Salma Hayeck, en 'Black Mirror'

Salma Hayeck, en 'Black Mirror'

Cine & Teatro

Frente al espejo negro

'Black mirror' es mucho más que una entretenida serie futurista, donde se nos alerta sobre los peligros de la tecnología y lo hace sin moralina alguna

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“Si la tecnología es una droga -y se siente como tal-, entonces, ¿cuáles son los efectos secundarios? Esta área, entre el placer y el malestar, es donde Black mirror, mi nueva serie, está establecida. El espejo negro del título es lo que usted encontrará en cada pared, en cada escritorio, en la palma de cada mano: la pantalla fría y brillante de un televisor, un monitor o un teléfono inteligente”.

Esto escribía en 2011 el británico Charlie Brooker (Reading, 1971), creador de la serie de televisión Black mirror- y también de Philomena Cunk, tronchante propuesta que demuestra el eclecticismo de su autor-, cuya séptima temporada acaba de ponerse a nuestra disposición por cortesía de Netflix.

Black mirror es, en mi opinión, una de las mejores series de la televisión por streaming (aunque empezó en la BBC). Esas distopías siniestras, bañadas en ocasiones por un sentido del humor criminal (recordemos el episodio en el que se produce el secuestro de un miembro de la familia real que solo será devuelto a sus seres queridos si el primer ministro sale por televisión follándose a un cerdo), son muy ingeniosas y consiguen hacernos reflexionar sobre el uso de la tecnología en un futuro inmediato, de esos que están a un año o a diez minutos de que lo que cuenta el señor Brooker se haga realidad.

Buitres tecnológicos

Brooker no afloja ni da señales de cansancio o falta de ideas. Queda claro en esta séptima temporada: sus seis episodios son tan brillantes como los de las seis anteriores. ¿Hay alguno que destaque sobre los demás? No, hay dos: Gente corriente y Eulogy. Y a poca distancia encontramos Bete noire y Hotel Reverie. Y los dos capítulos más, digamos, flojos, están muy por encima de lo que se puede encontrar en otras propuestas audiovisuales.

'Black Mirror'

'Black Mirror'

Gente corriente nos cuenta la historia de una mujer que sufre un ataque del que se salva de milagro, pero es advertida por los médicos de que la dolencia que sufre puede reproducirse en cualquier momento. En su ayuda, aparentemente, aparece una empresa que se ofrece a arreglarle la vida…por una módica suma mensual. Vivir se convierte así en algo muy parecido a pagar una suscripción de por vida. Pero los cuidados solo funcionan en el condado en que vive. Si lo traspasa, le dará el patatús.

Para evitarlo, basta con pasarse a la suscripción premium (de 300 libras al mes a 500). Luego desaparece la suscripción, digamos, barata y la premium se convierte en la básica. Para no correr peligros, hay que empezar a apoquinar 1500 libras al mes. Y así sucesivamente. Unos buitres tecnológicos han encontrado la manera de forrarse con las desgracias ajenas. Y las víctimas de este episodio ya no saben qué hacer para pagar las cuotas de su aplazada sentencia de muerte.

En Eulogy, un tipo solitario y de una cierta edad (un Paul Giamatti espléndido, como suele), recibe la propuesta de una compañía para grabar un mensaje para el funeral de una novia de juventud que lo dejó marcado de por vida.

Humor oblicuo

La enviada virtual de la empresa reconstruye su historia de amor y, de paso, le informa, recurriendo a la tecnología más puntera, de que lo entendió todo al revés y perdió a la mujer de su vida por su culpa y su torpeza. La inteligencia artificial agarra a un pobre infeliz que se había conformado con su suerte y le amarga los años que le quedan de vida.

Charlie Brooker se toma muy en serio lo que hace, consiguiendo que Black mirror sea mucho más que una entretenida serie futurista. El hombre nos alerta sobre los peligros de la tecnología y lo hace sin moralina alguna y pensando habitualmente en la capacidad del ser humano para lucrarse a costa de las desdichas ajenas.

Digamos que la confianza del señor Brooker en lo que Blanche Dubois llamaba la amabilidad de los extraños es escasa. Sus historias son terribles y, al mismo tiempo, están recorridas por un humor oblicuo de esos que te congelan la sonrisa en los labios.

Mantener este nivel durante siete temporadas es algo que tiene mucho mérito. No sé qué harán ustedes, pero yo me pongo ya a esperar la octava.