La cultura, en sentido antropológico, es una forma particular de buscar el trance. De perseguir el nirvana y alcanzar el contacto directo con alguna forma de divinidad. Cada uno lo hace a su modo. Hay quien encuentra este estado del alma en la mística de la divinidad, dentro de una iglesia perfumada con sándalo e incienso, o quienes buscan la verdad en los arrabales de las urbes. La cultura no es alta ni tampoco baja. Puede estar indistintamente en un proscenio o en un basurero. Muchos creen que habita en los teatros de ópera o la contemplan, indiferente ante sus espectadores, en las salas de un museo. Otras se citan con ella en los callejones.
Si la belleza es frecuente a nuestro alrededor, y no existe un sólo día de nuestra existencia en el que no estemos, aunque sea un solo instante, en el paraíso (terrestre), como escribía Borges, muchas de las maravillas culturales de los tiempos recientes fueron creadas con materiales de desecho. El tiempo ennobleció las maderas y la nostalgia, esa diosa de la edad, consumó la prodigiosa transformación: lo que era corriente se convierte en excepcional.
Un ejemplo de este tránsito es el sello editorial barcelonés Libros del Kultrum, que capitanea Julián Viñuales, un antropólogo que se ha dedicado –como hijo de su propia estirpe– a la edición y, más en concreto, a la divulgación de algunos de los más interesantes textos sobre música y rock, ese arte juvenil (en los años cincuenta y sesenta) que ahora parece arqueología rebelde.
Viñuales, que en su día irrumpió en el mundo editorial con un sello (Global Rhythm Press) hecho a la manera internacional –buenos textos, traducciones adecuadas, sobria presentación, la imbatible elegancia del blanco y el negro,– revive ahora su pasión por ámbito del libro especializado y de fondo, eterno, duradero, imperecedero, con el catálogo de Kultrum, donde conviven –sin disonancias– desde Bob Dylan a Frank Sinatra o Joao Gilberto, unidos por la calidad y el buen gusto.
Si quieren comprar un libro singular este San Jordi, que cada día se parece más a una verbena de vanidades y menos a un acontecimiento cultural, les sugerimos que busquen algún kultrum. No se arrepentirán.
La editorial cuenta con muchos títulos interesantes donde elegir y en su tarea se nota el oficio, la búsqueda y el conocimiento. Toda una anomalía en un mundo donde muchos de los que se presentan como editores creen que hacer libros consiste en tener dinero, en lugar de un criterio, ignorando así la infalibilidad del viejo aserto clásico: Quod natura non dat, Salmantica non præstat.
El editor catalán, que ha tomado el término cultrún de la cosmogonía araucana, ha armado en un tiempo relativamente escaso un catálogo extraordinario en el que la calidad sustituye a la ocurrencia. Y donde la cultura no es una tendencia, sino fruto de la tradición. Arrancó esta aventura, junto a sus socios Manuel Álvarez y Octavi de Daniel, con Reacciones psicóticas y mierda de carburador, el glorioso libro del crítico norteamericano Lester Bangs. Después nos deslumbró con dos absolutas joyas.
La primera es el cancionero completo de Nick Cave entre 1978 y 2019, en versión bilingüe, un cofre con las maravillas y los espantos del hipnótico músico australiano. La otra es un tesoro con un sinfín de quilates en todas las caras del poliedro: los escritos, conversaciones, entrevistas y grabaciones (en este caso, transcritas) sobre la cultura negra del Delta del Mississippi y el milagroso nacimiento del blues, de Alan Lomax, sin cuyo maravilloso archivo sonoro el mundo sería muy distinto. Y, sin duda, bastante peor.
Ambos títulos están editados en un hermoso formato catálogo, elegante y poderoso. Son dos buenos ejemplos de cómo debe hacerse un libro que tenga vocación artística –buena selección de imágenes, perspectiva cultural amplia, elegante composición y sobria maquetación– y, al mismo tiempo, una forma de dignificar un oficio –el periodismo musical– que, a excepción de los proyectos de Juan Puchades, no goza en España del reconocimiento que se merece.
Y no por falta de firmas –ahí están los nombres de Diego Manrique, Jesús Ordovás o Ramón de España– como por la ausencia de sellos editoriales duraderos y empresarialmente viables.
Kultrum es una editorial artesanal. A la antigua. Trabaja desde una casa del Eixample pero está atenta al mercado internacional de derechos editoriales, donde ha contratado la publicación en español de obras tan interesantes como la biografía –en dos tomos– que Peter Guralnick dedicó a Elvis Presley, las memorias –inéditas– de Nina Simone y Aretha Franklin, o el volumen que recoge el cancionero, circunstancias y la vida (secreta) del ex beatle George Harrison –I, Me, Mine–, entre otras maravillas como un libro de confesiones (oscuras, por supuesto) de Johnny Cash, la extensa navegación musical de Quincy Jones, la historia (coral) de The Clash o el ensayo sobre Keith Jarrett firmado por Wolfgang Sandner.
Su propuesta se sustenta en tiradas limitadas –máximo 2.000 ejemplares–, la regularidad de una docena de libros al año y la voluntad de que la vida útil de los títulos trascienda el efecto novedad. No busca competir con los grandes grupos. Pretende aposentarse y perdurar en un nicho inexplorado en estos pagos editoriales: libros de calidad contrastada, muchos previamente editados en inglés, que, por falta de iniciativa, no se habían editado en español. Música escrita –en el sentido más amplio del término– y crítica cultural de largo aliento. Pura cultura. Sin un gramo de impostura.