Personajes de Pompeya

Personajes de Pompeya FARRUQO

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Pompeya: la huella de una cancelación

Una exposición recrea en el Museo Marítimo de Barcelona, a través de más de 150 piezas originales traídas desde Nápoles, la vida de la civilización romana en la ciudad de Pompeya, cuya destrucción ha sido asunto de obras literarias y cinematográficas

10 octubre, 2023 19:00

De la disputa entre Atenea y Poseidón nace el dolor en la entraña de la Tierra. Se expresa concretamente en el dios de la fragua, Vulcano, cuyo bombardero de lava, desde la boca de Vesubio, en el 79 después de Cristo, destruye Pompeya, la bella ciudad ajardinada de los césares y senadores romanos. El poder militar y político crea en la naturaleza el gen de la venganza. Cuando en el parque arqueológico de Pompeya se descubre una inscripción propagandística en el larario de un votante, se confirma el interés por el consenso político mantenido por parte de la minoría censitaria del primer Imperio. Entonces, como ahora, los comicios lo son casi todo. 

La sulfurosa mecha que enciende la ciudad-paraíso contiene la figura de Dionisio, un dios extranjero, meso-asiático y disolvente, que solo volverá a manifestarse en la Florencia de Poliziano y Botticelli, aspirantes al “delirio divino” del que habla Roberto Calasso en La literatura y los dioses (Anagrama). Fundar una cultura exige primero liquidar la civilización anterior; la locura destructiva es superior a la temperancia porque la segunda es humana y la primera es divina

'La literatura y los dioses'

'La literatura y los dioses'

Lo inenarrable de Sicilia es que el volcán sigue ahí, en medio de la Bahía de Nápoles -600.00 personas viven en peligro dentro de un círculo de lava-, dispuesta a sufrir la misma suerte que Pompeya. Pero al siciliano de hoy eso no parece importarle; está tan acostumbrado a los dramas que, cuando alguien le pregunta, se limita a poner la cara tiernamente mineral, tantas veces desplegada en los primeros planos del cine neorrealista. Es la expresión pétrea de Ingrid Bergman, en la película Stromboli, terra di Dio, cuyos ojos expresan hasta dónde llega la tristeza de un mundo sin mañana. 

El Museo Marítimo de Barcelona tiene abierta hasta el 15 de octubre la exposición Pompeya, el último gladiador, con más de 150 piezas originales del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. La muestra  ofrece una experiencia en 360 grados que sumerge al visitante en la civilización romana del siglo I; un viaje en el tiempo hasta la arena de los gladiadores y los elefantes, la domus romana de la clase dirigente o los debates a salón abierto entre políticos, militares y hombres de negocio, junto al puerto comercial y estratégico del Imperio.

Objetos de la exposición sobre Pompeya del Museo Marítimo

Objetos de la exposición sobre Pompeya del Museo Marítimo

La sorpresa de recorrer las calles y anfiteatros de la ciudad arrasada, en el plano virtual de la exposición, replantea el cenit: “Pompeya es la prueba de que el transcurso del tiempo no equivale necesariamente al progreso ni a la evolución”, en palabras de Luciano di Crescenzo, escritas en Heráclito, el oscuro, un texto incluido en el fragmento presocrático de la soberbia enciclopedia de este autor sobre el pensamiento clásico. El drama pompeyano ilustra el deslumbramiento y la caída fulminante; exige por tanto una reconstrucción literal de lo que siempre hemos entendido como progreso. 

Sometida al éxito aparente de los patricios, Pompeya solo valora el qué dirán; es el antecedente más descarnado de la vida convertida en teatro, justo lo contario de lo que consagran los filósofos helénicos de la Escuela Cánica, seguidores del antiguo Diógenes de Sinope, primer consultor del Gran Alejandro -Aristóteles ocupó más tarde su lugar- llamado el perro y vocacional discípulo de Sócrates, 250 años antes.

'Stromboli, terra di Dio'

'Stromboli, terra di Dio'

La erupción del Vesubio coge desprevenidos a todos; es obra de los dioses. La desgracia impuesta desde fuera supera al ciudadano acomodado que, hasta el día dramático de agosto del año 79, vive replegado sobre sí mismo. 

La tarde de verano en que Plinio el Viejo y Plinio el Joven se ven, por última vez, en una celebre mansión del cabo Miseno en plena bahía de Nápoles, es con seguridad el testimonio más claro de la erupción. Tío y sobrino, beben y charlan frente al mar color de vino, hasta que los interrumpe una columna de humo asomando en el horizonte. El historiador y almirante de la flota romana y el joven senador, colaborador estrecho de Trajano, saben muy pronto de qué se trata, expone Daisy Dunn en Bajo la sombra del Vesubio (Siruela).

