Gabi Martínez (Barcelona, 1971) es uno de los mejores escritores en España de literatura de viajes, pero ese concepto, necesario para ubicar una determinada narrativa, es equívoco. El afán de Martínez es explicar una realidad, y para ello, en muchas ocasiones, hay que echar mano de la ficción. El ensayo, la denuncia política, el análisis de un lugar y de una situación, encaja con lo que busca este escritor, que conoce bien el mundo del periodismo, y que entiende que los libros pueden, en este momento histórico, servir mejor a los ciudadanos para combatir la polarización del día a día que reflejan los medios de comunicación. Lo ha intentado en Delta, (Seix Barral) un trabajo que le ha llevado a vivir en la isla de Buda, en la desembocadura del Ebro, durante todo un año. El resultado es excepcional. “Buscaba reflejar un todo, un espacio, con varias voces, como algo coral”, señala en esta entrevista con Letra Global. Su idea es clara: “En el Delta, como en todo, hasta que no eres productivo no existes”.
Hay ficción en Delta, la que le lleva a explicar y analizar vidas de los personajes que viven en la isla de Buda. Son reales, hay toda esa variedad de personas, como Simona, la capataz, o Mateo, el propietario de la isla –basado en el propietario real que le deja la casa a Gabi Martínez justo delante del mar, para comprobar que sería la primera casa “tragada” por el agua si el cambio climático se intensifica—o Dylan, un trabajador peruano, o Pablo, el ganadero amante de los toros. Y hay explicación científica, datos, reflexiones pertinentes: “Se insistía en ello, pero hasta hace pocos años no se tiene claro que el gran problema del Delta es la falta de sedimentos, que se quedan río arriba, en los embalses, donde llegan a ser pestilentes. Las hidroeléctricas han aprovechado esos embalses, pero la consecuencia es que en el Delta los sedimentos han sido insuficientes y el agua salada del mar se va comiendo los humedales del Delta”, señala el escritor.
El trabajo ensayístico, el de intentar ofrecer ‘una verdad’, que es un enorme fresco sobre un territorio muy bello, cada vez más frágil, lleva a Gabi Martínez a establecer una comparación con el mundo que desaparece en El Gatopardo, de Lampedusa. “Es un mundo aristocrático que se va, pero desaparecerá porque está cambiando el orden social. En este caso me interesaba ver cómo se enfrenta ese espacio a un cambio natural. Me interesaba ofrecer una panorámica sobre la propia biodiversidad del lugar, con la idea de ofrecer un acceso a un coro de voces, no a una única persona con una posición determinada. Los personajes beben de los otros. Y hay partes de ficción, claro, con el objeto de que todo encaje. Se entra en un espacio, digamos, más emocional. Quería reflejar cómo piensan todos, y para ello me meto en la cabeza de cada personaje. Hay ficción, pero es una ficción muy relativa”.
Gabi Martínez habla con todos ellos, trabaja con ellos. Descansa. También disfruta. Y padece la presencia constante de mosquitos. Es una parte, --durante todo ese tiempo en el que vive en Buda--, del paisaje. Y refleja algo que sólo se puede entender desde la vivencia y guarda relación con la identidad. Ese anhelo de identidad individual o colectiva, que provoca tantos enfrentamientos, con proyectos políticos que buscan la movilización, choca con la realidad que expone Martínez en Delta. “Eso sí que es identidad, y vaya identidad”, señala en el libro sobre la comarca del Maestrazgo. “En ocasiones ellos mismos señalan que se quieren independizar de todos”, asegura Martínez, en alusión a unas comarcas unidas por la cultura culinaria, por los toros, por las aficiones, por la Jota, con gentes aragonesas, valencianas o catalanas que no ven otras fronteras que las que marcan esas vivencias conjuntas durante siglos.
El toro, por tanto, se defiende con pasión. Es la singularidad de un lugar, como tantos otros, con una fuerte personalidad. “Hay río y hay mar, hay peces de agua dulce y de agua salada, y hay peces que pueden ser tanto de río como de mar. La mezcla es fértil donde llega el sedimento. Se habla catalán y castellano, las lenguas se mezclan de forma constante. Y aparece la figura del toro y aquí es donde creo que se produce el gran ejercicio que nos invita a la reflexión: por qué miramos todo con una carga enorme de prejuicio, por qué no llevamos la cuestión a nuestra experiencia directa y opinamos sobre el toro como animal. El ejemplo es la Illa dels bous, donde todos quieren cuidar al toro, y lo que impera es cuidar a la naturaleza y no pelearse tanto. Si queremos privilegiar la naturaleza, entonces, ¿por qué no la cuidamos?”, precisa el autor de Delta.
La reflexión de Martínez tiene que ver con la idea de la periferia. El gran centro de esa parte de la península es Tortosa, pero la ciudad no representa a las gentes del Delta. “Tortosa no identifica a la zona del Delta hasta que no empieza a producir arroz. Y es que, como en todo, hasta que no eres productivo no existes como persona autónoma”. Pero, entonces, ¿cuál es el futuro de toda esa zona, con el Delta en peligro, con la biodiversidad y la producción de arroz? “Se puede sobrevivir con todo lo que te echen si puedes ser autónomo y si puedes producir, pero eso implica que otro no te podrá vender, porque ya eres autónomo. Y eso es lo que está en el centro de la reflexión: la ‘pagesia’ molesta y hay un movimiento para eliminar todo lo que significa la producción de proximidad y existe, por tanto, un conflicto de intereses”.
