Como los Hamptons neoyorquinos o Martha´s Vineyard, la isla de Nantucket, en el estado de Massachusetts, es un centro de reunión de ricachones petulantes con grandes mansiones de los que vive una gran parte de la población local (incluido el cuerpo de policía, sobre financiado por los millonetis para que los protejan de la menor manera posible). Los protagonistas de La pareja perfecta (en Netflix, seis episodios), miniserie escrita por Jenna Lamia sobre la novela homónima de Elin Hilderbrand (publicada en España por Suma) y dirigida por la danesa Susanne Bier, disfrutan de un casoplón en Nantucket (donde vive, por cierto, la señora Hilderbrand) en el que está a punto de celebrarse la boda de uno de sus hijos con una zoóloga de Nueva York, Amelia (la espléndida Eve Hewson, que no tiene la culpa, la pobre, de ser hija del insufrible Bono de U2).
La pareja perfecta a la que alude el título la componen Greer (Nicole Kidman, que ya trabajó con Bier en la mediocre miniserie The undoing), una escritora de best sellers policíacos, y Tag (Liev Schreiber, inolvidable Ray Donovan, cuyas siete espléndidas temporadas pueden verse en Sky Showtime), un vago de siete suelas que ha heredado todo el dinero del que dispone y cuyas principales actividades consisten en fumar porros y tirarse todo lo que se mueve, incluyendo a la mejor amiga de la novia, Merritt (Meghann Faby), una influencer un pelín cargante, pero no más que el elenco en pleno de esta miniserie (basta el primer capítulo para que todos te caigan como una patada en las gónadas: menos mal que la trama es resultona y estimulante, aunque La pareja perfecta sea uno de esos productos que te entretienen mientras los ves y olvidas a los diez minutos de habértelos tragado).
El día previo a la boda hay una fiesta en la que no falta de nada en la casa de verano de Tag y Greer, pero a la mañana siguiente aparece flotando en la playa el cadáver de Merritt. Empieza así un tradicional murder mystery a lo Agatha Christie (principal influencia de Greer) en el que todos los allí presentes son sospechosos (incluida una amiga francesa de la escritora, Isabelle, a la que da vida, más o menos, Isabelle Adjani, quien tras años de desastrosas cirugías plásticas ha logrado la discutible hazaña de parecer una muñeca de goma). Los seis episodios consisten, evidentemente, en resolver el enigma.
Como en Bollywood
Y por el camino van saliendo a la luz las interioridades de lo que es a todas luces una familia desastrosa y falsamente feliz que vive de puertas afuera y tiene la costumbre de ocultar su miseria moral bajo las alfombras de su suntuosa summer house. Como era de prever, Tag y Greer no son lo que parecen, y hasta ahí puedo leer para no caer en el spoiler.
La pareja perfecta es puro entretenimiento y tiene el detalle de no aspirar a más. La miniserie está dirigida con buen ritmo por la señora Bier y el reparto funciona a la perfección, aunque me temo que Nicole Kidman se está especializando en papeles de mujer madura con problemas familiares y que, a Dakota Fanning, una ex niña prodigio convertida en una actriz adulta de lo más solvente, le está creciendo la nariz de manera exponencial. Aunque en el fondo banal, La pareja perfecta te atrapa desde la secuencia de créditos, en la que todo el elenco aparece bailando en la playa como si se tratara de una película de Bollywood.
Charlotada
En los dos últimos capítulos, a medida que se van desvelando los secretos de una familia supuestamente ejemplar, la cosa deriva ligeramente hacia el disparate y la charlotada, lo cual introduce un elemento de humor que resulta muy de agradecer porque nos recuerda que toda esa pandilla de ganapanes puede dar risa además de asco. El súbito cambio de tono, aunque ligeramente brusco, trabaja a favor de la trama, a la que dota de un nuevo punto de vista francamente divertido.
En resumen, La pareja perfecta es un entretenimiento ideal para cualquier fin de semana en el que no hay más cera que la que arde. No pasará a la historia del streaming, pero proporcionará honesta diversión a los que, como yo cuando me la tragué, no tengan muchas ganas de calentarse la cabeza. Mezcla de thriller y tragicomedia familiar, se salva por su falta de pretensiones y por la excelente factura del producto. Lo que ves es lo que hay y funciona como un reloj suizo en su condición de oblicuo homenaje a la mamá de Hércules Poirot y la señorita Marple.