'Bajo la sombra del Vesubio'

'Bajo la sombra del Vesubio'

Plinio el Viejo, autor de la descomunal Historia natural -una enciclopedia de 37 tomos-, muere a causa de un infarto provocado por la inhalación de humo, navegando hacia el volcán sobre una Liburna, su barco personal, empujado por dos hileras de remeros. Se siente atraído por la curiosidad y concernido por el deber ante los ciudadanos indefensos, bajo las lenguas de fuego y la lava incandescente; el Joven, por su parte, se queda en el cabo Miseno, huye y regresa a Roma para desempeñar cargos importantes en la dinastía Flavia.

Después de la destrucción, Plinio el Joven, instruido por el hispano Quintillano, es enviado a gobernar la provincia de Bitinia, en Asia Menor, a orillas del Mar Negro (el Ponto Euxino de los romanos), en la actual costa turca. La huida del Vesubio aparece en sus cartas a Cornelio Tácito: “Veíamos que el mar se retiraba sobre sí mismo y se replegaba como empujado por los temblores de tierra. Desde luego, la costa había avanzado y gran cantidad de animales marinos se encontraban varados sobre las secas arenas”. El autor describe un inminente tsunami. Recoge todos sus miedos y sus escasos dotes para afrontar las adversidades; en el momento de la erupción solo tiene 18 años y sus cartas, documentos literarios muy relevantes, son escritas mucho tiempo después.

'Biblioteca de clásicos para uso de modernos'

'Biblioteca de clásicos para uso de modernos'

Las ciudades de Pompeya y Herculano caen ambas en la emanación volcánica y apenas dejan jeroglifos sobre la piedra; pero el sabio Luis Antonio de Villena, en su libro Biblioteca de clásicos para uso de modernos (Gredos) ha encontrado ejemplos de la vida cotidiana de hace dos mil años pegados en los muros exteriores de las casas, como Fur caue (lleva cuidado ladrón) y otro más intenso hallado en la pared de un lupanar: Murtis bene felas, referido a una dama que práctica bien el amor francés; y, atención, el primer verso del conocido proemio de la Eneida de Virgilio: Arma virumque cano, Troiae qui primus ab oris....

Alberto Manguel, otro investigador del pasado, recuerda en La biblioteca de noche (Alianza) que, en el Museo Arqueológico de Madrid, hay una lámpara de aceite de Pompeya, cuya luz permitió a Plinio el Viejo leer su último libro de camino a la base del Vesubio. La épica y la cotidianidad se mezclan en aquellos objetos, adornos escultóricos o mensajes encontrados en edificios galantes, como el domicilio de Julio Polivio en la calle de la Abundancia de la ciudad destruida. Representan el rescate de un mundo perdido que sobrepone ráfagas de historia real a la quietud de la lava pedregosa, algunos de cuyos restos, científicamente escogidos y presentados, hacen noche en Barcelona, durante dos meses.

'La biblioteca de noche'

'La biblioteca de noche'

“Las obras de genio están regadas con sus lágrimas”, escribió Balzac en Ilusiones perdidas. Algo así descubrió Malcom Lowry el día de los Muertos de 1938, cuando su azaroso destino le llevó crear a un cónsul británico en México, Geoffrey Firmin, protagonista de Bajo el volcán, un alcohólico dominado por la voluntad de autodestrucción. El diplomático se derrumba obsesionado por la brutalidad de la naturaleza sobre su propia naturaleza envilecida, con el Popocátepel de fondo en permanente estado ígneo sobre el Cinturón de Fuego del Pacífico.

Lowry expone un triángulo amoroso -con el hermano de Firmin y su ex esposa- pasado al cine por Joseph Losey con un guion de Cabrera Infante, que nunca ha visto la luz. La historia se asemeja a la que describe Susan Sontag en su conocida novela histórica El amante del volcán (Alfaguara), ambientada en el Nápoles del siglo XVIII, basada en las vidas del diplomático y coleccionista William Hamilton, su famosa mujer, Emma, y lord Nelson, el almirante que derrotó a la armada de Napoleón en la Batalla del Nilo.

'Bajo el volcán'

'Bajo el volcán'

Una de las mejores imágenes de un volcán unido a la ficción la proporcionan Roberto Rossellini e Ingrid Bergman en la citada película Strómboli, cuando la actriz decide entregarse al cine europeo, tras haber rodado Casablanca y Por quién doblan las campanas. Hay flechazo, romance, boda y falta de medios, hasta que la Bergman decide separarse del director italiano.

Tras la insidiosa fatiga que le produce la contumacia intelectual de Rossellini, ella está lista para regresar al cine norteamericano, dispuesta a facturar millones por Anastasia, una golosina de mermelada amarga, que le vale un Oscar.

'El amante del volcán'

'El amante del volcán'

Cuando un revés de la naturaleza destruye el pasado, el planeta se sacude pueblos y culturas que han residido en él. Los romanos respetan y admiran la tragedia ática, pero acallan a sus dioses bajo un oportuno telón. Dos milenios después de la erupción del Vesubio, el algoritmo es la causa de la que se deriva el resto, y cabe preguntarse si el teorema matemático, el nuevo Zeus, está demoliendo el proceso que lo instaura, como en el caso de Pompeya.