Hace cuatro años, HBO alojó en su parrilla una precuela de Perry Mason, la célebre serie de abogados protagonizada por Raymond Burr que fue todo un éxito internacional a mediados de los años 60. Dicha precuela se centraba en la juventud del señor Mason, cuando ejercía más de detective privado que de abogado implacable, y estaba (bien) ambientada en los años 30. Lamentablemente, la cosa no tenía ningún interés y su relación con la serie original era escasa, tirando a nula, hasta el punto de que no se entendía por qué se había bautizado al protagonista como Perry Mason, cuando se podría haber optado tranquilamente por inventarse a un personaje nuevo, dado que cualquier parecido entre este Perry Mason y el de los años 60 era pura coincidencia.
Como problema añadido, cabe citar el escaso interés de la propuesta, que llevó a la clausura de la serie tras solo dos temporadas. A día de hoy, sigo sin entender por qué se dio luz verde a tan poco estimulante producción: pillar a un personaje que todos sabemos quien es y cómo se comporta para convertirlo en alguien que no tiene nada que ver me parece una idea de bombero que, además, hace todo lo posible por garantizar el fracaso del proyecto.
Universo Batman
Si esto sucedía en 2020 con Perry Mason, observo que en 2024 nadie tomó nota del fiasco en HBO Max, que repite el mismo error con El Pingüino, supuesto spin off de Batman protagonizado por uno de los villanos habituales de sus aventuras, Oswald Cobblepot (aquí reducido a Oswald “Oz” Cobb), alias The Penguin (al que previamente vimos con los rasgos de Burgess Meredith en la serie de televisión de finales de los 60 o los de Danny de Vito en la película de Tim Burton Batman vuelve).
El actual Pingüino es Colin Farrell, pero podría ser cualquier actor desconocido porque el maquillaje lo hace totalmente irreconocible. Es el Pingüino que vimos en The Batman, la película de Matt Reeves protagonizada por Robert Pattinson y que ya no tenía mucho que ver con el excéntrico al que estábamos acostumbrados.
En la serie, directamente, el Pingüino no tiene absolutamente nada que ver con el personaje que se inventó Bob Kane en 1939, hasta el punto de que, como ocurría con el Perry Mason de hace cuatro años, uno se pregunta porqué la creadora de la serie, Lauren Le Franc, no ha dado a luz un personaje totalmente nuevo. Es decir, ¿qué falta hacía recurrir al universo Batman para explicar una historia que no tiene nada que ver ni con ese universo ni con el de uno de sus más notables secundarios?
Asesinar para prosperar
El Pingüino está más cerca de El Padrino que de nada relacionado con el hombre murciélago. A “Oz” Cobb le llaman El Pingüino porque es más feo que Picio y camina anadeando a causa de un pie deforme que le impide desplazarse como una persona normal. “Oz” no es un conspicuo villano de Gotham City, sino un gánster de segunda fila que trabaja para una familia mafiosa, los Falcone. Al morir el patriarca, Carmine (el excelente actor inglés Mark Strong, al que veremos en flashbacks), nuestro pingüino ve la oportunidad de prosperar asesinando al hijo del Don, Al Falcone, un chisgarabís que bebe y se droga más de la cuenta, echándole la culpa a la familia Maroni, cuyo mandamás, Salvatore, está en la cárcel.
Empieza entonces un juego a dos bandas de Oswald Cobb, que ejerce de agente doble mientras calcula sus posibilidades para llegar a súper jefazo de la mafia de Gotham City, mientras tiene que bregar con la hermana de Al, Sofía (Cristin Milioti), que no parece estar del todo en sus cabales, como demuestra la larga temporada que ha pasado en el Arkham Asylum (manicomio oficial de Gotham) por haber asesinado a varias mujeres (teóricamente; puede que el criminal fuese su padre, Carmine: no sigo para no incurrir en el spoiler, en caso de que haya algún lector que llegue hasta el final de este fárrago absurdo en ocho episodios).
Vulgar historia de mafiosos
O sea, que estamos ante una serie de gánsteres, y no de las mejores. Ante algo que no tiene nada que ver con el mundo de Batman ni con el personaje de El Pingüino. O sea, ante un spin off por la cara, por la pura patilla, que se supone que es un spin off de Batman porque es lo que se nos dice, no porque se cumpla ni una sola de las condiciones necesarias para que un spin off pueda ser tratado de tal.
Si el resultado fuera interesante o, por lo menos, digno, podríamos disculpar el tocomocho, pero no es el caso. Como el Perry Mason chungo de hace unos años, El Pingüino es una vulgar historia de mafiosos que pretende formar parte de un arco narrativo en el que no pinta nada. Reinventar al Joker como hizo Joaquín Phoenix es una cosa, pero fabricar un Pingüino que se supone que es Colin Farrell, convirtiendo a un villano delirante, extravagante y, sobre todo, divertido en un gánster siniestro, desagradable y sin gracia alguna me parece una gaffe descomunal y un intento de tomar por idiotas a los fans de Batman. Que, por cierto, es el único súper héroe que me interpela (aunque nunca he sabido muy bien por qué) y al que he echado muchísimo de menos en este penoso y presunto derivado de sus andanzas.