
Una imagen de la película de Olivier Marchal, 'Bastión 36'
Olivier Marchal: historias de polis
El cineasta habla de lo que conoce y lo hace de forma espléndida, con películas muy humanas sobre policías, violencia y finales demoledores
Habíamos perdido el contacto durante los últimos años, así que he agradecido a Netflix que colgara su última película, Bastión 36, que es exactamente lo que uno siempre espera del cineasta francés Olivier Marchal (Talence, Gironde, 1958): una espléndida historia de polis contada con absoluto conocimiento de causa, dado que nuestro hombre fue policía antes que actor y director.
En este caso, contamos con uno de los personajes más especiales de Marchal, un poli maltratado de niño que participa en peleas clandestinas porque es adicto al dolor. Cuando sus ex compañeros de un grupo de asalto empiecen a caer asesinados, se meterá a fondo en el asunto para vengarlos, aunque le cueste carísimo. Hay algo del samurái de Alain Delon en la película de Jean Pierre Melville en este curioso personaje, una especie de asceta de la violencia.
Descubrí a Olivier Marchal con su segundo largometraje, Asuntos pendientes (2004), un mano a mano sensacional entre Gerard Depardieu y Daniel Auteil, un polar seco y contundente excelentemente rodado con el que me enganché para siempre a las películas de su director.
Luego vinieron las espléndidas MR. 73 (2008) y Los lioneses (2011), así como la estupenda serie de televisión Braquo, sobre un grupo de asalto de la policía francesa en París, que duró cuatro temporadas (Marchal no tuvo tanta suerte con Section Zero, thriller futurista algo corto de presupuesto que fue clausurado tras su primera y no muy lograda temporada: su autor se mueve mucho mejor en un presente gris y hostil).
Cómo son los polis
Ahí me quedé con el amigo Marchal. Ignorando que cuenta con cuatro largometrajes más que voy a tener que rescatar: Borderline (2015), Carbone (2017), Bronx (2020) y Overdose (2022). Más otra serie de televisión, Pax Massilia (2023). Todo un material que he descubierto tras ver Bastión 36 y documentarme para este artículo. Te despistas un momento, o unos años, y se te acumula la faena.

Imagen de 'Bastión 36', de Olivier Marchal
Volviendo a Bastión 36, si la recomiendo es porque puede pasar fácilmente inadvertida en la parrilla de Netflix, o despreciada como un thriller más de los muchos que cuelga la plataforma. Como toda la obra del señor Marchal es, sí, una historia de polis, pero tan bien contada y con tal conocimiento del ambiente que se describe que está a años luz de tanto ejercicio de estilo que se rueda en el género policial por gente que no tiene la menor idea de cómo son y cómo actúan los polis. En ese sentido, los años que pasó Marchal como agente de la ley y el orden fueron una escuela perfecta para su carrera como cineasta: sus thrillers desprenden verdad.
Así era ya en Asuntos pendientes (nunca vi su primera película, Gangsters, del 2002) y en MR.73. Y es esa sensación de verdad la que te engancha a los thrillers del señor Marchal, quien, por cierto, complementa sus ingresos ejerciendo de actor en películas donde suele interpretar el papel de un policía. Bastión 36 arranca con una persecución en coche y moto por las calles de París a cargo de la policía, que va tras un sujeto peligroso que desaparece rápidamente para volver a salir hacia el final de la película.
Historias humanas
Por en medio, una turbia historia de corruptelas, codicia y desprecio por la vida humana en cuyo centro se encuentra ese poli aficionado a las peleas clandestinas que no encuentra su lugar en el mundo por mucho que lo intente (su extraña actitud hacia su novia, también poli, es la de alguien que no cree merecer ser amado). Hay violencia de todo tipo hasta llegar a un final demoledor y desolador en el que los trapicheos de las altas esferas políticas logran acabar con el ansia de justicia de nuestro héroe.

El cineasta Olivier Marchal
¿Puede acusarse a Olivier Marchal de rodar siempre la misma película? No exactamente, aunque es una práctica muy extendida y no hay que olvidar que todo buen autor habla de lo que conoce. Lo que encontramos en cada nueva película suya es un hábitat común que, por duro que sea, nos acaba resultando cómodo y familiar. Sí, Marchal solo rueda historias de polis, pero son unas historias que enganchan a nivel humano y que están muy bien hechas.
Lo más probable es que Bastión 36 pase completamente desapercibida, pero, personalmente, le agradezco a Netflix que me haya permitido recuperar el contacto con el señor Marchal, al que tenía un tanto abandonado. Ahora me toca peregrinar por Netflix y Amazon (donde se supone que están los largometrajes que me he perdido) para ver si lo que puede verse en Francia también se puede ver aquí. Deséenme suerte.