Carme Elías, cuando la memoria se desvanece
La actriz escribe 'Cuando ya no sea yo', con sus vivencias en el teatro y el cine, una entrega insólita de realidad-ficción
10 mayo, 2023 19:00Llega un momento en el que el ser y el tiempo se desacoplan. Así lo siente Carme Elías en Cuando ya no sea yo (Planeta), un libro de memorias escrito mientras su memoria se desvanece a causa del Alzheimer. Le apasiona la escritura que siempre ha saboreado como actriz. Su mensaje es un recuento, una entrega insólita de realidad-ficción, escrita en un tiempo que entremezcla los géneros. Un tiempo ante el que ella se revela: “Todo lo que cuento es verdadero”.
El olvido, imperativo de la supervivencia, se manifiesta en la inestable superficie de los recuerdos; y es entonces, cuando uno se narra a sí mismo “aquella historia que nunca es la misma”, escribió Ray Loriga, a propósito de su libro Rendición (Alfaguara). La portentosa actriz, Carme Elías, es experta en volcar sentimientos y vivencias sobre sus personajes; un terreno algo escurridizo, si uno se pone por ejemplo en la piel de Desdémona, un papel viciado del drama shakesperiano. Resulta más factible hacerlo, paradójicamente, con los personajes endemoniados de Gogol, roles oníricos, pero hechos de palabras, no de aparentes sensaciones ni de magia, aunque sí recubiertos de una pátina de implacable ironía.
El truco de la actriz no está en reproducir al personaje, sino en ponerlo frente al espejo. Y si la experiencia no sale bien, “no te irrite el espejo si es el jarro el que está torcido”, escribió Nabokov en su libro biográfico Nikolai Gogol (Anagrama). La actuación no es una recitación, sino una evocación. Juegan en ella la emoción real y las vísceras, dos elementos que van directos a la palabra y por eso esta no se olvida. En la ópera, los tenores y las sopranos usan la partitura musical, como el hilo de Ariadna, para no perderse en el laberinto de una obra wagneriana. El teatro y, en parte el cine, tienen otras mañas, que incluyen la música, como los olores, el rumor de fondo o el cartón piedra, para hacer frente al estrés de la desmemoria, segundos antes de que llegue el turno de la voz humana. La experiencia de los actores profesionales ha aportado más argumentos sobre el misterio del recuerdo que los expertos cognitivos. Las escuelas de arte dramático enumeran en general tres factores: procesamiento profundo, movimiento físico y asociaciones emocionales. A lo largo de su carrera, Carme Elías lo ha sustanciado recurriendo a menudo a su maestro Juan Carlos Coraza, conocedor del “corazón, el cuerpo y la mente”. En la escena, como en la vida, el método lo es todo.
Cuando el médico le diagnosticó el Alzheimer, Carme Elías se propuso estar viva hasta el momento en que todo se apague; quiere irse antes de entrar en el túnel. Para enfrentarse a sus miedos, decidió rodar el documental, Ahora, aquí, con su amiga y directora venezolana, Claudia Pinto, sobre el proceso evolutivo de la enfermedad. Pinto ha dirigido las dos últimas películas de la actriz: La distancia más larga y Las consecuencias.
Un estado de ánimo
Como actriz dramática, ella nunca ha memorizado mecánicamente; busca, como lo hacen otros, la llamada “línea de transmisión” --un concepto utilizado por expertos, como la psicóloga Helga Noice-- que sirve para encadenar el guion a través de eslabones emotivos que facilitan el recuerdo del texto, sea un soliloquio del teatro isabelino o el lamento realista de Eda Gabler, la heroína de Ibsen, por poner dos ejemplos de la máxima exigencia. La práctica escénica es una inestimable ayuda a la hora de combatir la inhibición neuronal. La memoria emocional incluye la memoria de los afectos y la sensorial. El actor trabaja sobre el recuerdo para que este acceda, a través de la práctica, a todos los elementos sensoriales que lo rodean. No me diga “me gusta” o “no me gusta”; no me diga “terciopelo”; dígame algo que sienta en alguna parte del cuerpo.
