Imagen de la segunda temporada de 'Euphoria' / HBO

Imagen de la segunda temporada de 'Euphoria' / HBO

Cine & Teatro

'Euphoria', declive y segunda temporada

La continuación de la serie de 'HBO' sobre los conflictos de la adolescencia abusa de los desnudos efectistas y desatiende el trasfondo psicológico de los personajes

2 marzo, 2022 22:00

Ya muchos conocemos Euphoria. Ramón de España escribió sobre la primera temporada. La serie se hizo esperar. Llegó el covid, Zendaya ganó su primer Emmy como actriz en una serie dramática, siendo la mujer más joven en recibirlo. Para combatir la espera HBO lanzó dos episodios largos con la historia de la relación entre Rue y Jules desde los puntos de vista de cada una y, por fin, el pasado mes de enero llegó la segunda temporada

La continuación de Euphoria, dirigida nuevamente por Sami Levinson muestra una nueva narrativa, quizás algo más dramática, con un grano cinematográfico que parece sacado no de una película de cine, sino de un filtro de Instagram muy exagerado. Este nuevo ciclo de la serie comienza con un episodio cargado de tensión, sexualidad y violencia, algo que no debería extrañarnos. Sin embargo, el ritmo, la ambientación y la construcción de personajes parece haberse perdido en este primer episodio y en los subsiguientes.

Si la primera temporada daba una sensación de profundidad en los problemas de la adolescencia, entendiendo las luces y las sombras de esa edad, la segunda llega cargada de una literalidad casi exasperante. Desde el consumo de drogas de Rue (Zendaya) a la sobresexualización del cuerpo de Cassie (Sydney Sweeney) –en especial de sus tetas–, pasando por la violenta paliza que recibe Nate (Jacob Elordi) hasta llegar a las decisiones del director, con esa necesidad exagerada de mostrar desnudos masculinos frontales en loop sin que venga a cuento. El segundo episodio de esta temporada, muestra 30 penes durante una secuencia en el vestuario de la escuela, un guiño narrativo de Levinson como homenaje a la famosa escena del vestuario en la película Carrie. ¿En serio?

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Quizás la escena más decepcionante se produce en el cuarto episodio, cuando Cal (Eric Dane), el padre de Nate, ese personaje adulto al que se le percibe con miedo y, que desvela la diferencia en el pensamiento generacional de la actualidad, llega a su casa después de una borrachera en un local de ambiente y orina en su sala mientras sus hijos y su esposa lo ven. La propuesta, una gran escena sobre para entender al personaje y su padecimientos como homosexual encorsetado, muestra el miembro del actor todo el rato sin sentido argumental alguno. No es que no podamos ver el miembro viril masculino. Es que, simplemente, no tiene sentido dentro de la narración y le quita espacio a lo que realmente desea hacer: creer en la manifestación emotiva de un personaje que nunca ha podido hablar de emociones.

Otro personaje que se marchita es Kat (Barbie Ferreira) que no solo es la ausente de gran parte del programa, sino que los aspectos que vemos de ella en esta temporada se apresuran hasta el punto de ser superficiales. En el quinto episodio la acción se rescata con una gran actuación de la protagonista de la serie, Zendaya. Su personaje es el narrador y, quizás, por ser ella la que cuenta la historia, supone una carga extraña para el ritmo actual de la temporada. Una temporada tan errática como Rue, quien ya cayó en las drogas la temporada pasada.

En esta temporada las drogas la han transformado en una persona ida hasta que su madre se entera de la recaída. Su magistral actuación queda al descubierto con una secuencia que sí visibiliza ese gran tema que es el consumo de opiáceos en Estados Unidos. Sin embargo, la exageración solo funciona durante una secuencia. Durante todo el episodio, es demasiado. En lo que va de temporada hasta el momento, Sam Levinson, inexplicablemente, ha creado grandes expectativas con el personaje de Rue, despreciando al resto, dejando una serie de grandes actores jóvenes que terminan siendo secundarios o que se mueven superficialmente entre matices rutinarios, pero nada narrativos. 

Levinson ha convertido Euphoria en una especie de tributo a Requiem for a dream o Transpotting, sin darnos esa reflexión y la visión exclusiva de los adolescentes de la actualidad que se vislumbró y ganó seguidores en la primera temporada de la serie. El declive de Euphoria debido a su literalidad es un síntoma de nuestros tiempos al margen de las brechas generacionales.