¿El lector tendrá una ‘novela’ en sus manos? Los personajes enganchan, por su enorme simbiosis con el territorio. Simona, la mano derecha del ‘siñor’, el propietario de la Isla de Buda, de la mitad, porque la otra es Reserva Natural que gestiona la Generalitat, lleva a Martínez a señalar que “hay muchas ‘simonas’ en el mundo, quizá demasiadas”. Es una mujer fuerte, contradictoria, que exige y concede aparentemente a su antojo. Simona dirige los trabajos, e, incluso, es capaz de dejar sin conexión de Internet al propio escritor, que necesita conectarse de vez en cuando. Esa doble realidad, entre el autor y el medio, y entre el autor y el lector, para que sepa qué sucede en la desembocadura del Ebro, es muy sugestiva. En el libro suceden cosas. Pablo, el ganadero, con una madre independentista, tiene claro que se han equivocado todos prohibiendo el toro, que forma parte de las vidas de todas esas personas arraigadas al territorio. Eso ofrece una fuerza a un texto que es ensayo, ficción, novela, literatura de viajes…un híbrido necesario para ‘comprender’: capturar por completo lo que sucede.
Pero hay más. ¿Por qué es un escándalo acabar con la laguna de La Ricarda cuando se aborda la ampliación del aeropuerto de El Prat, en la desembocadura del Llobregat, y se cierra los ojos ante el Delta del Ebro, “el río más intervenido del mundo”, como señala Gabi Martínez? “Queda muy lejos, y no hay un relato poderoso sobre la cultura y la belleza como sí existe, por ejemplo, cuando se habla de Venecia. En el Delta causa perplejidad, en todo caso, esa diferencia, con todos corriendo para salvar La Ricarda”.
El escritor entiende que hay “librepensadores y artistas que juegan al mercado y se han olvidado de que hay unas naturalezas que se deben proteger”. Pero para ello hay que construir un relato que debe partir de dos pilares: “el arte y el asociacionismo, que deben contribuir a regenerar nuestra sociedad y ayudar a atenuar la polarización”.
Pero, ¿la pandemia no lo iba a cambiar todo? Gabi Martínez señala que hubo un enorme interés durante la pandemia, con una proliferación de autocaravanas. “Era el momento de refugiarse. Ahora se considera un lugar maravilloso, pero se visita ya mucho menos”. El problema de fondo, para el escritor, “es el autoengaño social que existe, y que se evidencia en que decimos que nos preocupa el cambio climático, pero se acepta que la Unión Europea, por presión de la industria automovilística alemana, retrase los objetivos medioambientales en varios años”.
En el Delta, como explica Martínez en el libro, se llegó a un acuerdo entre todos los actores, porque se entendió que no quedaba más remedio que ir juntos, tras el desastre que supuso el temporal Gloria. Sin embargo, la Generalitat no aplica esos acuerdos, porque, como señalan los personajes de Delta, sigue esperando a que el mar avance todavía más.
“Existe una utopía sobre las comunidades autoabastecidas, se desea creer en ello, pero yo desconfío mucho del ser humano. Nos podemos acercar a la soberanía alimentaria y energética, en contacto con la naturaleza, pero entiendo que se deberá encontrar un término medio con las grandes empresas para racionalizar y buscar soluciones”, señala Gabi Martínez sobre todo un relato que surge a partir de esos rincones naturales que se interiorizan como una especie de salida más humana ante un capitalismo depredador.
El libro, por tanto, se eleva para invitar a la reflexión, a partir de ese bello lugar como es el Delta del Ebro. El escritor, el habitante de la isla de Buda, nada, va en bicicleta, lee, ayuda a los trabajadores, observa, y vive. Es la defensa de “lo físico” para vivir, de lo físico entendido como el contacto con la naturaleza, no como una “musculación en un gimnasio”. Y eso significa una especie de reconversión, de vuelta a valorar lo importante. Los personajes de Delta, “viven”, no son naturaleza muerta. Y eso es lo que reivindica Gabi Martínez, aunque él personalmente tenga una mayor querencia por la reserva más pura del medio ambiente: “En el Delta hay personas, que viven, y cualquier solución debe tener en cuenta esa circunstancia”, insiste, al contraponerlo a una voluntad ¿supuesta? de las administraciones por mantener una postal reservada para los turistas, con miles de flamencos, quizá excesivos, como apuntan algunos de los protagonistas del libro.
Lo físico se remacha con una picada de mosquito que todavía luce Gabi Martínez en su cuello. ¿Solución? “Llegué a adecuar mis horarios al de las libélulas, que salían a por mosquitos. Nunca he valorado tanto a las arañas y a las libélulas”, insiste, dejando claro que todo tiene su sentido, tal vez el único que no lo tenga, bromea, sea la propia existencia de mosquitos”.
Mensaje final. “¿Cómo es posible que en España no haya una literatura extensa sobre el agua, siendo una península, junto con Portugal?” Y varios ejemplos para mostrar que la naturaleza está presente, aunque no se la considere demasiado: “Delibes colocaba siempre a sus milanas en sus obras y ya se han publicado 120 ediciones de El bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez”.