La conocida Academia del Actors Studio de NY prohibió a sus alumnos la generalización de un estado de ánimo. Lo sensorial está unido a la emoción. De lo que se trata para el actor es de vivir una experiencia, no solo de imitarla; no simular, sino vivir. Se trata de integrar el texto, más allá de la memorización, de forma que puede actuar sintiendo el personaje sin pensar en lo que dice. Las estrategias del recuerdo son diferentes si se trabaja para el teatro, el cine o la televisión, escribe Sergio Vila-Sanjuán, en un texto homenaje a Elías y a Bruce Willis (sufre afasia) en el que destaca el ejemplo de Gérard Depardieu: “llena el texto de notas al margen para orientar su lectura”; después llega el recuerdo automático.
El actor crea el objeto que recrea y siempre crea un objeto imaginado, que no está sobre las tablas o en el estudio cinematográfico, porque la escena no es real. En la vida real, alguien puede temer una agresión y sin embargo disimular su miedo; en la escena, esto no vale porque lo que el actor imagina para hacer de víctima, por ejemplo, tiene que ser evidente a los ojos del público. Este tipo de disquisiciones en un trabajo estajanovista, como el de actriz dramática, y un acerado sentido de la responsabilidad llevaron a Elías anunciar su Alzheimer en el Brain Film Fest de la Fundación Pasqual Maragall. Carme dio aquel día el paso de los valientes: compartió lo que le ocurría y dio visibilidad a una enfermedad que en España padecen cerca de un millón de personas.
En el cine, su personaje en Camino representó un gran reto para la actriz. Elías hizo de madre de una niña de 14 años fallecida tras diez meses de enfermedad a causa de un tumor maligno. Cuando iba a entrar en escena, la actriz se sentía al borde de un desfallecimiento, pero el director Javier Fesser le decía “acuérdate de tu hija” y la tranquilizaba antes de poner la cámara en marcha, según ha contado la misma actriz en recientes entrevistas. Elías, que ganó un Goya por aquella interpretación, supo encontrar el camino para mentorizar, desde el dolor, el fallecimiento de una hija adolescente atrapada entre el primer amor y la educación pacata de un colegio del Opus. Supo hallar la línea de transmisión entre el amor y el imperativo moral contenido en Camino, el libro homónimo de San Josémaría Escribá de Balaguer canonizado por Juan Pablo II, en el momento más herético de su pontificado.
La belleza, un complemento de la rima
La actriz ha recibido la Medalla de Oro de la Academia de Cine por la entrega a sus personajes. La institución le reconoce su trabajo junto a cineastas como Pere Portabella, Isabel Coixet, Fernando Fernán Gómez o Pedro Almodóvar. Debutó en el cine con La orgía (1978) de Francesc Bellmunt. Le siguieron Stico, Demasiado joven para morir viejo, El rey pasmado, Puente de Varsovia, Los peores años de nuestra vida, y un buen número de cintas más.
Sobre las tablas, dio un gran salto en el drama barroco con Absalón (Calderón), pero el éxito le llegó con el papel de Maggie en La gata sobre el tejado de zinc, obra de Tenesse Williams, un dramaturgo sobresaliente, que salió del caucus puritano del Sur de EEUU para aprender el oficio que le mostraban Antón Chejov y D.H. Lawrence. Después de encumbrarse en Barcelona con el papel de Marta en el Terra Baixa de Guimerà, Elías rompió amarras camino de la capital. Había estudiado Arte Dramático con profesores como Boadella o Adrià Puigserver, y pasó por el William Layton de Nueva York. Demedió sus apariciones en la bicapitalidad con El Misántropo de Molière y especialmente con Lorenzaccio, de Alfred de Muset, junto a Josep Maria Flotats, encarnando al Medici menor, falso manierista, conspirador y canalla, arrobado por el alcohol y el sexo. También se atrevió con Madame Sade, de Yukio Mishima, el escritor samuray, que se hizo el harakiri.
Elías es una roca inaparente pero robusta; reúne la personalidad fuerte y el corazón sensible de los que se entregan a cambio de nada. Habla poco de los rodajes y de la escena por dentro, pero recuerda con enorme cariño su amistad con Fernando Fernán Gómez y lo difícil que le resultó trabajar con el exigente Almodóvar en La flor de mi secreto. Esta mujer de dedos lánguidos ý tallo fino sigue siendo una atracción fatal en permanente amago. Pero ciertamente, no estamos aquí para hacer bonito; en la morfología del arte, la belleza solo es un complemento de la rima. Como actriz, Elías ha demostrado que se crece en la exactitud; su timbre de voz se adapta al personaje con el rigor de un teorema matemático y su estilazo recuerda los brazos en vuelo de Isadora Dunkan.