia de China, por ejemplo. La referencia cultural permanece”.