
Imagen de la serie ‘La agencia’
‘La agencia’: costumbrismo para conspiranoicos
La serie ofrece un punto de vista inesperado y muy especial, porque no se muestran las hazañas del súper agente de turno, sino el día a día de la delegación de la CIA en Londres
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Estamos acostumbrados a que las historias de espías estén cargadas de acción y sean super trepidantes (los peligros de haberse criado con James Bond y haber gozado de mayor con las peripecias de Ethan Hunt o Jason Bourne), por lo que puede que haya quien encuentre soporífera la nueva serie de Sky Showtime The agency (La agencia), en la que, curiosamente, se ha optado por un tono costumbrista en perjuicio de los golpes y los tiroteos.
Sus creadores, Jez y John-Henry Butterworth, se han inspirado en la serie francesa Le bureau des légendes (Oficina de infiltrados, en Movistar), en la que Matthieu Kasowitz interpretaba el papel que aquí le ha caído a Michael Fassbender, también productor ejecutivo de la serie, impulsada por George Clooney desde su propia productora.
Confieso que no he visto Oficina de infiltrados, pero cada vez que he preguntado por ella, solo he encontrado dos tipos de respuesta: o es una obra maestra o es un ladrillo monumental. Ante tanto entusiasmo por un lado y tanto juicio severo por otro, acabé por no ver esta serie, así que no puedo establecer comparaciones con la que hoy nos ocupa.
Controlar a los infiltrados
¿Es La agencia una obra maestra o un ladrillo monumental? Yo diría que ni una cosa ni otra, y que el costumbrismo para conspiranoicos que nos ofrece es un punto de vista inesperado y muy especial, pues lo que se nos muestra no son las hazañas del súper agente de turno, sino el día a día de la delegación de la CIA en Londres (dirigida por Richard Gere), dedicada en su mayor parte a controlar la situación de los infiltrados de la agencia en muchos y variados países.

Imagen de la serie 'La agencia'
A esa oficina regresa Martian (Marciano), que es como se conoce al personaje que interpreta Fassbender, tras una larga estancia en Etiopía, donde se ha liado con una profesora de universidad casada a la que no duda en abandonar de la noche a la mañana en cuanto recibe la llamada de sus superiores, que lo necesitan para controlar a los infiltrados y aliviar sus desgracias si los han pillado (la delegación de la CIA en Londres se nos presenta de manera casi burocrática, aunque esos oficinistas se muevan en un mundo en el que nadie se fía de nadie y la conspiranoia, especialmente centrada en los agentes dobles, que te pueden amargar la vida a base de bien, corre libremente por los despachos.
Engañar al enemigo
La primera temporada de La agencia nos narra así diversos casos de agentes infiltrados entre el enemigo (puede que media docena). Y lo hace en un tono moroso y reflexivo al que no estamos acostumbrados en este género.
¿Es una serie aburrida? No, pero sí sorprendente. A ratos se hace un poco lenta, pero a nivel humano va más al fondo que James Bond o Jason Bourne. Cuesta un poco entender las motivaciones de esta gente, más allá de proteger la seguridad nacional.

Una imagen de 'La agencia'
Por lo que vemos, el trabajo no da ninguna satisfacción porque consiste exclusivamente en engañar al enemigo para espiarlo mejor, con la posibilidad de que te descubran y a continuación te ejecuten, pero, según Martian, engancha, aunque, vistos los tres primeros episodios (no está colgada toda la serie, ¡maldición!), no se entiende muy bien por qué.
Esperemos que se profundice un poco en esa cuestión, ya que no es fácil entender ese enganche a una vida falsa que, además, te puede costar el pellejo (¿adrenalina, tal vez?).
¿Jugarse la vida?
La agencia es una serie cara (más que el original francés, intuyo) y con un reparto muy atractivo, por lo que, probablemente, tendrá más seguimiento que Le bureau des légendes. Cuesta un poco cogerle el punto por lo ya dicho de que los espías nos tienen acostumbrados a sopapos y disparos y aquí, básicamente, lo que hay es trabajo de oficina y conversaciones moralmente profundas entre los personajes.
Reconozco que me costó un cierto esfuerzo engancharme, pero lo acabé haciendo porque la trama es potente, con todas esas historias de agentes infiltrados en peligro a los que hay que salvar desde un despacho londinense.
El enfoque insólito de la serie, aunque desconcertante al principio, acaba cuajando (¿es posible el espionaje costumbrista? Es evidente que sí) y al segundo episodio ya estás metido hasta las trancas en los dimes y diretes de esa gente que se juega la vida, en teoría, por la seguridad nacional, pero que en realidad parece moverse por otros impulsos, puede que no muy sanos ni recomendables.
Atención a los títulos de crédito, donde suena una canción estupenda de Jack White, Love is blindness (El amor es ceguera).